En una conversación con la periodista Mirna Schindler en El Mostrador Radio, el académico recordó que en Chile se ha buscado darle forma 11 veces al Estado Nacional, sin éxito. Salazar atribuyó el fracaso del anterior proceso constitucional al histórico rechazo a la clase política. Además señaló que la precariedad laboral, que afecta a grandes sectores de la población, como uno de los ingredientes de la actual crisis de inseguridad. Para él ese 62% no hay que leerlo sólo un rechazo a la política, a la convención, a la izquierda, etc. Eso revela porque no estamos leyendo, y menos se lee a los políticos. Entonces la gente no tiene una noción clara de cómo es el proceso político por dentro, no le interesa.
El Premio Nacional de Historia 2006, Gabriel Salazar, entregó su visión sobre el rol que los partidos políticos han tenido en esta segunda pasada a una nueva Carta Magna, en una entrevista con Mirna Schindler en El Mostrador Radio.
El académico destacó la enorme desconfianza de la sociedad en los partidos políticos como un factor fundamental para explicar la crisis actual.
Además señaló que la precariedad laboral, que afecta a grandes sectores de la población, como uno de los ingredientes de la actual inseguridad.
– Desde tu perspectiva, ¿donde está el péndulo hoy y cómo se explica lo que estamos viviendo, con la transformación de una sociedad chilena del 2019 a una del 2023, que va más por el orden, la moderación?
– Hay que recordar que soy historiador y además historiador social, no puramente político ni económico. Trabajamos economía, política, pero desde lo social. Eso le permite a uno trabajar la historia en sus procesos naturales que no son de día a día, de un día para otro, ni siquiera de dos a tres años, son más largos. Procesos de mediana duración, medio ciclo, o más largos aún.
Estos procesos largos en la historia son más determinantes porque son más profundos, no son en el día a día, no se pueden fotografiar. No se pueden oler, no son tangibles. Los procesos profundos van por dentro de uno, por eso son invisibles.
Al mirar la historia desde allí, todas estas cosas que se ven en el corto plazo toman otro color, toman otra dirección, y por eso que es importante mirar siempre el presente desde la historia, porque tu ves allí procesos que están en marcha pero que van por abajo, no siempre los periodistas los captan, los políticos menos.
Del punto de vista de los procesos históricos hay algo que es importante. Tu dijiste 62% rechazo, yo te digo desde el 2014 hasta el día de hoy, todas las encuestas hechas por agencias mas o menos serias, por ejemplo el Centro de Estudios Públicos (CEP), marcan que la ciudadanía rechaza sobre el 92% a los políticos, es un dato que se mantiene a lo largo del tiempo y que viene de muy atrás.
De hecho en el año 1991, gobierno del primer año de Aylwin, ya era el 56% de rechazo, y eso ha ido subiendo lentamente y se mantiene.
– ¿Tiene que ver con lo que pasó (el triunfo del Rechazo)?
Es una tendencia profunda que no se va a desaparecer por un 62% que rechazó un proyecto constitucional.
– Ese 62% fue leído por la derecha como una reacción en contra de un grupo que quería refundar el país.
– La clase política, la centro derecha, particularmente un grupo del empresariado, no el gran empresariado, leyó esto como un viraje a la derecha.
– ¿Por qué no el gran empresariado?
– Por varias razones, porque ellos no están metidos necesariamente en la coyuntura, ellos leen el proceso histórico desde otras perspectivas, y ellos se dieron cuenta que la situación es muy mala del punto de vista de las perspectivas de un gran empresario. La misma encuesta del CEP lo dice.
Hace tiempo que el empresariado está planteando que la situación es mala, ha caído en un 40% su confianza en la situación general para los negocios. Ellos están retirando sus capitales de Chile ya hace como seis-siete años atrás. Se calcula que alrededor de US$74 mil millones ya han salido del país en la inversión hacia fuera, porque ya no confían en la inversión hacia dentro, y porque ellos incluso piensan ahora no solo sacar el capital, irse ellos mismos afuera.
Ellos están leyendo la coyuntura no de que estamos en camino hacia la vieja gran democracia como se dice, la tradición democrática.
