Entre los tres grupos políticos que identifica la ciudadanía, la ex Nueva Mayoría, a diferencia de Chile Vamos y el Frente Amplio, es la marca que más alto rechazo provoca, según los estudios públicos. Para algunos, la errática puesta en escena en los días previos a la conmemoración de los 45 años del Golpe, fue un claro ejemplo del estado terminal en que se encuentra el otrora oficialismo. Con pasos en falso, como el reciente rechazo a la acusación constitucional, los ex colaboradores del segundo Gobierno de Michelle Bachelet hoy viven su proceso más complejo, ya que, a diferencia del primer mandato, la varita mágica de la convergencia no está en su poder.
A diferencia del 2010, cuando se vieron por primera vez desde la vuelta a la democracia en el banquillo de la oposición, hoy no existe una figura iluminada y convocante como lo fue en aquel entonces la ex Presidenta Michelle Bachelet, ni tampoco existe una premisa política, un norte, como fue en ese tiempo la decisión de que convergiera toda la centroizquierda, desde la DC hasta el PC. Hoy, todas estas colectividades se encuentran en medio de un escenario pantanoso, poco nítido y sin claridad acerca del futuro.
Para algunos, el problema está en los liderazgos que hoy se hacen cargo del bloque, para otros, en la presencia del Partido Comunista y no son pocos los que apuntan a la Democracia Cristiana como la raíz del problema.
Entre las malas decisiones que la ex Nueva Mayoría ha tomado desde que dejó de ser el conglomerado oficialista, una de las más simbólicas, es la errática puesta en escena en los días previos a la conmemoración de los 45 años del Golpe de Estado. La jugada de los presidentes de la DC y el PR, Fuad Chahin y Carlos Maldonado, respectivamente, terminó siendo elocuente en mostrar el mal camino. “Es el más claro ejemplo de lo que verdaderamente proyectamos”, reconoce un parlamentario del PPD. Haber desaprovechado el último espacio de unidad de un sector que corre a la baja –entienden desde la interna– dibujó la peor de las imágenes. En la ocasión, ambos presidentes intentaron dejar fuera del acto conjunto al PC, según dijeron en su momento, por no compartir la misma visión de cómo se logró el retorno de la democracia en el país.
La imagen del ex oficialismo no es fácil de vender al día de hoy, y eso lo tienen claro quienes forman parte de aquel bloque, pero fue antes, en octubre del 2015, durante el segundo año del último Gobierno de Michelle Bachelet, cuando la marca perdió su valor.
En aquella fecha, la encuesta Adimark, por primera vez, situó a la Nueva Mayoría un punto por debajo del conglomerado de derecha, en ese entonces el naciente Chile Vamos. Sin cambios sustantivos en el transcurso del tiempo, la última encuesta Cadem, del 7 de septiembre de 2018, puso nuevamente al ex oficialismo último frente a sus pares, con un 19 por ciento de aprobación versus el 26 que presenta el Frente Amplio y el 35 de Chile Vamos.
[cita tipo=»destaque»]“Esa marca (Nueva Mayoría), está asociada a un proyecto de reformas, hubo una sobreventa y sobrepromesa del plan de Gobierno de aquel entonces, el Gobierno se empieza derrumbar porque no es confiable para las personas, sobre todo en un país materialista e individualista, es muy difícil de levantar (…). No se ven nuevos actores capaces de relanzar la marca y nuevos contenidos. Si lo llevas al sector privado, una marca no puede representar lo que una empresa no es (…). En el mundo ejecutivo, cuando no hay con quién renovarse, levantan ejecutivos de otras empresas”.[/cita]
Desde la interna del PS reconocen que no se sienten cómodos con el nombre de ex Nueva Mayoría, simplemente –señalan– porque ya no existe. En ese contexto, agregan que “hacer mediciones de una marca que no existe no tiene mucho sentido”. Razón de aquello, y así lo relatan desde los diferentes partidos, es que se ha intentado posicionar más la marca de «oposición”, aunque aquello también es difuso –precisan–, pensando en que no existe claridad de quién trabaja con quién.
