El año no terminó bien para la actual administración. La muerte de Camilo Catrillanca dejó en evidencia la falta de coordinación interna en Palacio, el fracaso del diseño pensado para este regreso a La Moneda. La caída en picada del hombre ancla del piñerismo, el ministro Andrés Chadwick, desarticuló la planificación inicial y habría instalado en el Mandatario la sensación de soledad política. Este 2019 arranca con un Presidente involucrado en cada decisión, en cada tema, en cada conflicto, apagando todos los incendios y, por ende, con un alto costo.
Fue un año complejo y bastante rudo para el Gobierno. La versión 2.0 de Sebastián Piñera en La Moneda arrancó con todo y su fortaleza estaba en un diseño de gestión política cuyos protagonistas eran el círculo de hierro del Mandatario: Andrés Chadwick en el Ministerio del Interior, Cecilia Pérez en la Segegob y Gonzalo Blumel de titular de la Segpres. Tras bambalinas, Cristián Larroulet, como jefe de asesores del segundo piso de Palacio. Una planificación que, con el correr de los meses, no solo no cumplió su objetivo de no repetir los errores de la primera administración, sino que además empezó a hacer agua, al punto que ha instalado un aire de soledad que rodea al Presidente.
La Moneda cerró el 2018 al filo de la repitencia, sacó nota 4,3 según la última encuesta Cadem. Una evaluación bastante lejana al promedio 6,0 con que se autocalificó Piñera días antes. Para el mes de diciembre, la desaprobación al Presidente llegó a un 46%, y su aprobación logró subir dos puntos, alcanzando el 40%, todas cifras adjudicadas a la crisis que gatilló el crimen de Camilo Catrillanca.
La muerte del comunero mapuche generó un remezón político al interior de Palacio tan fuerte, que hizo tambalear a Chadwick y dejó en evidencia las falencias del comité político, el que a todas luces no pudo contener, controlar, ni tampoco –hasta ahora– cerrar la crisis del caso Catrillanca. Algo que no ha pasado inadvertido en La Moneda, ya que a raíz de los errores internos cometidos, en el Ejecutivo reconocen que al Presidente «se le ha visto solo», que ha perdido parte de «la confianza» en su círculo de hierro y que hay preocupación por la baja en la imagen del ministro del Interior, concebido como hombre ancla de la administración.
En el oficialismo tienen el panorama bastante claro y reconocen que los cortafuegos políticos que tenía el el piñerismo no han surtido efecto, que ni Chadwick, Pérez ni Blumel han podido «remediar» los conflictos políticos que ha enfrentado La Moneda y que esa es la razón por la que a Piñera se le ha visto muy solo solucionando los problemas que deberían ser abordados y zanjados por ellos, como sucedió con la resistida salida de Hermes Soto de la conducción máxima de Carabineros.
Fuentes de La Moneda que observan cotidianamente al Mandatario confesaron que esa situación lo tendría “cansado”, al punto que el “tradicional mal genio” del Presidente habría quedado en evidencia “más de una vez” en los últimos dos meses, como sucedió el jueves 20 de diciembre, cuando –afirmaron– habría montado en cólera cuando se le informó que Hermes Soto se había atrincherado y no quería ceder ante la petición de renuncia comunicada por Chadwick.
En Palacio dicen que la «ausencia y poca capacidad de maniobra» en ese momento del ministro del Interior habría molestado sobremanera a Piñera, tanto así que tomó en sus propias manos todo el diseño para contener esa tarde la crisis.
[cita tipo=»destaque»]La muerte del comunero mapuche generó un remezón político al interior de Palacio tan fuerte, que hizo tambalear a Chadwick y dejó en evidencia las falencias del comité político, el que a todas luces no pudo contener, controlar, ni tampoco –hasta ahora– cerrar la crisis del caso Catrillanca. Algo que no ha pasado inadvertido en La Moneda, ya que a raíz de los errores internos cometidos, en el Ejecutivo reconocen que al Presidente «se le ha visto solo», que ha perdido parte de «la confianza» en su círculo de hierro y que hay preocupación por la baja en la imagen del ministro del Interior, concebido como hombre ancla de la administración.[/cita]
Las críticas a Chadwick no provienen solo del Jefe de Estado, sino también del resto del comité político. Desde el oficialismo explicaron que el errático manejo político del titular del Interior ha rebotado –en más de una ocasión– en la vocera de Gobierno, quien “ha tenido que salir a dar explicaciones que no convencen a nadie y eso la tiene bien molesta”.
