Durante la jornada de este miércoles 16 de mayo, las estudiantes salieron de las aulas de la academia a la calle, se impregnó a las nuevas generaciones, y es un hecho que no parará. Ante este estallido, la institucionalidad se niega a ver la profundidad de la demanda, una que va más allá del Gobierno, de lo que no hizo la oposición, y del mismo Estado. Esta jornada marcó un punto de no retorno, una avalancha de gritos, euforia y furia morada, rosa y roja que no se detendrá hasta recorrer cada ámbito de la sociedad. Son estas jóvenes la punta de lanza para el cambio que se aproxima.
“Educación no sexista para que dejen de matarnos”, reza un cartel que lleva una niña de unos 13 años. Ella, al igual que 170 mil estudiantes más, salieron a la calle, durante la fría mañana de este 16 de mayo de 2018, para exigir una educación no sexista. Una educación revolucionaria y disidente, que rompa los márgenes del patriarcado, “del maltrato que hemos sufrido durante décadas, que sufrió mi madre, mi abuela y todas las mujeres de mi familia”, explica la niña, que es primera vez que protagoniza un estallido social.
Más de 40 asambleas feministas-estudiantiles convocaron a la primera marcha por una educación no sexista, protagonizada y liderada solo por mujeres. La orden fue clara, los hombres podían acompañar, pero debían hacerlo en un rol secundario. Y así lo hicieron, llevaron lienzos, se encargaron de los circuitos de seguridad, pero no tomaron ninguna vocería, no dieron ninguna cuña. Las protagonistas eran ellas.
A las 11:00 horas comenzaron a llegar los grupos de cada colegio y universidad, no pudieron asistir todas, muchas debieron quedarse cuidando las tomas que se han desarrollado durante las últimas tres semanas. Un movimiento que surgió a partir de casos de abuso y acoso por parte de profesores a estudiantes, pero que ya ha escalado al punto de poner en jaque al sistema educativo en su totalidad.
“Estamos pidiendo derechos mínimos. Estamos pidiendo que no se nos violente en nuestros espacios educativos, en las calles, para llegar tranquilas a nuestras casas, el pueblo necesita que el Estado y el Gobierno se haga cargo de lo que estamos exigiendo”, señala la vocera de Aces y alumna del Liceo Experimental Manuel de Salas, Amanda-Luna Cea.
“Estamos cansadas de ser violentadas, de la revictimización (…) esto no solo se resuelve a partir de protocolos, necesitamos transformar el modelo educativo para que desde niñas se nos deje de violentar”, recalcó la vicepresidenta de la FEUC y vocera de la Confech, Araceli Farías.
Las demandas van desde lo estructural para refundar la visión de la educación y formar a las niñas y los niños con una perspectiva no sexista, hasta exigir dispensadores de condones para mujeres y hombres en los liceos. Desde la exigencia de que dejen de violentarlas con frases machistas al interior de las aulas, hasta que sus compañeros y profesores cesen de abusar de ellas en los espacios universitarios, sí, así de crudo. “Es que nos dejen de denostar por nuestra condición de mujer”, manifiesta una escolar a una pareja de abuelos que van en la marcha junto a ellas, con un cartel que reza: “Las queremos vivas”.
Mientras avanzaban los manifestantes, los cánticos y gritos de la marcha inundaron los vacíos. No hubo espacio para silencios, “la idea es gritar, para que nos escuchen fuerte, ya fueron muchos años de estar calladas”, expresó una de las agitadoras, que en una mano llevaba el megáfono, mientras no paraba de mover su otro brazo para ir ordenando a las manifestantes.
“Dónde estaban cuando nos mataban”, “alerta, alerta, alerta machista, que todo el territorio se vuelva feminista”, resonaban las consignas entre los edificios que colindan con la Alameda. Mientras los carteles rezaban “Somos las nietas de las brujas que no pudiste matar”.
