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Piñera atrapado: salida de Rojas lo puso entre la derecha cavernaria y los Derechos Humanos PAÍS

Piñera atrapado: salida de Rojas lo puso entre la derecha cavernaria y los Derechos Humanos

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La Moneda no tuvo ayer ningún espacio. Mantener al ministro de Cultura era regalar en bandeja que el acto convocado para el miércoles 15 en las afueras del Museo de la Memoria se transformara en la primera protesta formal y masiva contra el Presidente, a solo cinco meses de debutar. Sacarlo del gabinete tampoco era una buena opción, porque, por un lado, era dar la señal de pérdida absoluta del control de la agenda y, por otro, abrir un flanco ante el sector más duro de Chile Vamos, aquel que no se espantó ni incomodó con las declaraciones de Rojas, que a estas alturas aún considera las violaciones de los derechos humanos una versión sesgada de la izquierda, esa derecha a la que Vargas Llosa calificó el año pasado de cavernaria.


Estaban atrapados, complicados, cualquier salida significada una pérdida, una derrota. Así amanecieron ayer en La Moneda, porque había plena conciencia que era imposible salir bien parados de la situación si, a solo cuatro días de nombrarlo como ministro de Cultura, se veían obligados a sacar del gabinete a Mauricio Rojas, ante la creciente presión pública que exigía su renuncia por el rechazo que desataron sus cuestionadas opiniones en que calificó al Museo de La Memoria como un montaje. Error de chequeo, nuevo quiebre en la derecha y, más grave aún, incapacidad para sopesar en su real dimensión los hechos, fueron algunos de los componentes claves de este amargo episodio para la administración piñerista, que tiró por la borda el efecto que el Gobierno buscó generar la semana pasada con el ajuste ministerial y la salida del titular de Educación, Gerardo Varela.

A pesar de que durante estos meses se desempeñó como ghostwriter del Primer Mandatario antes de ser nombrado a cargo de la cartera de Cultura el jueves 9, en La Moneda aseguraron que el Presidente Sebastián Piñera nunca tuvo en su escritorio las declaraciones de Rojas en las que –tal como sacó a la luz el sábado La Tercera– aseguraba que “más que un museo (…) se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (…). Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente”.

Es más, en Palacio insistieron en señalar que los equipos encargados de evitar este tipo de situaciones no sopesaron el tema, lo vieron solo como un detalle y jamás se les pasó por la cabeza que ese sería el factor que terminaría obligando al Mandatario a tener que sacar a su nuevo ministro. No solo eso, en el oficialismo agregaron que además se hizo una apuesta equivocada, se creyó que el pasado MIR de Rojas, la detención de su madre en dictadura y sus años en Suecia en época de exilio, serían suficientes para blindarlo de su errática frase y su pasado “converso”.

En el Gobierno apostaron nuevamente al desgaste, pensaron que con las horas no pasaría a mayores, que solo quedaría en una revuelta de Twitter, no por nada durante el fin de semana el Presidente Piñera estaba esquiando junto a su esposa, Cecilia Morel, en La Parva, desde donde subió varias fotos y videos a su cuenta de Instagram. Pero fue un intento fallido por tratar de bajar el perfil a la polémica y sortear el vendaval.

A primera hora de ayer, se sucedían diversas reuniones en la sede gubernamental y los análisis en el seno del piñerismo apuntaban precisamente a que no había forma de salir ganando. No había espacio político para mantener a Rojas, ya que, de hacerlo, era regalar a la oposición en bandeja no solo un factor de aglutinamiento, sino también la temida calle, porque el acto convocado para el miércoles 15 en las afueras del Museo de la Memoria se transformaría, lisa y llanamente, en la primera protesta formal y masiva contra Piñera, a solo cinco meses de debutar.

Sacarlo del gabinete tampoco era una buena opción, porque –agregaron en el piñerismo–, por un lado, era dar la señal de pérdida absoluta del control de la agenda y, por otro, abrir un flanco ante el sector más de derecha de Chile Vamos, aquel que no se espantó ni incomodó con las declaraciones de Rojas, que a estas alturas aún considera las violaciones de los Derechos Humanos una versión sesgada de la izquierda, esa derecha cavernaria de la que habló el año pasado Vargas Llosa en una visita a Chile.

[cita tipo=»destaque»]En La Moneda ayer en la tarde se reconocían golpeados con todo lo sucedido. Luego que durante la jornada quedaron en evidencia las desprolijidades con la que se actuó, hubo culpas repartidas y cruzadas en Palacio. Dicen que desde la Secretaría de Comunicaciones (Secom) se habría hecho saber al “segundo piso” que es imposible neutralizar la caída en las encuestas con este tipo de equivocaciones, que “no son magos”, que hubo algunos que advirtieron enérgicamente que, de seguir así, era imposible pensar en cumplir el objetivo político máximo de mantenerse en el poder al concluir esta administración, mientras que más de uno en el Ejecutivo miró al jefe de asesores, Cristián Larroulet, por haber sido el que introdujo a Rojas en el círculo de colaboradores cercanos al Presidente.[/cita]

Rojas no es el primer error no forzado de la segunda administración piñerista, pero claramente en su caso La Moneda no contaba ya con el piso de meses pasados para dilatar el tema más de la cuenta. La luna de miel de Piñera con las encuestas e incluso con el empresario se terminó, no por nada la caída de más de 11 puntos en los niveles de aprobación resultaron claves en el ajuste ministerial que sacó a Varela y, por eso, agregaron ayer en el oficialismo, se optó finalmente “por el mal menor”. Así, el Presidente salió al mediodía a dar una declaración pública y lo sacó.

