Hasta la semana pasada, el Gobierno había tenido la capacidad de mantener guardadas y soterradas las diferencias entre ambos ministros sobre la forma de abordar el conflicto de La Araucanía, pero la muerte de Catrillanca hizo que salieran a flote y que se transformaran en comentario obligado en los pasillos de Palacio. El punto de prensa realizado por el ministro del Interior el jueves 15 en la mañana, al día siguiente del crimen del comunero mapuche, fue “la gota que rebasó el vaso” para el titular de Desarrollo Social, por “la insensibilidad mostrada por Chadwick respecto de la muerte de un joven de 24 años”. Ese fue el momento de quiebre del trabajo entre ambos, el que ya venía dando tumbos.
La Moneda es un hervidero. La reciente salida de Luis Mayol como intendente de La Araucanía, no está ni cerca de apaciguar los ánimos al interior de las paredes de Palacio, donde no solo impera la tensión propia de la compleja situación desatada por el crimen de Camilo Catrillanca, sino también hay una pugna de visiones entre sus inquilinos más influyentes. Un conflicto que se arrastra desde antes de la muerte del joven comunero mapuche en el marco de un operativo del Comando Jungla, pero que en los últimos días se agudizó y cuyos principales protagonistas son el poderoso ministro del Interior, Andrés Chadwick, y su par de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, debido al diferente criterio, tono y estrategia para abordar el delicado tema del conflicto en la Región de La Araucanía.
Todo se inició con la parafernálica puesta en escena de la decisión presidencial de superponer la estrategia del garrote, encarnada en el lanzamiento y despliegue del Comando Jungla, para controlar el conflicto mapuche. Lo que no se tuvo en cuenta en aquel entonces fue que, más que generar una simbiosis con el trabajo que desplegó Moreno antes y después de la puesta en marcha del Plan Impulsa Araucanía –allegado al diálogo y al intento por reconfigurar las confianzas–, se terminó por hacer chocar de frente dos estilos y plataformas distintas encabezadas por dos pesos pesados de la administración piñerista.
La sucesión de roces se fue generando –confiesan distintas fuentes consultadas en La Moneda– a medida que la estrategia de las cuerdas separadas se fue, desde junio, desarrollando. “Mientras Carabineros apaleaba en la noche, al día siguiente Moreno se reunía probablemente con los padres de los afectados”, reclamaron en el Gobierno, tensión que con los meses ha horadado la relación entre Chadwick y el ministro de Desarrollo Social.
No existen dudas en cuanto a que previo a la muerte de Catrillanca, el trabajo de Moreno estaba dando frutos, no los que se quisiera, aunque sí obtuvo ciertos reconocimientos. Sin embargo, la decisión de militarizar la zona, desplegada desde el Ministerio del Interior, tiró al tacho de la basura el esfuerzo que había hecho el ex líder de los empresarios.
[cita tipo=»destaque»]No son pocos los que en la administración piñerista y en la derecha se muestran sorprendidos por el errático manejo y despliegue que ha mostrado desde hace una semana Chadwick, el brazo derecho del Presidente Piñera, el hombre más fuerte del Gobierno, la pieza clave del gabinete. Siempre se le ha reconocido un peso y un calibre político difíciles de igualar, una muñeca para controlar conflictos y una acertada lectura de las situaciones, características que, claramente –agregaron–, no se han visto mucho en este episodio.[/cita]
Hasta la semana pasada, La Moneda había tenido la capacidad de mantener guardadas y soterradas las diferencias entre ambos ministros sobre la forma de abordar el conflicto de La Araucanía, pero la muerte de Catrillanca hizo que salieran a flote y que se transformaran en comentario obligado en los pasillos de Palacio. En el Gobierno contaron que el punto de prensa realizado por el ministro del Interior el jueves 15 en la mañana, al día siguiente del crimen del comunero mapuche, fue “la gota que rebasó el vaso” para Moreno, por “la insensibilidad mostrada por Chadwick respecto de la muerte de un joven de 24 años”. Ese fue el momento que marcó el quiebre del trabajo entre ambos, el que ya venía dando tumbos.
