Académica experta en Derecho Constitucional, militante de la DC, es identificada con el sector denominado «humanismo cristiano duro», el mismo que se ha declarado pro vida y se opone a legislar sobre el aborto. Muy cercana al ex ministro Mario Fernández, colaboradora de confianza de Alejandro Silva Bascuñán por 27 años, participó activamente en los equipos de abogados de la falange para elaborar una propuesta de nueva Constitución. En esos documentos dejó plasmada su visión sobre el tribunal que integrará, cuya composición, propuso, debe ser cambiada para evitar que sea criticado como un «órgano contramayoritario».
Entre los nueve candidatos para ocupar el puesto que dejó en el Tribunal Constitucional (TC) la abogada Marisol Peña, el pleno de la Corte Suprema eligió –por una mayoría de 11 votos– a María Pía Silva Gallinato. Los jueces del máximo tribunal solo tardaron 30 minutos en anunciar, el lunes 25, su decisión y, tras conocer su nominación, la abogada de la Pontificia Universidad Católica dijo que confiaba en que pueda servir de ejemplo para que se sigan abriendo espacios a tantas juristas talentosas que tiene nuestro país.
Aunque el guiño de los supremos a la agenda de género puede ser evidente, ya que junto con María Luisa Brahm constituirán el bloque femenino del TC, más que cualquier otra cosa la elección de Silva se interpreta como una apuesta conservadora. “Ella no es de las personas más conservadoras, pero tampoco es alguien que uno puede nombrar cuando se piensa en la palabra vanguardia”, afirma un ex DC que conoce bien a la abogada.
María Pía Silva tiene buenas redes políticas, todas forjadas sobre la base de su prestigio profesional. Si bien al ingresar ahora al TC deberá renunciar a su militancia en la Democracia Cristiana, siempre ha estado ligada al grupo que se inscribe dentro de lo que se conoce como el “humanismo cristiano duro”, al que pertenecen figuras del partido como los ex ministros Mario Fernández, René Cortázar o José Pablo Arellano. Pero particularmente del que forma parte la dupla integrada por el matrimonio conformado por Gutenberg Martínez y Soledad Alvear, que renunciaron al partido en abril de este año.
De hecho, Alvear, mientras fue senadora, frecuentemente consultó o citó a Silva en el proceso legislativo cuando los proyectos lo hacían pertinente. “El lunes en la noche festejaron en el humanismo cristiano”, confidenció una fuente de la DC para describir la satisfacción por el nombramiento.
Desde la falange la describen como una persona con suficiente habilidad política , pero también “de bajo perfil» y «dueña de sus silencios», que prefiere dialogar antes que confrontar. «Es muy prudente y estudiosa”, afirma un ex dirigente de la colectividad.
La nueva ministra del TC trabajó intensamente en el grupo que conformó el partido para elaborar una propuesta de nueva Constitución. Profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica y en la de la Universidad Alberto Hurtado, María Pía Silva integró la comisión técnica constitucional que creó la DC en 2014 y que siguió trabajando hasta 2017 con un grupo de abogados como Patricio Zapata, Jorge Correa Sutil, Javier Couso, Tomás Jordán, José Ignacio Núñez, entre otros constitucionalistas.
[cita tipo=»destaque»]Un caso similar al de Mario Fernández, el ex ministro y muy cercano a Silva, que el 2008, como, integrante del Tribunal Constitucional, se opuso a la entrega de la píldora del día después en los consultorios públicos. El perfil de María Pía Silva es similar: prudente, dialogante, transversal, conservadora pero no oficialista. Circula por el ancho camino del medio.[/cita]
También fue convocada por el laguismo para trabajar en la plataforma que el ex Presidente elaboró sobre el mismo tema, llamada «Tu Constitución».
Buena parte del prestigio profesional de María Pía Silva proviene de los 27 años que colaboró codo a codo como asesora de confianza del destacado jurista Alejandro Silva Bascuñán, fallecido en 2013 a los 102 años y uno de los que participó en la redacción del anteproyecto que dio origen a la actual Carta Magna. Fue su asistente desde el año 1986, un año después de egresar de Derecho, y antes de morir, el mítico constitucionalista la nombró albacea de su testamento.
Prueba de este trabajo conjunto es que María Pía Silva figura como coautora del Tratado de Derecho Constitucional, una obra de 13 tomos labrada por Silva Bascuñán desde 1996 y que es considerada una “biblia” en la materia. Por eso es que nadie se atrevería a cuestionar su idoneidad para integrar el tribunal.
Aunque ella ha estado entre quienes han criticado la forma en que el Congreso nombra a algunos de los integrantes del TC, sugiriendo incluso cambios para este efecto, en pos de blindar al organismo autónomo de los vaivenes de la política contingente y que quienes asuman como sus ministros cuenten con la suficiente legitimidad de origen.
Con tal fin, propuso que el proceso de nominación considere «un debate previo y público acerca de los méritos de los candidatos, para lo cual deben conocerse sus antecedentes anticipadamente a la toma de la decisión, incluyendo la celebración de audiencias públicas para que expongan y sean interrogados por los órganos encargados de su designación”, escribe en el documento de 2016 titulado “Nueva Constitución y Bien Común”.
Allí, además, sugiere que la composición del TC debe ser impar y que paralelamente se incluya una nueva inhabilidad “para que no pueda nombrarse a personas que hayan desempeñado cargos de elección popular o ejercido funciones de exclusiva confianza en el Gobierno o la Administración, al menos en los 2 años previos al nombramiento”.
Este documento fue elaborado por el Centro Democracia y Comunidad, que preside el abogado Patricio Zapata, ligado a la DC y a la fundación Konrad Adenauer, de la CDU alemana. Ahí Silva no desconoce que un puesto en el Tribunal Constitucional tiene un importante componente político: “Frente al debate que se ha abierto en torno a instaurar una nueva Constitución en Chile, si se decide mantener al Tribunal Constitucional, no podemos olvidar que, como los conflictos constitucionales son fundamentalmente de carácter político, su tarea posee una clara naturaleza político-jurídica”.
María Pía Silva también aborda la crítica en torno a que el TC es un órgano “contramayoritario” que lesiona la voluntad popular expresada en el Congreso y, para evitar esta percepción, propone la posibilidad de establecer “requisitos de procesabilidad que garanticen una discusión seria, limitando la oportunidad para deducir el requerimiento para impedir que se requiera al final de la tramitación legislativa, dejando esta forma de control solo para aspectos ligados a la infracción de reglas y no de principios”.
Eso en un escenario de nueva Constitución, donde el tribunal posiblemente tenga otras características. Pero en las condiciones actuales, probablemente una de las materias en las que le toque intervenir sea la del aborto en tres causales, asunto que el Parlamento ya zanjó, pero sobre el cual el oficialismo evalúa recurrir nuevamente al Tribunal Constitucional cuando sea público el nuevo protocolo, en particular sobre la objeción de conciencia, el cual debería ser despachado por el Gobierno esta semana.
En este tema, la nueva integrante del TC no tiene dos opiniones y se opone de manera tajante. Estuvo entre los DC que en 2014 firmaron un documento en contra de que el Gobierno de Michelle Bachelet legislara sobre la materia.
Un caso similar al de Mario Fernández, el ex ministro y muy cercano a Silva, que el 2008, como integrante del Tribunal Constitucional, se opuso a la entrega de la píldora del día después en los consultorios públicos. El perfil de María Pía Silva es similar: prudente, dialogante, transversal, conservadora pero no oficialista. Circula por el ancho camino del medio.