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Carrera presidencial: la destemplada guerra a puertas cerradas en Chile Vamos PAÍS

Carrera presidencial: la destemplada guerra a puertas cerradas en Chile Vamos

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Nadie quedó indiferente ante las declaraciones de la alcaldesa de Providencia en El Mostrador, en las que transparentó la operación de los poderes fácticos para intentar instalar a un presidenciable, como Sebastián Sichel, en Chile Vamos, y de paso abortar la chance electoral de Mario Desbordes, representante de la derecha social. Lo que prometía ser una carrera presidencial con un fair play para los próximos nueve meses, se convirtió en una larvada guerra, donde se advierte a un Joaquín Lavín debilitado electoralmente y a una Evelyn Matthei dispuesta a enfrentarse a los empresarios que creen que la paz social se puede comprar. Entre los políticos que no quieren perder poder y están detrás del expresidente de BancoEstado, se encuentra el exministro del Interior Andrés Chadwick, quien habría pedido al extitular de Hacienda Felipe Larraín que ayudara a redactar el programa económico de Sichel. Por lo visto, el apoyo proveniente desde el corazón del poder estaría desplegándose a toda marcha y recurriendo a sus «cuadros» que, pese a no estar públicamente en la primera línea, siguen manejando los hilos del país.


El eco de la durísima acusación levantada por la alcaldesa Evelyn Matthei contra Sebastián Sichel aún resuena en los círculos de Chile Vamos y en el empresariado nacional, quienes se madrugaron este miércoles 13 de enero con los dichos de la precandidata presidencial de la UDI. “Sichel es el candidato de aquellos empresarios que no quieren perder privilegios, del Instituto Libertad y Desarrollo que no quiere perder influencias y de los políticos que no quieren perder poder”, sentenció Matthei en El Mostrador, fracturando de inmediato al oficialismo entre quienes la respaldan y quienes la cuestionan.

Sin contemplaciones, la alcaldesa noqueó al expresidente de Banco Estado –el último nombre que se incorporó al staff de presidenciables del oficialismo– a través de ese conjunto de palabras, que constituye un verdadero escáner de quién sería Sichel y de quiénes estarían detrás de su apuesta presidencial: los poderes fácticos y los empresarios que creen que en el país aún se puede comprar la paz social.

La victimización vino enseguida de parte del exministro independiente, quien eligió a Radio Agricultura para defenderse de los golpes propinados por la dama de hierro de Providencia. Pero, previendo lo que ocurriría, Matthei se reunió la misma mañana de la publicación de El Mostrador en su casa de Las Condes con tres de los diputados del distrito 10: Jorge Alessandri (UDI), Luciano Cruz-Coke (Evópoli) y Sebastián Torrealba (RN), para explicarles el alcance de sus acusaciones.

La idea era minimizar los daños colaterales que pudieran generar en su sector las declaraciones contra Sichel y, por eso, se juntó además un día antes con Ernesto Silva, uno de los hombres más cercanos a Lavín. Lo mismo hizo también con Hernán Larraín Matte y otros miembros de Evópoli. De esta forma, logró desactivar una eventual andanada de críticas de los tres partidos de Chile Vamos que, más allá del apoyo o no a Sichel, estimasen inconveniente golpear también a los poderes fácticos, especialmente en un año electoral, donde el financiamiento es crucial en las campañas políticas.

Su teléfono no paró de sonar durante todo el día. Y hubo muchos dirigentes políticos de distintos sectores que solidarizaron con ella, entre ellos, el candidato a gobernador regional Claudio Orrego (DC), quien conoce muy bien a Sichel desde los tiempos en que era “camarada”.

Fatiga electoral de Lavín

Entre los políticos que no quieren perder poder y están detrás del exministro se encuentra –además del canciller Andrés Allamand– el exministro del Interior Andrés Chadwick, quien habría pedido al extitular de Hacienda Felipe Larraín que ayudara a redactar el programa económico de Sichel. Por lo visto, el apoyo proveniente desde el corazón del poder estaría desplegándose a toda marcha y recurriendo a sus «cuadros» que, pese a no estar públicamente en la primera línea, siguen manejando los hilos del país.

