Hay dos escenas que grafican perfectamente el debate profundo al que está enfrentado Chile Vamos. Por un lado, las caras desencajadas de un pequeño grupo de dirigentes y parlamentarios –tras los cómputos– que estaban el domingo en el comando del Rechazo y, por otro, los vítores y aplausos con que fue recibido el ministro de Defensa, Mario Desbordes, cuando llegó esa misma noche a un hotel capitalino donde se reunió Renovación Nacional, un lugar que era todo sonrisas y abrazos. En estos días, en sectores de Chile Vamos, se afirma que los resultados del plebiscito revelaron dos grandes verdades: la primera, que estaban rotundamente equivocados quienes insistieron por todos los medios en hacer creer que los postulados y discurso de la derecha tradicional eran compartidos por la mayoría de sus votantes; y la segunda, que el eje gravitacional de la coalición habría cambiado de dirección.
El diseño desde La Moneda y Chile Vamos para el escenario posplebiscito siempre fue apostar a la carta de la unidad del sector, ya que supuestamente –y en contrapunto con la oposición– las diferencias en la derecha se acababan el 25 de octubre y todos remarían para el mismo lado en lo que se refiere a contenidos de una nueva Constitución. Pero la derrota demoledora del Rechazo, con su escuálido 22%, instaló un dilema de fondo en la derecha que difícilmente podrán seguir tapando y que pasa por entender o no el escenario en que se encuentra el país: que todo cambió y es necesario ceder en ciertos principios, o seguir «manteniendo la quilla» al costo que sea.
Hay dos escenas que grafican perfectamente este debate profundo al que está enfrentado Chile Vamos. Por un lado, las caras desencajadas de un pequeño grupo de dirigentes y parlamentarios que estaban el domingo –tras los cómputos– en el comando del Rechazo y, por otro, los vítores y aplausos con que fue recibido el ministro de Defensa, Mario Desbordes, cuando llegó esa misma noche a un hotel capitalino donde se reunió Renovación Nacional, lugar que era todo sonrisas y abrazos.
Es que Desbordes no solo fue uno de los protagonistas claves del acuerdo del 15 de noviembre, en el que se dibujó toda la ruta constituyente, sino que, desde entonces y hasta que entró al gabinete en julio, lideró y marco la impronta de una derecha distinta, una que pulsa bien lo que sucede en el país, aterrizada en la realidad, ajena a la defensa de los privilegios de la elite, la mayoría de las veces a contrapelo de las directrices que ha intentado marcar La Moneda, y que entiende que la consigna es pactar y ceder de ser necesario.
[cita tipo=»destaque»]Si bien en términos mediáticos ya se habla una vez más de una posible candidatura presidencial, la verdadera discusión en RN es otra: que el extimonel es el único capaz de capitalizar para el sector el escenario que dibujó el resultado del plebiscito, fortalecer su línea política y hacer el contrapunto con el ala más conservadora de Chile Vamos. «Guste o no, los ganadores en la derecha fueron los que estuvieron con el Apruebo y la Convención Constitucional y ese es el discurso que debe primar», afirmaron en Renovación Nacional.[/cita]
Ya al día siguiente del plebiscito y más allá de la seguidilla de reuniones públicas pauteadas para dar una imagen de unidad, internamente en Chile Vamos comenzaron los análisis del escenario real al que se enfrentan. No pocos en el oficialismo estos días han dicho, en privado, que el problema que desató el 22% que obtuvo el Rechazo es que comprobó que la visión de Desbordes era la acertada, que era la elite de Chile Vamos la que se resistía a su línea política, pero no así una parte importante del electorado propio, el que efectivamente sintoniza con este sector del oficialismo que impulsó el Apruebo y la Convención Constitucional, ya que nadie puede sostener que el 78% de las 7 millones 500 mil personas que sufragaron sean todas de oposición.
Por eso en estos días, en sectores de Chile Vamos, se afirma que los resultados del domingo en la noche revelaron dos grandes verdades: la primera, que estaban rotundamente equivocados quienes insistieron por todos los medios en hacer creer que los postulados y discurso de la derecha tradicional eran compartidos por la mayoría de sus votantes; y la segunda, que sin lugar a dudas el eje gravitacional de la coalición habría cambiado de dirección.
Esta es una de las tesis que se ha estado buscando instalar desde el sector más liberal de la derecha, coalición que considera como factor diferenciador el ser más abiertos al diálogo, principalmente con la oposición, en vez de buscar defender a rajatabla lo que para algunos en Chile Vamos son los valores y principios inamovibles de la derecha tradicional. La pugna entre la derecha economicista y la social venía de antes, la fractura se gestó tras el estallido social del año pasado, pero se profundizó más durante la pandemia, y ahora, tras el plebiscito, quedó expuesta y expresada en votos.
