Luego de una de las semanas más duras que le tocó vivir al Gobierno tras el ajuste ministerial, el Presidente Piñera hizo un control de daños y se jugó sus cartas: tras la ronda de entrevistas en distintos medios, se reunió con los timoneles de su coalición, donde logró alinearlos, pedir orden y poner a sus huestes tras el discurso gubernamental. Pero desde los propios partidos del oficialismo cuestionan que, si el fin era conseguir un orden parlamentario, “se equivocó de invitados”, más aún cuando se viene en la agenda la discusión de los proyectos valóricos, donde afloran inmediatamente las diferencias que existen en el seno de la derecha. Así, aseguran que la foto de todos sonriendo tras la cita en la casa del ministro del Interior, no reflejaría la realidad interna.
Sí, la derecha y La Moneda corrieron en círculos durante semanas, presas del fuego amigo entre los propios partidos de Gobierno y la administración piñerista, como también del error garrafal en que terminó convertido el ajuste ministerial que se hizo para sacar a Gerardo Varela, con la expectativa de que eso era suficiente para frenar la baja en las encuestas. Sí, tuvo que salir el propio Presidente Sebastián Piñera a marcar posiciones políticas sobre las cuales alinear a sus huestes y pedir coherencia a su coalición, un despliegue que rindió frutos, ya que hoy en el oficialismo impera un mayor orden y armonía. Una suerte de pax romana, porque la calma es aparente y, sobre todo, frágil.
En Palacio tomaron nota de cómo, tras el fugaz paso de Mauricio Rojas por el Ministerio de Cultura, se le entregó en bandeja la agenda a la oposición, que hasta el día de hoy capitaliza en la víspera de una nueva conmemoración del golpe de Estado de 1973. Así, superados por la contingencia y sin el control de la agenda, Piñera se jugó sus cartas, salió a copar la agenda mediática previo al magro resultado que se esperaba que arrojase la encuesta Cadem el lunes 20, como efectivamente sucedió, con un desplome a solo el 31% de aprobación. El Presidente pactó dos entrevistas en televisión, con Canal 13 y TVN, y convocó a una reunión de emergencia a la casa del titular de la cartera del Interior, Andrés Chadwick, donde además de los ministros del comité político –Cecilia Pérez y Gonzalo Blumel–, se invitó a los timoneles de Chile Vamos.
La idea de invitar solo a los presidentes de los partidos tuvo como fin evitar la más mínima filtración del contenido de la reunión, que buscaba una conversación que “fuese franca y discreta”, porque, aseguran, con la cantidad de invitados a la mesa en el comité político habitual de los lunes en La Moneda, se hace imposible tener el control total. “No solo evitar la filtración, sino que hablar con sinceridad”, explicaron.
El recelo y resguardo de lo dicho esa noche no ha pasado inadvertido en las huestes de Chile Vamos, ya que, antes de la “bajada comunicacional” que se hizo durante la semana a los partidos, los parlamentarios se reconocían ignorantes de todo lo hablado y acordado.
Quienes han tenido acceso a lo sucedido en la casa del ministro del Interior, afirman que se dijo todo lo que se tenían que decir entre los miembros de la coalición oficialista y que aquello “no distaba mucho de lo publicado en la prensa durante la semana”. Agregaron que, si bien no hubo altos niveles de tensión, a ratos sí “se generaron espacios de silencios”, donde todos se miraban a las caras sin saber cómo avanzar en la discusión. Una clara señal de incomodidad.
No solo eso. Las mismas fuentes que tuvieron acceso a lo acontecido el domingo por la noche, afirmaron que faltó algo fundamental cuando se quiere enmendar realmente el rumbo, que es hacer una autocrítica de los errores cometidos, un “mea culpa” que –aseguraron– no existió en esa reunión de parte de ningún partido y que eso se debía a que todos creen que los suyos lo hicieron bien y que fue el resto el que actuó mal. Así, la celebrada sinceridad del debate de esa noche en casa de Chadwick no alcanzó las capas más íntimas de cada colectividad.
