Es ingeniero comercial y dice que no es bueno para administrar. Asegura que no es de izquierda ni de derecha, pero hasta hoy sigue vinculado con antiguos pinochetistas, y afirma que luchó por la democracia, pero fue funcionario de la dictadura. Es una celebridad en Twitter, aunque sus seguidores amen vapulearlo por su apoyo a Rafael Garay o cuando publicó una foto falsa de Bachelet. Critica el tamaño del Estado, pero se ha adjudicado numerosas licitaciones públicas. Nada parece afectar su reputación, que lo mantiene como asesor de empresarios, panelista de televisión y columnista de diarios.
El hombre de contextura gruesa saltó del avión segundos antes de que la nave con nueve personas capotara. “Realmente no me imagino cómo pudo saltar o salir desde el aparato cuando este se desplomaba bocabajo sobre el duraznal”, dijo hace 30 años el fiscal de aviación Renato Nuño, a cargo de investigar el accidente. Pero una corbata enredada en la copa de un árbol y el hombre con vida hospitalizado en la Clínica Las Condes, son la prueba de que algo así efectivamente ocurrió.
Sergio Melnick, en la noche del 20 de marzo de 1987, era el vicedecano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, cuando iba en vuelo junto a dos geólogos estadounidenses, tres ejecutivos de la CAP, dos pilotos y el ex secretario de la Universidad de Chile, Raul Bitran, fundador de la Universidad de La Serena. Los diarios de la época afirman que el avión cayó cuando intentaba aterrizar en una pista cercana, luego de que los pilotos comprobaron una falla en los motores. Al respecto, versiones extraoficiales del casi olvidado incidente, afirman que la decisión de Melnick de abrir la puerta durante el vuelo, impidió que el aterrizaje de emergencia pudiera concretarse con éxito. Todo el resto de los pasajeros murió.
Tras el accidente nada volvió a ser lo mismo en la vida de Sergio Raúl Melnick Israel, ingeniero comercial de la Universidad de Chile. Pasó de ser pragmático a esotérico en menos de lo que canta un gallo.
Alumno aventajado, se tituló un año antes de los cinco que dura la carrera. Estudió en plena Unidad Popular, entre 1970 y 1973. Su madre, originaria de una familia judeo-griega, de la isla de Rodas, y su padre, ingeniero fallecido en 1965, eran –como él mismo reconoce– fervientes allendistas, igual que el resto de su familia materna, de quienes se distanció después que continuamente lo agredieran –según se ha quejado– en el contexto del clima de confrontación política que se vivía en la época. Melnick ha dicho que no es “de izquierda ni de derecha, sino anti-UP”. Mientras que su hermano, el astrónomo Jorge Melnick, es simpatizante de centroizquierda.
Pero los hechos muestran que siempre ha estado vinculado a la derecha más dura. En efecto, pocas semanas después del referido accidente aéreo, que ocurrió en Bucalemu –la zona donde veraneaba Augusto Pinochet–, en abril de 1987, el dictador lo nombra como ministro en la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan), la agencia “antipobreza” de ese gobierno, desde donde se implementaron las bases concretas del sistema neoliberal.
Quien había plantado las raíces de esa nueva manera de trabajar con el Estado como ente completamente subsidiario, fue Miguel Kast, padre de Felipe Kast, de quien se declara amigo y un ferviente partidario. Para Melnick, el diputado de Evópoli es el continuador de un eventual segundo Gobierno de Piñera. “Un candidato del futuro”, afirma. Cuando Carlos Peña lo igualó a un “café descafeinado”, Melnick salió inmediatamente a defenderlo, diciendo que el café descafeinado era mucho mejor que “el café que de tan cargado se vuelve amargo e intomable”.
Así es Melnick, promotor de sus amigos. Fue él quien convenció a Pinochet de nombrar a José Luis Federici –de quien era cercano como profesor en la facultad– como rector de la Universidad de Chile. El resultado, como se sabe, fue desastroso para la dictadura, que se vio obligada en octubre de 1987 a destituirlo, en medio de las protestas que pavimentaron la derrota de Pinochet en el plebiscito del año siguiente. Otro de sus amigos es Luis Larraín Arroyo, su segundo de a bordo cuando estuvo en Odeplan. Cada vez que puede, Melnick alaba los posteos y análisis en Twitter de Larraín, director ejecutivo de Libertad y Desarrollo, el think tank vinculado a la UDI.
[cita tipo=»destaque»]Melnick habitualmente fustiga el funcionamiento de empresas públicas y el excesivo tamaño del Estado. Pero no ha tenido problemas en adjudicarse licitaciones públicas. En el primer Gobierno de Bachelet, Anticipa S.A., la consultora de Melnick, obtuvo contratos con el Ejército, la Municipalidad de Santiago y la Junaeb. Entre 2011 y 2013, con el Sence, el Minvu y Fonasa. Luego, en el segundo mandato de Bachelet, que según él será recordado como “uno de los peores de la historia”, se adjudicó contratos con el Minvu, el Sence y Fonasa.[/cita]
Mientras era ministro, entre abril de 1987 y julio de 1989, Melnick participó en las manifestaciones de apoyo a Pinochet organizadas por el partido nacionalista Avanzada Nacional. En uno de esos actos fue fotografiado con Álvaro Corbalán, el entonces jefe operativo de la CNI, la policía política del régimen. Por eso es que la sospecha y dudas cayeron fuertemente sobre él cuando, en un capítulo de ‘En Buen Chileno’, de Canal 13, le dijo a Patricio Fernández: “Yo he luchado por la democracia mucho más que tú”. Las redes estallaron.