«La derecha más recalcitrante no entiende que hay que pactar, que hay que avanzar en reformas, que hay que ceder, no el discurso de los principios y mantener la quilla, sino tener una visión republicana, a la altura del momento», sentenció un histórico RN.
No son pocos los que piensan y dicen que este es el momento para que Desbordes salga del gabinete. «Si es inteligente, debería salir ya del Gobierno, para tomar el control de RN y, sobre todo, liderar el proceso de armar las listas de constituyentes con gente moderada, que refleje esta derecha moderna», insistieron en el partido.
Si bien en términos mediáticos ya se habla una vez más de una posible candidatura presidencial, la verdadera discusión en RN es otra: que el extimonel es el único capaz de capitalizar para el sector el escenario que dibujó el resultado del plebiscito, fortalecer su línea política y hacer el contrapunto con el ala más conservadora de Chile Vamos. «Guste o no, los ganadores en la derecha fueron los que estuvieron con el Apruebo y la Convención Constitucional y ese es el discurso que debe primar», afirmaron en Renovación Nacional.
El problema en Chile Vamos es precisamente que no todos lo ven y entienden así. Tras el resultado del plebiscito, la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe dijo que “hay un triunfo categórico del Apruebo que nos llama inmediatamente a trabajar para elegir a los mejores constituyentes y representar al 22,5% del Rechazo (…). Si nosotros representamos al 22,5% de Chile, es una buena representación que tiene nuestro partido en el país”. En la misma línea, el líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, agregó que “el 39% de los chilenos que pueden votar, apoyó la nueva Constitución. Hay un 49% que sigue dormido y que tenemos que despertar”.
Lo ánimos en la derecha están tensos y el ambiente está plagado de recriminaciones. En el mundo del Rechazo hay poca autocrítica, menos comprensión del escenario real del país, ya que estos días han insistido en que el 22% pudo ser resultado de un déficit comunicacional de la campaña y la incapacidad que habrían tenido de movilizar a su electorado. No han faltado las acusaciones contra sus pares de coalición que se jugaron por el Apruebo, a quienes culpan de difamarlos, confundir al electorado de la derecha y, sobre todo, “hacerle el juego a la oposición”.
Una mirada que desde la otra vereda en la propia derecha es considerada nublada, errada y totalmente desenfocada de la realidad. No solo eso, en el sector más liberal hablaron de falta de olfato político, de haber arrastrado en ello a La Moneda, y de la errática campaña del terror que desplegaron. «El resultado del domingo fue un baño de realidad (…). El error fue creer y quedarse en la burbuja de las redes sociales», insistieron en la derecha.
Pero, más allá de las acusaciones cruzadas, de trasfondo hay una pelea no menor. Varios de los diagnósticos en Chile Vamos coinciden en que será necesario –con miras a la Convención Constitucional– que muchos de los rostros del Rechazo «se fondeen», pasen a un segundo plano, para potenciar la posibilidad de elegir constituyentes del sector. “Hoy salir en la foto con Diego Schalper o Allamand no es negocio”, sentenciaron en el oficialismo, mientras otros agregaron que hoy «el discurso de Coloma y Cubillos es muy poco atractivo, no pueden tener un rol protagónico».
Eso, en la mirada de varios que creen que la mejor oportunidad de Chile Vamos es jugarse por una lista de constituyentes con varios de ellos independientes, no los mismos de siempre, sino que además estén en la línea de la derecha moderada. «No sirve la gente fanática», advirtió un RN.
Esto genera un problema para Chile Vamos, la posibilidad real de que las diferencias les impidan ir a la elección de constituyentes el 11 de abril con una lista única, para tratar de amplificar su representación en la Convención.
Precisamente uno de los factores que hace ruido en este punto es el dilema respecto a si pactar o no con el Partido Republicano de Kast, por las consecuencias que eso conllevaría. Una, advirtieron en el oficialismo, es la derechización hacia el extremo del conglomerado, lo que va en la línea opuesta a la señal que dieron las urnas el domingo, y la otra, es que no integrarlos, bajo el tipo de pacto que fuere, implica competir con al menos dos listas , repitiendo la fragmentación de sus fuerzas en que incurriría la oposición y que sería lo que le da mayores oportunidades a Chile Vamos de ganar más escaños en la convención.
Hasta el momento el único partido que ha pujado por trabajar en conjunto con la colectividad de Kast ha sido la UDI, pero su arremetida no ha encontrado eco ni entre sus pares de Evópoli y RN, como tampoco en el PRI. Y si bien esta discusión se venía dando desde antes del plebiscito, el resultado del mismo –aseguraron desde RN– levantó un muro entre un sector y otro “casi imposible de derrumbar”.