Si bien durante el pasado fin de semana se especuló respecto de la eventual salida del cuestionado subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo, en la casa del titular del Interior hubo unanimidad respecto a que sacarlo sería un gran error de La Moneda y un triunfo demasiado grande para la oposición. Posición que fue la misma que mostró públicamente Piñera en la ronda de entrevistas que dio el domingo y que se mantiene hasta hoy, a pesar de la presión que hace la DC, reclamando por la vinculación del doctor de la Universidad Católica con el magnicidio de Eduardo Frei Montalva, al ocultar su autopsia.
[cita tipo=»destaque»]Más allá de las declaraciones públicas de buena crianza, lo concreto es que los problemas en la coalición de Gobierno siguen vigentes. Desde la UDI y RN no son pocos los parlamentarios que señalan estar “agotados” de la actitud de Evópoli, al cuyos miembros acusan de sentirse moralmente superiores y a quienes no les perdonan el “diferenciarse en negativo” de ellos, cada vez que pueden les sacan en cara ser “los protegidos” del Presidente Piñera, porque “a ellos no se les llama la atención desde La Moneda” como al resto de Chile Vamos. Ponen, como ejemplo, el que hayan instalado en la agenda la idea de legislar sobre identidad de género, que no aparecía en el programa; el proyecto de nepotismo en momentos en que el Mandatario estaba al centro de la tormenta por el nombramiento de su hermano como embajador en Buenos Aires; y, ahora último, su desmarque público del resto de la derecha en el debate sobre las violaciones de los Derechos Humanos.[/cita]
En la misma cita, cuentan que el Presidente –que llegó más tarde que los invitados, pues estaba grabando su entrevista en ‘El Informante’, de TVN– reflexionó sobre la figura del abogado de Derechos Humanos y ex diputado DC, Andrés Aylwin, quien falleció a la mañana siguiente y de quien tuvo “solo palabras de reconocimiento”. En la misma instancia y con el mismo fin, al igual que lo hiciera públicamente, conversó de la idea del Museo de la Democracia, “sin entregar más antecedentes que los que hoy se tienen”, un tema que no es del todo cómodo para el conjunto de la coalición oficialista.
De las conclusiones que en el oficialismo sacan en limpio del despliegue de Piñera para ordenar la casa, está el que logró bajar la tensión al interior de Chile Vamos, alineó por ahora a sus huestes detrás del Gobierno y en algún grado –agregaron– La Moneda está tratando de retomar el control de la agenda con anuncios como las modificaciones a la reforma tributaria. Hasta ahora, ese es el saldo positivo –afirmaron–, más aún cuando se habló de repetir más seguido ese tipo de encuentros con el Mandatario.
Es cierto que esa noche la derecha firmó un pacto de paz con La Moneda y uno de no agresión entre los propios timoneles de Chile Vamos, pero independientemente de las sonrisas de esa noche, a la salida de la reunión ante las cámaras de televisión, en el oficialismo saben que las aguas en la interna no se encuentran en su mejor momento y eso impide que se pueda descansar en el apretón de manos que todos se dieron.
A nivel de las directivas hubo un compromiso por bajar la virulencia del debate entre ellos, porque durante las últimas complejas semanas del Gobierno fue un hecho de la causa que no hubo forma de taparla ni contenerla, agravando con ello mucho más las cosas.
El mejor ejemplo de lo anterior fue la entrevista al vicepresidente de RN, el diputado Gonzalo Fuenzalida, en La Tercera, donde sin titubeos apuntó directamente a uno de “los hombres del Presidente”, el jefe del segundo piso, Cristián Larroulet, a quien responsabilizó de los errores cometidos por Palacio. No quedaron en menos las declaraciones del timonel de esa colectividad, Mario Desbordes, quien cuestionó el trabajo del Gobierno en materia de seguridad cuando señaló, en una entrevista en El Mercurio, que “lo que más me preocupa es que no veo ese giro copernicano que se iba a producir en la seguridad ciudadana. No lo veo, no se dónde está”.
