Con el plebiscito por delante y la cuenta regresiva para firmar o no un pacto electoral para los gobernadores regionales y luego las municipales, la oposición mira expectante la oportunidad de dar un giro y romper el hielo, que les permita generar una épica que haga posible ensamblar o acercar posiciones con miras a transformarse en un bloque capaz de ofrecer gobernabilidad y evitar un Gobierno de continuidad. Pero mientras aquello sucede, subyacen transversalmente las viejas rencillas, pasadas de cuenta de gobiernos anteriores, diferencias insostenibles y falta de liderazgos, elementos que se han transformado en una pesada mochila que cada día parece más difícil cargar. Situación que ubica al sector en la parte baja de la tabla, más abajo que el Gobierno, y eso que el Gobierno ya está muy abajo.
Paso a paso, es también, pero de manera no oficial, la consigna con la que la oposición buscará encontrar el camino que le dé una personalidad en común, una entidad capaz de, al menos, trasmitir hacia la ciudadanía aires de gobernabilidad y demostrar –en la medida de lo posible– que tienen la capacidad de ser una alternativa al Gobierno de Chile Vamos. Y si bien no todos están plenamente de acuerdo con la jerarquía de las prioridades, la mayoría establece el plebiscito como el primer gran objetivo, para al menos generar un relato común, y con eso romper el hielo, que más parece un iceberg y que tiene al sector, hoy por hoy, en la parte baja de la tabla. Más abajo que el Gobierno, y eso que el Gobierno ya está muy abajo.
El problema es que, más allá de los intentos hasta ahora poco fructíferos, subyace transversalmente una ruma de “facturas por cobrar” entre unos y otros, y más complejo todavía, un nivel de desconfianza de difícil tratamiento. Sin dirigentes capaces de posicionarse como referentes y de “romper huevos” –como recalcaron–, sumado esto a una compleja matemática política que comprende no solo un amplio abanico, sino también expresiones bastante alejadas unas de otras de como generar algún tipo de mecánica, la oposición entró a la recta final para dar o no con un sentido común que los enriele, “aunque sea en vagones separados”, explicaron.
La cuenta regresiva ya comenzó y, con el plebiscito por delante, y las elecciones de gobernadores regionales y luego las municipales, el sector se encuentra aún lejos de acordar la fórmula para enfrentar a un conglomerado oficialista que llega más unido y con la disposición de enfrentar las diferentes elecciones con lista única, lo que de por sí les entrega una mayor fuerza electoral. De ir separados, como se espera suceda al menos para la elección de gobernadores, la respuesta que se encuentra entre la mayor parte de los dirigentes consultados es que, a pesar de que el oficialismo también está por los suelos, la posibilidad de que repitan se acrecentaría a niveles casi inalcanzables.
El primer paso sería el plebiscito y el proceso constituyente. Varios coinciden en que es en ese espacio donde se puede encontrar la épica, y de esta manera rebasar a los tan vapuleados partidos políticos y así alcanzar a tocar a una sociedad que, si bien dice no sentirse representada por el eje izquierda, derecha o centro, con un 72%, como lo demostró la última encuesta CEP, sigue siendo la izquierda y centroizquierda la que mayor porcentaje de identificación presenta, con 15%, seguida de la derecha y la centroderecha con un 7%, y el centro con 6%.
Para el analista Carlos Correa, el cambio de eje que formuló La Moneda con su nuevo gabinete, y que lo posicionó en línea con el Rechazo, trasladó el debate plebiscitario a uno entre Gobierno y oposición. De esta manera, señaló que “la nueva Constitución es la epopeya de la nueva oposición. Así como el plebiscito contra Pinochet fue el plebiscito para una nueva oposición que se armó en torno a ese mínimo, que era sacar a la dictadura, la Constitución ahora es el mínimo». Y la reunión de anoche que sentó vía Zoom a todos los comandos por el Apruebo en busca de un relato común, es un síntoma que –aseguró Correa– no es baladí.
Pero antes del 25 de octubre se cruza una fecha fundamental, y aquí comienzan los nudos que llevan todo a foja cero, y a la mayoría a volver a poner los pies sobre la tierra. Se trata del 26 de septiembre, fecha límite para inscribir las eventuales primarias por pacto para la elección de gobernadores regionales y alcaldes, a realizarse 60 días después.
