No solamente en el Congreso sino también en el seno de Chile Vamos abundan –y desde hace rato– los cuestionamientos a la poca densidad de la estratégica tríada de ministros de Palacio, por su falta de experiencia y tonelaje, como también por la evidente ausencia de un verdadero conductor político del Ejecutivo. Desde Interior, Segpres y la Segegob se defienden ante el abanico de cuestionamientos, argumentando, primero, que responden a un diseño y, segundo, que para nadie es negocio pararse en la vereda del Gobierno, cosa a la que estos tres ministros sí han estado dispuestos y desde donde, además, deben lidiar con un Congreso «imposible”, tanto por las bancadas de oposición como por las del propio oficialismo.
En Chile Vamos aseguraron que hay veces en que el Presidente, Sebastián Piñera, le da mucha importancia al comité político, pero otras en que no tanto y que la actual tríada de ministros de Palacio –Rodrigo Delgado (Interior), Jaime Bellolio (Segegob) y Juan José Ossa (Segpres)– correspondería precisamente al segundo caso. La falta de experiencia parlamentaria de este equipo, su escaso tonelaje político y el poco empoderamiento que les da el propio Mandatario, han configurado uno de los staffs “más débiles” de esta segunda administración, algo que no solo es ya tema obligado en todo el oficialismo, sino que además ha instalado la sensación de que los parlamentarios “casi ni sientan” el costo de pararse en la vereda contraria a La Moneda, a su propio Gobierno. Un comité de adorno, casi de juguete.
Dicen en la derecha que el mejor ejemplo de la poca importancia que hoy tiene este comité, es el desequilibrio político entre sus integrantes, tema que en el pasado sacó ronchas y generó tensiones por la importancia que antes los partidos de Chile Vamos le daban a tener un asiento asegurado en los tres ministerios claves de Palacio. Hoy la UDI controla la Segegob e Interior, mientras que RN tiene la Segpres con Ossa, quien, si bien es militante, desde su propia colectividad lo consideran más como un piñerista que uno de los suyos.
No solamente en el Congreso sino también en el seno de Chile Vamos abundan –y desde hace rato– los cuestionamientos a la poca densidad del comité político. Una de las principales críticas es la falta de un conductor político de peso, capaz de tomar decisiones en las mesas de negociación con los parlamentarios del oficialismo, lo que ha generado como consecuencia directa que hoy las bancadas parlamentarias o los grupos de estas “notifiquen” a La Moneda sus posturas en diferentes temas, más que consultar acerca de los pasos a seguir, acordes a las directrices de su propio Gobierno. Un déficit político que dificulta el control de la agenda por parte de la administración piñerista, un punto que el propio Presidente ha resentido ante los suyos.
[cita tipo=»destaque»]Si bien en Chile Vamos la debilidad del comité político no es un tema menor, dadas las complejidades que eso genera, las críticas internas también apuntan a la responsabilidad del propio Presidente Piñera, con su forma de liderazgo, la manera que ejercer el poder, el poco empoderamiento que en general le da a todo su gabinete –salvo a quienes pertenecen a su círculo de hierro– y sus excesivas ansias de “comandar todo el espectro”, de «estar en todo y no dejar hacer nada». No por nada la actual administración ha tenido una altísima rotación de caras en esta estratégica tríada. Solo en Interior y en solamente tres años, han pasado cuatro ministros, lo que evidencia un problema mayor, que no solo es responsabilidad de los secretarios de Estado.[/cita]
Y si bien el tercer retiro del 10% –que está en debate en la Cámara de Diputadas y Diputados– es quizás el ejemplo más emblemático de la falta de conducción y del desorden en el oficialismo, lo cierto es que son varios los proyectos en los que el comité político no ha tenido la capacidad de alinear las huestes parlamentarias, como son el royalty minero y el de eutanasia, materias con las que no comulgan para nada en Palacio.
