Sin agenda propia, hoy el Frente Amplio pasa por una etapa de transición de sus directivas, quienes, a diferencia de sus antecesores, optaron por ceder protagonismo para dejar la cancha abierta al capitán del equipo, el Mandatario electo Gabriel Boric. Esto, en un momento clave de definiciones e instalación, entregándole orden y control, un valor que se aprecia como primordial, dada la minoría parlamentaria. Este bajo perfil y el escaso conocimiento sobre los dirigentes de los partidos del FA que componen la coalición de Gobierno –Apruebo Dignidad– son interpretados por unos como vacío de poder y, por otros, como una nueva forma de hacer política, más transversal y menos dada a hacer sombra al Presidente electo. Como sea que se haya dado esta lógica, lo cierto es que la discreta exposición pública de los líderes actuales de los partidos del FA choca con la fuerza numérica del que lleva la delantera en el conglomerado, como lo es el Partido Comunista, aunque hayan perdido aliados clave respecto de la tesis de inclinar la balanza más hacia la izquierda, a dos meses del arribo a La Moneda. De todas formas, el poco peso específico de los líderes frenteamplistas actuales es una oportunidad de mayor influencia para un partido señero y que sabe jugar sus cartas de memoria.
Entre todas las rarezas que entrega el ingreso a La Moneda del nuevo Gobierno del Presidente electo Gabriel Boric, está la de tener un sostén político mínimo en el Parlamento, una sociedad de partidos sin historial reciente, además de un bajísimo perfil de los dirigentes de la cuna política del Mandatario, como lo es el Frente Amplio. Y si bien en la interna no genera tanto ruido –en algunos sectores más que en otros–, sí hay quienes han encendido las alarmas, acusando un vacío de poder en el sector que se supone tiene que nivelar la balanza frente a un Partido Comunista (PC) que ingresará el 11 de marzo como la tienda con mayor presencia y peso por sí sola.
Y es que la composición actual de las directivas frenteamplistas se ha trasformado en un arma de doble filo para el comando y el círculo de hierro presidencial. Por un lado, y a diferencia de quienes los antecedieron en las cabezas de Convergencia Social (partido del Presidente) y de Comunes (el partido más votado en la RM), quienes ahora dirigen estas colectividades juegan a favor de las pretensiones del electo Jefe de Estado, compartiendo su tesis de abrirse a la centroizquierda, pero al mismo tiempo pesan menos a la hora de tener que sentarse frente a sus aliados del Partido Comunista. Pero esta trenza no termina acá, puesto que el PC, donde tenían fina sintonía con los exdirigentes, ahora ve en los actuales una tesis más centrista y en dirección opuesta a su mirada más profunda.
Como naciente conglomerado político –en la presidencial del 2017 sacó el 22 por ciento de las votaciones–, el Frente Amplio ha pasado por una etapa de largo reacondicionamiento, entre quiebres y rearmes de los diferentes partidos y movimientos a su interior. Hoy, el conglomerado de cuna del Presidente electo está compuesto por Convergencia Social, Revolución Democrática y Comunes. Como apuesta política para un mayor peso, y que los llevó a ganar la última elección, formaron Apruebo Dignidad. Este está compuesta además por el Partido Comunista, la Federación Regionalista Verde Social y cinco movimientos, como lo son UNIR (Marcelo Díaz), Acción Humanista (Tomás Hirsch), Fuerza Común (Fernando Atria), Comunidad por la Dignidad y Plataforma Socialista.
Y si bien es un espectro bien diverso, el que ronca en la interna, principalmente, es el PC, con 12 diputados y dos senadores, y aunque no han “avasallado” –como algunos pensaron que podía suceder–, todo amplio espectro, se sabe, necesita de un contrapeso para darle viabilidad a un Gobierno que tiene a la cabeza al diputado nacido y criado en los movimientos y luego partidos del Frente Amplio.
Entre las tres directivas, existe el déficit del poco peso específico –reconocieron transversalmente–, de escaso conocimiento de sus líderes, lo que influiría en el control de la agenda, pero que, al mismo tiempo, serviría de bálsamo para el Mandatario electo. La duda que se ha instalado en diferentes sectores es cómo lograr equilibrar la balanza ante un Partido Comunista que se “conoce las cartas de memoria” y, si bien no habría un temor desbordado ni mucho menos –como transparentaron–, si existiría la necesidad de darle mayor musculatura al núcleo político presidencial con miras a una compleja gobernanza.
Por un lado está el partido del Mandatario, Convergencia Social (CS), que aumentó de cuatro a ocho diputados y sumó 34 mil militantes luego de la campaña de recolección de firmas para llevar a Gabriel Boric a la papeleta presidencial. Hoy, bajo el mando transitorio de la vicepresidenta Francisca Perales, cercana al Presidente electo. De bajo perfil, como comentan cercanos, y al igual que sus pares, no es muy asidua a la prensa, esto pese a que se ha abierto en los últimos días. De todas formas, y como ya se instaló, un nombre poco reconocible hacia afuera.
