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El mundo al revés o la estrategia de La Moneda para capitalizar el primer aniversario del estallido social PAÍS

El mundo al revés o la estrategia de La Moneda para capitalizar el primer aniversario del estallido social

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Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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Es cierto que el Gobierno se encuentra en medio de los cuestionamientos por su apoyo irrestricto al manejo de Carabineros de las movilizaciones sociales, a pesar de las nutridas acusaciones de violaciones de derechos humanos, y que está la acusación constitucional que deberá enfrentar a partir de la próxima semana el ministro del Interior, Víctor Pérez (UDI), junto con un plebiscito ad portas, respecto al cual más de la mitad del oficialismo y el Ejecutivo están instalados en la vereda del Rechazo a una nueva Constitución, que –según todas las encuestas– debería ser la alternativa derrotada en las urnas. Pero, no obstante todo eso, en La Moneda y la derecha están sonrientes y tranquilos, porque hasta ahora les ha funcionado la estrategia desplegada para no solo sortear el primer aniversario de este 18 de octubre, sino además sacar dividendos políticos de este, en parte gracias a los errores y deficiencias de la oposición. 


Cientos de veces se dijo, durante estos meses, que el estallido social tiró al tacho de la basura el programa de Gobierno de la segunda administración de Sebastián Piñera. Es más, fue tal el impacto y la magnitud de la revuelta de esas semanas, que el Mandatario estuvo literalmente contra las cuerdas, con un ruido de sables en el ambiente y públicamente cuestionado en su capacidad de gobernar para asegurar cuotas mínimas de estabilidad al país, al punto que instaló la percepción de que el Presidente había pasado a ser parte del problema. No solo eso, la consecuencia directa de lo sucedido fue un proceso constituyente con un plebiscito de apertura –que se realizará este 25 de octubre– que jamás estuvo en los planes de la derecha y que la ha dividido profundamente. Pero, así y todo, ante lo que podría ser una amarga fecha, La Moneda apuesta por sacar varios réditos políticos en este primer aniversario del 18 de octubre, en parte gracias al desorden imperante en la oposición, por lo que ha desplegado una estrategia no menor para obtenerlos.

Y eso que el Gobierno se encuentra en medio de los cuestionamientos por su apoyo irrestricto al manejo de Carabineros de las movilizaciones sociales, a pesar de las nutridas acusaciones de violaciones de derechos humanos, y que está la acusación constitucional que deberá enfrentar a partir de la próxima semana el ministro del Interior, Víctor Pérez (UDI), junto con un plebiscito ad portas, respecto al cual más de la mitad del oficialismo y el Ejecutivo están instalados en la vereda del Rechazo a una nueva Constitución, que –según todas las encuestas– debería ser la alternativa derrotada en las urnas. Pero, no obstante eso, en La Moneda y la derecha están sonrientes y tranquilos.

Los abrazos y la euforia que se apreciaron este martes 13 en el hemiciclo de la Cámara de Diputados, entre autoridades Gobierno y parlamentarios del oficialismo, con el rechazo a la acusación constitucional contra el ex ministro de Salud, Jaime Mañalich, fueron la mejor prueba de ese clima, porque otra vez la falta de visión y cohesión política de la oposición le permitió a La Moneda no solo tener un respiro político, sino también administrar una imagen fortalecida, mientras los partidos de centroizquierda e izquierda llevan dos días rasgando vestiduras y cruzando recriminaciones mutuas.

[cita tipo=»destaque»]La Moneda ha mantenido intacta su estrategia de «dividir para gobernar», la misma de antes del estallido, cuando el Mandatario –frente al rechazo del salario mínimo y la amenaza de que fracasara su reforma tributaria– calificó a la oposición de antipatriotas y la acusó de obstruccionista por negar “la sal y el agua”. Con la misma lógica, ahora el discurso es la izquierda institucional y la que no lo es, que es aquella que avala la violencia, apuesta en la que en el Gobierno reconocieron que los dichos del presidente del PC, Guillermo Teillier –que afirmó que “si el Gobierno y las fuerzas represivas como Carabineros consideran que son violentistas los manifestantes, entonces si digo que no debe haber violencia, quiere decir que digo no salgan a manifestarse y eso no lo diré”–, le regalaron a La Moneda todo el «piso» político y comunicacional para exprimir esa veta.[/cita]

Desde el seno de La Moneda afirmaron que uno de los principales ganadores del episodio de la fallida acusación a Mañalich es el Presidente Piñera. Las cuentas en Palacio son que, a pesar de bordear solo el 20% del apoyo ciudadano, su defensa irrestricta a la labor ejercida por su exministro de Salud habría dado sus frutos y, contra todos los pronósticos, llegaría a este domingo con un mayor margen de maniobra política del que el propio Gobierno tenía presupuestado hace unas semanas para enfrentar el primer aniversario del estallido social.

