Si bien en La Moneda y Chile Vamos reconocieron que ahora respiran más aliviados gracias al alza que ha tenido Piñera en estas semanas, casi el doble del escuálido 10% que tenía en enero, también muchos afirmaron que la personalidad del Presidente se ha convertido nuevamente en la piedra de tope para el manejo de la crisis sanitaria, pues –subrayaron– entorpece el trabajo mancomunado de su propio Gobierno con su exagerado copamiento comunicacional. Un punto que ya había sido expuesto al Mandatario por su círculo más íntimo en medio del estallido social, pero que a la luz de los hechos cayó en saco roto.
Una vez más sucedió. Otra vez, el Presidente Sebastián Piñera protagonizó una cadena nacional y dejó a muchos en el propio oficialismo con un amargo sabor de boca. Y es que pese a que el Mandatario y su círculo de hierro en Palacio están «contentos» por el repunte, en algunas encuestas, del apoyo a la figura presidencial, lo cierto es que durante todo el manejo de la crisis sanitaria desatada por la pandemia del COVID-19, Piñera ha hecho caso omiso de manuales y consejos de asesores para sortear estas circunstancias extraordinarias y ha optado por no alejarse un ápice de su conocido estilo político, aquel con el que siempre trata de mostrarse como un “gran líder”, alguien que “todo lo sabe y todo lo controla” y que al final, muchas veces, le juega en contra.
La noche del miércoles, el Jefe de Estado encabezó una cadena en el patio de La Moneda, flanqueado por el ministro de Desarrollo Social, Sebastián Sichel, y el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri –todos de chaqueta y portando un brazalete bicolor, que fue masivamente cuestionado en redes sociales–, en la que anunció el adelanto del Plan Invierno, que ya se sabía desde hacía días, y el envío de un proyecto de ley para aumentar las penas a los infractores de las cuarentenas, materia sobre la que ya hay en trámite una moción en la Cámara de Diputados y otra en el Senado.
La puesta en escena fue comentario obligado en redes sociales y en el oficialismo, sobre todo por la falta de solvencia del discurso del Mandatario, que deja en evidencia lo innecesaria de dicha intervención, como su consabida pulsión por el protagonismo. Algo que se ha repetido en varias ocasiones en estos meses con las rondas de entrevistas en periódicos y canales de televisión, muchas de ellas todas juntas en un mismo día, lo que se suma a que casi todos los anuncios gubernamentales de medidas vinculadas a la pandemia son dados a conocer por Piñera.
Esto ha generado molestia e incomodidad, según confesaron en el oficialismo, porque por una parte el Presidente eclipsa y neutraliza la acción de sus propios ministros y, por otra, le quita la relevancia a un espacio –los anuncios presidenciales– que está supuestamente reservado para dar a conocer grandes medidas de Estado, marcar improntas y bajar directrices claras a la ciudadanía en momentos específicos y relevantes.
Si bien en La Moneda y en Chile Vamos reconocieron que ahora respiran más aliviados gracias al alza que ha tenido Piñera en estas semanas, casi al doble del escuálido 10% que tenía en enero, también muchos afirmaron que la personalidad del Presidente se ha convertido nuevamente en la piedra de tope para el manejo de la crisis sanitaria, pues –subrayaron– entorpece el trabajo mancomunado de su propio Gobierno con su exagerado copamiento comunicacional. Un punto que ya había sido expuesto al Mandatario por su círculo más íntimo en medio del estallido social, pero que a la luz de los hechos cayó en saco roto.
[cita tipo=»destaque»]No pocos han tomado nota respecto a que Larroulet permanentemente retuitea al exministro de Cultura, Mauricio Rojas –de quien se sabe sigue de «orejero» a la distancia del segundo piso de Palacio– con publicaciones sobre Piñera del tenor que “en tiempos difíciles comenzamos a apreciar lo importante que es tener un Presidente como el que reconstruyó el país después del 27/F y rescató a los 33. Cadem: Aprobación del Presidente Piñera continúa al alza y alcanza 21%” o que la “extraordinaria capacidad de Chile para contener la mortalidad entre los contagiados, descuella a nivel mundial mostrando la fortaleza y buena conducción de su sistema de salud”.[/cita]
En todo caso, es un rasgo del estilo político y personalidad de Piñera que lo ha acompañado en sus dos estadías en La Moneda. Una constante que, según Carlos Huneeus, hoy tiene un componente extra que explica el accionar del Mandatario: «El Presidente vio en el coronavirus la oportunidad de mejorar su imagen pública y mostrar un liderazgo que desmintiera las críticas que recibió durante el estallido social», afirmó el cientista político en una columna este jueves 16 en El Mostrador.
No solo eso, Huneeus agregó que el problema del Mandatario es que «no es un buen comunicador. Sus discursos y declaraciones ante los medios son planos; suele entregar muchos datos y antecedentes, que lo muestran como muy informado, pero no busca empatía en la población (…) podría conseguir impacto comunicacional si transmitiera mensajes claros y asertivos y no se redujera a anuncios de iniciativas puntuales y graduales, como un goteo».
El tono triunfalista que ha tenido Piñera y su ministro de Salud, Jaime Mañalich, tiene una explicación, según contaron en el oficialismo. Detallaron que el Presidente está contento en estos momentos “por los resultados de las encuestas”, pero considera que la oposición ha tratado de opacar su manejo de la pandemia y eso lo ha llevado a querer “sacarles más brillo a los números”.