Y si bien el principal factor para que aún no haya claridad del todo es la falta de certezas, como lo es si se aprobará o no la ley de inhabilidades, o si se mantiene o no la fecha de elección de gobernadores, la que el Gobierno apuesta a modificar, las primeras definiciones entre los partidos de la oposición se alejan bastante unas de otras.
En el caso de la Democracia Cristiana, la idea es llevar a cabo primarias abiertas “en las 345 comunas del país”, una definición que no es compartida en el resto de los partidos, para los que, a pesar de no haber decidido todavía cómo actuar, la mecánica que más se acerca a la realidad apunta a los pactos por omisión. En este sentido, se instala el problema de la “política de los afectos”, como señalaron. Y es que pactar con la DC abre demasiados flancos en un momento de extrema sensibilidad en las relaciones internas del sector.
Y es en este escenario donde las antiguas rencillas salen a flote y hacen de la épica que tanto se busca instalar un intento más voluntarista que real.
En medio de la discusión aparece la Democracia Cristiana como el partido factor a la hora de las determinaciones mayores, ya que su “pasado reciente y su presente la condenan”, acusaron desde las demás colectividades que fueron parte del mismo conglomerado en el Gobierno de Michelle Bachelet.
Nadie duda que las relación del denominado eje PS-DC se encuentra en su peor momento y, si bien el mandato del Comité Central del PS hacia la directiva es seguir apostando por una oposición que cruce desde la Democracia Cristiana al Frente Amplio, fuentes al interior del partido liderado por Álvaro Elizalde acusan una casi total desafección con su pares de la falange.
Y es que no se olvidan –señalaron– del papel que jugó ese partido durante el Gobierno de la Nueva Mayoría, el que fue calificado como “la piedra en el zapato” del proyecto colectivo. Aunque algunos le tratan de bajar el perfil, no son pocos los que aseguran que esas cuentas se están cobrando hasta el día de hoy, y que están sobre la mesa a la hora de llegar a cualquier tipo de acuerdo. A eso se suma la corriente a la que se arrimó la actual directiva en un principio y que siguió la teoría del camino propio, es decir, una DC más pequeña pero más influyente, alejada de los sectores más allegados a la izquierda.
Desde el PS la mayoría de los consultados apuntan a que, después del estallido social y dado el actual contexto, hubo un movimiento de terreno hacia la izquierda, lo que dificulta aún más en el corto plazo sentarse y mirar el “panorama grande” con la Democracia Cristiana.
En segundo término, el accionar de la actual directiva que veló por el reperfilamiento del partido en los dos primeros años del actual Gobierno, dejo heridas en todo el amplio sector, y los acuerdos entre la falange y el Gobierno en las materias previsional, laboral y tributaria. Aquella ha sido una de las razones para que desde Convergencia Progresista (PS, PPD, PR) no le hayan abierto las puertas para ingresar, pues su sola presencia complica mucho el acercamiento con el Frente Amplio, sector que genera, al día de hoy, una mayor adhesión en un amplio sector del socialismo y también de sus pares.
Aquello también explica la renuencia del Partido Radical para pactar con quienes venían haciendo carrera desde hace un tiempo a la fecha en diferentes instancias. Fue resolución del último consejo general, que determinó ir en una lista sin pactos.
En el caso del PPD, las definiciones no están del todo claras, pues primero tiene que resolver la interna que tiene al partido dividido en dos, entre girardistas vdonde cabe el presidente de la tienda, Heraldo Muñoz– y el eje de los senadores Felipe Harboe y Ricardo Lagos Weber, lo que ha provocado un grado de ingobernabilidad difícil de subsanar, por ende, lejos de poder asentarse en una política de alianzas con mayor claridad, recalcaron.
Como si eso no fuera suficiente, los cambios en las directivas de Comunes y de Convergencia Social le agregaron incluso mayor complejidad a los acercamientos o pactos entre unos y otros. En el caso del primero, donde Javiera Toro dejó la testera, su reemplazo, Jorge Ramírez, es más de una mirada hacia la izquierda y distanciada de la herencia concertacionista. Si bien eso no significa que descarten un acuerdo amplio, en este momento tienen como prioridad fortalecer a las fuerzas de izquierda, razón por la que ven en el PC y la Federación Regionalista unos aliados más interesantes.