El analista político Mauricio Morales señaló que “una máxima para toda oposición es que, en caso de embarcarse en una acusación constitucional, lo primero que se debe asegurar es contar con los votos. De lo contrario, esa oposición se expone a dos resultados negativos que terminan por potenciar al Gobierno. Primero, colocar a ese Gobierno como ganador. Es más, en el caso de este Gobierno, la oposición le está dando oxígeno, porque venía ahogado en todos los frentes. Segundo, provocar un quiebre absurdo e innecesario dentro de la oposición, trasladando el conflicto hacia adentro y no hacia afuera”.

La Moneda ha mantenido intacta su estrategia de «dividir para gobernar», la misma de antes del estallido, cuando el Mandatario –frente al rechazo del salario mínimo y la amenaza de que fracasara su reforma tributaria– calificó a la oposición de antipatriotas y la acusó de obstruccionista por negar “la sal y el agua”. Con la misma lógica, ahora el discurso es la izquierda institucional y la que no lo es, que es aquella que avala la violencia, apuesta en la que en el Gobierno reconocieron que los dichos del presidente del PC, Guillermo Teillier –que afirmó que “si el Gobierno y las fuerzas represivas como Carabineros consideran que son violentistas los manifestantes, entonces si digo que no debe haber violencia, quiere decir que digo no salgan a manifestarse y eso no lo diré”–, le regalaron a La Moneda todo el «piso» político y comunicacional para exprimir esa veta.

En Palacio agregaron que lo que se espera en estos días es que el Gobierno se haga del “clamor” de las manifestaciones y que, en un discurso previsto para este domingo 18 de octubre, sea el propio Piñera quien dé cuenta de los avances en materia de la agenda social y remarque que el plebiscito del 25 de octubre fue la respuesta institucional al estallido guiada desde La Moneda.

En el Ejecutivo no han perdido el tiempo. La carta “rompe filas” de poner el foco en los hechos de violencia que ocurren en las manifestaciones e instalar la idea de que la oposición los avala al no condenarlos, “sigue funcionando a la perfección”, agregaron en la sede del Ejecutivo, considerando que a sus ojos los partidos de centroizquierda e izquierda siempre se terminan enredando en este tema. Así se explica y entiende el acento que ha puesto esta semana la subsecretaría del Interior con el discurso de «la disyuntiva entre la democracia o la violencia», frase que ha sido replicada por el ministro del Interior, Víctor Pérez , y que –ecalcaron en el Gobierno– llegó para quedarse.

“Por básico que parezca”, reconocieron desde el oficialismo, la estrategia del blanco y negro sigue dando resultados. La fórmula del “ustedes y nosotros” es una que el Presidente Piñera se sabe y aplica de memoria, reconocieron en Palacio, misma variante de afirmaciones como los patriotas y antipatriotas, quienes están a favor o en contra de la delincuencia, a favor o en contra de la violencia, institucional o no institucional, la izquierda obstruccionista y la que mira en grande.

En la oposición no pocos han reconocido que en este terreno comunicacional la derecha “ganó el gallito”, porque pese al intento de llevar la discusión hacia la represión y abusos de Carabineros, la judicialización de los casos y las críticas permanentes al manejo del ministro del Interior, lo cierto es que –agregaron– “sigue siendo la oposición la que se complica en dar explicaciones”.

La lectura en el Gobierno es una y la usan a su favor: la permanente disyuntiva con la que camina “la centroizquierda y la izquierda más extrema”, que, en medio de su intento por congeniar con la calle, saben que cualquiera de estos términos –como violencia y delincuencia– en un contexto electoral marcado por el estallido social de octubre pasado, termina generando un efecto inmovilizador. Esto lo reconocieron en la centroizquierda, desde donde la autocrítica nace de la falta de liderazgos capaces de imponer su mirada y comandar el debate.

En este sentido, explicaron que desde un principio el discurso que se intentó imponer ha apuntado a comprender las causas de la misma, pero que les fue imposible sostenerlo ante un oficialismo que la tendría “más fácil”, dado que frente a su electorado no existen dos opiniones en este tema: “Son todos violentistas y delincuentes”, explicaron.

La condena oficial que se hizo desde Convergencia Progresista (PS, PPD, PR) tras lo ocurrido el viernes pasado en la Plaza Italia, reflejó lo difícil que ha sido para este sector dar en el clavo del debate y aspirar a ganar a la derecha en el terreno comunicacional. Ya que, si bien –explicaron– se trató de marcar un punto político con miras a lo más importante, como lo es el plebiscito, aquella maniobra no estuvo exenta de críticas internas por haber caído en la “trampa” de la estrategia gubernamental y que el haber salido de la forma en que se hizo, solo habría colaborado y profundizado la idea de que antes sí miraron para el techo ante otros episodios de violencia.

Para Morales, el Gobierno se ha visto favorecido por las declaraciones del presidente del PC, porque de esta forma logró “orillar al resto de la oposición a condenar la violencia de manera más enérgica y sin ninguna clase de titubeos. Lo que ha hecho el Gobierno, entonces, es nutrirse de la polarización, aprovechando y abriendo aún más las grietas de la oposición. El Gobierno ha evidenciado de manera muy clara los problemas de gobernabilidad que tiene y –eventualmente– tendría esta oposición en caso de llegar al poder. De aquí en adelante, esa será la estrategia”.

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