Supeditado a un ambiente de crispación interna, donde el sector más conservador de Chile Vamos apuesta mayoritariamente por el Rechazo a una nueva Constitución, mientras que dentro del propio Gobierno hay quienes se decantan por la opción Apruebo, el Ejecutivo tiene plena conciencia de que cualquier exabrupto puede desatar una crisis mayor en el oficialismo. Esto hizo que el Gobierno entendiera que la prescindencia, exigida principalmente por la UDI, fuera la estrategia ideal para navegar las aguas de aquí hasta el 26 de abril. El temor de tocar cualquier fibra interna llevó al Mandatario, como pocas veces, a restarse, a sumergirse y pasar a un segundo plano en el proceso político más importante desde el fin de la dictadura. La apuesta es que, luego del plebiscito, se inviertan los papeles y sea la oposición la que entregue un mayor grado de confusión a su electorado, pensando en una potencial atomización de las fuerzas.
Como en pocas ocasiones, el Presidente Sebastián Piñera prefirió no ser protagonista de un episodio de tintes históricos, como es el momento constituyente, el proceso político más importante desde el retorno de la democracia. La determinación no pasó por el interés de mostrar un nuevo perfil del Jefe de Estado, más austero, sino más bien responde a un frío y simple cálculo: evitar abrir todo flanco interno en Chile Vamos, en especial con la UDI, ya que, al hacerlo, esto traería más agua al molino propio que el haber enarbolado las banderas republicanas.
La apuesta de Palacio es a mediano plazo, y consiste principalmente en pasar lo más inadvertido posible y de esta manera aguantar “la tormenta” que traería un triunfo de la opción Apruebo. La mejor manera de salir jugando, opinan en La Moneda, es hacerlo con el foco en el día 27 de abril, el día siguiente del plebiscito, momento en que –apuestan– debería comenzar a darse «vuelta la tortilla”.
La teoría que se impuso, y que ha encontrado una positiva respuesta entre sus huestes, consiste en que, si bien hoy el mensaje del oficialismo es confuso, considerando que hay sectores que apuestan por el Rechazo y otros por el Apruebo –a diferencia de la oposición, que está alineada detrás de la aprobación–, una vez que triunfe la opción que pavimenta el camino hacia una nueva Constitución, los papeles se invertirían, considerando el abanico de miradas que existen en ese espacio de la izquierda chilena y del cual –opinan– deberían evidenciarse con fuerza sus contradicciones.
La teoría del Presidente Piñera es, en este caso, apoyada por el analista Axel Callís, quien explicó que “la oposición, aparte de estar fragmentada, tiene una diversidad ideológica, política, cultural, social, planetaria, absolutamente diversa (…). La derecha tiene una unidad cultural cristiana, basada en una forma individualista de ver la vida que es completamente más pequeña y más coherente. Además, agregó que la elite de la derecha vive toda en una misma parte. La gran fortaleza que tiene la derecha es su homogeneidad cultural”, apuntó.
Uno de los factores que llevó a La Moneda a fraguar su «invisibilidad» en materia constituyente, encuentra sustento en la guerra fría que existe al interior del oficialismo, en donde la opción por el Rechazo, levantada por el sector conservador, busca asfixiar a la opción Apruebo, que halla a varios simpatizantes dentro del propio Gobierno.
La famosa «política de la prescindencia» fue el resultado de una exigencia impuesta precisamente por los sectores más conservadores de Chile Vamos, a tal punto que, hasta hace poco, pusieron en duda concretar el compromiso de llevar a cabo una campaña de participación ciudadana como reflejo de una democracia sana. La duda emanó del temor a que cualquier “color o palabra” fuera mal interpretada por la UDI. El factor miedo, reconocen en Palacio, fue uno de los que debilitó la posición republicana.
Al interior de la casa de Gobierno aseguraron que el Mandatario lo que más quiere es “evitar una batalla al interior del gabinete”, ya que estaría plenamente consciente de lo que significaría esta contienda a semanas de que se inicie marzo, el mes más complejo para Piñera desde octubre del año pasado.
La guerra declarada entre los presidentes de la UDI y Renovación Nacional –Jacqueline van Rysselberghe y Mario Desbordes– ha llevado a que los ministros del gabinete revisen una y otra vez cada una de sus palabras y respuestas en una eventual entrevista o punto de prensa, pues tienen interiorizado que cualquier paso en falso puede echar por tierra la “tensa calma” que se vive en la administración.
En Palacio el mensaje fue leído con claridad y, por tanto, se tomó nota del tono poco conciliador de la ministra de Educación, Marcela Cubillos, quien en una entrevista salió a “equilibrar la desobediencia” en la que incurrieron los ministros de Vivienda, Cristián Monckeberg, y de Hacienda, Ignacio Briones, quienes habían dejado en claro que su posición era a favor del Apruebo.
Este escenario de crispación interna –comentaron en el Ejecutivo– hizo que hasta al menos el viernes 14 de febrero, el Gobierno no tuviera claro si le iba a dar el visto bueno o no a la promesa de llevar adelante la campaña informativa.
Para salir de la encrucijada, algunos miembros del comité político sostuvieron incluso que, estando en marcha la campaña de información del Servel, más las notas y reportajes que se publican diariamente, sería innecesaria la inversión del Ejecutivo en la materia y que podría considerar como cumplida la primera etapa de información a la sociedad. Días después, se pensó mejor y finalmente se decidió sacar adelante el compromiso, aunque hasta el día de hoy no se sabe del alcance, gasto, ni formato del mismo y menos el mensaje. Con esto el Gobierno confirmó su decisión de ausentarse del entusiasmo que pudiera haber provocado a otras administraciones el momentum constituyente que se vive en Chile.
El timorato actuar de parte del Gobierno –supeditado a la amenaza de los actores más conservadores– se puede ejemplificar en un caso en particular. Si bien es posible encontrar en varias de las vocerías de Palacio un llamado a participar del plebiscito, este escasamente se relevó en la voz de la primera autoridad del país, una decisión estratégica a todas luces y que sirve como respuesta para todos. Vale decir, por una parte, se cumple con el llamado a la participación, pero, por otro, no se irrumpe en la agenda política con el mismo.
Fuentes al interior de la UDI, aseguran que son dos los personeros que estarían cumpliendo la labor de fiscalizar a La Moneda, y que han calificado de efectivas, considerando que, más allá de “una u otra entrevista”, institucionalmente la prescindencia no se toca. Tal es el caso de la presidenta de la colectividad Jacqueline van Rysselberghe y el histórico senador Juan Antonio Coloma, quien –aseguraron– ahora sin Andrés Chadwick trabajando en el corazón del Ejecutivo, «ha logrado un mayor protagonismo e influencias en el círculo más cercano al jefe de Estado».
Para el vicedecano de la Universidad del Desarrollo, Rodrigo Arellano, la determinación del Gobierno es práctica. “Creo que es demasiado importante en este minuto, mostrar fortaleza y unidad, y hemos visto que, tanto en la Concertación como el Gobierno, ha generado quiebres que han sido relevantes. Piñera, con esta decisión, lo que busca es alejar cualquier tipo de riesgo y quiebre dentro de su propio gabinete”.
Más allá de estar de acuerdo o no con la estrategia, el abogado del área legislativa de la Fundación Jaime Guzmán, Emiliano García, fustigó al Ejecutivo, apuntando que no habría cumplido con su promesa: «El Gobierno ha manifestado de diversas formas su preferencia por la opción del Apruebo, lo cual evidentemente representa un problema, porque el Ejecutivo debe ser un garante imparcial del proceso constituyente, más que un activo promotor de una alternativa u otra.»