Se erigió como uno de los guardianes de la educación privada mientras se discutía la reforma. Sus columnas y opiniones lo han transformado en un pulcro defensor de las cuestiones pastorales y la Iglesia. Sin embargo, quienes lo critican dicen que guarda bajo la alfombra situaciones contrarias a las que predica: no solo apuntan a conductas de una vida en pareja –impropia del celibato– con otro sacerdote, sino también a los casos de abusos cometidos por religiosos en su diócesis.
Ese viernes, el obispo Héctor Vargas no se sentía bien. Habían sido días duros en Roma bajo la mirada inquisidora del Papa y ese 18 de mayo, fecha de su regreso a Chile, le molestó encontrarse con una petición insistente del diputado René Saffirio. El parlamentario quería presentar un proyecto para eliminar los privilegios de autoridades eclesiásticas contenidos en un par de artículos del Código de Procedimiento Civil.
El obispo no se calló. Llamó por teléfono a Saffirio para quejarse y el diputado le respondió exponiendo en redes sociales las aprensiones del religioso, que después de unos minutos, pasadas las 20:00 horas, le envió un sentido mensaje de arrepentimiento por WhatsApp:
«Mis sinceras disculpas, René, no me encuentro bien y extremadamente agotado. Ojalá otro día podamos conversar con más tranquilidad. Reza por mí», escribió el obispo, que no recibió ni una línea de vuelta.
La personalidad del obispo de Temuco, marcada por un carácter que a veces se torna irritable, explosivo y errático, es conocida en el mundo político. Como presidente del área de educación de la Conferencia Episcopal, durante la etapa de Reforma Educacional en el Gobierno de Michelle Bachelet, ministros y coordinadores de turno se acostumbraron a sus llamadas en tono amable, pero en domingo por la noche, tarde. Incluso, la ex ministra Adriana Delpiano debió contestarle incrédula una vez cerca de la medianoche.
El tono del religioso se tornaba áspero en las reuniones –según recuerdan algunos asistentes a esas citas–. Allí, donde rechazaba la mayor parte de la reforma y llegaba siempre acompañado de un abogado y autoridades de la Federación de Instituciones de Educación Particular (FIDE), dejaba siempre en claro su posición. “Cuando se despachó la Ley de Inclusión Escolar –comenta uno de los miembros del entonces gabinete–, él entregó una carta muy dura. Entonces tuvimos que representarle la contradicción con el catolicismo”.
[cita tipo=»destaque»]»Pero la doble vida genera más molestia cuando quien predica una cosa es y hace realmente otra”, comenta otra fuente de la Iglesia en relación con el obispo Vargas, a quien se le reprocha, internamente y en distintos círculos eclesiales, haber compartido casa durante un tiempo largo con otro religioso que conoció en Arica, mientras era obispo de esa diócesis, y que algunos conocieron como su pareja sentimental. “Hay obispos homosexuales, en una situación que molesta a muchos –comenta una fuente de la Iglesia– porque, primero, son vidas falsas y, segundo, porque esas mismas vidas falsas hacen construir redes, encubrir y tener predilectos. No es la homosexualidad el problema, tampoco esa conducta está vinculada a los abusos, pero sí genera redes de protección sobre ciertos obispos y religiosos, porque hay una forma de vida que resguardar”, aseguran.[/cita]
Esas contradicciones son las que provocan incomodidad para muchos al interior de la Iglesia. También para quienes piensan que Héctor Vargas, el que fuera consagrado obispo con el lema episcopal «Testimonio de Cristo Pastor», el que despierta simpatía en el mundo católico –y dividida aceptación entre los mapuche–, en vez de ser una de las cartas probables para asumir como arzobispo de Santiago, tenga que alejarse de la primera línea en la élite de la institución religiosa cuando el Papa Francisco rebaraje el naipe.
Su defensa a ultranza de los colegios particulares durante la reforma –en sintonía con el arzobispo Ricardo Ezzati– no es la única contradicción del obispo Vargas que molesta al interior de la Iglesia, donde, después de los abusos, ocultamiento y protección de criminales, uno de los temas que más incomodan es la doble vida de muchos sacerdotes. “Este es un asunto que cada vez hace más ruido entre los obispos y los pastores. La falsedad y mentira en la que viven muchos religiosos en Chile”, señala una fuente de la institución.
Es también una molestia que llega hasta el Vaticano. En una misa que celebró el martes 9 de enero en su casa en Santa Marta y después de leer unos párrafos del Evangelio según San Marcos, el Papa Francisco fue claro respecto a los pastores de doble vida: “Es feo verlos: es una herida en la Iglesia”, dijo.