En la interna hay quienes defienden aquel perfil, pero también entienden que aquello complejiza las posibilidades de poder instalar los temas que consideren necesarios, dejando un mayor margen de manejo al partido comandado por Guillermo Teillier.
Hasta previo a la campaña a diputada, quien comandaba la tienda era Alondra Arellano, del sector opositor a Gabriel Boric. En contra del acuerdo del 15 de noviembre, cercana al PC y quien logró a contracorriente del actual Mandatario cerrar Apruebo Dignidad sin miembros de la ex Concertación, bajo su mandato la tienda fue la que le dio el portazo final en el Servel al PS, que, dejando atrás la histórica alianza con la DC, había decidido cambiar de hogar.
Al ser el partido del Mandatario electo –comentaron fuentes en la interna–, se ven en la obligación de asumir mayores responsabilidades que su pares, “apuntalando al Gobierno desde distintos frentes: en nuestra inserción en los equipos de Gobierno, en el Parlamento y en la relación con la Convección Constitucional”. De todas formas, y sin una fecha aún definida, CS llevará a cabo elecciones internas antes del 11 de marzo, donde esperan fortalecer la imagen institucional del partido.
En Comunes, colectividad que obtuvo la mayor votación en la RM, hay una historia similar, pero con diferentes tintes. Bajo la directiva presidida por Jorge Ramírez, y bajo la tesis de “desbordar el Frente Amplio” –que buscaba incluir en las esferas de toma de decisiones a los movimientos sociales–, el partido llegó a desbancar a Revolución Democrática luego que Karina Oliva le ganara la primaria para la Gobernación Regional al RD Sebastián Depolo, para luego instalarse en la segunda vuelta junto al actual gobernador, Claudio Orrego.
Con Oliva como referente, quien también apostaba por seguir la ruta sin la ex Concertación, la tensión también se instaló con Gabriel Boric y su círculo de cercanos, principalmente los RD, cuya postura más centrista dentro del conglomerado no les gustaba. Pero luego del reportaje publicado por Ciper y que acusó gastos indebidos en la campaña a senadora de Karina Oliva, todo se vino abajo: Ramírez tuvo que dar un paso al costado y Oliva «submarinearse». De esta forma, se instaló en la testera a KA Quiroz.
Quiroz, más cercana a la postura del Presidente Electo, carga con una fuerte oposición interna que la acusa de entreguismo, puesto que consideran que dejó a un partido que constantemente «marcaba posturas” fuera del radar. El rol secundario que estaría jugando la tienda, y el bajo perfil de la misma, causarían el mismo efecto que en sus pares de CS: un escaso peso específico para robustecer un bloque que necesita “fortalecerse para gobernar”. Comunes pasó de cuatro a ocho diputados, y tiene consideradas elecciones internas para mayo del presente año, donde desde la disidencia se trabaja para recuperar “lo perdido”.
En el caso de Revolución Democrática, a quienes se apunta como el espíritu político de Gabriel Boric, también sufrió un traspié que los dejó con menor injerencia que lo que quisieran, reconocieron en la interna. Y es que con el regreso que se había concretado de Sebastián Depolo a la directiva, esta había vuelto a tomar un vuelo, “un peso específico” –señalaron–, el mismo que se vio desvanecido luego de las desafortunadas declaraciones del fundador de la tienda. En su campaña por la senatorial, en entrevista con El Mercurio, Depolo dijo que “le vamos a meter inestabilidad al país”, palabras que no solo le costaron su candidatura, sino que también lo obligaron a dar un paso atrás y dejar la primera línea.
Hoy a la cabeza del partido se encuentra Margarita Portuguez, quien al igual que sus pares –reconocieron– no ha logrado instalarse aún como líder. Sindicalista y expresidenta de la Asociación de Funcionarios de la Subsecretaría de Telecomunicaciones, es cercana al lote más “izquierdista” de la tienda, pero con una mirada “institucional”, lo que le conferiría cierta tranquilidad al comando presidencial, “jugando en línea con ellos”.
En cuanto a peso específico, y la falta de un capital político mayor, el analista político y director de Tú Influyes, Axel Callís, le bajó el perfil, al señalar que “ni aporta ni resta, no influye, no suma, no es ni pertinente, porque la política pasa por otras partes. Puede servir para negociar cargos, pero, si son del propio Gobierno, no tiene ningún sentido. La verdad es que es bien irrelevante el cargo en general, sobre todo si son partidos que van a tener expresión en La Moneda y en el Parlamento y en los consejeros regionales”.
A eso agregó que “lo que queda de poder político se da más en las instancias de elección popular, más que en las instancias administrativas. No le veo mucha relevancia a la hora de tener periodos electorales, que en el fondo los presidentes y secretarios generales de los partidos firman las candidaturas, pero, una vez pasadas las elecciones, es absolutamente irrelevante”.