En un impactante testimonio, Marcela Aranda, la denunciante del fallecido religioso, da cuenta de los 8 años de abusos «de conciencia, de poder y sexuales» a los que fue sometida por Poblete. «Él comenzó a abusarme sexualmente con mucha violencia. Me llevaba donde otros hombres para que me violaran y golpearan por turnos mientras él miraba», fue parte de un crudo testimonio de su historia con el capellán del Hogar de Cristo, que la amenazaba con echarla de la universidad si contaba lo que sucedía. «Era una esclava sexual», detalló.
La teóloga Marcela Aranda rompió el silencio. Es la primera vez que cuenta detalles de la denuncia eclesiástica que realizó a Charles Scicluna. En ella relata los impactantes abusos de los que fue víctima por parte de Renato Poblete, símbolo de la solidaridad en Chile y rostro del Hogar de Cristo.
Aranda relató que los abusos cometidos por el ícono jesuita duraron «un período de 8 años. Ocho años de abuso, martirio y sufrimiento. Me fue despedazando, arrasando, hasta que no quedara nada. Es un abuso de conciencia, poder y sexuales del jesuita Renato Poblete».
Todo comenzó cuando la ingeniera mecánica quiso dar un giro a su vida, estudiando teología. «Cuando entré a la universidad yo quería ser religiosa. Y en ese contexto me presentan al capellán del Hogar de Cristo, Renato Poblete. Yo estaba orgullosa», contó en su testimonio al noticiario ‘AhoraNoticias’ de Mega.
Eso coincidió con un período familiar difícil, de acuerdo al testimonio de Aranda: «En mi familia estábamos pasando un período complicado, sobre todo con mi padre. Y él (Poblete) percibe esa fragilidad en una chica, que tiene ciertas debilidades. Y él las capta. Él me dijo ‘yo voy a ser tu padre, yo te voy a cuidar'», a lo que ella agregó que «yo le entregué mi vida».
«No pensé que una bestia como Poblete podría transformar esto en un abuso», puntualizó.
«Los primeros encuentros se mantenían en un cierto margen de normalidad, aunque había ciertas caricias que no sentía muy propias de un director espiritual, pero no ocurría más que eso. Mucha cercanía física, que encontraba inapropiada, pero bueno, decía, él será así, no me cuestionaba mayormente”, explicó.
Aranda se armó de valor y recordó los hechos inhumanos por los que tuvo que vivir: «Él comenzó a abusarme sexualmente con mucha violencia. Y me llevaba donde otros hombres para que me violaran y golpearan por turnos mientras él miraba». En esa época, Aranda tenía 19 años, menor de edad para la época. Poblete, cerca de 60.
De acuerdo a su testimonio, los abusos ocurrieron en su oficina del Hogar de Cristo, en su casa, en la casa de Poblete e, incluso, en el auto de él. En una de sus visitas a la casa de Aranda, (Poblete) se sacó una foto con su madre, que desconocía estos sistemáticos abusos.
Después vino lo peor: «Él me llevaba donde otros hombres, que eran amigos de él, para que me violaran y me pegaran por turnos mientras él miraba».
Respecto a si estos otros sujetos eran sacerdotes, señaló que nunca lo supo porque se cubrían el rostro. «Eso pasó los últimos años del abuso, eso me despedazó, me despedazó completamente. Yo me sentía una basura».
La teóloga contó que ella volvía a Poblete debido a sus amenazas y chantajes: «Que iba a perder la universidad, que lo iba a perder todo, que me iba a hacer pedazos si yo decía algo porque nadie me iba a creer a mí. Entonces yo no tenía salida, estaba terriblemente sola, no le podía decir a nadie”.
«Simplemente fue violencia, no hubo desarrollo, no es algo que fue creciendo, algo así como una relación. Esto no fue una relación, fue una violación. Golpes, insultos, eso era lo que él hacía conmigo. Así fue arrasando mi vida y después me decía que no le dijera a nadie porque nadie me iba a creer», detalló.
«¿Sabes que es lo más terrible? Lo que más me hace sufrir es que él me obligó a abortar. Y no solo una vez. Fueron tres veces», detalló en su testimonio Aranda.
«Tres niños que nunca pude abrazar, arrasados por un hombre abominable», agregó.
«Me recogía y me llevaba a practicar un aborto, sin que yo lo supiera la primera vez. Yo no sabía a lo que iba», sostuvo.
Según la narración de la víctima, que a esas alturas tenía 20 años de edad, Poblete la adormeció, por lo que estuvo inconsciente durante todo el proceso. De este modo solo se enteró una vez que llegó a su casa.
Luego de años de abusos, Aranda se contactó con el exprovincial jesuita Juan Ochagavía, y le contó todo lo que le estaba pasando. Sin embargo, nunca recibió respuesta.
«Hablé más de una vez con él, pero nunca recibí respuesta. Juan Ochagavía no me ayudó en nada. Nunca me preguntó nada. No sé qué hizo con esa información, porque seguí padeciendo el abuso sexual de estos hombres”, sentenció.
Aranda contó que se salvó solamente porque al Hogar de Cristo llegó otra niña: «Poblete ahí me dejó ir. Esa fue mi oportunidad en la que yo salgo. He pensado harto en esa niña, sobre todo por lo que yo viví». Ella se dio cuenta de que Poblete la dejó a un lado «por las caricias lascivas a la niña. Era yo a los 19 años».
«Me fui de ahí y no miré atrás», sentenció, agregando que le era muy difícil seguir viviendo, por lo que intentó suicidarse dos veces.
Cuando revivió el tema de los abusos, sobre todo cuando escuchó una charla de la víctima de Fernando Karadima, James Hamilton, decidió denunciar.
«Quiero unirme a esas víctimas para que pueda contribuir en algo. Para que esa herida se pueda cerrar y pueda seguir viviendo», indicó. «Pese a todo, sigo siendo católica, con todas las dudas y rabias. Pero sigo siéndolo. Por eso quise darles la oportunidad de hacer una investigación diligente y una reparación».
«Yo valoro que la Iglesia pida perdón. No de palabra, sino con hechos concretos, con reparaciones concretas, que reconozcan que fueron negligentes, que ocultaron los abusos y que privilegiaron la institución por sobre las victimas», expresó.
Las conclusiones de la investigación eclesiástica deberían conocerse en los próximos meses. Marcela espera que ella reconozca su verdad y esta se transforme en reparaciones y señales de la Iglesia. En tanto, los jesuitas declinaron referirse a esta denuncia.