En el caso de Convergencia Social, que también tuvo cambio de directiva, pero en este caso ganó la de la continuidad de la expresidenta Gael Yeomans, aparece Alondra Arellano, de la lista Reimpulsar la Izquierda, que disputó la elección interna contra la candidata de Gabriel Boric, Diego Ibáñez y Gonzalo Winter, el espacio que se había abierto a pactar mirando más hacia el centro.
En estos momentos, la pugna al interior del FA apunta a si hay que fortalecer el proyecto o terminar por dar por cerrada la etapa Frente Amplio y ceder paso a un nuevo proyecto con mayor amplitud. La pregunta que está instalada es para dónde se amplía. Los Liberales encabezados por Vlado Milocevic y RD, al menos, ven en el centro democrático el espacio de crecimiento.
En este escenario convulso y sin mucha claridad, el Partido Comunista toma palco, pues se encuentra en el mejor de los mundos, aclararon, considerando que el haberse alejado de los partidos de la antigua Nueva Mayoría logró, de alguna manera, volver a perfilarlos más hacia la izquierda, ganándole un espacio al terreno que por un momento parecía que se los había arrebatado el Frente Amplio. Aquello, complementado con que cuentan con el candidato presidencial mejor perfilado del sector, lo que les otorga un mucho mayor margen a la hora de negociar que en cualquiera de sus anteriores aventuras electorales.
El último de los nudos, y que se estila de manera transversal al interior de la otrora Nueva Mayoría, son sus dirigentes, y los que acusan de falta de liderazgo, de carecer de habilidades blandas y de falta de experiencia para liderar en momentos de crisis. De esta manera, no son pocos los que ven en sus nombres un factor en específico para que no haya existido previamente mayores acercamientos, pues sus menciones generarían un “muy amplio rechazo no solo en las internas de cada una de la tiendas, sino también en los demás partidos del sector”, apuntaron.
En este contexto, no es mucho lo que se puede esperar, plantearon resignados varios de los consultados, ya que en el caso de la Democracia Cristiana, las elecciones internas se desarrollarían recién en enero del próximo año, en tanto en el PPD se extendió el mandato, debido a la crisis sanitaria, hasta mayo del 2021, y en el caso del PS, estas se hallan agendadas para finales del año entrante.
Por ahora, la apuesta mayor estaría en la fuerza centrípeta que conlleva la posibilidad real de acceder al poder una vez que se imponga el Apruebo en el próximo plebiscito.
Hasta el momento sin claridad sobre cómo caminar hacia el futuro, una de las tesis que cobra sentido, pero de la que no se ha ahondado, es la de la “geometría variable”, que puso sobre la mesa tiempo atrás el presidente del PPD, Heraldo Muñoz.
Esta consiste en analizar una por una las diferentes elecciones que se vienen por delante y, según la necesidad, pactar en diversos niveles de compromiso, como lo son el estratégico, el programático y el electoral. Una visión que es compartida por la mayoría, pero –como advierten– “una cosa es el papel, y la otra la realidad”, dando a entender que son varios los nudos aún por resolver para poder aplicar la teoría.
La otra mirada que ha tenido una aceptación desde la DC hasta el PC, sin nadie haber oficializado nada aún, es la propuesta hecha por el analista DC, Víctor Maldonado, quien apuesta a las dos izquierdas. De esta manera, señaló que “muy probablemente, el camino hacia la unidad sea la constitución de dos grandes referentes, uno de izquierda, otro de centroizquierda (…). Es un pacto de gobernabilidad de la centroizquierda para apoyar a uno de los nuestros, pero no todos tienen que entrar a un Gobierno de centroizquierda, o de izquierda, pero sí vamos avanzando en la construcción de espacios comunes. Si Jadue gana y tiene ocho proyectos, y tenemos harto consenso en cinco, ese Gobierno parte sabiendo que tiene mayoría en cinco y quedan tres, pero no parte de la nada, con el rechazo mayoritario de todos los que no están en el Gobierno”.
Desde Chile 21, también han presentado una apuesta para aunar criterios y la búsqueda de los mínimos comunes, a través de una serie de acciones que buscan poder entregar un diagnóstico previo al plebiscito. Se trata de un cuestionario a los diferentes presidentes de partidos de la oposición, para de esta forma encontrar los nudos y lograr hacer una escala de las diferentes complejidades al interior del sector, esto con el fin de poder comenzar con el diseño de un programa de Gobierno desde la antigua Nueva Mayoría al Frente Amplio.