En el Gobierno y en la derecha hay preocupación, porque observan que se está cayendo en los mismos errores que el Presidente cometió en su primera gestión y que tanto daño causaron a su liderazgo político, así como a su relación con los partidos de Chile Vamos. Dicen que durante el último tiempo ciertos rasgos de su «carácter» se han agudizado en extremo y todos coinciden en que habría retomado su estilo «patrón de fundo», que ha estado excesivamente controlador y que «Piñera está bajo el síndrome Piñera». El problema más grave de esto –se lamentó un histórico piñerista– es que “no le hace caso a nadie, no comunica, no escucha ni debate”. Los resultados han estado a la vista, según la última Cadem.
En La Moneda están conscientes de que el último tiempo el Presidente Sebastián Piñera ha copado todos los espacios políticos y comunicacionales y que eso le ha traído altos costos al Gobierno, tal como lo reflejaron –a principios de esta semana– los malos resultados de la encuesta Cadem. No por nada, se quiso dar una señal distinta, mostrar que hay “un equipo más grande» que solo el Mandatario trabajando tras el eslogan “Chile en Marcha” y, por eso, los ministros de Hacienda, Felipe Larraín, y de Economía, Juan Andrés Fontaine, junto a sus pares de Vivienda, Salud, Desarrollo Social, Obras Públicas y Agricultura, fueron los protagonistas el lunes del anuncio del paquete de medidas económicas que implican una inyección de US$3 mil millones.
Pero la señal y el segundo plano del Presidente –quien estos días estuvo en Francia en la cumbre del G7– duró menos que un suspiro. Piñera fue nombrado coordinador oficial de la ayuda de US$22 millones entregada por el G7 para combatir el incendio en la Amazonia, ganó titulares y portadas nacionales, pero al final terminó «trasquilado» –como reconocieron en el oficialismo–, debido a que quedó en medio del conflicto político entre Jair Bolsonaro y Emmanuel Macron, opacando de paso los anuncios económicos.
En el Gobierno y en la derecha hay preocupación, porque observan que se está cayendo en los mismos errores que el Mandatario cometió en su primera gestión y que tanto daño causaron a su liderazgo político, así como a su relación con los partidos de Chile Vamos. Dicen que durante el último tiempo ciertos rasgos de su «carácter» se han agudizado en extremo y todos coinciden en que habría retomado su estilo «patrón de fundo», que ha estado excesivamente controlador y que «Piñera está bajo el síndrome Piñera».
Parlamentarios y asesores del oficialismo contaron que el Jefe de Estado “ha dejado de escuchar” y que abandonó el diseño original de este segundo ciclo en La Moneda, que implicaba una visión de “trabajo en conjunto”. Los errores políticos que se han cometido, los llamados autogoles, la caída en las encuestas y, sobre todo, el pesimismo creciente en la opinión pública sobre la situación económica del país –recalcaron–, son consecuencia de que Piñera cayó en «su propia trampa por querer dominar todo».
“El Presidente intenta tener más presencia en distintos temas, para mostrar así que tiene liderazgo. Cree que así puede parar la caída de su aprobación y salir de esa situación. El problema es que carece de apoyo político y peca de exceso de presencia. Quiere darle ritmo al Gobierno, estar posicionado en todos los temas, pero al mismo tiempo no está en ninguno”, explicaron desde RN.
[cita tipo=»destaque»]El trasfondo de esta pérdida de foco del Mandatario, según el piñerismo histórico, está en la falta de una personalidad que le diga realmente a Piñera las cosas por su nombre, que le haga contrapuntos y que lo lleve a analizar los escenarios desde otro prisma, para priorizar sus temas. “No escucha consejos”, afirmó un RN que conoce bien a Piñera hace más de dos décadas. Por ahora, en el oficialismo reconocieron que no hay nadie que pueda asumir ese papel y lamentablemente, agregaron, el Presidente Piñera está cada vez más solo, blindado solo por aquellos ministros y asesores que actúan más como yes men, agudizando el córculo vicioso en el que se encuentra el Jefe de Estado.[/cita]
Un cambio que también ha sido observado por el analista político y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, Cristóbal Bellolio, quien destacó que “hemos vuelto a ver, en los últimos meses, al Piñera del primer Gobierno, el que quiere estar en todas, ser el cumpleañero de todos los cumpleaños”, lo que dista mucho de lo que se vio a inicios de este segundo mandato, cuando “él estaba en segunda línea y sus ministros eran los cortafuegos”.
En los partidos el tema ha sido tratado entre pasillos y en el Congreso se ha vuelto un “dolor de cabeza” para varios jefes de bancada, que no saben bien si “escuchar las directrices de ministros o un telefonazo sorpresivo del Presidente”. Desde las colectividades contaron que Piñera “autosabotea” las planificaciones de su propio equipo y que “echa por el piso el trabajo comunicacional”, como el que se diseñó, por ejemplo, para la agenda de aceleración económica, la que finalmente “pasó sin pena ni gloria” con el despliegue del Mandatario como el «bombero del Amazonas».
En la derecha es sabido que Piñera es obstinado y le cuesta mucho hacer caso a los consejos de otras personas. Pero estas semanas ha sido comentario obligado, en el seno del oficialismo, que dichos rasgos se le agudizaron al extremo.“No le hace caso a nadie, no comunica, no escucha ni debate”, se lamentó un histórico piñerista.
Uno de los autogoles más recientes y que hizo montar en cólera a Piñera, fue el conflicto de la semana pasada entre la ministra Cecilia Pérez y el Partido Socialista. Las polémicas declaraciones de la vocera fueron una instrucción presidencial directa, por lo que el enojo del Mandatario se centró en las huestes de Chile Vamos, ya que no solo no respaldaron públicamente a la secretaria de Estado, sino que los propios parlamentarios de derecha comentaron con sus pares de la oposición que no estaban de acuerdo con los dichos de Pérez. El episodio valió un tirón de orejas a los timoneles de Chile Vamos, pero también a los ministros que tienen liderazgo interno en sus partidos.