El triunfalismo y competitividad de Piñera no es algo nuevo en los libretos políticos, en la propia derecha sacaron a colación frases como “el mejor censo de la historia” o que estaba haciendo en 20 días lo que no se había hecho en 20 años. Por eso, si bien hoy no sorprende a nadie, tampoco les acomoda ni tranquiliza a nadie en el oficialismo, ante el riesgo de tener que cargar nuevamente con expectativas frustradas, como ya sucedió con «los tiempos mejores» o que a los delincuentes «se les acabó la fiesta”. Uno de los dirigentes de RN advirtió al respecto: “Yo no me lleno la boca antes de comer”.
Para la académica de la Facultad de Comunicación y Letras de la UDP, Macarena Peña y Lillo, este no es un tema menor y advirtió que no es el número de apariciones lo que debería llamar la atención, sino el tono y los temas que aborda el Mandatario en sus apariciones. “Esto tiene que ver con un tema de credibilidad, porque nosotros conocemos a estos personajes, sabemos que Mañalich y Piñera son personas soberbias, personas que les cuesta reconocer errores, el Presidente ha faltado a la verdad en algunas oportunidades y cuando se paran con una actitud soberbia, claramente no te lleva a la tranquilidad, porque esto no se interpreta desde el vacío, sino que desde un contexto donde la credibilidad venía por el suelo”.
Desde La Moneda insistieron en que el tono que Piñera le ha conferido al manejo de la crisis sanitaria no responde a una estrategia consensuada, sino que más bien a decisiones en su fuero interno. En todo caso, no son pocos en el oficialismo que atribuyen cierta responsabilidad a la influencia que ejerce el jefe de asesores del segundo piso, Cristián Larroulet. “El sostén de Piñera sigue siendo el núcleo de Libertad y Desarrollo, esa elite ciega que cree que todos los problemas fuera de las cifras macro son irreales, dando rienda suelta a una satisfacción autocumplida”, sentenciaron en la propia derecha.
No pocos han tomado nota respecto a que Larroulet permanentemente retuitea al exministro de Cultura, Mauricio Rojas –de quien se sabe sigue de «orejero» a la distancia del segundo piso de Palacio– con publicaciones sobre Piñera del tenor que “en tiempos difíciles comenzamos a apreciar lo importante que es tener un Presidente como el que reconstruyó el país después del 27/F y rescató a los 33. Cadem: Aprobación del Presidente Piñera continúa al alza y alcanza 21%” o que la “extraordinaria capacidad de Chile para contener la mortalidad entre los contagiados, descuella a nivel mundial mostrando la fortaleza y buena conducción de su sistema de salud”.
El analista político Tomás Duval precisó que, si bien la estrategia del Gobierno frente a la pandemia conjuga capacidad de hospitalización y datos, «la que hasta ahora parece funcionar», el punto débil y peligroso está en que no tiene espacio para «ningún margen de error”.
Pero el coronavirus y el excesivo protagonismo no han sido los únicos problemas que ha tenido Piñera en estas semanas. El choque entre La Moneda y un sector de Chile Vamos por la insistencia –recursos ante el Tribunal Constitucional incluidos– para que el indulto conmutativo beneficie también a los reos de Punta Peuco, no ha sido menor, al punto que en el propio oficialismo se reconoció que en la coalición “se ha actuado con un grado de irresponsabilidad”.
Pero, por otro lado, en la derecha también dijeron que se ha actuado a partir de una “convicción” y que no se puede olvidar que la mayoría de las bases de los dos principales partidos de Chile Vamos –UDI y RN– han sido defensores de la dictadura militar.
Desde La Moneda reconocieron que este ha sido un flanco que no esperaban resultara tan complejo de maniobrar, es más, no les cayó nada de bien que la mayoría de su propia coalición considerara un «mero saludo a la bandera» el gesto que se hizo desde Palacio de reponer la Ley Humanitaria, proyecto que sí contempla el beneficio a los condenados por delitos de lesa humanidad mayores de 75 años con enfermedad terminal.
Para el Presidente Piñera este no es un tema menor, pues uno de sus más preciados relatos es sacar a relucir su condena a las violaciones de los Derechos Humanos, haber sido el que cerró el penal Cordillera y fustigó a los cómplices pasivos de la dictadura en su primer Gobierno. Por eso, ayer en los sectores de Chile Vamos que más han presionado con el tema, valoraron que el Primer Mandatario se amarrara con la frase que todas las personas «tienen derecho a una muerte digna”, porque con ello les concedió un punto en el debate. «Se perdió la guerra pero se ganó una batalla», recalcaron desde la UDI.
En Palacio se resguardaron de las críticas sacando a colación la declaración en esa misma línea de Human Rights Watch, a través de su representante para América Latina, José Miguel Vivanco, y la del exgobernante Ricardo Lagos. “Con eso el Presidente descansa tranquilo”, agregaron.
Esta discusión puso otra vez sobre la mesa la eterna pugna entre las dos almas de la derecha, la liberal y la conservadora, como también cuál de ambas es la que predomina en las decisiones del Presidente. Al respecto, el académico de la universidad de Milán, Kenneth Búnker, dijo que “el problema es que, a pesar de que estos tres ministros (Gonzalo Blumel, Karla Rubilar e Ignacio Briones) puedan venir con una aproximación más blanda, Piñera sigue abarcando mucho poder centralizado, es decir, más allá de las cuñas, Piñera sigue controlando la agenda y, obvio, la mano invisible de Larroulet sobre el esquema principal del Gobierno es notorio”.
El vicedecano de la Universidad del Desarrollo, Rodrigo Arellano, agregó que “es posible que se abra algún tema, pero tengo la impresión que habiendo tantas otras prioridades, sin minimizar (…), creo que hay temas más relevantes en salud, empleo, educación, que tengo la impresión que va a ser un tema muy de elite y de elite de derecha”.