Con una directiva de salida que dificulta cualquier tipo de acercamiento o trato a mediano plazo, y en medio de una guerra civil interna, con dos tesis en pugna respecto de un mayor o menor acercamiento hacia el nuevo Gobierno, la Democracia Cristiana pasa sus días como alma en pena, entre dos tierras hostiles, por dentro y por fuera. Por el otro lado, la necesidad del Gobierno entrante de cambiar la arquitectura interna de poder, pensando en que son minoría parlamentaria, pero intentando minimizar las susceptibilidades, trajo aparejada la decisión de desligarse cuanto antes de la marca DC, lo que en forma y fondo ha provocado un sentimiento de malestar profundo en las filas de la falange. Con este sentimiento de por medio, lo cierto es que la futura administración de Gabriel Boric se halla en un complejo diseño, intentando contener un delicado clima interno, luego del incómodo ingreso de la centroizquierda al núcleo de la toma de decisiones y, por otro lado, tratando de no espantar del todo a la Democracia Cristiana, ya que sin sus votos, al menos en el Senado, dejan al futuro oficialismo en minoría, y muy cuesta arriba en la Cámara de Diputadas y Diputados. Para algunos, la escena prefigura un “puzle imposible”.
“Las declaraciones de la mayoría de sus dirigentes, es que ellos no estaban pensando en ser parte del Gobierno, lo que a mí me parece muy bien y me parece que además le da más coherencia al Gobierno que estamos haciendo (…). Venimos de proyectos políticos distintos”. Las palabras del Presidente electo, Gabriel Boric, en el programa ‘Tolerancia Cero’, constituyen uno de los ejemplos que varios miembros de la Democracia Cristiana expusieron para explicar una molestia que viene germinando desde hace rato con el futuro Gobierno. Según explicaron, no tiene que ver con no tener cargos, sino más bien con el trato que se les estaría dando, ya sea no siendo considerados en ciertos espacios de definiciones en el Parlamento, por las nulas señales de acercamiento luego de la segunda vuelta y por lo que acusan como una estigmatización de “lo malo de los últimos 30 años”, a diferencia de sus socios, que pareciera que fueran quienes hicieron “todo lo bueno”. La molestia también es extendida hacia sus socios del PS, a quienes culpan de ni siquiera haberles avisado que se terminaba el histórico eje.
Pero todo tiene una razón de ser –reconocieron los mismos– y guarda directa relación con el estado en que se encuentra el partido, es decir, con una directiva de salida que no tiene posibilidades de amarrar ningún tipo de acuerdo en el corto y mediano plazo, y en medio de una “guerra civil interna” –como describen a las elecciones para la nueva directiva–, que tiene a dos tesis en pugna y que son de primera necesidad para saber qué tipo de relación se va a establecer con la futura administración gubernamental.
Desde los colectivos que también componen Apruebo Dignidad, un espacio que aún no logra reacomodarse del todo al cambio arquitectónico del poder interno –luego del ingreso de la centroizquierda al corazón del futuro Gobierno–, explicaron lo que parece obvio: “La DC no ha presentado voluntad de ser parte, así no pueden ser invitados”.
Señales como la no participación del senador Francisco Huenchumilla en una cita con el designado futuro ministro de la Segpres, Giorgio Jackson, o el anticipo del diputado Miguel Ángel Calisto, respecto de su posición contraria al ente público que debería financiar las futuras cotizaciones, son muestra de un desencanto que se está enraizando.
Según señalaron en la interna de la falange, la señal que habría querido enviar el senador por La Araucanía, guarda relación con que los encargados de las negociaciones por el futuro Gobierno habrían preferido negociar los votos con la derecha, antes de sentarse con la DC. Así lo explicitó en entrevista con El Mostrador el diputado Matías Walker .“Entiendo que a Francisco Huenchumilla no lo convocaron a una reunión donde se estaba viendo la negociación por la conformación de las mesas del Senado, y algunos fueron a buscar un acuerdo con la derecha antes que buscar un acuerdo con la DC. Son cosas que molestan y, en ese sentido, nuestro jefe de bancada lo único que ha pedido es que exista respeto por la DC, y eso es lo mínimo”.
