A casi tres meses de gestión de las nuevas autoridades de la agencia, ya se habla de tensiones entre el director Luis Masferrer y su segundo de a bordo, el contraalmirante ( r) David Hardy. En el propio organismo comentan que la autoridad trajo a un grupo de colaboradores de su confianza, que serían «operadores políticos» sin experiencia y habilidades para las tareas del rubro, y que en este tiempo no solo habría recluido al experto en inteligencia a un segundo plano, sino que ha desmantelado la unidad contra la proliferación y la red de informantes en regiones.
Ruido interno, filtraciones, despidos, querellas en tribunales, cuestionamientos por la instalación de operadores políticos sin experiencia, rumores de pugnas y choques entre el director de la Agencia Nacional de Inteligencia de Chile (ANI), Luis Masferrer, y el segundo de a bordo, el contraalmirante (r) David Hardy, es parte de lo que sucede internamente en el organismo por estos días, una tensión que ya traspasó sus supuestos infranqueables muros. Un clima complejo ad portas de que La Moneda termine de afinar la propuesta final para reformar esta instancia clave en materia de seguridad.
Casi un mes después de volver a La Moneda, el Presidente Sebastián Piñera designó el 16 de abril a Masferrer, abogado penalista, quien en su primera administración cumplió funciones como director de Gendarmería, un nombramiento que sorprendió a varios, dado su perfil más político y su poco manejo de los temas de inteligencia. Según se comentó en las semanas siguientes en círculos vinculados a la ANI, dicha elección obedeció a que todas las alternativas previas que barajó el gobierno para el cargo rechazaron la oferta, léase académicos, exmilitares e, incluso, uno de ellos habría sido el exministro de Justicia, Teodoro Ribera.
Precisamente con la idea de hacer una dupla complementaria, La Moneda se jugó -puntualmente el Ministerio del Interior- por designar a Hardy, quien fue jefe de la Dirección de la Inteligencia de la Defensa del Estado Mayor, elección que permitió dar “confianza” a la red de inteligencia de las Fuerzas Armadas sobre el trabajo que se iba a realizar. No solo a ellos, en el mundo civil vinculado a estos temas lo reconocen como una figura de mucha experiencia, respetado, muy comprometido con la democracia y sus instituciones, un “verdadero lujo”.
Hasta ahí todo bien. Sin embargo, a casi tres meses de gestión de las nuevas autoridades de la agencia, ya se habla de tensiones entre Masferrer y Hardy. En la propia ANI, comentan que el círculo de colaboradores de confianza que trajo el director lo habría recluido a una segunda fila de acción para limitar al máximo su influencia, instalándolo a la cabeza de la división de análisis y coordinación, considerada internamente como la de menor rango e importancia.
En La Moneda trataron de bajarle el perfil al tema y explicaron que en la práctica la figura de subdirector de la ANI aún no existe legalmente como tal, que es parte de la propuesta de reestructuración interna a la agencia que estudia el gobierno, un documento que se elaboró al alero de la mesa de trabajo para un Acuerdo Nacional sobre Seguridad Pública a la que convocó Piñera, instancia que ya concluyó sus funciones y cuyos detalles se afinarán precisamente este fin de semana, para presentarlo de manera formal este 17 de julio.
“La construcción de la dupla política-técnica para la ANI se diseñó en Interior, con la idea que fuera complementaria, bajo el entendido de que la agencia hace rato que no cumple las funciones que se requiere de ella. La última vez que funcionó como tal, de verdad, fue en el primer gobierno de Bachelet con (Gustavo) Villalobos, de ahí en adelante nada”, confesó una autoridad de palacio.
El tema de Hardy no es el único foco de tensión interna en el organismo. Masferrer se trajo a dos personas de su confianza: el exencargado de relaciones internacionales del Ministerio Público, Jorge Chocair Lahsen, a cargo de la División de Contrainteligencia, y al exfiscal de Curacaví, Manuel Cáceres, que llegó como jefe del Departamento de Violencia Política. Internamente son vistos como simples “operadores”, sin mayor formación en las lídes de inteligencia, y que desde su arribo -cuestionaron en la agencia- “han desmantelado, sin mucha lógica ni criterio, la estructura de trabajo del organismo”.
Chocair es amigo de Masferrer, y su exsocio del estudio jurídico que compartieron. Ambos estudiaron Derecho en la Universidad Andrés Bello. Pero, además, es hermano de la actual gobernadora de la Provincia Cordillera, Mireya Chocair Lahsen (RN), primo del diputado Leopoldo Pérez Lahsen (RN) y cuñado de René Borgna, jefe de gabinete de la ministra vocera de palacio, Cecilia Pérez (RN).
Chocair trabajó en la Dirección de Seguridad Pública e Informaciones (DISPI), la antecesora de la ANI, donde cumplió funciones como analista de crimen organizado, pero diversas fuentes consultadas en la agencia y en el mundo de la inteligencia coincidieron en que en la primera administración bacheletista, el entonces director del organismo, Gustavo Villalobos, lo desvinculó por su mala gestión.