El carácter obsesivo y controlador del Mandatario ha sido reconocido por sus colaboradores más cercanos, pero al interior de Palacio su empecinamiento con algunos temas «se hace insostenible”. Uno de esos fue el proyecto de las 40 horas de la diputada PC, Camila Vallejo, en el que Piñera no solo instruyó al ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg, a combinar la flexibilidad laboral con la reducción a 41 horas promedio –lo que internamente en el oficialismo fue considerado “bastante ridículo”–, sino que también con ello tensionó aún más la relación con el empresariado.
“Lo de las 41 horas es un problema que se compró Piñera solo, porque se empecinó con Camila Vallejo. Lo del PS fue porque se enojó mucho con lo de la posible acusación constitucional contra la ministra Marcela Cubillos. Su reunión con los presidentes del Senado y la Cámara no tuvo los resultados que quería. Nada le resulta”, explicó un analista de la plaza con amplias redes en la derecha.
En el mundo político, hace semanas que se escucha el comentario de que el Mandatario se obsesionó con insistir a como dé lugar en el guarismo del 3% de crecimiento económico para este año, lo que a todas luces no se cumpliría. “El Presidente no está tomando buenas decisiones”, alertó un asesor.
Para Cristián Leporati, especialista en comunicación política, las reacciones de Piñera dan “la sensación que el Gobierno siempre está siendo pillado por la agenda, que es un Gobierno reactivo y no proactivo” y recordó que el castigo para el Presidente en términos de imagen «pasa por su atributo económico, ya que la gente compró ese discurso y no está siendo retribuido”.
Desde el Gobierno, a nivel de parlamentarios y desde Chile Vamos contaron que el Presidente está siendo “consumido por la ansiedad” de salir del hoyo negro de la altísima desaprobación que tiene su gestión, que en la última Cadem llegó al 29%.
El exsubdirector de la Secom y analista, Carlos Correa, recordó que los actuales niveles de apoyo de Sebastián Piñera y su Gobierno, son similares a los que tenía el 2011 –segundo año de su primer mandato–, con una gran diferencia: ese año estaba en su clímax el movimiento estudiantil, había marchas semanales de cien mil personas y ahora no hay nadie en la calle, además que la oposición casi es inexistente. “Si le va mal es por culpa de los autogoles que se ha hecho él mismo», sentenció.
El Jefe de Estado también se ha obsesionado con neutralizar el pesimismo galopante que impera en la opinión pública sobre la situación económica del país, que le juega en contra, dadas las altas expectativas que generó en su campaña el 2017. Al respecto, Correa explicó que el Presidente está «fuera de la realidad respecto de cuál es el problema real de su Gobierno. La gente lo eligió para que reactivará la economía. Piñera debería decirle y reconocer ante el país que se equivocó, pero está arriba del caballo de la soberbia y el tiempo se le acabó hace mucho rato”.
Para Bellolio, “nadie duda que Piñera II puede ser más en términos económicos que Bachelet II, pero lo que el Presidente prometió en campaña no era solamente crecer más que el Gobierno anterior. Ahora el Gobierno está en campaña por bajar esas expectativas”. El académico de la UAI agregó que el error del Primer Mandatario reside en “poner todos los huevos en la canasta del desempeño comunicacional”, dejando a un lado otros espacios, como el Congreso, donde el Gobierno sí se ha anotado algunos triunfos: “Esta pelea no se gana en los matinales. Puede haber una política de Gobierno que no sea muy popular, pero si logras amarrar los votos en el Congreso, ya ganaste. Vale más el acuerdo con Fuad Chahin que cuatro puntos más para la reforma ‘X’ de la Cadem del lunes”.
Si antes sus orejeros, el ministro del Interior, Andrés Chadwick y Cristián Larroulet, jefe del segundo piso, tenían cierto margen para ser escuchados por el Mandatario, en esta nueva etapa de Piñera II “han pasado a segundo plano”, reconocieron desde Palacio. Un punto de quiebre y casi de no retorno para muchos en el oficialismo, ya que estas dos personalidades eran de las pocas que le «hacen frente” al Jefe de Estado, que lo contenían.
No solo no escucha a nadie, sino que en las últimas semanas varios de los ministros han “sufrido” las embestidas del carácter de Piñera, quien –contaron distintas fuentes oficialistas– hasta ha “gritoneado” a más de uno.
Pero más allá del pésimo carácter de Presidente –algo que toda la derecha ha sabido siempre–, lo que preocupa de fondo en Chile Vamos es el desorden que observan en el Gobierno, porque la agenda se le viene encima cada semana al Mandatario y consideran que hay más incertidumbres que certezas políticas desde La Moneda. “No se sabe qué se hará en los temas, si se decidirá por las encuestas, por el programa de Gobierno o para reaccionar a la agenda que imponen otros”, reclamaron en el oficialismo.
El trasfondo de esta pérdida de foco del Mandatario, según el piñerismo histórico, está en la falta de una personalidad que le diga realmente a Piñera las cosas por su nombre, que le haga contrapuntos y que lo lleve a analizar los escenarios desde otro prisma, para priorizar sus temas. “No escucha consejos”, afirmó un RN que conoce bien a Piñera hace más de dos décadas. Por ahora, en el oficialismo reconocieron que no hay nadie que pueda asumir ese papel y lamentablemente, agregaron, el Presidente Piñera está cada vez más solo, blindado solo por aquellos ministros y asesores que actúan más como yes men, agudizando el córculo vicioso en el que se encuentra el Jefe de Estado.