Otro de los reclamos más recurrentes en las bancadas parlamentarias de derecha –que han llevado a varios a decir que “si no les interesa (al Gobierno), que después no vengan a alegar”– es el escaso despliegue de los ministros del comité político en el Congreso. Es más, aseguran categóricos que ya no existe esa presencia permanente que generaba un lazo, un contacto y coordinación entre La Moneda y los parlamentarios, que antes estaba a cargo de Interior y de la Segpres.
Pocos olvidan en la derecha un episodio que para la mayoría dio cuenta clara de la falta de manejo del comité: que fuera el propio Mandatario quien tuviese que negociar con la presidenta del Senado, Yasna Provoste, la idea de reagendar la fecha de las elecciones del 10 y 11 de abril, una negociación que –se lamentaron en el oficialismo– debió haber sido llevada adelante por los ministros políticos. Desde el comité político se defendieron, insistieron en que hubo un trabajo previo y gestiones que permitieron avanzar las negociaciones antes de la cita pública.
Para el analista político Tomás Duval, hay una debilidad en el comité político «porque no ha logrado conformarse como tal, ni en la toma de decisiones, ni en las políticas, y tampoco ha establecido un diálogo permanente con la coalición oficialista en la toma de decisiones. Se le aprecia con una debilidad en la cual no pasa a ser actor principal y relevante en la toma de decisiones y eso es muy complejo”.
En la misma línea, en entrevista con El Mostrador, el candidato presidencial de RN, Mario Desbordes, indicó que “antes uno discutía del comité político, tiene peso o no tiene peso. Pero hoy, con todas las virtudes de (Rodrigo) Delgado, (Jaime) Bellolio u (Juan José) Ossa, uno ya ni habla del comité político. Probablemente ya todo lo está decidiendo Cristián Larroulet (jefe de asesores del segundo piso), sin ningún contrapeso, y eso es malo, eso no es bueno”.
Si bien en Chile Vamos la debilidad del comité político no es un tema menor, dadas las complejidades que eso genera, las críticas internas también apuntan a la responsabilidad del propio Presidente Piñera, con su forma de liderazgo, la manera que ejercer el poder, el poco empoderamiento que en general le da a todo su gabinete –salvo a quienes pertenecen a su círculo de hierro– y sus excesivas ansias de “comandar todo el espectro”, de «estar en todo y no dejar hacer nada». No por nada la actual administración ha tenido una altísima rotación de caras en esta estratégica tríada. Solo en Interior y en solamente tres años, han pasado cuatro ministros, lo que evidencia un problema mayor, que no solo es responsabilidad de los secretarios de Estado.
Unido a eso, al interior de Palacio existe un duro cuestionamiento al papel que juega el “supraministro” como le dicen a Larroulet, a quien le atribuyen una influencia sobre el Mandatario “por sobre lo acostumbrado”, lo que ha generado varios conflictos. Más ahora que no existe en La Moneda una figura política real que le haga contrapeso al criticado jefe de asesores del segundo piso, como en su momento fueron Andrés Chadwick o Rodrigo Ubilla.
La autocrítica no es el fuerte de la actual administración. En el seno del comité político se defienden ante el abanico de cuestionamientos, argumentando, primero, que responden a un diseño y, segundo, que para nadie es negocio pararse en la vereda del Gobierno, cosa a la que estos tres ministros sí han estado dispuestos, y que, además, deben lidiar con un Congreso «imposible”, tanto por las bancadas de oposición como por las del propio oficialismo.
En este sentido, en los ministerios pusieron sobre la mesa el que les juega como factor en contra que este sea un año de elecciones parlamentarias, lo que determina muchas decisiones en la bancadas. También, el comportamiento errático de los partidos de Chile Vamos, en que ninguno se salva, porque apuntaron al desorden extremo que –dicen– impera en RN, como el criticable comportamiento que tanto la UDI como Evópoli tuvieron en su momento, que optaron por congelar relaciones con el Gobierno cuando el Mandatario más necesitó de su respaldo.