No hay un solo testigo que asegure que Melnik haya firmado acuerdos o colaborado con las fuerzas civiles contra la dictadura o que haya hecho gestiones a favor de los derechos humanos. Su único vínculo visible con ese lado del espectro político es la antigua amistad que mantiene con el abogado Jaime Hales, tarotista, esotérico y barbón como él, pero ligado a la defensa de los Derechos Humanos durante la dictadura.
No está claro de dónde viene la fama de Melnick que lo mantiene como consultor recurrente y “orejero” de algunos empresarios. Tal vez es su PhD en “investigación del futuro” de la UCLA, arma con la que convenció a su sobrino Rodrigo Guendelman de estudiar periodismo, porque era “la carrera del futuro”, según admitió el periodista.
Tampoco se sabe por qué alguien que se confiesa “malo para administrar” ha sido director y gerente de empresas. Probablemente su fama venga de su temprana y constante aparición como rostro de televisión. Melnick fue el primer director ejecutivo de La Red, frecuencia que era una señal abierta especialmente para Pinochet, que no recibía bien las transmisiones en el Melocotón. En los 90 pasó a manos de un grupo de inversionistas, ligados a la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, como Álvaro Saieh y Miguel Ángel Poduje, que integraron el primer directorio. Melnick era director ejecutivo y rostro. Entre sus “inventos” se cuenta el perfil ácido que le dio vida en pantalla a Mauricio Israel, caído en desgracia más de una década después por problemas de impuestos.
La aventura de Saieh y Melnick no resultó. Pero el ex ministro de Pinochet se instaló como la voz de derecha en ‘Tolerancia Cero’, de Chilevisión, donde estuvo hasta 2008. Luego participó en un experimento similar, ‘Manos Libres’, de Mega, y ahora es panelista estable de ‘En Buen Chileno’, de Canal 13. Una encuesta publicada por Adimark en junio de este año, lo sitúa como el panelista mejor evaluado e informado en opinión de los encuestados, junto a Gonzalo Müller y Eduardo Saffirio.
Parecen no importar las imprudencias que ha cometido en su cuenta de Twitter, como decir que “el autogolpe del chavismo es inminente” o subir una foto de Bachelet mirando un falo de madera, que resultó ser falsa, situación que nunca aclaró. Tampoco que apoyara a Rafael Garay, asegurando que “personas como tú deben ir al ruedo y dirigir. Debes ser senador”. Algo de lo que tampoco se ha retractado.
Melnick habitualmente fustiga el funcionamiento de empresas públicas y el excesivo tamaño del Estado. Pero no ha tenido problemas en adjudicarse licitaciones públicas. En el primer Gobierno de Bachelet, Anticipa S.A., la consultora de Melnick, obtuvo contratos con el Ejército, la Municipalidad de Santiago y la Junaeb. Entre 2011 y 2013, con el Sence, el Minvu y Fonasa. Luego, en el segundo mandato de Bachelet, que según él será recordado como “uno de los peores de la historia”, se adjudicó contratos con el Minvu, el Sence y Fonasa.
Cuando algunas empresas se privatizaron, Melnick estuvo, entre otros, en los directorios de SQM, con Julio Ponce a la cabeza, y Chilectra. Ocupó un sillón en el Banco Edwards en 2009, cuando la propiedad era compartida entre la familia Ergas y Quiñenco del Grupo Luksic.
Si fuera por algunas de sus afirmaciones, Melnick sería el influenciador ideal para los miles de usuarios de Twitter, que siguen temas de ocultismo y conspiraciones.
“Lo que viene es una fusión del hombre con la máquina. La inteligencia artificial, las máquinas más poderosas que el hombre, vienen en 20 años. Vamos a terminar con una realidad tipo Matrix”. «No hemos ido avanzando nada en el tema espiritual. Nos hemos ido degradando en lo ético, en lo moral”. Estas son algunas de sus afirmaciones, que podrían convertirlo en una celebridad querida en los tiempos de internet, sin embargo, se hunde con analogías, como cuando comparó a una mujer embarazada con un “auto chocado”, luego de que la ley prohibiera a las isapres considerar el embarazo como una enfermedad preexistente.
Pero a Melnick parece que no le importa que muchos de sus más de cien mil seguidores en Twitter lo monitoreen para enrostrarle sus caídas, como los rudimentarios Power Points con los que acompaña presentaciones a Codelco e Icare. Su reputación de gurú sigue intacta.
“La gente que está en el mundo racional les tiene poca confianza a los magos, porque son rifleros, comerciantes. Pero cuando se encuentran con uno de ellos que a la vez maneja la economía, les produce una fascinación enorme. Para mí es una fuente de consultoría tremenda”, explicó en una entrevista.
Lo cierto es que el mago sigue como director de empresas, columnista habitual de La Segunda y La Tercera. Está en la Fundación Acción Educar y es parte del directorio de la Universidad Mayor, ambas entidades integradas por antiguos pinochetistas.