La salida que se buscó, que Aleuy se “congele” al tomar vacaciones, fue vista como un error internamente en el Gobierno, porque mantiene abierto el conflicto e instala la incertidumbre ante el vacío de poder que se crea al interior de Palacio. Quienes conocen bien a Aleuy estiman que es difícil que vuelva de este feriado indefinido e insisten en que es de las personas que aguanta todo, que tiene la piel dura y resiste conflictos, insultos, pagar los costos, de todo, salvo una cosa: que lo desautoricen. Y eso fue lo que pasó aquí. “Esa es su debilidad, lo que le nubla el juicio y lo hace ver todo rojo”, explicaron en la sede del Ejecutivo.
El remedio a veces resulta peor que la enfermedad y todo apunta a que eso sucederá con la fórmula a la que se recurrió ayer para tratar de generar una salida lo menos traumática posible al conflicto político que se instaló en el seno de La Moneda, desde que se hizo patente la intención del subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, de dar un paso al costado, molesto por la forma en que fue deslegitimado públicamente con el manejo a sus espaldas que hubo en Palacio del conflicto mapuche. El hecho concreto es que la autoridad PS hará uso, a partir de hoy, de su “feriado legal”, pero el convencimiento interno en el Gobierno es que no hay punto de retorno, que el hombre clave tras las bambalinas de la administración bacheletista, el que desactivó conflictos, apagó incendios políticos y cotidianamente llevó las riendas del poder en estos tres años y medio, no volverá a su oficina en el Patio de Los Canelos.
Después de dos largas jornadas de férreo silencio en el Ejecutivo, con el subsecretario abiertamente en señal de brazos caídos y tras una escueta reunión de solo media hora con la Presidenta Michelle Bachelet durante la tarde de ayer, pasadas las 19:00 horas se difundió un comunicado de dos líneas de la Subsecretaría del Interior que informaba que Aleuy “hará uso de su feriado legal a partir del miércoles 4 de octubre de 2017. En su reemplazo, asumirá como subsecretario del Interior (s) el jefe de la División de Gobierno Interior, Mario Ossandón Cañas”.
La fórmula dejó un gusto bien amargo en el seno del Gobierno, porque casi automáticamente se instaló la idea de que Aleuy no va a volver y que la figura de las vacaciones es “una mala salida” para tratar de reducir el impacto del golpe político que significaba que el hombre más leal con la Presidenta, el que pagó todos los costos, había renunciado.
Si bien en el entorno de la autoridad PS y desde Presidencia han insistido en que todo son meras especulaciones, no son pocos internamente en el Ejecutivo para los que es bien difícil creer que efectivamente la figura que ha afirmado la estantería política de La Moneda se tome “vacaciones”, precisamente en este momento, a cinco meses de que termine la actual administración.
“Es el peor minuto para esto”, confesó una autoridad de Palacio. Esto, sin dejar a un lado que no se precisó por cuánto tiempo sería este feriado legal o para cuándo se contemplaba su regreso, solo se insistió en que pocas veces se tomó su descanso legal, por lo que tiene semanas acumuladas de sobra.
Las pocas señales que hubo desde el Ministerio del Interior apuntaron a precisar que el objetivo que hay con el uso de las vacaciones es “ganar tiempo” para tratar de “construir una solución”. El punto es que hay dos versiones de lo que se entiende en el Gobierno por eso.
[cita tipo=»destaque»]Todas las expectativas en el Gobierno estaban puestas ayer en esa reunión, porque ante los ojos de la Mandataria, según explicaron algunas autoridades y entre quienes la conocen bien, esa conversación cara a cara era su gesto, su forma de tratar bien a Aleuy, de darle importancia y tratar de recomponer lo que se había roto entre ambos estos días. Esto, porque aunque en Palacio insisten en que el ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza (PC), se salió de libreto con la entrevista que dio el sábado a El Mercurio, donde cuestionó públicamente la ‘Operación Huracán’ que tuvo la venia de Aleuy, también hay quienes recalcan en La Moneda que el secretario de Estado comunista jamás da un paso sin tener el visto bueno del segundo piso y que no habría dicho aquello públicamente sin la certeza de que la Mandataria pensaba igual.[/cita]
Una, tiempo para buscar a una persona que reemplace a Aleuy hasta que termine esta administración, ya que la opción de Ossandón es para salvar la emergencia de estos días. El jefe de la División de Gobierno Interior, PPD, fue previamente director del Fosis en el Gobierno de Ricardo Lagos y subsecretario de Previsión Social en el primer mandato de Bachelet –cargo del que salió en abril del año 2009–, pero hay varios cuestionamientos internos a su estilo. En Palacio dicen que ha tenido problemas de relaciones y de trato con varios intendentes y gobernadores, que no es un buen gestor y que, por lo mismo, no tiene el perfil, el manejo ni las redes políticas para resistir la tarea hasta el 11 de marzo en dichas funciones.
La segunda versión va de la mano de la esperanza que impera en algunos respecto a que, sin la presión de los focos y las cámaras de televisión apostadas en el patio de La Moneda, se pueda zanjar favorablemente estas semanas el conflicto de fondo que desató la crisis: cómo se le restituye a Aleuy su autoridad y legitimidad, después de la feroz quitada de piso que se le hizo al trabajo que realizó en el conflicto mapuche y en que casi se enteró por la prensa del nuevo criterio presidencial para enfrentar el tema.
