Si bien partió como una idea que da vueltas hace algunos días por redes sociales, diferentes agrupaciones de laicos en Chile la han acogido y están haciendo fuerza para que sea una realidad: convertir ese lugar en un Memorial del Abuso Sexual Eclesiástico en nuestro país. Ya se ha conversado en diferentes reuniones y la iniciativa traspasa el boca en boca con el objetivo de simbolizar un nuevo “Nunca Más”.
“¿Y si organizamos una campaña para convertir la iglesia de El Bosque en un Memorial del Abuso Sexual Eclesiástico en Chile? ¡Comparte!”, dice la fotografía que ha empezado a circular por redes sociales con la imagen que es el ícono del peor registro para los sacerdotes en Chile: la parroquia de Fernando Karadima, donde comenzó a desmoronarse la credibilidad y confianza pública que la Iglesia católica había tejido durante décadas en el país.
Es mucho más que un meme voluntarioso. Es una idea que ha encontrado especial acogida entre los grupos de laicos que se reúnen en distintas ciudades permanentemente y que se han convertido en una voz cada vez más importante en la ruta que ha tomado la Iglesia católica después de los escándalos de abusos sexuales.
“Homologando lo que es el tema de la memoria con los casos de Derechos Humanos –que son perpetrados por los estados– queremos que la iglesia de El Bosque se convierta en el símbolo del ‘Nunca más’”, dice Osvaldo Aravena, integrante de la Coordinación Nacional de Laicos.
Para Carol Crisosto –laica de los Sagrados Corazones de Concepción– la campaña por la transformación en el rol de la parroquia de El Bosque es una oportunidad también para apoyar simbólicamente el cambio que debe sufrir la institución por dentro. “Para la sociedad es un ícono del abuso y del cambio de eclesialidad que permitió en democracia atentar contra los derechos humanos de los niños y jóvenes desde el clero”, precisa.
Crisosto explica que “queremos pedir que sea redestinada para otro uso, quizás un museo de la memoria, para que jamás olvidemos cómo, en nombre de Jesús, hubo un criminal que dominó desde una eclesiología perversa llamada reino de Karadima… que atraía vocaciones entre la élite, algunas con unción episcopal, que sirvieron para reemplazar a esa Iglesia que tanto trabaja por los DD.HH.”.
Después del terremoto que significó el caso Karadima para los fieles de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús –conocida como El Bosque–, la iglesia siguió funcionando. Hay quienes se alejaron para siempre, pero otros siguen creyendo en ese lugar como un motor de su fe.
Aunque ahora el párroco es Carlos Irarrázaval, quien sucedió a Karadima el año 2011 por mandato del arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati, el lugar, para quienes proponen transformarlo, sigue siendo una especie de ‘zona cero’ del dolor que han vivido decenas de personas abusadas sexualmente.
La importancia de los diferentes movimientos de laicos parece incipiente en el proceso que está viviendo la Iglesia en Chile, pero siempre ha estado presente. Fue más visible post-Concilio Vaticano II –un evento que marcó la apertura de la institución a fines de los años 50– y se hizo aun más fuerte durante la dictadura de Pinochet.
Entonces era muy común encontrar a párrocos trabajando de la mano de los vecinos, iglesias haciendo talleres de carpintería para entregar herramientas laborales y un largo etcétera, que se camufló en la agenda de la élite de la Iglesia ya entrada la democracia. Sin embargo, nunca ha desaparecido.
Ahora, los laicos están retomando ese espacio de poder para hacerlo visible al interior de la institución. Este fin de semana se reunieron en la parroquia de la Villa Francia y asistieron cerca de 50 personas. Hace dos semanas se reunieron aproximadamente 75 en Chillán; y en un encuentro anterior en Osorno participaron 150.
El vocero de la agrupación Iglesia contra el Abuso, Marcelo Salinas, comenta que la importancia de los laicos es fundamental, porque las personas, los católicos bautizados, son la Iglesia y no están sometidos a una jerarquía clerical: “El clero es una institución a la que se le ha conferido de alguna manera acercarnos y darnos la posibilidad de vivir en comunidad, no son patrones ni son dueños de una verdad. La Iglesia somos nosotros”, enfatiza.
“Esta crisis de la Iglesia en verdad es la crisis de un clero perverso y elitista”, agrega.
La Red Laical se comenzó a organizar el año 2010 y agrupa, sobre todo, a las comunidades de base de la Iglesia católica, como Cristo Liberador, de Villa Francia; San Pedro San Pablo, de La Granja; y San Cayetano, de La Legua. Pero también de otras ciudades, como Temuco, Talca y Osorno. “Sin duda el principal acicate de la reorganización laical es el ejemplar testimonio de los sobrevivientes de abuso, que han reivindicado su fe en el Cristo de la historia”, dice Osvaldo Aravena, quien participa en la parroquia de Villa Francia.
“Nuestro principal objetivo es organizar, unir, activar y articular al laicado de todo Chile para que se convierta en un actor protagónico y vigilante de esta etapa de reconstrucción de la Iglesia”, señala.
Crisosto comenta que las comunidades históricas de los laicos están más vivas que nunca y una muestra de eso fue Osorno y el rol crucial que cumplieron al momento de presionar para lograr la salida del obispo Juan Barros. “El clero les tiene miedo a las comunidades cristianas de base, porque no quieren que vivan en la Iglesia comunidades autónomas fuera de su control, pero las laicas y los laicos debemos seguir organizándonos para sacar la podredumbre y la criminalidad que atenta contra los derechos humanos de todo quien abrace la religión católica”, sentencia.