En ese mismo ámbito, acusaron que desde que se ganó la segunda vuelta presidencial, no hubo más señales hacia el partido, lo que para varios redunda en que no se les habría valorado lo suficiente, “considerando el apoyo sin condiciones que se les dio para llegar a ese 55 por ciento”. “Se terminaron los gestos con nosotros”, agregó otra fuente parlamentaria consultada.
Y es que, más allá del “puzle imposible” –como lo describen– que está armando el Mandatario electo, hechos como el que ni siquiera le hayan avisado a la presidenta de la DC, Carmen Frei, que no iban a contar con ellos, solo profundizan la sensación de haber sido dejados de lado, argumentaron.
Y aunque está en ciernes, sabido es dentro de la propia Democracia Cristiana que el partido no tiene la capacidad de sobrevivir solo por su cuenta. “O se le acoge o busca socios”, apuntó un influyente parlamentario de la tienda. Además, señalaron que, de seguir bajo esta lógica de “exclusión”, van a llevar a varios de sus representantes a querer demostrar su fuerza y eso implica desligarse de responsabilidades en el Parlamento.
Hay quienes han intentado también bajarle el perfil a la situación, pero recuerdan que hace solo dos meses estaban junto a sus exsocios de la centroizquierda trabajando todos juntos bajo un mismo candidato y proyecto, y que, sin aviso de por medio, se encontraron con que caminaban por su cuenta.
Otro de los puntos que se puso sobre la mesa es el de las confianzas, y si bien el PS ya había tenido un “intento de escape”, cuando se trató de inscribir en las primarias de Apruebo Dignidad y se le cerró la puerta en la cara, ahora el tema pasa por los cuestionamientos al actuar de la DC durante el actual Gobierno. Porque, si es por eso, pidieron revisar las votaciones del Partido Radical, “que no se diferencian en nada con nosotros y ahí están ellos, dentro del nuevo proyecto de Gobierno”.
Desde el PS la respuesta ha sido “con quién tratamos”, en referencia a que con la actual presidenta Carmen Frei, de salida, a la espera de la segunda vuelta interna, se torna imposible sentarse a negociar o tratar un camino en conjunto.
Por ahora, y en medio de un sentimiento de abandono, cada uno de los consultados recuerda que son cinco senadores, la misma cantidad de Apruebo Dignidad, y que sin sus votos el equilibrio en el Senado, el que muchos darían por hecho, se perdería con uno solo que busque marcar el descontento. Así como también en la Cámara de Diputadas y Diputados, donde son 8 los representantes del partido de la flecha roja. La matemática no se puede hacer con una colectividad que no consideras, como dijo el mismo Matías Walker. “No pedimos que se nos quiera, sí que se nos respete”, sostuvo.
Todo este conflicto tiene una razón de ser y que, si bien es comprendida desde ambas partes, al mismo tiempo se sabe, tanto en Apruebo Dignidad como en la DC y en el comando, que el diseño por el que optó el entrante Gobierno, si la lógica aplicada se mantiene tal cual, será por mucho tiempo un “arma de doble filo”.
A fin de cuentas, la fuerza de gravedad en todas las decisiones que se han tomado hasta ahora tienen una sola razón de ser: la minoría parlamentaria con la que va a contar la entrante administración. Ahí está la explicación para todos “los males y bienes”, evidenció un personero de Apruebo Dignidad (AD).
El solo hecho de haber ingresado a la centroizquierda ha generado una evidente tensión con sus ahora socios de AD, que vieron cómo de un día para otro dejaron de ser el particular centro de poder de un Gobierno que se calificaba de izquierda, para derivar en uno que pasó a ser de centroizquierda, como lo ratificó la futura ministra vocera, Camila Vallejo.