Para el director de la Escuela de Publicidad de la Universidad Diego Portales, Cristián Leporati, “esa marca (Nueva Mayoría), está asociada a un proyecto de reformas, hubo una sobreventa y sobrepromesa del plan de Gobierno de aquel entonces, el Gobierno se empieza derrumbar, no es confiable para las personas, sobre todo en un país materialista e individualista, es muy difícil de levantar (…). No se ven nuevos actores capaces de relanzar la marca y nuevos contenidos. Si lo llevas al sector privado, una marca no puede representar lo que una empresa no es (…). En el mundo ejecutivo, cuando no hay con quién renovarse, levantan ejecutivos de otras empresas”.
El abogado y analista político Jorge Navarrete apunta a los liderazgos como uno de los factores del mal momento que vive el ex conglomerado oficialista, “crecientemente tiene dificultades para ordenar sus propias filas, quizás el caso más emblemático es el de la DC, donde uno ve que los senadores poco y nada se ordenan en torno a las directrices que pueda intentar llevar adelante su presidente. Otra cosa similar ocurre con el PR, que viene saliendo de una elección en la cual se acusaron de fraude mutuamente y no parece tampoco existir mucho liderazgo por parte de las nuevas autoridades. El PPD logró una solución más bien transaccional, poniendo al ex canciller a la cabeza, pero no veo que Harboe o Lagos Weber estén comprometidos con ese proyecto político. Quizás el caso menos malo, por no decir bueno, es el de Elizalde, donde, sin embargo, al interior de su partido tiene otro tipo de liderazgos que han jugado roles más significativos, como el caso de Carlos Montes”.
Primero fue el fin de las reuniones de coordinación de los días lunes, donde los presidentes del ex bloque al menos intentaban proyectar la imagen de unidad y que, al mismo tiempo, cumplía la función de ser el contrapeso del Gobierno del Presidente Sebastián Piñera. “Ahí perdimos feo”, reconocen desde el PPD, donde agregan que, “el Gobierno nos ha ayudado bastante para encontrar la unión, pero no hemos estado a la altura”.
La instancia que se asentó a pocos días de asumida la nueva administración gubernamental, se esfumó, primero, con el retiro de la Democracia Cristiana y, luego, le siguió su actual socio, el Partido Radical, que con la llegada de Carlos Maldonado a la presidencia, “encontraron en común el anticomunismo”, plantean sus pares.
Para un sector del PS, “la DC es el factor principal de la desunión”, a la vez que acusan que la lógica del camino propio, “a la que hace guiños permanentes la actual directiva”, tensiona permanentemente la interna, y acusan que están dificultando el camino de la unidad sus permanentes cuestionamientos al Partido Comunista, y “la parte de su historia y presente no vinculada a la izquierda”, añaden.
Desde el PPD, partido con el que el PS acordó trabajar en mayor coordinación en busca de la formación de un eje más sólido, la visión no es muy distante respecto de la actitud ya expuesta de los presidentes de la DC y PR y su “postura anticomunista”. Un cercano a la directiva de la colectividad ha calificado esta disposición como “lo peor” para quienes intentan acercar a más gente al paraguas de la centroizquierda.
Para el senador PS Juan Pablo Letelier, “no existe una coalición, lo que sí, que uno ve, en diferentes espacios de lo que eran partidos de la Nueva Mayoría, conversando también con liderazgos del Frente Amplio, yo creo que son dinámicas nuevas que se van generando, por eso hablo de la inflexión que se produce de un proceso tras la derrota”.
