En primer lugar, queda en evidencia la legitimidad creciente de la presidenta Bachelet para incidir en la elección, que no fue leída correctamente por el piñerismo. Con una ceguera voluntarista o francamente negadora, en la acepción psicoanalítica de la palabra, ningunearon el alza sistemática que venía teniendo la aprobación de la presidenta entre la ciudadanía. Amparados en los resultados más recientes de su encuesta oráculo, la CEP, y ciegos a los datos de otras encuestadoras, quisieron creer que el respaldo de Bachelet no sólo era bajo, sino que además era casualidad o una deriva natural de los últimos meses de gobierno, similar para todos los presidentes. Sobre este punto y de cara a la segunda vuelta, ya habrán tomado nota que su figura sigue al alza y que la CEP no es infalible. De lo contrario, ya no podríamos hablar de ceguera, sino de franca tontera.
La presidencial NO está cerrada. Así se titulaba mi columna de mediados de septiembre, en respuesta a la profecía alimentada por las encuestas y algunos medios sobre el seguro triunfo de Piñera que, a la luz de los hechos, artificiosamente se intentaba instalar.
A partir de lo sucedido el domingo pasado, los argumentos de hace un par de meses cobran nueva vigencia y sentido, dándome el actual escenario la oportunidad ampliarlos y profundizar en ellos.
En primer lugar, queda en evidencia la legitimidad creciente de la presidenta Bachelet para incidir en la elección, que no fue leída correctamente por el piñerismo. Con una ceguera voluntarista o francamente negadora, en la acepción psicoanalítica de la palabra, ningunearon el alza sistemática que venía teniendo la aprobación de la presidenta entre la ciudadanía. Amparados en los resultados más recientes de su encuesta oráculo, la CEP, y ciegos a los datos de otras encuestadoras, quisieron creer que el respaldo de Bachelet no sólo era bajo, sino que además era casualidad o una deriva natural de los últimos meses de gobierno, similar para todos los presidentes. Sobre este punto y de cara a la segunda vuelta, ya habrán tomado nota que su figura sigue al alza y que la CEP no es infalible. De lo contrario, ya no podríamos hablar de ceguera, sino de franca tontera.
Y el respaldo a la presidenta sigue al alza pues ella tomó la decisión de salir a defender su legado durante la primera vuelta presidencial. Esta actitud protagónica, quizás más tardía de lo que la realidad aconsejaba, muestra que en el ocaso de su gobierno Bachelet no sólo recuperó el ánimo y su carisma, sino también se resarció de las culpas en torno a CAVAL y del desánimo por la mala evaluación ciudadana de la gestión de sus reformas más emblemáticas. La presidenta parece haberse reconectado con el diagnóstico que dio origen a su programa de gobierno y ha decidido patrocinarlo.
En su renovado protagonismo, la mandataria volvió a transmitir convicción respecto de la vigencia de su proyecto para el país. Parece haberse convencido de que las epifanías descritas en torno a la llamada modernización capitalista estaban bastante más mixturadas con agobio y malestar que lo que varios detractores de su diagnóstico venían señalando como causas de la baja adhesión ciudadana.
Una vez recuperado el aliento, la presidenta se reencontró con una ciudadanía que nunca dejó de valorar los objetivos últimos de sus reformas, pero que terminó desconfiando ante la falta de finura en la gestión de la mismas y la poca empatía en la comunicación de éstas.
Esa misma ciudadanía, al enfrentarse a la encrucijada electoral de la primera vuelta, entendió que había algo más en juego que el crecimiento económico y el fortalecimiento del empleo que ofrecía Piñera, y que, ante el riesgo de perder lo avanzado en materia de derechos sociales, dividió su voto ente el candidato oficialista y Beatriz Sánchez. Ella y el Frente Amplio representaron novedad y una renovada confianza en la posibilidad de avanzar en derechos sociales, dando cabida al votante de sensibilidad progresista pero rebelde ante una coalición gobernante escindida, deslegitimada por sus prácticas e inconsecuencias, indiferente a las primarias y poco convencida de que lo que alguna vez prometió.
La puesta en escena de Bachelet, los primeros logros visibles de sus reformas, la revalidación social de la política de derechos reencarnados en el Frente Amplio y la mejora de las expectativas económicas desconcertaron al piñerismo, que durante más de un año no logró nutrirse de otros atributos que los económicos ni salirse de la crítica destemplada a Bachelet, hablándole a un país que creían definitivamente decantado hacia la derecha pragmática.
Así la cosas, para esta segunda vuelta, si la presidenta opta por proyectar su legado, no solo defenderlo como en primera vuelta, es muy posible que el clivaje crecimiento económico vs. estancamiento que apalancó por meses la campaña de Piñera deba competir con una narrativa más bacheletista y frente amplista representada por un Alejandro Guillier estratégicamente mimetizado con su mejor promotora.
La primera vuelta NO estaba cerrada.
El balotaje ESTÁ abierto.
Bien lo sabe el ex presidente: “nadie tiene clavada la rueda de la fortuna”.