En La Moneda estaban conscientes de la arriesgada decisión de instalar a un alcalde en la primera línea del poder, pero no había mucho margen a la hora de la designación y hoy ya algunos inquilinos de Palacio advierten los problemas que significó tal nombramiento. Cargo por el que pasaron Andrés Chadwick, Gonzalo Blumel y Víctor Pérez y en el que, independientemente de sus aciertos o errores durante estos difíciles tres años, mostraron una experticia que derechamente el actual titular de la cartera no ha alcanzado. Más allá de cualquier consideración, Piñera se habría inclinado por Delgado por su vinculación con el mundo municipal, que es hoy el que tiene mayor valoración ciudadana, y está consciente de que “el ministro carece de musculatura política”, confiesa un asesor de la sede de Gobierno.
“No lo voy a dejar entrar. Si entras te voy a aforrar, que te quede claro», fueron las inusitadas palabras de uno de los deudos que impidieron el acceso al ministro del Interior, Rodrigo Delgado, al velorio de Orwal Casanova, agricultor asesinado hace una semana afuera de su fundo, ubicado en el sector de Selva Oscura, en Victoria.
El complejo momento que vivió el jefe de gabinete en La Araucanía no hace más que retratar la pérdida de poder del vicepresidente de la República en sus primeros 70 días al mando de la coordinación política del Gobierno y de las policías. En La Moneda estaban conscientes de la arriesgada decisión de instalar a un alcalde en la primera línea del poder, pero no había mucho margen a la hora de la designación y hoy ya algunos inquilinos de Palacio advierten los problemas que significó tal nombramiento. Cargo por el que pasaron Andrés Chadwick, Gonzalo Blumel y Víctor Pérez y en el que, independientemente de sus aciertos o errores durante estos difíciles tres años, mostraron una experticia que derechamente el actual titular de la cartera no ha alcanzado y que difícilmente podrá adquirir en lo que resta para que termine Piñera 2.
El fallido operativo policial en Temucuicui, que coincidió con el día de la sentencia por el juicio del caso Catrillanca –hasta ahora no se saben las razones de esto–, dejó en evidencia además los problemas que el ministro Delgado enfrenta en esta sensible área de la seguridad y en donde se suponía que estaba su fortaleza.
Sin embargo, la desinteligencia demostrada y la muerte del detective Luis Morales, quien se había trasladado desde Iquique a Temucuicui para desbaratar un red de narcotráfico en 12 predios, vino a evidenciar los errores operativos en una acción que debió haber contemplado todos los escenarios posibles antes de ingresar a la denominada zona roja de La Araucanía.
Cuál fue el grado de coordinación del titular del Interior con el coordinador de la macrozona sur, Cristián Barra, que depende directamente del ministro Delgado; cuál es ese modelo de gestión, anunciado por el secretario de Estado, en el que estaba trabajando el exencargado de coordinar el rescate de los 33 mineros; cuál fue el trabajo conjunto realizado con las policías y la Fiscalía, son algunas preguntas que, más que dudas, acusan una manifiesta ineficiencia gubernamental para enfrentar el tema de la violencia rural en ese territorio.
Pero la ausencia o escaso manejo en los temas país del ministro Delgado también se observó a fines de diciembre, una vez que se conoció la determinación del Tribunal Constitucional (TC), que acogió el requerimiento de inconstitucionalidad presentado por el Presidente Sebastián Piñera y que buscaba frenar el mecanismo legislativo impulsado desde el Congreso para el retiro de fondos de las AFP. Quien salió a explicar la determinación del TC no fue el exalcalde de Estación Central, sino su colega de Hacienda, Ignacio Briones, y luego continuó el vocero Jaime Bellolio, quien aseguró que el fallo marcaba un precedente para futuras iniciativas. Es decir, en una de las discusiones políticas más profundas que se ha dado en el último tiempo, y que desmenuza los márgenes de acción de un poder del Estado y otro, no estuvo inserto el jefe de gabinete, quien acostumbra ser el responsable político de este tipo de discusiones.
Y más allá de la sorpresa que lo anterior pudo haber generado en algunos dentro del oficialismo, la realidad es que al interior de Palacio ya estarían interiorizados del rol que jugaría por ahora el actual jefe de gabinete, a diferencia de lo que dice la tradición, y estaría más lejos que cerca de la conducción política parlamentaria y oficialista, que es donde finalmente se juegan los triunfos y derrotas de los gobiernos. Así lo demuestran sus salidas a terreno, sus pautas de prensa y las prioridades del ministro, abocado esencialmente a la agenda de seguridad. De hecho, algunos recuerdan que este podría ser el sino que afecta a algunos ministros que ocupan ese cargo, como también le ocurrió al exministro Mario Fernández, sindicado como “intrascendente” en su gestión política y sin el peso necesario para encarar la administración de la entonces Presidenta Michelle Bachelet.
En La Moneda están quienes defienden el actuar de Delgado, señalando que estaría cumpliendo la labor encomendada por el Jefe de Estado, y que esta consideraría intentar “no quemarlo”, haciéndolo “correr” por pistas paralelas a su pares en la refriega política diaria, y encomendar el trabajo sucio al titular de la Secretaría General de Gobierno y al ministro Secretario General de la Presidencia. La otra versión que se maneja en Palacio es que el Mandatario se tuvo que acomodar al perfil poco usual de su jefe de gabinete, por el que apostó por recomendación de la expresidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe.
Más allá de cualquier consideración, Piñera se habría inclinado por Delgado por su vinculación con el mundo municipal, que es hoy el que tiene mayor valoración ciudadana, y está consciente de que “el ministro carece de musculatura política”, confiesa un asesor de Palacio.