Un detalle que no fue menor fue el discurso que dio el Mandatario para dar la noticia. Fue categórico y contundente al sentenciar que, como Gobierno, “no compartimos sus opiniones y declaraciones respecto al sentido y la misión del Museo de la Memoria, que recoge los testimonios, las vivencias, las evidencias y las enseñanzas de un período muy oscuro en nuestro país”, sin embargo, a renglón seguido, relativizó sus dichos y la posición presidencial en materia de derechos humanos al asegurar que “tampoco compartimos la intención de ciertos sectores de nuestro país, que pretenden imponer una verdad única y que no tienen ninguna tolerancia y respeto por la libertad de expresión y opinión de todos nuestros compatriotas”.

No es una frase menor para el Presidente que se impuso a la gran mayoría de la derecha en su primer Gobierno, la confrontó contra el espejo y sus pecados, al criticar el rol de los cómplices pasivos en materia de Derechos Humanos en la dictadura y que, junto con eso, cerró el Penal Cordillera. Si bien quienes conocen bien y por años a Piñera insisten en que hasta el día de hoy no ha variado su visión al respecto y que siempre se ha sentido orgulloso de diferenciarse de todos al haber votado por el No en 1988, también reconocen que ayer estaba “atrapado”, que no tenía chance de esquivar la posibilidad de hacer al menos un gesto, concederles parte del discurso a los sectores más duros de su coalición.

“Piñera le dio la razón a la izquierda al sacar a Rojas, estaba obligado a dar un gesto para el otro lado para contener”, agregó una fuente histórica del piñerismo.

Es que la derecha estos días mostró una nueva fractura y su peor cara, aquella que desde hace unos años muchos han tratado de olvidar, esa que la retrotrae a su vínculo directo con la dictadura. Mientras Evópoli se desmarcó públicamente el domingo de la defensa cerrada a Rojas, asumiendo la línea de que no se puede relativizar la defensa de los DD.HH., ni que hay contexto que valga para explicar su violación, las declaraciones que hicieron en estos días la timonel de la UDI, Jacqueline Van Rysselbergue, y su par de RN, Mario Desbordes, apuntaron en el sentido diametralmente contrario.

En el oficialismo destacaron que fue Desbordes quien presentó “la posición más dura, la más rígida”, no de manera gratuita, sino que en un acto que refleja –agregaron– lo “complejo que se está haciendo gobernar” a RN, dado el amplio abanico político, desde liberales, pasando por el mundo evangélico, hasta los más duros y conservadores.

Mea culpa

En La Moneda ayer en la tarde se reconocían golpeados con todo lo sucedido. Luego que durante la jornada quedaron en evidencia las desprolijidades con la que se actuó, hubo culpas repartidas y cruzadas en Palacio. Dicen que desde la Secretaría de Comunicaciones (Secom) se habría hecho saber al “segundo piso” que es imposible neutralizar la caída en las encuestas con este tipo de equivocaciones, que “no son magos”, que hubo algunos que advirtieron enérgicamente que, de seguir así, era imposible pensar en cumplir el objetivo político máximo de mantenerse en el poder al concluir esta administración, mientras que más de uno en el Ejecutivo miró al jefe de asesores, Cristián Larroulet, por haber sido el que introdujo a Rojas en el círculo de colaboradores cercanos al Presidente.

El tema fue tratado en el comité político de los lunes, que convoca a los tres ministros de Palacio –Interior, Segpres y Segegob– y los dirigentes principales de Chile Vamos, quienes a la salida de la cita pusieron el acento, precisamente, en que todo este episodio “deja en evidencia la desprolijidad con que se trabajó el cambio de gabinete”. En la misma reflexión, apuntaron a que con lo sucedido se desvirtuó las razón de fondo del ajuste ministerial que sacó a Varela el jueves, que era eliminar los focos de “errores y salidas de libreto” que perjudicaban la evaluación de la gestión del Gobierno.

Aunque en reserva, desde la derecha también hubo críticas a la forma en que La Moneda manejó todo este episodio. Si bien en la sede del Ejecutivo aseguraron que Piñera estuvo «monitoreando» el avance de la polémica mientras se encontraba en La Parva con sus cercanos y con el propio Rojas, desde la coalición oficialista lamentaron y criticaron que no existiera durante todo el fin de semana una conversación formal con el Gobierno, donde se explicara, analizara y discutieran las alternativas que se barajaban.

Solo hubo intercambios de opinión informales y personales con algunos dirigentes o personeros puntuales de la derecha, pero nada a nivel de dirigencias, mesas directivas ni coalición. Entre los que sí fueron consultados, le advirtieron al Gobierno que la exigencia para sacar a Rojas se estaba canalizando, más que a nivel político y de oposición, en torno a figuras de peso, premios nacionales, respetados representantes del mundo de la cultura, lo que hacía prever que la situación no solo crecía exponencialmente, sino que además sería insostenible.

Entre los propios asistentes al comité político reconocen que hubo tensión en el ambiente en dicha reunión. Dicen que tanto la UDI como RN “eran conscientes de lo que significaba sostener al ahora ex ministro en su cargo”, pero que de todas maneras les hacía “mucho ruido” concederle el punto a la oposición, y que eso fue lo que más complicó a la coalición ayer, dudas que expresaron a los ministros de Palacio, aunque era tarde, porque la decisión ya había sido tomada.

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