Hay bastantes escépticos dentro de Palacio en cuanto a que esto realmente se logre y no son pocos los que, además, temen que el equipo de trabajo que tenía Aleuy se desintegre antes de tiempo. Un dato no menor, considerando que se trata del staff con que el subsecretario manejaba el poder cotidiano del Gobierno para solucionar conflictos.
La salida que se buscó, que Aleuy se “congele” al tomar vacaciones, fue vista como un error internamente en el Ejecutivo, porque mantiene abierto el conflicto en vez de cerrar el capítulo cuanto antes y, además, instala la incertidumbre ante el vacío de poder que se crea al interior de la sede de Palacio, dado el papel que cumplía el subsecretario.
Después de haberse retirado el lunes inusualmente después de almuerzo y ser visto ingresando silencioso a La Moneda ayer, pasadas las 10 de la mañana, Aleuy estuvo casi todo el día en su oficina, donde se reunió con la jefa de gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte, cerca del mediodía y en varias ocasiones con distintos integrantes de su equipo de trabajo.
No asistió a la reunión del comité policial y fue reemplazado en dicha cita por el jefe jurídico del ministerio, Luis Correa Bluas. No hizo declaraciones, evitó dejarse ver a toda costa, al punto que cuando finalmente tuvo que cruzar rumbo a la otra ala de La Moneda para la acordada reunión con Bachelet, lo hizo por una ruta interna, con lo que evitó las cámaras de televisión, tanto de ida como de vuelta.
Todas las expectativas en el Gobierno estaban puestas ayer en esa reunión, porque ante los ojos de la Mandataria, según explicaron algunas autoridades y entre quienes la conocen bien, esa conversación cara a cara era su gesto, su forma de tratar bien a Aleuy, de darle importancia y tratar de recomponer lo que se había roto entre ambos estos días. Esto, porque aunque en Palacio insisten en que el ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza (PC), se salió de libreto con la entrevista que dio el sábado a El Mercurio, donde cuestionó públicamente la ‘Operación Huracán’ que tuvo la venia de Aleuy, también hay quienes recalcan en La Moneda que el secretario de Estado comunista jamás da un paso sin tener el visto bueno del segundo piso y que no habría dicho aquello públicamente sin la certeza de que la Mandataria pensaba igual.
Cerca de las 13:00 horas comenzaron las señales internas en la sede de Gobierno de que “habría buenas noticias”, que Aleuy había recapacitado, que Uriarte apeló a la responsabilidad socialista y al rol de la Nueva Izquierda como columna vertebral de esta administración, que la conversación con el ministro del Interior, Mario Fernández, cuando llegó a Palacio en la mañana había dado sus frutos, que no iba a pasar nada, que se quedaba, que se estaba “negociando” la forma para que no quedara debilitado después de este episodio.
Es más, se hizo hincapié en que Aleuy nunca sacó sus cosas de la oficina como se dijo y que solo había tomado ciertos resguardos, ordenó carpetas, rompió papeles, pero no se había llevado sus fotos, que su escritorio estaba casi intacto. También durante la tarde se insistió en que en ningún minuto escribió su carta de renuncia y que una persona con su trayectoria política, manejo y fama, no comete el error de dilatar su salida de esta forma, sino que da el paso al costado de manera indeclinable de cuajo.
Por horas se repitió que se había generado un espacio, la opción de revertir todo, pero en el entorno de Aleuy algunos mantuvieron sus reservas al respecto, no se amarraron de lleno con la tesis del humo blanco y advertían que nada estaba zanjado realmente. Al final tenían razón.
La conversación con Bachelet fue a puertas cerradas y en Palacio dicen que el ingeniero socialista no vio los resultados que esperaba, que la Mandataria le habría pedido tiempo, que de ahí salió la idea de las vacaciones.
En el seno de La Moneda explicaron que Aleuy quedaba en una posición muy compleja después de este capítulo, no solo por estirar el elástico al máximo, al ocupar por segunda vez el recurso de la renuncia y los brazos caídos para tratar de recuperar autoridad, sino porque en el fondo lo cierto es que le quitaron poder y autoridad.
Ese es precisamente su flanco débil. Quienes conocen bien a Aleuy, su forma de trabajo y estilo político, insisten en que es de las personas que aguanta todo, que tiene la piel dura y resiste conflictos, insultos, pagar los costos, de todo, salvo una cosa: que lo desautoricen. y eso fue lo que pasó aquí. “Esa es su debilidad, lo que le nubla el juicio y lo hace ver todo rojo”, explicaron en Palacio.
Dicen que, en vez de recurrir a los brazos caídos, pudo optar por otro camino para golpear la mesa de Bachelet. Siempre ha tenido la línea directa y la confianza para haber pedido una reunión privada con la Mandataria y exponer sus críticas, su molestia, pero tomó otro rumbo, uno que no todos en su entorno y equipo compartían, pero que respaldaron igual, porque al final de cuentas –dijeron– todos se equivocan y la lealtad hacia él es primero.