Otro punto de vista es el que tiene el ex subsecretario de la Segpres y analista político de la DC, Víctor Maldonado, “Siempre son los elementos más prácticos para partir, jamás partir por el final, el acto de hoy (conmemoración 45 años del golpe) es unitario, la unidad no puede ser reemplazada (…). Cuando uno se mete en un callejón sin salida, la manera más práctica de avanzar es retrocediendo y retomar el camino correcto (…), saber que al frente tenemos a la derecha. Uno siempre que se olvida que la derecha existe, la derecha gana”, enfatiza.
Respecto a las erráticas señales, se suman los más de tres meses en que no se han vuelto a retomar los almuerzos de coordinación en el Senado. Esto, tras el episodio en que el Partido Socialista se desmarcó del acuerdo con sus pares a la hora de entregar los votos a la actual ministra de la Corte Suprema, y candidata del gobierno en ese entonces, la conservadora Ángela Vivanco. Aquella jugada, indican desde la DC, “es una herida que aún no cierra”.
Desde diversos sectores de la oposición apuntan al ego del senador socialista Carlos Montes, como el factor que ha imposibilitado el rearme en la Cámara alta. Sostienen que su actitud y búsqueda “de querer dejar un legado”, lo ha alejado de varios, no solo representantes del bloque, sino también de cercanos. El propio Montes, en diversas entrevistas, ha negado esta acusación.
Para el doctor en Ciencia Política, académico de la Universidad de Roma, Kenneth Bunker, este escenario tiene una clara lectura: “Como oposición han tendido a fracasar, como centroizquierda tradicional les corresponde ser quien lidere la oposición, y no han logrado hacerlo. Uno de los motivos, la división del nuevo sistema de partidos. A partir de este periodo, la ex Nueva Mayoría no es la única oposición, se enfrenta también a la DC y al Frente Amplio (…) han sido bastante torpes bajo el liderazgo de los actuales presidentes, a pesar de la buena votación, no lo representan en el Congreso, así de fragmentados no pueden hacer mucho. Creo que los presidentes de los partidos tienen una responsabilidad en aquello, ninguno de ellos ha estado a la altura de las circunstancias”.
Desde el Partido Socialista y también el PPD han insistido, desde un principio, en una coalición amplia, que choca con la reticencia de la falange y ahora también del Partido Radical. Los guiños al Frente Amplio les han traído en más de una ocasión duros enfrentamientos con sus pares de bloque. Un ejemplo de aquello es la reacción que tuvo el presidente de la DC, Fuad Chahin, con el Partido Socialista, luego del no cumplimiento del acuerdo por la votación de la ministra Vivanco. En la ocasión, el timonel falangista acusó al PS de estar con “pánico político por el Frente Amplio y se está transformando en su vagón de cola, es una conducta permanente y nos preocupa”.
La entrada del FA al escenario de oposición, para algunos complicó las cosas; para otros, es un factor de oportunidad. Lo cierto es que, sin duda, esas diferencias tensionan casi diariamente la convivencia interna de quienes fueron el conglomerado de partidos que apoyó a la ex Presidenta Michelle Bachelet.
Fuentes al interior del PS aseguran que uno de los grandes problemas para buscar la unidad ha sido, irónicamente el Frente Amplio. “El FA no sabe administrar sus diferencias internas y eso nos complica”, apuntan. Otro miembro del mismo partido, y en la misma línea, asegura que “los errores tácticos del Frente Amplio influyen, indudablemente, en que la Democracia Cristiana tome más distancia de ellos, por ende, de nosotros”.
En el mismo contexto, el rol del Partido Comunista se encuentra al medio. Una vez electo, el presidente del PR, Carlos Maldonado, fue claro en sus definiciones. “La única vez que se dio una convergencia con el PC fue en la Nueva Mayoría y no fue una experiencia exitosa en lo político”, afirmó.
A sabiendas de la reticencia que provoca en parte de la DC y el PR el trabajo conjunto con el PC, hay sectores que aseguran que “si dejamos suelto al PC, se va con el Frente Amplio y pasan a segunda vuelta, se lo regalamos”. Y así como algunos asignan a la DC ser el factor de desunión, otros apuntan directamente al partido comandado por Guillermo Teillier.
