Desde Palacio reconocieron lo “poco amigable” que ha sido gobernar con una coalición tan “poco responsable”, porque las diferencias internas y personales en el seno de Chile Vamos han sido más fuertes que el proyecto común y han hecho olvidar al oficialismo su misión como tal, de guiar y acompañar a su propio Gobierno. En La Moneda se mostraron preocupados, porque consideran que es muy difícil contar con el oficialismo para mantener a flote a la administración, más aún con el proceso eleccionario inédito que se avecina y que considera seis elecciones en poco más de un año. En ese sentido, entendieron que van a tener que intentar sobrevivir.
“El Presidente está al tanto de todo, pero con el apoyo que tiene no le alcanza”. Una frase salida desde las cúpulas de poder de Chile Vamos, que dejó en evidencia el complejo escenario en el que se mueve en estos días el Gobierno: en una condición de extrema debilidad y luchando a diario contra el fantasma de la irrelevancia, ante el nulo control y liderazgo que La Moneda ejerce sobre los suyos. Y es que la fractura ideológica de la derecha, profundizada tras el plebiscito, ahora reapareció con el síndrome de canibalismo político que ha caracterizado durante toda su historia a este sector, lo que deja un panorama poco alentador para el último tramo de gestión que le queda a la administración piñerista.
El congelamiento de relaciones con el Gobierno que anunciaron hace unos días los parlamentarios de Evópoli en la Novena Región, en la antesala de la votación de este martes de la acusación constitucional contra el ahora exministro del Interior, Víctor Pérez, fue sin lugar a dudas una muestra más de un sinnúmero de hechos que han marcado tanto la tensa historia de las relaciones entre los diferentes partidos de derecha, como la de estos con su propio Gobierno, y que hace gala de una frase que se repite mucho en el oficialismo: que la unidad les alcanza solo para ganar el poder, pero no para lograr una coalición política a más largo plazo.
El escenario para un «congelamiento» de relaciones con La Moneda simplemente no era el más propicio, considerando la acusación constitucional contra Pérez y el debate en la Cámara de Diputados y Diputadas de un segundo retiro del 10%. Ante ambos hechos, el Gobierno necesitaba de todo el apoyo de los suyos, pero las cosas no han sido así.
Si bien la UDI fue el partido que gritó más fuerte, acusando la deslealtad “sin precedentes” de sus pares de Evópoli, al parecer olvidaron un episodio de similares características en el que el gremialismo fue el protagonista.
[cita tipo=»destaque»]Sin mucha autocrítica, desde el oficialismo insistieron en que buena parte de la responsabilidad de este escenario recae en el propio Presidente, Sebastián Piñera, a quien acusaron de dejarse guiar desde un inicio por las encuestas de los “días lunes” y, por ende, dificultar una coordinación más a largo plazo. En razón de aquello, explicaron, se generó una desafección desde la derecha más tradicional, debido a los constantes e impredecibles vaivenes de su mandato.[/cita]
Desde La Moneda reconocieron lo “poco amigable” que ha sido gobernar con una coalición tan “poco responsable”, porque las diferencias internas y personales en el seno de Chile Vamos han sido más fuertes que el proyecto común y han hecho olvidar al oficialismo su misión como tal, de guiar y acompañar a su propio Gobierno.
No por nada, en Palacio no se olvidan de la «irresponsabilidad» de marca mayor que significó el hecho de que en momentos en que el Gobierno parecía navegar sin rumbo, la derecha optó –en agosto del 2019– por suspender la cita de coordinación semanal que sentaba a la mesa a los presidentes y secretarios generales de Chile Vamos, decisión que mantuvo hasta enero.
Esto fue, en parte, por lo que han calificado como la “impresentable” guerra que se desató entre el extimonel de RN, Mario Desbordes, y la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, por las diferentes miradas que se tenían respecto de hacia dónde debía avanzar el sector, y que mantuvo cualquier tipo de coordinación en ascuas, generando una inmovilidad de la coalición que terminó por fracturar aún más a las colectividades que ya venían trabajando con altos grados de desconfianza.
En Palacio se mostraron preocupados, porque consideran que es muy difícil contar con el oficialismo para mantener a flote al Gobierno, más aún con el proceso eleccionario inédito que se avecina y que considera seis elecciones en poco más de un año. En ese sentido, entendieron que van a tener que intentar sobrevivir con el síndrome del pato cojo “aumentado”.