– Tenemos esta realidad, octubrismo y la violencia, otros hablan de una ola progresista que intentaba darle solución a los grandes dolores de nuestro pueblo (pensiones, salud), y de repente todo se da vuelta, y estamos abocados básicamente hablar de seguridad. Hay un cambio. De A y ahora estamos en Z, ¿es normal?
– En la opinión pública de corto plazo sí, en los procesos profundos de la historia, no. La misma encuesta del CEP presentó los resultados, lo dijo claramente, es un error profundo -dijo ella- que se interprete este 62% como un péndulo que beneficie a la derecha.
– ¿Qué es para ti ese 62%?
– Rechazo a un texto, es rechazo también a todo lo que venga de lo político. Hay un rechazo a lo político en general, sobre el 90% y se mantiene estático. Hay otro dato muy importante, que es el hecho de que en este país sólo un tercio de los adultos toma un libro durante el año, y el 3% de los que toma un libro durante el año entiende lo que lee. Es decir, no se está leyendo, no como antes, interesa mucho más la imagen.
– Se culpó a la Convención de querer refundar al país. Y tú has dicho en tu libro: “¿ha sido alguna vez fundado el tradicional Estado de Chile?”. En la página 7, dices que “Chile acumula 11 refundaciones fracasadas”, pues, ¿para qué son los procesos constituyentes, si no para refundar?
– Son muchos los datos, la información al respecto que he reunido en 60 años de investigación. Lo que digo ahí es fundamental: 11 veces en 200 años, significa que hemos fracasado 11 veces.
– Si pensamos en ese 62% también fue respecto de aquellos que representaban la otra opción en lo que fue la Convención.
– Ese 62% hay que leerlo de muchas maneras, no es sólo un rechazo a la política, a la convención, a la izquierda, etc. Eso revela lo que dije, que no estamos leyendo, y menos se lee a los políticos. Entonces la gente no tiene una noción clara de cómo es el proceso político por dentro, no le interesa.
Entonces claro, rechaza todo lo que venga de allá, y el caso de la otra Convención es penoso, porque quién leyó, ni siquiera los expertos me consta a mí han leído o entendido lo que fue esa Convención Constitucional o el texto que entregaron.
Yo leo todos los días “El Mercurio”, y qué es lo que he visto ahí: no he visto ningún comentario de un experto, un político con años de circo, profundo, del texto constitucional que no se aprobó. Ni uno, pura adjetivación, son “refundacionistas”, “octubristas”, “izquierdistas”, tienen la enfermedad inflada de la identidad, son puros adjetivos.
Me leí cuidadosamente el borrador y dos veces el texto final, y hay una cuestión fundamental que nadie hizo ningún comentario: que la Convención aprobó la creación de asambleas comunales que se autorepresentan en las regionales, en una cámara que le llamaron de regiones que suprimía al Senado. Eso significaba la exclusión, el deterioro y probablemente la marginación de la clase política.
Cuando la ciudadanía quiere tomar el poder constituyente, que le corresponde por naturaleza por sí misma, todos los políticos de izquierda, centro, derecha, se unen.
– ¿Alguna vez tuvimos una Constitución verdaderamente participativa?
– Sólo en 1828. Duró menos de un año porque la oligarquía de Santiago organizó un ejército mercenario pagado por los grandes mercaderes para derrotar al ejército patriota que estaba de acuerdo con esta Constitución, y se provocó la guerra civil que terminó con la batalla de Lircay. Ganó el ejército mercenario, entonces esa Constitución no alcanzó a durar un año, y esa Constitución se discutió primero en las comunas, cabildos, delegados después a una Asamblea Constituyente que se hizo en Valparaíso para arrancarle la oligarquía de Santiago, y ahí se aprobó con toda la oficialidad del ejército patriota.
– ¿Qué debería haber pasado en Chile después de este último intento?
– Normalmente, el poder constituyente es expresión de la voluntad soberana de los pueblos, la soberanía es inherente a los pueblos, a la comunidad. Porque la soberanía es una voluntad colectiva, no es voluntad individual. La voluntad individual es el libre albedrío, del individuo. La soberanía es una voluntad colectiva.
