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¿Fuera de control?: los ministros Allamand y Desbordes se resisten a ser actores secundarios PAÍS

¿Fuera de control?: los ministros Allamand y Desbordes se resisten a ser actores secundarios

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En el Gobierno nadie esperaba realmente que la llegada de ambas figuras de RN al gabinete fuera inocua y que de un día para otro se olvidaran del traje de dirigente o parlamentario, para asumir el de secretario de Estado. Pero las declaraciones políticas de Desbordes y Allamand no estaban en el libreto de nadie y obviamente, por lo mismo, no pasaron inadvertidas en Palacio. En el seno del Ejecutivo reconocieron que hay molestia con el hecho de que ninguno de los dos ministros tuviera algún grado de «consideración» con la responsabilidad que el Mandatario les confirió y más aún con el objetivo de calmar las tensas aguas de la coalición oficialista, un malestar que llegó hasta la oficina del propio Piñera, quien ya habría hecho saber de su disgusto con ambos, pero especialmente con el canciller.


A veces el remedio es peor que la enfermedad y todo apunta a que La Moneda está en riesgo de que eso termine sucediendo con la estrategia de incorporar a Andrés Allamand y Mario Desbordes al gabinete, con el evidente y sabido objetivo de neutralizar el papel político que ambos cumplían en la discusión pública del oficialismo. El 28 de julio, el entonces senador juró como ministro de Relaciones Exteriores y el timonel de RN hizo lo mismo como titular de Defensa, ante lo cual no pocos en las oficinas de Palacio sonrieron, al pensar que se había enfriado un conflicto relevante en Chile Vamos. Sin embargo, la resistencia de ambas autoridades a asumir un papel político secundario, no solo complicó al Presidente Sebastián Piñera con el tema de la prescindencia ante el plebiscito de octubre, sino que también dejó en evidencia el poco control que tiene sobre sus mediáticos ministros.

Por las características de las materias que deben tratar, los ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa difícilmente se ven involucrados en discusiones de la coyuntura política, salvo que algún hecho de la agenda vinculado a sus tareas amerite que se pronuncien, pero a poco andar, Desbordes y Allamand trasgredieron esta regla. El domingo 9 de agosto, el extimonel de RN dio una extensa entrevista en El Mercurio en la que se explayó sobre política contingente y en la que precisó que “la derecha social es incómoda para un sector que ha controlado por 30 años, qué decir para ser de centroderecha”.

Una semana después, este domingo 16, el ministro Allamand hizo lo propio en las mismas páginas. Dijo que el Gobierno se va a reperfilar si termina con el parlamentarismo de facto, que la primera tarea de su par de Interior, Víctor Pérez, tenía que ser «ordenar la casa», que el manejo de la pandemia está teniendo buenos resultados e, incluso, opinó sobre la opción presidencial del alcalde de Recoleta, Daniel Jadue (PC). Pero el canciller fue más allá que Desbordes, porque esa misma noche participó en el programa «Estado Nacional», donde dijo: “Yo soy una persona que estoy resueltamente en favor del Rechazo, considero que el camino del Rechazo es de certidumbre, institucional, que no tiene ninguno de los baches, de los desvíos que tiene el camino del Apruebo”.

En el Gobierno nadie esperaba realmente que la llegada de Allamand y Desbordes al gabinete fuera inocua y que de un día para otro se olvidaran del traje de dirigente o parlamentario para asumir el de secretario de Estado. No por nada, dado el perfil de ambos, en Palacio se hicieron algunas concesiones, como por ejemplo –dijeron en La Moneda– se les incorporó de manera excepcional en el chat de ministros del comité político, donde efectivamente se plantean discusiones más de fondo sobre el rumbo de la administración piñerista con un tono más de coordinación, porque no se les integró en el que sí está el Presidente Piñera.

