Reconocieron que sobrestimaron la votación de Piñera y subestimaron las de Kast y Sánchez, para explicar el que no ha sido su primer roce con el mundo político. Todo, en el marco de un período electoral, pero sin duda el más ruidoso, porque golpeó a toda la industria de las encuestas, en la que el Centro de Estudios Públicos se erigía como el más prestigioso desde que anticipó el triunfo del NO en 1988, con algo de indisimulada soberbia.
Poco antes de publicar el último Estudio de Opinión Pública del Centro de Estudios Públicos, más conocido como la encuesta CEP, su entonces director, el ex ministro Harald Beyer, dio una entrevista para hablar de los cambios al interior del “think tank” y el estado actual de la organización, alertada por una posible migración de varios de sus investigadores a un eventual Gobierno de Piñera. La eventualidad cobraba fuerza a partir de los resultados en la propia encuesta, que le daba un 44% de preferencias al ex Presidente.
En la conversación con Qué Pasa, Beyer, como director en funciones, aseguró que no estaba en los planes de nadie publicar un sondeo más de tres veces al año y, a propósito del fin de la encuesta Adimark, defendió la metodología del estudio que realiza su equipo.
“La tasa de respuesta de las últimas Adimark fue de un 22%, o sea, uno de cada 5 la contesta, mientras que a nosotros nos contesta 8 de cada 10. Aumentar la frecuencia no nos interesa», dijo.
Ahora que el trabajo del sondeo enfrenta cuestionamientos, por los porcentajes que les dieron a Sebastián Piñera (44,4%), Beatriz Sánchez (8,5%) y José Antonio Kast (2,7%) en ocasión que Piñera obtuvo en las elecciones 36,6%, Sánchez 20,27% y Kast 7,93%, conviene recordar que no es la primera vez que enfrenta cuestionamientos. En 2013, hubo otro temblor, pero más acotado.
En julio de ese año, Longueira se retiraba de la campaña presidencial. Un mes después, el 10 de agosto, los partidos de la entonces coalición gobernante ratificaban como candidata a Evelyn Matthei. El trabajo de campo de la CEP que correspondía a ese período, terminó el 18 de agosto. Luego de intensas discusiones internas, decidieron publicar de todas maneras los resultados. Bachelet le ganaba por 32 puntos a Mathei (finalmente fueron poco más de 24) y la UDI, representada por Joaquín Lavín, no tardó en decir que la encuesta CEP no tenía validez alguna.
[cita tipó=»destaque»]Sobre la metodología, enfatizaron que todas las encuestas utilizan “los mismos marcos muestrales (mapas del precenso 2016 y proyecciones de población del INE). Es posible que existan problemas en esta área y no podremos saberlo mientras no se publiquen los datos del último Censo”, y concluyeron reconociendo que hay que hacer una “revisión profunda de las encuestas para descubrir por qué no están captando adecuadamente lo que están opinando las personas”, precisaron, sin dejar de mencionar que “la evidencia sugiere que las encuestas no son determinantes en el comportamiento de los votantes».[/cita]
No solamente surgieron preguntas sobre la metodología y la validez.
Reunició Carolina Segovia, la sempiterna coordinadora de opinión pública, que presentaba la encuesta luego de una intensa discusión al interior del comité. Aunque públicamente se dijo que su renuncia estaba fijada casi a la par de la salida de Arturo Fontaine, que dejó su puesto como director en 2013, después de 31 años, fue uno de los dueños y fundadores de la institución el que salió a calmar las dudas. En septiembre de ese año, Eliodoro Matte aseguró que nada sustancial cambiaría y que tal episodio no afectaría la imagen del CEP.
“Para nada, la encuesta se hace permanentemente y va a seguir haciéndose. Es un programa muy bien asentado”, dijo Matte en ese entonces a El Mostrador.
Matte evidentemente estaba en lo cierto, la encuesta siguió realizándose, incluso cuando él dejó la presidencia del directorio en medio del escándalo por la colusión del papel tissue, en diciembre de 2015. Nadie la cuestionó de la manera en que se hace ahora.
El CEP fue la única institución –en rigor una “fundación privada de orientación liberal sin fines de lucro”, como se define– que pudo publicar una encuesta en junio de 1988, anticipando el triunfo del NO en el plebiscito de ese año.
El Centro de Estudios Públicos fue fundado en 1980, a partir de la visión del clan Matte, que quería aportar con un centro de pensamiento y que, a lo largo de los años, ha estado integrado y sustentado por lo más selecto del empresariado. Por eso, además han estado continuamente opinando con sus fundamentos sobre asuntos de gran interés público, como las reformas tributarias y educacional –donde sus investigadores han participado de la discusión legislativa– y el conflicto mapuche, entre otros temas.
Solo para señalar algunos nombres del directorio, se cuenta a Roberto Angelini, controlador de decenas de empresas fundadas por su tío Anacleto Angelini, entre ellas, Antar Chile y Empresas Copec, que se desgrana en otras tantas relacionadas, como Corpesca o Celulosa Arauco Constitución.