«Pero la doble vida genera más molestia cuando quien predica una cosa es y hace realmente otra”, comenta otra fuente de la Iglesia en relación con el obispo Vargas, a quien se le reprocha, internamente y en distintos círculos eclesiales, haber compartido casa durante un tiempo largo con otro religioso que conoció en Arica, mientras era obispo de esa diócesis, y que algunos conocieron como su pareja sentimental. “Hay obispos homosexuales, en una situación que molesta a muchos –comenta una fuente de la Iglesia– porque, primero, son vidas falsas y, segundo, porque esas mismas vidas falsas hacen construir redes, encubrir y tener predilectos. No es la homosexualidad el problema, tampoco esa conducta está vinculada a los abusos, pero sí genera redes de protección sobre ciertos obispos y religiosos, porque hay una forma de vida que resguardar”, aseguran.
En el caso del obispo Vargas, además, el conflicto es que la vida que llevaría en privado está alejada de la sanción moral que predica públicamente. En 2009, el libro Homosexualidad Juvenil: Orientaciones Educativo Pastorales, producido por el Equipo Interdisciplinario de la Juventud Salesiana, fue apoyado, entre otros, por el entonces arzobispo de la Santísima Concepción, Ricardo Ezzati, en tanto que Héctor Vargas, de Arica, afirmaba que la homosexualidad “empobrece” a los seres humanos.
En otras de sus columnas, Vargas ha señalado que, recogiendo la enseñanza de la antropología, “la Iglesia cree firmemente que corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar”.
Frente a la situación que se vive en el obispado de Temuco, varios son los que sostienen que este tipo de “secreto a voces no hace más que seguir dañando la misión eclesial”, un hecho que es negado por el obispo de dicha ciudad, tajantemente. “Eso es una calumnia absolutamente infame, no se puede creer una cosa como esta. Es una mentira y me gustaría saber quién puede estar detrás de algo como esto. Es una difamación enorme. Yo he llevado mi vida de célibe hasta el día de hoy”, aseveró el obispo.
Los casos de abusos sexuales y protección han hecho crujir varias diócesis. Algunos han salido a la luz de a poco, con fórceps, gracias a investigaciones periodísticas. Algunos siguen en reserva, como los casos que Héctor Vargas ha mantenido alejados de las cámaras en Temuco. Otra de las contradicciones que se suman a su vida eclesial.
Actualmente, la diócesis temuquense guarda varios casos bajo las sotanas. Uno de ellos es el del diocesano Pablo Isler, quien fue vicario episcopal para la Educación en Illapel. Más de una víctima presentó una denuncia en su contra y, después de finalizado un proceso penal, en Roma tomaron una determinación final: suspenderlo del ejercicio público del ministerio sacerdotal para siempre. Un camino similar vivió el sacerdote Mardoqueo Valenzuela, quien incluso estuvo envuelto en más de una polémica cuando se acusó a un párroco que, mientras era investigado por abusos contra menores, fue enviado a hacerse cargo de un campamento de niños en Laja.
Valenzuela también debería haber dejado de celebrar misas y estar cerca de niños, porque fue condenado por la justicia canónica. “La verdad es que al menos me quedé con la impresión de que las víctimas quedaron satisfechas con el resultado de esa investigación”, afirma el obispo de Temuco.
Otro de los casos que guarda en sus archivos la Iglesia de Temuco es el del sacerdote Waldo Ignes, de la parroquia San Pablo de Carahue, quien fue acusado, por un profesor, de almacenamiento de pornografía infantil. “Tenía dos o tres fotografías y la justicia determinó que era almacenamiento de pornografía infantil. Estuvo como dos años firmando y paralelamente dimos inicio a un procedimiento canónico”, comenta Vargas.
La justicia falló en contra de Ignes en marzo de 2015 y, aunque la defensa del sacerdote apeló al fallo, los antecedentes fueron remitidos a Roma y en Temuco están a la espera de la resolución del Vaticano. Ignes se halla suspendido del ejercicio del ministerio sacerdotal.
Sobre todos los casos, el obispo Vargas dice que él se encontró con ellos cuando llegó a Temuco, que eran situaciones pendientes y que, si ha guardado silencio sobre el nombre y la decisión final de estos sacerdotes, fue “por proteger a las víctimas” y no por ocultar sus identidades, pese a la insistencia de numerosos fieles de transparentar la situación de abusos y a los victimarios, para evitar el enroque o que sean destinados a otras zonas donde la comunidad se mantiene ignorante de los antecedentes de estos religiosos, una fórmula que ha utilizado en varias ocasiones la Iglesia católica y que, incluso, fue detectada por el obispo de Malta, Charles Scicluna, en su huracanado paso por Chile.