[cita tipo=»destaque»]Si bien internamente en Chile Vamos reconocieron que el debate de la prescindencia que forzó Allamand «mató los efectos positivos que pudo tener el cambio de gabinete”, hoy la preocupación mayor en Palacio apunta a cómo el Mandatario navega entre las dos aguas de su gabinete y no muere políticamente en el intento. Porque en la lista de riesgos que corre Piñera, está quedar ubicado en el lado de los derrotados la noche del 25 de octubre por no haberse pronunciado y que, de paso, la consulta constitucional tácitamente se transforme en un plebiscito respecto a su propia gestión. Por eso, en el entorno del Gobierno y en Chile Vamos hay sectores que esperan que el Presidente, más que llamar al orden a los ministros Desbordes y Allamand, va a tener que ser «más inteligente» y jugar un papel de conductor, de aglutinador de la derecha, poniendo el foco en el tipo de Constitución que se debería elaborar.[/cita]

Pero las declaraciones políticas de Desbordes y Allamand no estaban en el libreto de nadie y obviamente, por lo mismo, no pasaron inadvertidas en Palacio. En el seno del Gobierno, reconocieron que hay molestia con el hecho de que ninguno de los dos ministros tuviera algún grado de «consideración» con la responsabilidad que el Mandatario les confirió y más aún con el objetivo de calmar las tensas aguas de la coalición oficialista, un malestar que llegó hasta la oficina del propio Piñera, quien ya habría hecho saber de su disgusto con sus dos secretarios de Estado, pero especialmente con el canciller.

No es para menos, porque desde el oficialismo explicaron que la performance de ambos secretarios de Estado dejó en evidencia algo no menor: la falta de liderazgo y sobre todo el poco control que tiene el Presidente Piñera sobre su propio equipo ministerial. «Chile Vamos le intervino el gabinete y el Mandatario perdió el control de este. El problema es que no tiene la fuerza para reordenarlo. Esto es reflejo del desorden interno», sentenció un asesor gubernamental.

No solo al Mandatario le cayeron como piedra las declaraciones de sus ministros, porque si bien el asunto no se ha tratado en la mesa del comité político, en el Gobierno confirmaron que sí se ha instalado un grado de incomodidad de los secretarios de Estado con sus mediáticos pares, porque precisamente no estarían cumpliendo con el rol “técnico y de bajo perfil” que estaba presupuestado en el diseño original. No se trata de que el ministro del Interior o su par de la Segpres, Cristián Monckeberg, sean «peso mosca», pero sí ha sido comentario obligado en el gabinete que las opiniones de Allamand y Desbordes en materias que no les corresponden ni son de estos ministerios, han dado la señal de «pasar a llevar» a sus colegas, como también de complicarle internamente las cosas al Primer Mandatario.

Eso sí, internamente se ha hecho una diferencia entre Desbordes y Allamand, porque aseguraron que el ministro de Defensa sí respetó la prescindencia que había ordenado el Presidente Piñera hace un tiempo sobre el plebiscito del 25 de octubre,  ya que, consultado al respecto, incluso evitó mencionar la palabra Apruebo: «Voy a respetar, no voy a hacer campaña por la opción que yo apoyo”. No así el canciller, a quien no solo la oposición acusó de actuar como «activista del Rechazo», sino que con sus dichos forzó además una discusión pública en el Gobierno sobre la posición de los integrantes del gabinete en la consulta constitucional, una que el Mandatario estaba esquivando y obligó, por lo mismo, a apurar un instructivo de comportamiento, pese a que las instrucciones al respecto eran claras.

Una cosa es que al interior de Palacio y Chile Vamos esté instalado el debate sobre cómo proceder de aquí en más y otra muy diferente –recalcaron en el Gobierno– es que el nuevo canciller marque la pauta “aprovechándose de un vacío” e imponga una agenda de temas que es ajena a la voluntad del Presidente Piñera. «Fue un error creer que Allamand sería un factor de orden interno en el gabinete», recalcaron desde el entorno del propio Gobierno.

El académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, Daniel Brieba, señaló que “creo que es más problemático para el Gobierno de Piñera que sus ministros empiecen a hablar de políticas que le corresponde al Gobierno definir, pero no a ese ministerio. Eso puede ser complicado, porque desordena la agenda. Si Allamand se pone a opinar de cosas que le corresponden al Ministerio del Interior definir o a otro ministerio, es un problema si no se ha coordinado antes, le abre un flanco de desorden al Gobierno y el desorden era justamente lo que se quería evitar con este gabinete más político”.

Brieba agregó que “cuando tengo pura gente de bajo tonelaje político en el gabinete, van a ser más subordinados  al Presidente, pero no van a poder ordenar mucho al Congreso, porque no son líderes partidistas, en cambio, si meto a gente de mayor tonelaje, van a poder ordenar mejor al Congreso y a sus partidarios legislativos, pero van a  tomarse más libertades, porque van a ser menos subordinados al Presidente”.

El académico de la Universidad de Milán, Kenneth Bunker, advirtió que “evidentemente para un Gobierno con baja popularidad, que se ve impedido de legislar, que no tiene control de la agenda y que tiene alta fragmentación interna, esto no es una situación que ayuda. Si los intercambios de los dos ministros van a seguir, eso es una mala noticia para el Gobierno”.

Nudo ciego

Los dichos del ministro Allamand sobre el plebiscito no solo forzaron un debate, sino que además reflejaron un problema que Piñera trato de ocultar bajo la alfombra con el último cambio de gabinete. Su coalición, Chile Vamos, tiene una fractura, una que no solo se expresa en la división abierta que hay sobre el Rechazo o el Apruebo a una nueva Constitución el 25 de octubre, sino que responde también a dos almas que se han incubado en la derecha, que incluso desde antes del estallido social del 18 de octubre han chocado y se han enfrentado. Son dos visiones, dos miradas políticas de lo que debe ser la derecha y el papel que debe jugar, dos mundos que han estado representados precisamente por el conservadurismo de Allamand y el enfoque social de Desbordes.

Por eso que las declaraciones políticas de ambos ministros son mucho más profundas que simples salidas de libreto. «El problema de fondo es que, hasta antes del cambio de gabinete, Chile Vamos estaba dividido. Ahora la coalición está dentro del gabinete, pero sigue dividida, esa división superará el 25 de octubre, va a seguir intacta. Hay dos almas de Chile Vamos dentro del gabinete y ese es el nudo ciego en que está hoy La Moneda”, advirtió un histórico de Renovación Nacional.

Por estos días, dicha fractura se manifiesta y complica sobremanera a La Moneda con miras al plebiscito. No solo están las dos posiciones, del Apruebo y el Rechazo, sino que además desde este último sector se ha evidenciado un permanente intento por poner en tela de juicio la realización y contenido de la consulta, con diversas propuestas o proyectos de última hora. Desde la propia derecha reconocieron que esa «inconsistencia» y «falta de compromiso con los acuerdos adoptados», le hace un flaco favor al Presidente Piñera y el rol de garante que debe cumplir todo Mandatario y Gobierno con cualquier proceso electoral.

Si bien internamente en Chile Vamos reconocieron que el debate de la prescindencia que forzó Allamand «mató los efectos positivos que pudo tener el cambio de gabinete”, hoy la preocupación mayor en Palacio apunta a cómo el Mandatario navega entre las dos aguas de su gabinete y no muere políticamente en el intento. Porque en la lista de riesgos que corre Piñera, está quedar ubicado en el lado de los derrotados la noche del 25 de octubre por no haberse pronunciado y que, de paso, la consulta constitucional tácitamente se transforme en un plebiscito respecto a su propia gestión. Por eso, en el entorno del Gobierno y en Chile Vamos hay sectores que esperan que el Presidente, más que llamar al orden a los ministros Desbordes y Allamand, va a tener que ser «más inteligente» y jugar un papel de conductor, de aglutinador de la derecha, poniendo el foco en el tipo de Constitución que se debería elaborar.