Pero la pregunta que surge en esta guerra a puertas cerradas de Chile Vamos es por qué los llamados poderes fácticos están apoyando a Sichel y no a Lavín ni a Matthei. La respuesta es simple: el exalcalde de Las Condes ya habría comenzado a evidenciar una fatiga electoral faltando nueve meses para las presidenciales, por lo que era necesario pensar en un plan B, en una carta de laboratorio que viniera del mundo independiente, fraguada entre los poderes fácticos del conglomerado y La Moneda: Sebastián Sichel.

Lo extraño es que ninguno de los involucrados en esta operación hizo frente a las acusaciones de la alcaldesa y solo el equipo más cercano al exministro, comandado por Juan José Santa Cruz, respondió pasándose eso sí varios pueblos al advertir que “si no se dan las condiciones en Chile Vamos, no tenemos ningún temor de ir a primera vuelta”.

Así, el crudo diagnóstico de Matthei dejó en evidencia además que la supuesta unidad del oficialismo es un mero espejismo y donde la silueta de Sichel podría desvanecerse rápidamente ante la operación de los poderes fácticos para instalarlo como “el salvador”.

De hecho, tal como publicó La Segunda el miércoles, el equipo de Sichel habría estado en conversaciones con la historiadora Lucía Santa Cruz para sumarla al team, sin embargo, desde su entorno fue descartado.

La controversia por las declaraciones de la alcaldesa hizo que incluso Carlos Peña, en columna en El Mercurio, planteara que “el problema sería relevante si lo que sostiene Evelyn Matthei es que está en curso una operación de gran envergadura por parte de una minoría consistente y poderosa para imponer un candidato a los partidos. En otras palabras, si lo que ella sostiene es que hay una candidatura independiente de los partidos, pero dependiente del poder fáctico; una derecha formal o de iure, organizada en partidos, y otra de facto que levanta una candidatura a fin de que los partidos acaben, luego de una campaña bien provista, doblegados o seducidos frente a ella, entonces sí hay un problema. Y lo hay para la derecha y para la democracia”.

«El nuevo Karadima de la política»

El control de daño debió provenir de todos los frentes para enfrentar la crisis desatada en Chile Vamos. Y fue La Moneda misma, a través de su vocero, Jaime Bellolio, quien pidió calmar los ánimos en esta controversia, mientras comenzó a expandirse la incertidumbre en torno a que Sichel decida no ir a primarias y hacerlo directamente a primera vuelta.

Pese al control de daño que se trató de instaurar, el timonel de la UDI, Javier Macaya, reconocido por su estrecha cercanía con el exministro Andrés Chadwick, discrepó de la forma en que Matthei hizo la crítica. Sin embargo, el extimonel de RN, Mario Desbordes, apuntaló a la alcaldesa y dijo que “Evelyn se caracteriza por decir lo que piensa y, aunque ha sido dura, no ha faltado el respeto a nadie”.

En todo caso, la lectura que en Chile Vamos hacen de las declaraciones de Matthei refleja una preocupación real en varios sectores del conglomerado ante la irrupción que estaría teniendo la candidatura de Sebastián Sichel. Y no son pocos los que están convencidos de que el exministro es “un caballo de Troya” de los sectores empresariales y políticos más conservadores, que están apostando a una cara joven, nueva, pero que al final del día no hará ningún cambio. Un gatopardismo absoluto, pero con una envoltura distinta que podría atraer a un electorado desencantado de los políticos tradicionales.

Por lo mismo, su nombre saca ronchas en un sector de la derecha que lo ve como “un aparecido, sin trayectoria política, un converso que no le ha ganado a nadie, literalmente. Ha perdidos todas las elecciones”.