Lo cierto es que en el último mes, de 67 apariciones en prensa escrita, 55 de ellas están referidas al tema de seguridad, pasando desde el crimen organizado a los fuegos artificiales, detenciones de bandas, incautación de drogas, discusión de la agenda legislativa de seguridad, entre otros. Y así como el 22 de diciembre se hizo de la agenda posbalacera en la feria navideña de Maipú, también fue el hombre elegido en La Moneda para encabezar el despliegue por la muerte del agricultor Orwal Casanova.
Las 12 restantes apariciones tuvieron que ver con el ámbito de la discusión política contingente, entre ellas, el acuerdo de Chile Vamos con el Partido Republicano, aunque sin profundizar en la materia. Pero como se dice en política, no existen los espacios vacíos, y el rol de conductor lo ha terminado ocupando su correligionario Jaime Bellolio, quien junto con su expar de la Segpres, Cristian Monckeberg, fueron quienes ejercieron en conjunto el rol de brazo político del Jefe de Estado.
Mientras que la labor del expresidente de RN corría por fuera, más precisamente en el Congreso, generando puentes con la oposición y el oficialismo, al interior de la casa de Gobierno es Bellolio quien ha logrado un mayor grado de influencia con el Presidente Piñera, quien lo requiere cada vez con mayor frecuencia para tomar las decisiones de rumbo y estrategia.
Para algunos es de perogrullo, pues tanto Bellolio como Monckeberg arrastran una red y una experiencia propia en el tejemaneje del ejercicio con el mundo parlamentario, pero también poseen redes al interior de los partidos de Chile Vamos. Una realidad totalmente opuesta a la del jefe de gabinete, quien viene de ejercer un liderazgo a nivel municipal y que considera otros códigos, que no necesariamente coinciden con el de ministro del Interior. Sin embargo, Delgado en la última semana resolvió dar un giro a su labor ministerial y para ello estuvo viajando al Congreso para establecer las coordinaciones propias con el Poder Legislativo. De hecho, se reunió con la presidenta del Senado, Adriana Muñoz, con quien acordó reactivar la Comisión Bicameral de Seguridad. Instancia que priorizará proyectos en esa materia que serán dados a conocer mañana viernes.
Más allá de la serie de reuniones que llevó a cabo Delgado con los diferentes estamentos de los partidos oficialistas, y que fraguó en un itinerario de coordinación, desde el propio Chile Vamos señalan –fuera de micrófono– que aún se le nota muy ausente de las discusiones grandes, y se muestran poco conformes con el tiempo que ha demorado en acomodarse en su cargo. Desde el Ejecutivo se defienden señalando que lleva poco más de dos meses en su nuevo rol y que se le debe dar un tiempo más.
Pero la evidencia sigue estando por sobre las pretensiones, y es así como hacen ver en La Moneda que en los temas como el segundo retiro del 10% –si bien llegó cuando ya estaba avanzado– poco y nada es lo que habría logrado influir, así como en la discusión de la Ley de Migración, que tuvo a su subsecretario, Juan Francisco Galli, como encargado de llevar adelante las tratativas.
En el caso del vocero, si bien es su rol responder públicamente casi todos los temas que conciernen al Gobierno, el Mandatario lo ha preferido para hacer el énfasis en diferentes instancias, donde –aseguran quienes conocen del trabajo diario de Palacio– tendría una mayor capacidad para entrar al debate si es que es necesario. En este sentido, en la entrevista que concedió el vocero a El Mercurio el 3 de diciembre, los temas que mayormente se destacaron fueron el pacto del Frente Amplio con el PC, el que Jaime Bellolio lamentó, señalando que “es una mala noticia que algunos en el FA hayan optado por la veta más autoritaria, cercana al PC”, así como las razones de la derecha social, la intervención de la expresidenta Michelle Bachelet, entre otros.
Para el ministro Delgado, su gran tarea es sacar adelante la reforma a Carabineros, lo que es reconocido transversalmente como un “Titanic”, y sería –advierten en su ministerio– una buena medida de evaluación de su gestión. El propio ministro ha sincerado su rol en varias ocasiones, y quienes conocen de su labor apuntan a que la evaluación se tendrá que hacer con el tiempo, pues su apuesta sería instalarse dentro de los liderazgos más de “terreno”, ya que ese es el espacio mejor evaluado por la ciudadanía. Una “novedad”, reconocieron, pero que la sustentan en cómo fue precisamente el mundo municipal, el que durante el estallido obligó a La Moneda a tener que cambiar de dirección en diversas oportunidades, como sucedió con la consulta ciudadana que obligó a modificar los tiempos políticos de Palacio y que terminó en el acuerdo del 15 de noviembre.
Ahora, en ese mismo ámbito, se le reprocha que sus otrora pares no fueron consultados previamente, y se enteraron el mismo día en que el Gobierno anunció el paso de la Región Metropolitana a fase 2, dejando a varios de ellos fuera de juego. “Se suponía que su fuerte era el entender las lógicas municipales”, acotaron algunos alcaldes molestos, por nuevamente no haber sido considerados en una “mínima coordinación”.
Tanto al interior de La Moneda como en la oposición, y también en sectores del oficialismo, acusan falta de presencia, y que la lógica municipalista de “mucho terreno” y lejos del ámbito de la toma de decisiones, le estaría pasando la factura respecto a las confianzas y expectativas que se pusieron sobre sus hombros. Una de las frases que varios repiten transversalmente es: “Aún no lo conozco como ministro”.