«Lo importante no siempre son los caminos y lo quiero decir con mucha franqueza. En Chile Vamos los caminos Apruebo, Rechazo, nos han dividido, pero el puerto de destino que es la Constitución que queremos para Chile, nos une (…). Espero que podamos levantar nuestra vista y no quedarnos solamente en el Apruebo o el Rechazo, sino que empezar a hablar del fondo, qué Constitución queremos para Chile, para nuestros hijos y los que vendrán», dijo ayer el Presidente Piñera en una actividad.

Palabras de las cuales en el oficialismo algunos tomaron nota, las consideraron «un avance» que sacó al Mandatario «del atrincheramiento en que se encontraba” y que reflejan, agregaron, que Piñera detectó el problema que tiene en el seno de su Gobierno y que sabe cuál es la ruta para tratar de solucionarlo: poner el foco del oficialismo en el contenido de la nueva Constitución. Incluso, en la derecha hay quienes consideran que el Presidente debería ser arriesgado, «jugársela» por ponerse en el lado de la opción del Apruebo en el plebiscito, para evitar quedar como derrotado en octubre y apostar por marcar la pauta, un liderazgo en el debate constitucional, no dejar que otros ocupen ese espacio.

El problema de esa fórmula, reconocieron en Chile Vamos, es que la UDI jamás va a permitir que el Presidente Piñera haga una cosa así, porque el gemialismo no va a ceder un ápice en su posición de no querer tocar la «gran obra» de Jaime Guzmán que es la Constitución de 1980.

Punto de no retorno

Es un problema para el Gobierno que los ministros de Defensa y Relaciones Exteriores cruzaran la línea para entrar al debate coyuntural, pero es un conflicto mayor la certeza que hay internamente en el oficialismo sobre que Allamand y Desbordes marcaron un punto de no retorno en ese sentido. “Nada evitará que sigan hablando”, advirtieron en el entorno de la administración piñerista.

Eso, porque desde Chile Vamos, más específicamente desde Renovación Nacional, plantearon que lo que han hecho tanto Allamand como Desbordes es «hablarle a su público” al interior del partido y, por lo mismo, tratar de no perder del todo el espacio que construyeron antes de entrar al gabinete.

Es sabido que el día del cambio de gabinete abundaron las caras  de sorpresa en RN, que fueron muchos los “viudos” del liderazgo que Desbordes y Allamand ejercían, dos figuras que no solo marcaban la agenda con sus declaraciones, sino que inclinaban la balanza en cualquier debate, movilizaban la interna del partido, aglutinaban huestes, parlamentarios e, incluso, le imprimieron cierta mística a la colectividad. Más allá de las declaraciones públicas de buena crianza, ambos recibieron bastantes críticas en reserva por la «orfandad» en que dejaron a sus sectores al jurar como ministros, porque quienes se cuadraron con uno u otro pagaron costos, enfrentaron consecuencias de distinta índole, y porque no dejaron relevos que realmente llenen el vacío.

“Quedaron varias heridas abiertas”, apuntó una fuente desde el Parlamento ligada al sector de Mario Desbordes, y el sentimiento de decepción aún embarga a varios, agregó. Por eso, en la derecha afirmaron que los dos ministros han tratado de mantenerse presentes a ojos de sus sectores y que eso explica, en parte, las declaraciones políticas que han dado y que generaron dolores de cabeza en La Moneda.

Al respecto, el analista Tomás Duval explicó que ambos ministros cuentan «con altos grados de influencia interna, en la cual Desbordes tiene ventaja, ya que ha sido dos veces secretario general y una presidente, y Allamand también, por su reposicionamiento con el Rechazo, por lo tanto, creo que permanecerán con altos grados de influencia, más uno que el otro, en la futura conducción del partido. Ello quedó de manifiesto en el rol de Desbordes en la presidencia interina del senador Prohens, desactivando y postergando la competencia interna. En el fondo los resultados del ciclo electoral marcarán decisivamente las futuras conducciones de RN. Donde me parece que Desbordes tiene ventaja sobre Allamand».

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