Esa misma mañana del jueves 15, Moreno dejó ver la primera fisura públicamente, cuando en una entrevista en Radio Infinita se sinceró cuando dijo que veía «difícil” la implementación del Plan Araucanía tras lo sucedido con el Comando Jungla en Ercilla, un discurso que molestó en el seno de La Moneda, razón por la que tuvo que rectificar horas más tarde en un punto de prensa en La Moneda. Esas palabras de Moreno en la emisora no fueron fruto de un exabrupto ni tampoco de un descuido, sino que obedecieron –explicaron en el Gobierno– a una reacción ante la errática decisión del Ministerio del Interior el miércoles 14, de guardar un estricto silencio el día de la muerte de Catrillanca y mandar a Mayol para que realizara la bajada comunicacional, no solo con el objetivo de bajarle el perfil a lo sucedido, sino también para situarlo en el marco de la represión a un delito común.
Moreno no ha sido el único que ha mostrado discrepancias públicas con el discurso confuso, errático y contradictorio de La Moneda esta semana. Un episodio similar protagonizó el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Hernán Larraín, reconocido como un hombre ponderado, de alto bagaje político, poco dado a las salidas de libreto, porque sabe perfectamente el peso y efecto de sus palabras, según el cargo que ostenta.
El lunes, en un encuentro con estudiantes en el Congreso, dijo dos cosas que molestaron en demasía en Palacio. “Se dijo que este joven Catrillanca tenía antecedentes penales y no los tenía, lo que tenía era antecedentes judiciales porque había sido formalizado por la receptación de un vehículo. Eso no es un antecedente penal, creo que hubo un error grave”, fue su primera frase polémica y, luego, agregó que “el único camino es la verdad total, le cueste la pega al que le cueste”. Si bien en la sede del Ejecutivo le bajaron el perfil y se insistió en que Larraín no quiso decir lo que dijo, también en La Moneda no son pocos los que recalcan que estas dos frases fueron claras señales de su descontento.
Moreno y Larraín han hecho sentir públicamente sus diferencias, pero desde varios ministerios fuera de Palacio acusan que ha existido una confusa bajada comunicacional desde el Gobierno, con muy pocos elementos para enfrentar el tema y que solo se han limitado a dar la instrucción de que “todo está radicado en el Ministerio del Interior”.
No son pocos los que en la administración piñerista y en la derecha se muestran sorprendidos por el errático manejo y despliegue que ha mostrado desde hace una semana Chadwick, el brazo derecho del Presidente Piñera, el hombre más fuerte del Gobierno, la pieza clave del gabinete. Siempre se le ha reconocido un peso y un calibre político difíciles de igualar, una muñeca para controlar conflictos y una acertada lectura de las situaciones, características que, claramente –agregaron–, no se han visto mucho en este episodio. «Chadwick está claramente desenfocado», confirman en Palacio.
Dicen en el Ejecutivo que el protagonismo que fue adquiriendo Moreno y que se cruzó con el trabajo que desplegaba Chadwick, presentó rápidamente consecuencias. No por nada y a pesar de ser el encargado del tema mapuche, se decidió que el ministro de Desarrollo Social fuera relegado a un plano secundario para la contención de la crisis, tanto en su manejo como en la toma de decisiones, lo que lo dejó en un sobrio y limitado despliegue.
Unos dicen que se le marginó completamente de «la cocina de las decisiones» en esta crisis pasada, como una suerte de factura por la figuración que había tenido, mientras que otros en La Moneda, si bien reconocen su rol secundario, acotan que de igual manera se le ha tenido en consideración.
El choque interno entre las autoridades está ligado a otras aristas, que van más allá del conflicto mapuche en sí e, incluso, de la muerte de Catrillanca. Desde Palacio explicaron que el tono y políticas policiales empleados en La Araucanía guardan directa relación con el cuidado que la administración piñerista, y en especial La Moneda. quieren hacer de sus votantes en la zona, quienes llegaron a más del 60 por ciento en las últimas presidenciales. Hablarle a un electorado que está lejos de lamentar la muerte del joven mapuche, que no se molestó con las declaraciones de Mayol hace una semana y que sí comulga con la estrategia del garrote.