El Papa dio inicio a las reuniones que sostendrá con las víctimas de Karadima y la semana pasada recibió al nuncio Ivo Scapolo. Así comienza a cimentar el terreno para cuando reciba a los obispos de la Conferencia Episcopal en tres semanas más y termine por zanjar el futuro de la Iglesia chilena. En la institución se dejó caer la noche los cuchillos largos y la soledad del obispo de Osorno es cada vez más evidente.
El sábado, en la parroquia Santa Rosa de Lima, en Osorno, algo cambió. Hasta ahora, una especie de apartheid impuesto por los defensores del obispo Juan Barros caía sobre los asistentes a cada misa. El saludo de la paz era un frío ritual entre bandos contrarios y el abrazo de los asistentes a la salida de la iglesia, un trámite que dividía a los disidentes de los “Barroslovers”. En octubre, incluso, a los opositores a Barros los amenazaron con un exorcismo masivo.
Por eso, ese sábado algo se sintió distinto.
–Después de la carta del Papa está volviendo un poco la unión a Osorno –dice uno de los fieles, que también cuenta que en las radios locales las últimas encuestas sobre el cuestionado obispo ya no le son tan favorables.
La soledad de Barros es cada vez más evidente, incluso entre quienes lo defendían contra todo. Después de la misiva enviada por el Papa –donde pidió perdón después del informe elaborado por el obispo de Malta, Charles Scicluna–, quienes permanecían a su lado comenzaron a alejarse. En la última reunión de presbíteros realizada en el Arzobispado de Santiago, el pasado 19 de abril, el obispo fue cuestionado. Tanto, que –después de la cita– el propio arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, también lo dejó caer: “A mi juicio, por el bien del pueblo de Dios y de la Iglesia, debe dar un paso al costado”, expresó, después de contarles a los periodistas presentes en la conferencia, que él ya le había dado su opinión al Papa sobre Barros.
El reconocimiento de Ezzati fue un golpe para el círculo de Barros, y para el propio obispo, que ese mismo día presentó una licencia médica. Abandonó sus labores y solo se espera que reaparezca en la vida pública y sacerdotal cuando deba viajar a Roma, con el resto de los obispos de la Conferencia Episcopal que llegarán al Vaticano durante la tercera semana de mayo.
El reconocimiento de Ezzati respecto a Barros también sorprendió. No era algo que hubiera planeado decir. De hecho, la presión de las insistentes preguntas de los periodistas casi no le dejó más alternativa. Por eso, algunos obispos leyeron el mensaje como parte del nuevo contexto: una necesidad de desprenderse de responsabilidades, culpar a otros y blindarse antes de la cita en Roma, para lo que vale cualquier estrategia. “Esto va a provocar un terremoto, salir en esta pasada, con lo que ha significado la molestia del Papa, va a ser durísimo para todos, pero más para quien lo viva directamente”, confidencia una fuente de la institución.
Al interior de la Iglesia, dicen que no es casual que a comienzos de esta semana Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Fernando Karadima, se encontrara con Francisco Javier Errázuriz en la embajada de Chile en Roma. ¿Qué hacía? “Lobby”, responden en la Iglesia; parte de un periplo que comenzó inmediatamente después de la visita de Scicluna, donde ya todos tenían claro que el obispo de Malta logró dar con hebras que apuntaban a una absoluta negligencia de la jerarquía eclesiástica. Errázuriz necesita mantener su poder si es que sale dañado con una eventual decisión del Papa.
La figura de Errázuriz es una de las más cuestionadas por las víctimas que hablaron con Scicluna y el sacerdote catalán Jordi Bertomeau, mano derecha del obispo de Malta. Pese a que Errázuriz ha insistido en que no fue él quien mal informó al Papa o le entregó información errada, su cercanía y redes en el Vaticano apuntan a lo contrario. Su escasa simpatía con los denunciantes de Karadima no merece dudas.