Para que haya soberanía tiene que haber posibilidad de que las comunidades se desarrollen por sí mismas, se integren, trabajen. Y la única posibilidad de hacer eso es mediante una forma social, la asamblea, el cabildo, la asamblea loca, comunal.
Fue eliminado por Diego Portales en 1830 y nunca más se ha repuesto. No tenemos cabildos, no tenemos asambleas provinciales, la ciudadanía no ha tenido nunca posibilidad de participar dentro del Estado para por lo menos dar su opinión.
– ¿Cómo ves la crisis de seguridad que nos afecta?
– Hay dos tipos de seguridad. Dejemos de lado la seguridad exterior, dos tipos de seguridad interna, la que tiene que ver con el equilibrio de la sociedad civil en general en términos de sus expectativas, voluntad de desarrollo, de su condición de vida; y el equilibrio que tiene que ver con la delincuencia. Son dos cosas muy distintas.
– En relación a lo último.
– Hoy día hay una pérdida de seguridad interna, en primer lugar, y en segundo lugar, por un desarrollo enorme de la delincuencia. Enorme. Históricamente hablando, cada vez que la tasa de empleo baja o aumenta, sólo el empleo precario, no el empleo que asegura una carrera laboral, sube la delincuencia. Mientras más baja en la tasa de salarios, mayor rendimiento tiene la tasa de ganancia del delito.
– ¿Dónde está la salida de la situación actual del país?
– Los políticos no han resuelto este problema que ya era grave en 1830, hasta el día de hoy que sigue siendo grave. No ha habido ninguna solución de fondo.
– Algunos dicen que este es el peor momento de los últimos 30 años, en materia de seguridad.
– Eso sí. Pero es el impacto de un Código del Trabajo, de un Plan Laboral que le llaman también, que impone el empleo precario como norma. Entre el 60% y 70% de los empleos en Chile son todos precarios, incluso en la universidad.
– ¿Qué piensas toda la situación que se ha generado con la migración irregular, con la llegada de bandas con alto nivel de fuego que no eran propias de nuestra realidad nacional?
– Agrava el fenómeno. Si mal no recuerdo por el 2012-2014, cerca de un 7% de desempleo, la inmigración que comienza a llegar a Chile aumentó esta tasa progresivamente, y ahora estamos, dicen oficialmente 9-10%, pero en la práctica, está sobre el 12%-13%.
Los inmigrantes están en su mayoría empleados en lo que antes era el subempleo, empleo precario callejero. Y la delincuencia se ha inflado notoriamente con todas las características de la delincuencia tropical.
– Hazme un diagnóstico de lo que observas que se viene, en función de un Gobierno de Izquierda que tiene que enfrentar un tema que le resulta más complejo.
– Hay dos cosas. Por un lado, tenemos que hablar no tanto de gobiernos de izquierda, de centro. Es clase política, este Gobierno es clase política, pudo haber sido de izquierda, no lo fue ya, y claramente es clase política. Por otro lado, hay que ver lo que pasa ya no con la clase política, sino con el pueblo mismo, con la masa ciudadana, con el pueblo ciudadano, ahí hay que poner la mirada y ahí están ocurriendo cosas muy interesantes.
– ¿Como qué?
– La desconfianza con los políticos es un dato de estructura, eso va a seguir. Tu puedes proyectar a futuro qué va a pasar con esta tendencia de la ciudadanía a no creer en los políticos y lo que pretenden hacer, darle una nueva Constitución por los políticos a su pinta. ¿Qué puede pasar ahí?
– ¿Y si no se resuelven los problemas?
– Puede haber otro estallido social peor que el del 2019, porque ese fue romántico. Este no va a ser romántico, evidentemente hay una rabia en la calle, uno lo ve a cada rato. Eso puede producir una explosión, un estallido social no romántico como el otro, porque no expresamos nuestra identidad, gozamos la calle por estar juntos, éramos un ser colectivo, pero esta vez, al ir con rabia, la cosa no va a ser similar, no va a ser igual.