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El norte es mío Opinión

El norte es mío

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Mauricio Morales Quiroga
Por : Mauricio Morales Quiroga Director del Observatorio Político-Electoral, Universidad Diego Portales
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El norte del país debe ser tratado como un verdadero subsistema de partidos. Históricamente han emergido liderazgos desafiantes para las colectividades tradicionales, a lo que hoy se suma un incremento sustantivo de la población migrante. La incertidumbre, la fragmentación y la desafección son parte de este complejo escenario.


En su reciente lanzamiento de campaña, Franco Parisi hizo explícita alusión al norte del país como polo de desarrollo y de empleo. Pero dicha alusión no es casual. Parisi obtuvo su mejor desempeño electoral precisamente en las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta. Al igual que Marco Enríquez-Ominami en 2009, ambos liderazgos exógenos a las dos grandes coaliciones cosecharon mayores apoyos en un territorio amable con los outsiders y con mayores niveles de desafección respecto al resto del país.

De hecho, es en el norte donde suelen pulular más candidatos independientes y líderes locales capaces de sobrevivir incluso al cambio de su etiqueta partidaria. Esto es lo que denomino “balcanización de la política”, proceso caracterizado por una alta fragmentación en la oferta partidaria y por un descenso pronunciado de la participación electoral. Dicha combinación –alta fragmentación y baja participación– es el caldo de cultivo ideal para candidaturas que desafían a los partidos tradicionales y, por qué no decirlo, que alientan posturas claramente populistas.

El gráfico 1 muestra la participación electoral en todas las regiones del país para la primera y la segunda vueltas de 2013. Se advierte que las zonas de más baja participación corresponden a los territorios extremos. Para algunos, esto podría responder al simple hecho de que en esas zonas los padrones están sustantivamente inflados, debido a la presencia de regimientos. Los voluntarios serían inscritos en las comunas donde realizan su servicio militar. Al terminar, retornan a sus hogares, pero quedan inscritos en la comuna donde hicieron su servicio.

Dado que difícilmente concurrirán a votar a esa comuna, entonces el padrón queda abultado, no así el número de votantes. Con ello, y por un efecto mecánico, la participación electoral queda subestimada: hay muchos votantes, pero parte importante de estos no habita en la comuna o región y, por tanto, no concurre a sufragar. Este argumento, sin embargo, aplicaba más para el régimen de inscripción voluntaria y voto obligatorio. Se supone que el mecanismo de inscripción automática y voto voluntario corrigió este problema –aunque parcialmente–, asociando domicilios con comunas donde el elector queda inscrito.

Sin perjuicio de que esta discusión siga vigente, la tendencia de los resultados de participación electoral en los comicios locales de 2016 refuerza la idea anterior. El promedio de participación nacional bordeó el 35%. Sin embargo, en Arica-Parinacota, Tarapacá y Antofagasta, la participación no llegó al 30%.

Fuente: Elaboración propia con datos de www.servel.cl

Este contexto ayuda a entender lo que sucede en el norte del país y, en especial, las aspiraciones de Parisi en esa zona. Efectivamente, en 2013 el norte fue suyo. Allí cosechó apoyos que duplicaron su promedio nacional. Esto contrasta con su desempeño en la Región Metropolitana, donde solo obtuvo un 7.7%.

En esos comicios, Matthei hizo grandes esfuerzos para impedir la entrada de Parisi en segmentos acomodados, tradicionalmente de derecha. Por ejemplo, en Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea, Parisi bordeó el 3%. Debido a que en estas comunas la participación generalmente está por sobre el promedio, entonces su efecto sobre el total de votos que obtienen los candidatos es mayor en comparación con las comunas del norte y con aquellas más pobres de la Región Metropolitana.

[cita tipo=»destaque] Si bien el norte de Chile registra bajos niveles de participación electoral, los candidatos exógenos a las dos grandes coaliciones tienen sus ojos puestos allí. Saben que es un territorio hostil para las candidaturas más tradicionales. Incluso, están al tanto de que a nivel legislativo se puedan generar tendencias similares. De hecho, el Frente Amplio –de la mano de Mirosevic– logró cerca del 25% en la reciente elección de concejales en Arica, sumando al Partido Liberal y otras colectividades de menor envergadura y que integran dicho pacto.[/cita]

Lo curioso de todo esto es que el norte, como señalé más arriba, es particularmente amistoso con los candidatos que corren por fuera de las dos coaliciones tradicionales. En 2009, ME-O obtuvo cifras mayores a las de Parisi, superando a Frei en Tarapacá y Antofagasta. También lo hizo en Magallanes, pero allí los resultados son parte de una tendencia más comunal que territorial del extremo sur del país. En 2013, en tanto, ME-O cayó fuertemente en el norte, resultado que coincide con el buen desempeño de Parisi. Esto nos retrata los altos niveles de volatilidad de esta zona geográfica, alertando respecto a lo que podría suceder en las presidenciales de noviembre.

Si bien el norte de Chile registra bajos niveles de participación electoral, los candidatos exógenos a las dos grandes coaliciones tienen sus ojos puestos allí. Saben que es un territorio hostil para las candidaturas más tradicionales. Incluso, están al tanto de que a nivel legislativo se puedan generar tendencias similares. De hecho, el Frente Amplio –de la mano de Mirosevic– logró cerca del 25% en la reciente elección de concejales en Arica, sumando al Partido Liberal y otras colectividades de menor envergadura y que integran dicho pacto.

Por todo esto, el norte del país debe ser tratado como un verdadero subsistema de partidos. Históricamente han emergido liderazgos desafiantes para las colectividades tradicionales, a lo que hoy se suma un incremento sustantivo de la población migrante. La incertidumbre, la fragmentación y la desafección son parte de este complejo escenario.

Fuente: Elaboración propia con datos de www.servel.cl

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