Es más, desde su antiguo sector político, la DC –y así lo han hecho saber a la derecha– se ha dicho que Sichel es “el nuevo Karadima de la política”, porque tiene la capacidad de “encantar” a la elite, pero en el fondo es “muy peligroso”. Y advierten que su “narcisismo incorregible hace que nadie pueda saber hasta dónde puede llegar».

En la derecha admiten que hay una guerra sucia, pero no se refieren a las críticas de Matthei sobre Sichel, sino a la operación política que, advierten en Chile Vamos, habría detrás de la candidatura del exministro, en la que aseguran están las huellas del canciller Andrés Allamand, Marcela Cubillos y el poderoso jefe de asesores del segundo piso de La Moneda, Cristián Larroulet.

Duval: “Operación para sacar a Desbordes”

El analista y académico Tomás Duval precisó que las palabras de Matthei develaron “una operación política fuera de las colectividades –el antiguo partido transversal– para instalar una candidatura presidencial”, con el objetivo –agregó– de dejar sin candidato presidencial propio a RN, lo que significaría sacar a Mario Desbordes del camino.

En tal sentido, proyectó «una competencia entre Sichel y Lavín”, pero advirtió que el gran problema de ese escenario es que “exacerba el conflicto y pueden terminar desgastando a todos los candidatos”.

Adelantó que “el escenario constituyente marcará, se quiera o no, la definición de candidatos presidenciales, dado que Chile Vamos puede terminar con más dificultades tras pactar con Republicanos, que se transforman en actores por sus posiciones como ya lo han hecho”, con la controvertida postulación de Teresa Marinovic como constituyente.

Integración social de Lavín insuficiente

Por su parte, el analista Hugo Herrera puso el acento en que las críticas de Matthei reflejan “una inquietud sincera respecto de un candidato que luce ser expresión de sectores fácticos, alguien novedoso en las apariencias, pero de un cuño economicista no muy distinto a Libertad y Desarrollo”.

Herrera agregó que el punto es que la candidatura de Sichel “suena a operación”. Y explicó que “hay una derecha radical, economicista, de clase, a la que le gusta acudir a personalidades del momento. Está el precedente de Mauricio Rojas, fichado por Nicolás Ibáñez para la Fundación para el Progreso: un hombre que venía de otro mundo social y cultural. Sichel es parecido y aquella derecha de clase y economicista parece haberse entusiasmado otra vez”.

Para el académico, el mayor problema de Sichel en todo caso es otro: “Con un pensamiento economicista como el que asume, no es posible enfrentar una crisis que es de otro carácter. Él ha hablado de lograr una victoria ‘cultural’, pero no se le conoce un pensamiento político, solo fórmulas del tipo ‘privilegiar el mérito’. Sin un planteamiento político de fondo, las fórmulas son vacías. Con esas vaguedades no es posible entrar en la discusión ideológica en la que el país se encuentra, ni plantear una alternativa a la izquierda, ni hacer las necesarias propuestas institucionales justificadas que logren recomponer el desajuste profundo que existe entre el pueblo y las instituciones, las élites y los discursos”.

Explicó que “Matthei es de una derecha tradicional, pero que ha entendido que nos hallamos ante una crisis en la que no sirve responder igual que siempre. Queda por ver cuál será su planteamiento político”, mientras que Sichel, si bien es “un individuo al parecer meritorio”, también es “un economicista carente de sustancia política”.

De Lavín dijo que “es un misterio”, porque no se sabe qué hará: “¿Seguirá siendo el ‘cosista’ de los 90? Hay que reconocerle cierta genialidad en la acción, por ejemplo, al poner el tema de la integración social en la agenda,  a través –por ejemplo– de las viviendas sociales de la Rotonda Atenas. Su problema es el escaso margen que tiene para mostrar un liderazgo de Estado”.

Frente a las posibilidades que enfrenta Mario Desbordes, Herrera señaló que el exministro de Defensa “entendió desde un inicio el talante de la crisis en la que nos encontramos. Posee un diagnóstico, un pensamiento político, que viene planteando hace años. Y despunta como un liderazgo de Estado, donde el proceso constituyente es, en una medida decisiva, obra suya”.

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