De hecho, cuando El Mostrador publicó hace dos años los correos secretos entre Errázuriz y Ezzati, las palabras y el lobby del cardenal por torpedear los pasos de Juan Carlos Cruz eran evidentes. Siempre señaló que Cruz falseaba la verdad, que había que evitar que llegara a la comisión de la tutela de los menores en Roma, una instancia creada para enfrentar los casos de abusos. Es más, cerraba sus deseos con una frase: “La serpiente no prevalecerá”.
Hay quienes aventuran que para que el cambio en la Iglesia sea profundo, Errázuriz debería comenzar a perder poder, el tema es cómo se manifestará esa pérdida. El cardenal forma parte de uno de los más exclusivos grupos de consulta del Papa, el llamado C9, que justo esta semana finalizó el borrador de la nueva Constitución que regulará el funcionamiento de la curia romana. Este contexto, para algunas fuentes al interior de la Iglesia, podría ser un escenario ideal para reemplazar no solo a Errázuriz, sino también a otros miembros del grupo que están igual de cuestionados en sus respectivos países.
Pero sin duda lo que más inquieta a quienes sienten temor por su futuro, es la serie de reuniones que sostendrá Francisco con las víctimas de Karadima. El Papa ya ha expresado que siente vergüenza y para nadie es un misterio que se ha deshecho en señales para reafirmar su compromiso por cambiar la cara de la Iglesia católica en Chile, sobre todo después del papelón que hizo en su visita al país, al afirmar que no había razones para culpar a Barros de proteger a Karadima.
[cita tipo=»destaque»]La figura de Errázuriz es una de las más cuestionadas por las víctimas que hablaron con Scicluna y el sacerdote catalán Jordi Bertomeau, mano derecha del obispo de Malta. Pese a que Errázuriz ha insistido en que no fue él quien mal informó al Papa o le entregó información errada, su cercanía y redes en el Vaticano apuntan a lo contrario. Su escasa simpatía con los denunciantes de Karadima no merece dudas. De hecho, cuando El Mostrador publicó hace dos años los correos secretos entre Errázuriz y Ezzati, las palabras y el lobby del cardenal por torpedear los pasos de Juan Carlos Cruz eran evidentes. Siempre señaló que Cruz falseaba la verdad, que había que evitar que llegara a la comisión de la tutela de los menores en Roma, una instancia creada para enfrentar los casos de abusos. Es más, cerraba sus deseos con una frase: “La serpiente no prevalecerá”.[/cita]
Durante este jueves el Papa recibió a Juan Carlos Cruz en su residencia en Santa Marta para hacer un primer acercamiento y el domingo se reunirán por más horas durante la tarde. Recibirlo antes que al resto de los obispos es una clara señal respecto a lo que piensa sobre la situación de la Iglesia en Chile. De hecho, uno de los últimos comunicados de la Oficina de Prensa del Vaticano emitido anteayer, señalaba que en el encuentro que sostendrá tanto con Cruz como con James Hamilton y José Andrés Murillo el fin de semana, Bergoglio les pedirá perdón y compartirá su dolor. Pero también invitaba a orar por la Iglesia católica chilena, en un claro punto de inflexión respecto al terremoto que, se espera, se produzca a fines de mayo.
La salida del nuncio apostólico en Chile, Ivo Scapolo, también es un hecho. El sacerdote se encuentra en estos momentos en Roma, se reunió con el Papa a puertas cerradas la semana pasada y volverá a Chile antes que los obispos de la Conferencia Episcopal toquen suelo italiano. La forma de la salida de Scapolo también es un misterio. Podría ser cuestionado directamente o también ser relevado por la cantidad de años cumplidos en su labor. El camino y el tono que tome el Papa no solo significará un sello en su mandato, sino asimismo en el camino que siga la institución en el país. Si tanto Barros como Ezzati, Errázuriz y los sacerdotes de El Bosque son cuestionados y removidos, se empezará a escribir una nueva página en la historia de la Iglesia católica en Chile.