Sin mucha autocrítica, desde el oficialismo insistieron en que buena parte de la responsabilidad de este escenario recae en el propio Presidente, Sebastián Piñera, a quien acusaron de dejarse guiar desde un inicio por las encuestas de los “días lunes” y, por ende, dificultar una coordinación más a largo plazo. En razón de aquello, explicaron, se generó una desafección desde la derecha más tradicional, debido a los constantes e impredecibles vaivenes de su mandato.
Volviendo al comportamiento que ha tenido la UDI, sus pares de RN y Evópoli recordaron que, en uno de los momentos de mayor debilidad del Presidente Piñera –asediado por el incierto futuro de proyectos como el del límite a la reelección, el posnatal de emergencia, el retiro de fondos de las AFP, el veto a la Ley de Servicios Básicos o el Plan Clase Media–, el gremialismo no habría tenido las mismas consideraciones que en estos días exigió a los representantes del partido liderado por el diputado Andrés Molina.
En aquel entonces, concretamente en diciembre, la UDI no tuvo empacho en congelar relaciones con el Ejecutivo, acusando una desafección con la administración y poniendo como chivo expiatorio al entonces ministro del Interior, Gonzalo Blumel (Evópoli), desatando una crisis de proporciones en la interna oficialista, que terminó por obligar a La Moneda a hacer una cirugía mayor que exigía una nueva distribución de los cargos.
Lo cierto es que ninguno de los dos partidos más representativos de Chile Vamos se ha sentido muy cómodo uno al lado del otro en esta segunda versión del Gobierno de Piñera y menos aún con la incorporación de Evópoli y el PRI demócrata, esto por diferentes circunstancias.
En primer lugar, se cuenta la condición de partido más grande de la coalición de Renovación Nacional, que recuperó tras las últimas elecciones parlamentarias. Esto arrastró consigo una refriega de nunca acabar una vez instalada esta administración, ya que la UDI nunca aceptó quedar en segundo lugar y, por ende, no ser considerados de manera acorde al grado de influencia que querían ejercer desde sus trincheras.
Con miras a cada uno de los nombramientos que hizo el Gobierno en distintos niveles –y que se midieron con calculadora para ver si se estaba o no respetando su nuevo estatus–, se generaron varios roces, no solo entre la UDI y RN, sino también con el propio Ejecutivo. La figura del jefe de asesores del segundo piso, Cristián Larroulet, se instaló como el enemigo público número 1 de RN, por privilegiar al gremialismo a la hora de las designaciones, dado su pasado como director ejecutivo del think tank de dicho partido, Libertad y Desarrollo.
No hay que olvidar que esta situación condujo a que en RN se decidiera a llevar a cabo un “banderazo” de protesta afuera de La Moneda, que consideraba a toda la bancada de diputados, un incendio que Palacio logró apagar horas antes del hito que ello habría significado.
De parte de la UDI, les costó mucho acostumbrarse a su condición de segundos, razón por la cual en las últimas elecciones internas se jugó quién de los dos candidatos tenía mayores facultades para influir al interior de La Moneda, situación que ha sido tema de reproches para la actual directiva, que pasó un largo período sin el control del Ministerio del Interior. A eso se sumó lo que consideraron como una gran “falta de respeto”: la sobrerrepresentación de Evópoli en el gabinete, cuando controlaba los ministerios de Hacienda y de Interior.
En este escenario es donde se ha movido Evópoli, un partido que –según señalaron sus pares– aún no ha logrado acoplarse de la mejor manera al interior de Chile Vamos y cumplir con su ideario de ampliar la coalición hacia el centro, ya sea por responsabilidad propia, referida al vaivén de posiciones que ha adoptado, como también por haber sido los “apadrinados” del Presidente Piñera, el que les “perdonaba todo”.
Errores como el reciente congelamiento de relaciones, se sumaron al que tuvo también de protagonista a su excandidato presidencial, Felipe Kast, cuando puso en tabla el proyecto que impedía el nepotismo en medio de los duros cuestionamientos a Piñera tras haber intentado nombrar a su hermano, Pablo Piñera, como embajador en Buenos Aires.
Desde la UDI y RN les ha costado referirse en buenos términos a Evópoli, puesto que la “altura moral” con la que se han presentado molesta sobremanera y, si en un principio RN les cuestionó la diferenciación “en negativo” que hacían con sus socios, hoy el adjetivo que se escucha sobre ellos es el de “el club de golf de la UDI”, achacándole su posición mayoritaria por el Rechazo, entre otras situaciones, agregaron.