En ese entendido, y en busca de bajar la temperatura interna, es que el haber dejado a la marca DC fuera del diseño le ha sido, hasta ahora, funcional en tanto señales, pues de otra forma era imposible haber aplicado la metamorfosis interna que se hizo, explicaron cercanos al comando del Presidente electo, Gabriel Boric. Porque una cosa es que se le haya decretado libertad para el diseño de su gabinete, pero una de las advertencias fuera de micrófono –y que se entendía explícita– era que había que evitar cualquier cosa que “huela a ex Concertación”, situación que se ha cumplido “a medias”, reconocieron.
Haber tenido mayores acercamientos con la falange, o haberles entregado una señal en un eventual nombramiento, iba a ser considerado por un sector no menor de Apruebo Dignidad como una afrenta, por lo que lo señalado por los propios representantes de la DC, que desde un principio dijeron que no buscaban ser parte del Gobierno, “sólo facilitó las cosas”, indicaron. Aquella señal habría sido la razón principal para haber logrado ingresar a una centroizquierda, lo que, por más resquemores que provoque, era de toda necesidad, siempre bajo el entendimiento de que solo con Apruebo Dignidad se hacía imposible siquiera pensar en sacar adelante cualquier tipo de materia de ley.
Quienes bregaban por que se lograse una mesa de consenso en vez de ir a elecciones internas, a lo que apostaban era a no caer en el limbo en que se encuentra hoy el partido, a la espera de una segunda vuelta electoral justo en el momento en que había que tomar grandes decisiones, o en desmedro de definiciones sobre cómo afrontar el período gubernamental que se viene.
La paralización que significa estar con una directiva de salida ha imposibilitado cualquier tipo de reacción o acercamiento con las distintas fuerzas, y no ha hecho más que aislar a un partido que ya se encuentra en una condición totalmente diferente de la de quienes fueron sus recientes y ahora exsocios de Nuevo Pacto Social.
Pero el problema serían las fuerzas en pugna, y que cruzan más allá de los lotes tradicionales. Si no, no se explicaría que hoy por primera vez los denominados colorines estén a los dos lados de la vereda, relata un miembro de la directiva. Tanto Felipe Delpin como Joanna Pérez pertenecen a ese lote que condujo a la tienda bajo el mandato de Fuad Chahin.
El tema es que toda el agua que ha corrido bajo el puente, desde desatada la carrera presidencial, ha ido profundizando las diferencias que desde hace años son evidentes en una colectividad que se ha ido constantemente jibarizando y que lucha por una renovación que no llega, y que para muchos es “ilusoria”.
Por un lado está la excandidata presidencial, Yasna Provoste, apoyando al alcalde de La Granja, Felipe Delpin, y por el otro, quien fuese la candidata electa en primarias internas, pero desplazada en medio de las negociaciones, como lo es la senadora Ximena Rincón, apoyando a la diputada Joanna Pérez.
Y es que, si bien, como relata un parlamentario de la tienda, se estarían peleando por “un hueso sin carne” –en referencia al escaso peso de la tienda, más allá de lo necesario que serán sus votos en el Parlamento–, lo que hizo imposible generar un acuerdo mayor en beneficio de prontas definiciones en un contexto excepcional, son las dos tesis en juego.
Por un lado, está la idea de quienes siguen a la lista de Delpin y que busca un mayor acercamiento con el Gobierno de Gabriel Boric, dejando atrás la tesis de la anterior administración. Esta buscó el reperfilamiento bajo la tesis de ser partido eje y que, a través de acuerdos con el Gobierno, y a contramano de los acuerdos de la oposición, logró hacer un par de negocios que le permitieron un mejor control del poder interno, repartido en el Senado y en la mesa directiva, pero que arrastró altos costos y que se evidencian en el valor de la marca del partido frente a la centro e izquierda.
Por el otro lado, desde la lista de la diputada Joanna Pérez, lo que se busca es lograr una diferenciación con la futura administración, con el objetivo de generar una identidad más palpable que la que se tiene ahora. Esto sería bajo la tesis de ser un partido dirimente, es decir, hacer pesar con fuerza el valor de sus votos en el Congreso.