También integran el directorio, presidido por el abogado Enrique Barros, el empresario Luis Enrique Yarur, del banco BCI; Jean Paul Luksic, de Antofagasta Minerals; los economistas Vittorio Corbo y Sebastián Edwards; Carlo Solari, presidente de Falabella; el ex ministro José Joaquín Brunner; y el ex contralor general de la República, Ramiro Mendoza, colaborador en el comando de Sebastián Piñera.
Participan asimismo como consejeros asesores los empresarios Andrónico Luksic, del holding Quiñenco y Canal 13; Horst Paulmann, controlador de Cencosud; Bernardo Larraín Matte, y Enrique Cueto, entre otros. Particularmente, en el comité de opinión pública –al que compete la encuesta específicamente– trabaja como coordinador Ricardo González, en el lugar que ocupaba Carolina Segovia; a este se suman el propio Enrique Barros, el subdirector abogado Lucas Sierra, Wolf Von Appen –vinculado al holding naviero Ultramar–, Jorge Cauas, ex ministro de Hacienda de Pinochet, además de la historiadora Sol Serrano y el economista David Gallagher, al igual que Leonidas Montes, que asumirá como director en reemplazo de Harald Beyer desde el 1 de marzo.
Un día después de las elecciones y de las críticas que cayeron sobre la industria de las encuestas, el CEP –hacia donde apuntaron las mayores objeciones– reconoció su error en un comunicado.
Comenzó explicando que “la última encuesta se realizó entre el 22 de septiembre y el 16 de octubre de 2017, es decir, el trabajo de campo terminó un mes antes de la elección. Por lo tanto, no alcanzó a capturar la parte más intensa de la campaña que incluyó la franja televisiva”.
En este contexto, afirmaron que, en ese lapso, en un escenario político líquido, las preferencias de los votantes pudieron haber cambiado. La campaña pudo haber influido en los votantes y haber modificado las proporciones.
La propia encuesta CEP muestra que la “carga” política o ideológica de los votantes es débil y, por tanto, hay espacio para que fluyan los votos entre distintos sectores con mucha más facilidad que en momentos donde las identificaciones políticas son mucho más fuertes. Desde el CEP se defendieron afirmando que “el orden obtenido por los candidatos principales fue acertado. A grandes rasgos, entonces, la encuesta estuvo en línea con el desarrollo político que intentó capturar. Esto es distinto a lo que pasó con las encuestas en el resto del mundo, pues estas erraron en el orden, es decir, dieron por ganador permanecer en el caso del Brexit, o que ganaba el Sí en el caso de la consulta en Colombia”, por nombrar algunos de los casos más sonados de desacierto por parte de sondeos. Negaron explícitamente que detrás de sus cifras hubiera alguna intencionalidad política. A su juicio, este cuestionamiento “desconoce la transparencia con la que esta se lleva a cabo y los controles que se aplican en su elaboración”.
Sobre la metodología, enfatizaron que todas las encuestas utilizan “los mismos marcos muestrales (mapas del precenso 2016 y proyecciones de población del INE). Es posible que existan problemas en esta área y no podremos saberlo mientras no se publiquen los datos del último Censo”, y concluyeron reconociendo que hay que hacer una “revisión profunda de las encuestas para descubrir por qué no están captando adecuadamente lo que están opinando las personas”, precisaron, sin dejar de mencionar que “la evidencia sugiere que las encuestas no son determinantes en el comportamiento de los votantes».
Marta Lagos, a cargo de la encuesta CERC-Mori, cuestiona esta explicación.
“Sin duda que el tiempo de publicación es relevante, pero eso lo sabía el CEP desde el año 1989. No entiendo que lo esgriman como argumento cuando no les va bien. Los hemos criticado en todas las elecciones por tener encuestas no predictivas que aparecen como tales. Que se decidan si hacen encuestas predictivas o hacen otra cosa, pero aparecer como tales y no serlo cuando no les conviene, me parece poco moderno, más bien anticuado, esconderse en la falda”, plantea.
Lagos agrega que “es obvio que Piñera iba a perder votos al final, pero eso no es el único error, que es trivial, porque se sabe que se debe medir al final. Las encuestas fueron deficitarias en identificar la demanda de la izquierda fuera del oficialismo y eso es lo que tildó la elección a favor de Piñera. No hubo investigación alguna y, con todo respeto, alguien que quiere predecir una elección tiene que hacer mucho más que dos encuestas que no tienen siquiera el número de casos para cumplir con el estándar internacional declarado. El fenómeno de Kast lo identificamos tempranamente y lo declaramos en septiembre; el de Sánchez, no lo vio nadie. Y eso sí debería haber salido, de haberse hecho las cosas según la ciencia”, recalca.
Este medio intentó conseguir una versión del CEP, pero hasta el cierre de la edición no hubo respuesta.