Y es que esta segunda ola de feminismo, mucho más insurrecto, inorgánico y transversal, se dice heredero de aquellas que en los años 60 también rompieron cercos, aunque destacan que quieren ir más allá de la institucionalidad, más allá de la conquista del voto para las mujeres, ellas quieren “quemarlo todo”, quieren una nueva sociedad, una nueva educación no sexista, para “que no sigamos reproduciendo el patriarcado”, se lee en otro de los lienzos que inundaron la avenida principal de Santiago.
En paralelo, en el Congreso, ubicado en la ciudad de Valparaíso, los rectores de universidades del Estado, el ministro de Educación, Gerardo Varela, y una serie de senadores y senadoras, estaban reunidos explicando la situación que se estaba viviendo con las movilizaciones.
Es en este contexto que el ministro Varela, reconocido por tener una lengua afilada y una “verborrea incontenible”, señaló que el problema, que las manifestaciones, se debían a “pequeñas humillaciones” que se daban en la cotidianidad. Frase que despertó el enojo de las voceras que estaban en la marcha y, de paso, a parte importante del Gobierno, que tenía un despliegue especial para la jornada.
La ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Isabel Plá, se refirió a la necesidad de avanzar en materia de género y en terminar con el acoso y el abuso a las mujeres. Mientras, algunos emisarios gobernamentales observaban de cerca y con cuidado la inédita marcha. Hasta el ministro de Bienes Nacionales, Felipe Ward, miró atónito el transitar de la protesta que pasaba delante de él.
Es por esta razón que la nueva salida de libreto del ministro sacó ronchas al interior de Chile Vamos –a pesar de que no habría sido ninguna sorpresa–, pues es justamente Varela el encargado de desactivar el conflicto, un panorama que se “ve lejano”, reconocen desde el oficialismo.
Mientras esto ocurría, en la marcha se empezó a sentir la tensión con Carabineros. Como solo se autorizó el recorrido desde Plaza Italia hasta Echaurren por la calzada sur de la Alameda, la marcha intentó en varias ocasiones pasar al lado norte.
Pero no se logró, Fuerzas Especiales de la policía uniformada estaban bloqueando cada pasadizo hacia la otra calzada, como tradicionalmente intentan hacerlo en las manifestaciones, pero esta vez fue muy diferente. La primera línea de cada una de las barreras estaba compuesta por carabineras, las cuales fueron interpeladas por las manifestantes. “Dónde estaban cuándo nos mataban”, empezaron a vociferar las estudiantes.
A metros antes de llegar al escenario, un grupo de encapuchados –todos hombres– comenzó los enfrentamientos con Carabineros, en la ladera norte de la Alameda. Las dirigentas de la marcha optaron por ignorarlos y mantuvieron paso firme hasta el escenario, mientras el resto de las manifestantes siguieron con el rumbo definido.
Unos minutos después, irrumpió un grupo de universitarias. Una furia de capuchas rojas, a torso desnudo, arremetió contra los encapuchados y los persiguió, corriendo a toda velocidad, por el bandejón central de la Alameda, a la altura de Metro Los Héroes. Lograron sacarlos completamente de la marcha. Una intervención que fue aplaudida por todos los manifestantes.
Las capuchas rojas fueron una marca durante la manifestación. Estuvieron rondando toda la marcha y se desplegaron por toda la Alameda, pegando carteles que rezaban: “Mi abogado me dijo que me abusaron porque soy bonita”, “La PUC encubre violadores y los titula”, entre otros.
Eran más de 30 estudiantes del Campus Oriente de la Universidad Católica, el único que logró ser tomado durante el estallido del 2011. Las mismas encapuchadas que protagonizaron un acto histórico en el corazón de la Casa Central de la PUC.
Las capuchas rojas se manifestaron, gritaron y vociferaron el acoso y abuso sexual que se vive día a día en la cuna del conservadurismo del país, a torso descubierto, o “pechuga suelta” –como una de ellas lo reconoce–, en el denominado “patio del cura” de la Universidad Católica, que tiene una estatua de Juan Pablo Segundo de tamaño real.