[cita tipo=»destaque»]El tema de Hardy no es el único foco de tensión interna en el organismo. Masferrer se trajo a dos personas de su confianza: el exencargado de relaciones internacionales del Ministerio Público, Jorge Chocair Lahsen, a cargo de la División de Contrainteligencia, y al exfiscal de Curacaví, Manuel Cáceres, que llegó como jefe del Departamento de Violencia Política. Internamente son vistos como simples “operadores”, sin mayor formación en las lídes de inteligencia, y que desde su arribo -cuestionaron en la agencia- “han desmantelado, sin mucha lógica ni criterio, la estructura de trabajo del organismo”.[/cita]
Tanto a Chocair como a Cáceres -a quien le dicen en la agencia “El Simply Red” por su excesiva fascinación con el grupo musical británico, al punto de emular su vestuario y cabello- se les cuestiona internamente por dos decisiones. Una, desmantelar la unidad contra proliferación, que estaba en manos de cuatro mujeres especialistas, altamente capacitadas en el extranjero, que asesoraban instituciones como la Cancillería y Aduanas, reconocidas como despolitizadas. “Eran la joya de la ANI”, se lamentó una fuente que conoció de la labor de este grupo que creó Villalobos en su primera gestión.
«Despidieron a dos de ellas, con eso la unidad se desarmó totalmente, lo que provocó un remezón interno muy fuerte”, agregaron desde la agencia.
La segunda decisión cuestionada fue desarmar la red regional de trabajo de informantes, una determinación que aseguraron implementó “El Simply Red” y quien se habría manejado de muy mala manera, sin respetar los protocolos que se requieren para desvincular a las personas que han sido parte de las tareas de inteligencia. “La inteligencia no es fácil, se estudia, es delicada, está muy vinculada con los derechos humanos de las personas, se requiere idoneidad personal, no es llegar y poner o sacar gente”, criticaron internamente en el organismo.
La seguidilla de desvinculaciones ha generado la presentación de recursos y querellas ante los tribunales de justicia, básicamente por considerarse injustificados y por la forma en que se ejecutaron. En el seno de la ANI contaron que el mecanismo utilizado ha sido impresentable: sin previo aviso ni una llamada telefónica de por medio, un enviado visita el escritorio de un funcionario de recursos humanos comunicando el inmediato cese de labores: “Chocair y Cáceres no dan la cara, mandan a otros a despedir a la gente, es un problema, porque genera un flanco a la organización, la debilita por el ruido que genera y además, porque el tema se ha judicializado por las demandas”.
Al respecto, en La Moneda no desconocieron la situación, aunque también le bajaron el perfil, blindando al director Masferrer y su entorno de confianza. “Lo que hay en la ANI es un cambio de estructura interna no menor. Sectores de esta se sienten amenazados, hay ruido interno, por eso se filtra información, porque se ha desvinculado a gente a honorarios y contrata que efectivamente han recurrido a la justicia, pero son presiones para tratar de preservar una entidad que tiene un exceso de gente”, sentenció una autoridad palaciega.
La reforma a la ANI que afina el gobierno de Piñera considera una estructura mínima, que en su mayoría sean cargos de confianza y que por eso, afirmaron, se está barajando la opción de implementar un incentivo al retiro para los funcionarios que llevan años ahí.
Al interior de la agencia señalaron que consideran viable que La Moneda “quiera hacer limpieza, achicar la ANI para implementar su reforma: el problema es que solo han llegado jefes, ningún analista. La mayoría es gente básica, sin la formación adecuada”.
No solo eso, pusieron el foco de advertencia en que el supuesto Plan Estratégico de la ANI que Masferrer expuso el 5 de junio en la Cámara de Diputados sobre encargados de Contrainteligencia, en el que Asuntos Sectoriales se hará cargo del tema de la Araucanía y también del Sistema de Inteligencia del Estado, y la creación de un departamento destinado a producir información para evitar ataques de odio racial, religioso, de género, opción sexual y minorías, no contendría nada nuevo y todo respondería a “programas previamente desarrollados en la era de Villalobos”.
Hay un aspecto en el que todos coinciden: en su momento, la ANI fue una buena idea, implementada con un buen modelo, pero que a estas alturas del siglo XXI ha demostrado estar obsoleta y que necesita evolucionar. A eso precisamente aspira la reforma del gobierno, que acorde a las conclusiones de la mesa por el Acuerdo Nacional de Seguridad Pública se apuntaría a una reformulación para dotarla de mayores facultades.
Un punto que no se cambiaría sería la dependencia del organismo, que hasta ahora recae en el Ministerio del Interior. Originalmente, explicaron en La Moneda, la idea era traspasársela directa y exclusivamente al Presidente de la República, pero en el camino han surgido argumentos a favor y en contra, aunque la balanza se inclinaría -agregaron- por la opción de no modificarla, porque así se protege al Mandatario y es Interior el que hace de filtr ante posibles equivocaciones.
No hay que olvidar que la actual administración tiene historia a su haber en este punto y no quiere repetir ese escenario. Durante el primer mandato piñerista, la ANI fue un verdadero dolor de cabeza, ya que por sugerencia del entonces ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, esta quedó en manos del abogado Gonzalo Yussef, cuya gestión fue duramente cuestionada por su propio gobierno.
«A Yussef nadie lo pescó nunca. Nadie en La Moneda leía los informes que hacía, porque lo que faltaba era precisamente trabajo de inteligencia”, reconoció ahora una autoridad de palacio.
Dicen que más allá de las críticas a Masferrer, por suerte, hoy se encuentran ante un escenario distinto al del primer gobierno en relación con la ANI: “el gobierno no ha sido sorprendido aún con nada, lo que habla bien de la ANI hasta ahora”, dijeron en el gobierno.