Desde la UDI no hay dudas. Dicen que al ministro Delgado “le hizo mal su cambio” desde la alcaldía de Estación Central al patio de Los Canelos, oficinas donde se debería concentrar la conducción política del Gobierno, con el resto del gabinete y la coalición oficialista. Algo que en los hechos no ha sucedido desde que Delgado asumió el cargo en noviembre del año pasado, al punto que tanto en el Senado como en la Cámara de Diputadas y Diputados varios optaron ya por “prescindir definitivamente” de su interlocución para potenciales tratativas con La Moneda.
«No lo aprecian como el brazo político presidencial”, sentenciaron en la derecha. No por nada, ya en enero se hablaba de la intrascendencia del titular de la cartera del Interior, la que se habría hecho más evidente cuando se tuvo que ausentar un par de semanas tras contagiarse por COVID-19 y fue reemplazado por el ministro de Defensa, Baldo Prokurica. Para algunos en el oficialismo, Prokurica habría aprovechado el tiempo y de inmediato cerró acuerdos que estaban en stand by hacía mucho tiempo. No solo eso, para nadie pasó inadvertido que, cuando se hizo público el contagio de Delgado, el comunicado oficial rezaba que el Presidente Piñera no era contacto estrecho de su propio ministro del Interior: “Sobran las palabras”, agregaron.
En el entorno de Delgado defendieron la gestión del ministro. Afirman que no hay falta de capacidad política de su parte, sino que solo responde al diseño que fijó el propio Presidente Piñera, al apostar por un referente del mundo municipal, una cara más amable –dado el importante rol de los alcaldes el año pasado en la primera ola de la pandemia– y poner un acento en los temas de seguridad ciudadana. Por lo mismo, resaltaron los avances en proyectos claves como la denominada “Ley Juan Barrios” y la lucha contra el narcotráfico, a través de la regulación de bienes incautados y el fortalecimiento de las instituciones de rehabilitación y reinserción social.
En el mundo de los ciegos, el tuerto es rey. En el oficialismo explicaron que el «forado político» que ha dejado Delgado ha sido llenado en parte por el vocero Jaime Bellolio, quien con el pasar del tiempo –agregaron– habría logrado un evidente acercamiento con el Presidente Piñera. El exdiputado UDI es del sector de los denominados como “iluminados” en el gremialismo, que responde a la facción liderada por el brazo derecho de Joaquín Lavín, Ernesto Silva.
A diferencia de lo que sucede con Ossa desde la Segpres con RN, al ministro Bellolio en la UDI le reconocen una buena gestión política con su propio partido. Su debilidad estaría en su relación con el resto del espectro político. Desde la oposición han cuestionado qué tan cierto es su poder, ya que “pocas veces” ha hecho de puente con el sector. Asimismo, cuestionaron su manejo después de haberlos acusado de “chantaje” al momento de exigir mejoras en las ayudas sociales para dar el visto bueno al cambio de fecha de las elecciones. Después de eso, recalcaron, no se habría “aparecido más”.
Del ministro de la Segpres, en el Congreso afirman que, si bien se le reconocen atributos como la apertura al diálogo y el “contestar siempre el teléfono”, los cuestionamientos desde la propia derecha pasan por la falta de toma de decisiones. Una debilidad que rápidamente “huelen” los parlamentarios, lo que ha llevado a subvalorar su rol.
Otro problema de Ossa sería la falta de redes internas en Renovación Nacional, donde todos reconocen que no tiene una mayor injerencia, debido a que nunca llevó a cabo una vida partidista previa. Ese débil vínculo con RN quedó en evidencia cuando fue enviado por el Presidente Piñera para reunirse con la comisión política de la colectividad, instancia en la que pidió que, más allá de votar a favor o en contra del tercer retiro, que no acusaran al Gobierno de no prestar la ayuda necesaria a la ciudadanía. Claramente su petición no tuvo ningún eco.
En el oficialismo hay bastantes grados de frustración con el tema del comité político, porque dicen que lamentablemente se estaría frente a “mensajeros más que ministros”.