Allí, justo desde ese epicentro conservador, se prendió la mecha feminista, una mecha que hoy tiene a 25 carreras paralizadas y movilizadas, entre ellas, las facultades de Derecho e Ingeniería, las dos más grandes de la UC. “Y más conservadoras”, como recalca una de las manifestantes.
Llegando al escenario se escuchaba la voz de la humorista Natalia Valdebenito: “Hoy es un día histórico, chiquillas”, decía a los primeros estudiantes que llegaron al fin de la manifestación. “De aquí nada nos para”, continuó arengando a las miles de estudiantes que comenzaron a agolparse en el bandejón de la Alameda.
“Se sentía esa emoción, esa que te cala los huesos”, reconoce una de las voceras. Emoción que se vio reflejada en cada una de las palabras que dedicaron a los manifestantes que las escuchaban atentas.
Es común el ritual, terminadas las marchas, hay algunos artistas, suena música de fondo, un escenario alto y los dirigentes dicen sus discursos. Pero esta vez fue diferente, había una sensación distinta en el aire, los carabineros estaban lejos del escenario y miraban desde la distancia el desenlace de la marcha.
Las “compañeras”, como se llaman entre ellas, esperaban atentas las palabras de las voceras, universitarias y secundarias. Por primera vez, en una marcha estudiantil, solo había mujeres en ese escenario, ni siquiera permitieron que subieran los gráficos para tomar imágenes desde arriba, la postal de ese momento debía ser protagonizada por ellas.
Las críticas al Gobierno no tardaron en llegar. Y los dardos no solo apuntaron al ministro Varela y sus deslenguadas frases, sino que también a la ministra de la Mujer, Isabel Plá, y al jefe de la cartera de Salud, Emilio Santelices.
La vocera de la ACES recordó que la ministra Plá está “abiertamente en contra del aborto” y sacó a relucir el protocolo de objeción de conciencia impulsado por Santelices, “las mujeres vamos a seguir abortando con o sin protocolo, con o sin leyes”, exclamó la secundaria, que terminó su intervención a voz quebrada y gritando a todo pulmón: “Vamos a dejar la cagá, cabras… vamos a quemarlo todo”.
“Estoy muy emocionada (…) somos miles, estamos a nivel nacional y nada nos detiene hoy día, ni los machitos de izquierda ni de derecha”, así comenzó su discurso la vocera de la Coordinadora Feminista Universitaria, Amanda Mitrovich. Con la voz entrecortada, enfatizó que no se extendería porque estaban “reprimiendo a nuestras compañeras” que estaban al final de la marcha.
La misma dirigenta que no dudó en dejar a un lado a un canal de TV en vivo, cuando vio que el zorrillo se acercaba a un grupo de estudiantes, e intentó frenar la situación. “Este es un llamado a que nos organicemos desde la asamblea, desde la amistad y desde la sororidad. Un llamado a que nos tomemos nuestras universidades, nuestros colegios, hagamos cortes de calle (…) organicémonos y tomémonos Chile y hasta La Moneda, por el feminismo total”, remató la vocera.
Terminada la ronda de discursos, se dio paso a la ronda de gases lacrimógenos. Los carros lanzagases y lanzaguas de Carabineros comenzaron a cercar los costados del escenario. En paralelo, las estudiantes iniciaron el retorno a sus universidades y colegios. “Estuvo bacán”, exclamó una secundaria de no más de 13 años, que estaba sentada en la cuneta de la intersección entre calle Sucre y Echaurren. “Sí, estuvo cuática la cosa”, respondió su compañera que se retiraba de su cuello un pañuelo lila, “así respiro mejor”.
La jornada de este 16M evidencia que se prendió la mecha, el feminismo salió de las aulas, la academia, impregnó a las nuevas generaciones y no parará. Se acerca un estallido que la institucionalidad se niega a ver y que va más allá del Gobierno, de lo que no hizo la oposición, y del mismo Estado. Esta jornada marcó un punto de no retorno, una avalancha de capuchas, gritos, euforia y furia morada, rosa y roja que no se detendrá hasta recorrer cada ámbito de la sociedad y son estas niñas, las estudiantes, la punta de lanza para el cambio que se aproxima.