No son pocos los que se encuentran cercanos al PC, sin embargo, cuestionan el “timing” en las palabras del encargado de las relaciones exteriores de dicha colectividad, Juan Andrés Lagos, cuando en respuesta a la Democracia Cristiana manifestó que “es evidente que al plebiscito se llega luego de una intensa lucha que se expresó de forma pacífica y violenta”. Esto, lo consideraron innecesario, por el terreno en que se está pisando, señalaron.
Para el secretario general del PC, Lautaro Carmona, “en la política lo que vale es tener rigurosidad para definir cuáles son los pasos que vienen y que hay que dar. Más allá del deseo individual o personal, los dirigentes estamos desafiados a poner en el centro los temas de unidad como una idea superior, por las legítimas identidades, no es misterio que la unidad se hace entre distintos, en ese caso la diversidad es cualidad, no defecto, regla para cualquier cosa que supere a uno (…), si uno asume que los demás tiene posibilidad de participar siempre y cuando sigan absolutamente lo que yo indique, bueno, se parece mucho al autoritarismo”.
Para Bunker, “los presidentes más concertacionistas han titubeado con respecto de tomar una decisión que, a esta altura, debiese ser más menos clara, que es dejar al PC irse más hacia a la izquierda y que haga coalición con otros partidos, y tratar de coquetear de nuevo con la DC para evitar que se vaya, al menos una facción, a negociar con la coalición de Gobierno (…) donde les puede ir bien. Tiene que ver con armar coaliciones un poquito más pequeñas, pero más ideológicamente coherentes. No tiene mucho sentido que el PC esté en la misma casa con el PPD, que son más pragmáticos; con el PS, que es un poco más moderado. Sería más efectivo si lideran coaliciones más pequeñas, el PC tiene muchos más que ver con Podemos o el Partido Humanista”.
Por ahora, la coordinación de la toma de decisiones más apresuradas ha dejado a un lado al PC, mientras que la DC trabaja a la par con el PR, y el PS realiza el mismo trabajo con el PPD. El presidente del partido, Heraldo Muñoz, resumió que “comenzamos un proceso unitario de reflexión del progresismo, veremos hasta dónde podemos llegar (…) lo que vamos a hacer es trabajar entre los dos, y de a poco quizás ir ampliando el espectro con aquellos que se sientan identificados con los planteamientos que vamos a hacer. ¿Cuánto tiempo demorará? No lo sé”.
La última gran prueba de fuego que vivió el ex bloque oficialista, dejó en evidencia que, más que sumar o ampliarse, el sector se divide. Los votos en contra de la acusación constitucional, provenientes del Partido Radical y la Democracia Cristiana, terminaron por socavar el intento de gran parte de la oposición de sacar de sus cargos a los tres ministros de la Corte Suprema que votaron a favor de la libertad condicional a condenados por delitos de lesa humanidad. «Fue la señal más clara de lo que se viene a futuro”, la descomposición terminal, apuntaron fuentes.
Las duras reacciones internas posteriores, terminaron por cumplir con el presagio de la propaganda emitida a fines del 2013, cuando en ese entonces la Nueva Mayoría se presentaba señalando que “no caben todos en la foto” (“La Nueva Mayoría somos todos”, cerraba el eslogan).
El próximo 5 de octubre, en la conmemoración número 30 del plebiscito de 1988, por primera vez, la izquierda parlamentaria llega dividida.
Pese a que todos participarán de un encuentro conjunto convocado por un grupo de iniciativa ciudadana, la intención primaria de Carlos Maldonado y Fuad Chahin fue, al igual que para la conmemoración del Golpe de Estado, dejar fuera al PC. En ambas oportunidades, los dos recientemente electos líderes de la oposición, vieron fracasar sus apuestas.