El 26 de diciembre, el Presidente Piñera llegó hasta el matinal de Canal 13, «Bienvenidos». Fue entrevistado durante casi dos horas por Tonka Tomicic, Paulo Ramírez, Mauricio Jürgensen, Raquel Argandoña y Michelle Adam. Habló de todo, hasta anunció una reforma constitucional para poner fin al “decreto fundado” que permitió a Soto denegar la solicitud de renuncia y, a la vez, sacarlo del cargo. Destacó que el ex general no era la “persona indicada” para liderar los cambios en Carabineros y que, en el caso de la muerte de Camilo Catrillanca, los policías dispararon a dos personas desarmadas.
Pero después de eso, el caso Catrillanca nuevamente salpicó a La Moneda. La ministra Pérez aseguró que desde el Gobierno se había realizado una serie de gestos a la familia del joven comunero asesinado y que el propio Presidente le había enviado dos cartas al padre, Marcelo Catrillanca, y a su abuelo. Cartas que nunca llegaron a su destino, la vocera fue desmentida por Catrillanca en público y desde Palacio improvisaron la respuesta de que las misivas efectivamente se habían enviado, pero que no llegaron a su destino.
En Chile Vamos causó ruido la falta de chequeo de la información del equipo de la Segegob, para evitar un tropiezo público así, una debilidad que es tema recurrente en la administración. Es más, el propio Piñera habría criticado el mal desempeño de los equipos ministeriales más políticos.
La idea original del Gobierno era evitar a toda costa la reaparición del principal error de “Piñera I”, la centralidad de todo, cuatro años en que todo lo que sucedía rebotaba en la figura del Presidente, exponiéndolo sobremanera y afectando, con ello, su apoyo ciudadano y credibilidad. Por eso, tras el triunfo de diciembre, desde el búnker político de Apoquindo 3000, se definió a los ministros sectoriales como fusibles y luego un anillo de protección del Mandatario, a cargo del comité político, para que Piñera pudiera abocarse no a los conflictos, sino a los temas más de estadista, presidenciales y de país.
Pero en los casi diez meses de esta segunda administración, el diseño maestro habría fracasado, como asumen algunos en Palacio y en Chile Vamos. Fue minado por la seguidilla de errores y ahora Piñera nuevamente está encima de todo: fue a Quintero en plena crisis medio ambiental, hizo reiteradas vocerías para explicar la negativa del Gobierno para firmar el pacto migratorio de Naciones Unidas, él zanjó el conflicto con el ex general Soto y se involucró en el debate público sobre el reload pinochetista, tras la mal evaluada vocería gubernamental sobre el tema.
En el Gobierno identificaron tres casos claves donde el círculo de hierro presidencial no cumplió su función: el primero, cuando el Presidente nombró a su hermano, Pablo “Polo” Piñera, como embajador en Argentina; el segundo, la resistencia de Hermes Soto a renunciar ante la solicitud expresa de Chadwick; y tercero, la frase con la que la vocera de Gobierno destacó al pinochetismo como una virtud de la diversidad al interior de Chile Vamos.
No solo la tríada de Palacio ha sido mal evaluada. El ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Ampuero, no ha cumplido con las expectativas iniciales de tener a un jefe de cartera fuerte, pero que estuviera supeditado a la línea que surgía desde La Moneda, ya que su inexperiencia –agregaron en el Ejecutivo– obligó a que el Ministerio del Interior interviniera en la política migratoria.
No hay que olvidar que la no adscripción al acuerdo migratorio de la ONU fue una noticia que sorprendió a la Cancillería, que fue anunciada por la prensa en boca del subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, y que la falta de “coordinación y acuerdo” de Ampuero fue “tan evidente”, que el propio Presidente Piñera tuvo que intervenir con varias vocerías para aclarar la postura del Gobierno de no reconocer a la migración como un derecho humano.
El problema de este protagonismo presidencial radica en que la sobreexposición de Piñera trae consigo la improvisación inherente en su personalidad.
Los cercanos al Mandatario lo describen como el ministro de todos los ministerios, por su ímpetu de estar en cada detalle y en el proceso de toma de decisiones en todas las carteras. Este ímpetu, tan criticado en su primer periodo, se ha impuesto nuevamente, dejando en el olvido la impronta que debía tener este segundo periodo: delegar para gobernar.
A pesar de que en el seno de La Moneda todo parece gris, algunos ministerios sectoriales y asesores han salido victoriosos y, hasta el momento, quien ha logrado sostenerse es Larroulet. Es más, en el proceso de estos meses ha generado una fuerte red de mandos medios al interior del Gobierno, gente de su confianza que le ha dado un soporte y poder, ya que interviene así la conducción de varios ministerios. Sus principales detractores están en los partidos de Chile Vamos y en el Congreso, desde donde reconocieron que el jefe de asesores del segundo piso está detrás “de cada decisión del Gobierno”.