No fueron los únicos. En la UDI, previo a la reunión del domingo, su presidenta, Jacqueline Van Rysselberghe, también aprovechó el espacio que todos se dieron en la prensa para advertir a La Moneda que no se podía sacar a Castillo de su cargo como subsecretario, porque “empezar a ceder a un chantaje de esa naturaleza es complejo, porque es como ceder a la capacidad de decisión”. Para coronar el clima de desorden, el timonel de Evópoli, Hernán Larraín Matte, aseguró que en La Moneda se equivocaron al nombrar a Rojas como ministro, con lo que puso el dedo en la llaga.
Ante este escenario, Piñera no tenía mucha chance, actuaba como líder de la coalición imponiendo orden o corría el riesgo de que el control de su coalición se le arrancara de las manos. En Chile Vamos afirman que no llegaron al desorden que tuvo Bachelet con la Nueva Mayoría en su peor momento, aunque también reconocen que se puede prometer intentar mantenerse alineados, pero que garantizarlo es un imposible.
Sobre todo, cuando, más allá de las declaraciones públicas de buena crianza, lo concreto es que los problemas en la coalición de Gobierno siguen vigentes. Desde la UDI y RN no son pocos los parlamentarios que señalan estar “agotados” de la actitud de Evópoli, al cuyos miembros acusan de sentirse moralmente superiores y a quienes no les perdonan el “diferenciarse en negativo” de ellos, cada vez que pueden les sacan en cara ser “los protegidos” del Presidente Piñera, porque “a ellos no se les llama la atención desde La Moneda” como al resto de Chile Vamos. Ponen, como ejemplo, el que hayan instalado en la agenda la idea de legislar sobre identidad de género, que no aparecía en el programa; el proyecto de nepotismo en momentos en que el Mandatario estaba al centro de la tormenta por el nombramiento de su hermano como embajador en Buenos Aires; y, ahora último, su desmarque público del resto de la derecha en el debate sobre las violaciones de los Derechos Humanos.
Desde Evópoli, el sentimiento de molestia con sus socios de coalición parece ser mutuo. Sin micrófonos de por medio, acusan que el discolaje solo tiene forma en sus pares de RN y la UDI, que cada vez que han sido cuestionados por ellos, “no ha existido asidero, pues nuestra posición ha sido siempre la del Presidente” y que, si se les vuelve a preguntar por el tema de los Derechos Humanos, no tendrán ningún empacho en salir a marcar las diferencias, que sí existen, reiteraron.
Desde el partido dirigido por Larraín Matte, sostuvieron que el Jefe de Estadi “se está desangrando por la derecha”, apuntando al trabajo que ha realizado José Antonio Kast y por el hecho de que tanto la UDI como RN no estarían haciendo bien su papel.
En el Congreso, algunos miembros de Chile Vamos no vieron con muy buenos ojos la reunión a la que convocó el Presidente Piñera el domingo en la noche, pues señalan que, si bien entienden que buscaba calmar las aguas y bajar la tensión, plantearon que, si lo que quería era cerrar filas, “se juntó con los no indicados”, porque ponen en duda el poder de control de los líderes de la coalición sobre sus bancadas parlamentarias, las que estuvieron ausentes de la cita.
Bajo este panorama interno en el oficialismo, se viene la discusión de los proyectos valóricos y en la derecha saben que esos constituyen las instancias para que el pacto de paz firmado el domingo quede solo en palabras, porque –advierten– las iniciativas que buscan discutir sobre la eutanasia e identidad de género, traen consigo profundas diferencias internas, las que, en medio del posicionamiento que está buscando cada partido por su lado, hace casi imposible que dure esta pax romana.