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Agenda 2030: “No habrá desarrollo económico si no hay desarrollo social y ambiental”

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Los expertos Javier Surasky y Ricardo Corredor lamentaron la escasa participación de las máximas autoridades de la región en el sexto Foro de Países de América Latina y el Caribe sobre desarrollo sostenible, pero destacaron la oportunidad que brinda la presentación del informe nacional voluntario de Chile el próximo mes. Surasky defendió la Agenda 2030, por sus contenidos técnicos y estudios científicos avanzados, y por estar fundamentada en las demandas históricas de la sociedad, como la erradicación de la pobreza, el hambre y la mejora de la salud y educación. Por su parte, Corredor evidenció un “escepticismo generalizado” sobre las posibilidades de tener un mundo mejor y una cierta “desesperanza”, además de un “cinismo” por parte de quienes les va bien con el modelo actual.


Durante el sexto Foro de Países de América Latina y el Caribe, se determinó que los 33 países de la región presentan rezagos en buena parte de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), definidos en la denominada Agenda 2030 establecida en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, y se pretende alcanzarlos para dicho año.

Según detalló la CEPAL, hay un desfase en el 75% de las metas y, peor aún, el 27% de ellas muestra retrocesos frente a los valores de 2015. Entre los diversos objetivos, destacan el fin de la pobreza, el hambre cero, la salud y el bienestar. Este fue el tema de conversación en un nuevo capítulo de Al Pan Pan en El Mostrador Radio. Mirna Schindler abordó tanto el avance de los ODS como la férrea oposición de figuras políticas como Donald Trump o Jair Bolsonaro, junto al consultor en comunicación estratégica Ricardo Corredor y el doctor en relaciones internacionales Javier Surasky.

“La Agenda 2030 que se acordó en 2015 es muy ambiciosa. Es el futuro del mundo como planeta y de la humanidad. Si no cumplimos estas metas, si no nos enfocamos en esos 17 objetivos, las posibilidades de que caigamos en esa ruta de autodestrucción son muy grandes”, partió señalando Ricardo Corredor, miembro del Centro de Pensamiento Estratégico Internacional (Cepei) y exjefe de la Oficina de Cooperación Internacional del Ministerio de Educación de Colombia.

La agenda, señaló, implica compromisos y decisiones políticas muy grandes, sobre todo para reducir el hambre, hacer la transición energética y mejorar los sistemas de salud y educación. Son metas muy ambiciosas y representan un desafío político muy grande para cualquier sociedad, especialmente en un contexto político de alta polarización en la región. Con mucha división, recalcó, “no es fácil construir esos consensos”.

Ricardo Corredor percibe un “escepticismo generalizado” sobre las posibilidades de tener un mundo mejor y una cierta “desesperanza”, además de un “cinismo” por parte de personas, empresas, organizaciones y sectores de la sociedad que les va bien con el modelo actual.

Por su parte, Javier Surasky mencionó que a largo plazo estamos hablando de no tener un mundo donde vivir, pero también hay límites temporales mucho más cercanos que tienen que ver con el tipo de vida que queremos tener mientras tengamos mundo. Es decir, estamos hablando de “la posibilidad de las personas de ser felices y la posibilidad del mundo de continuar generando los procesos vitales básicos que permiten que la vida se sostenga”, explicó.

“Hablamos de la imposibilidad de ducharse todos los días”

“Hay que actuar rápido, pero no es que todo esté perdido”, planteó Surasky, quien también es miembro del Cepei y profesor de Derecho Internacional Público en la Universidad Nacional de La Plata. Y sentenció: “Si no conseguimos poner fin no solo al cambio climático sino también a muchas prácticas destructivas del ambiente que están detrás, estaremos generando las condiciones para que las personas no puedan realizar sus proyectos vitales. Aquí no se trata solo de definir un proyecto vital común para la humanidad, sino de habilitar que las personas puedan elegir qué quieren ser, qué les hace felices y puedan desarrollar sus proyectos vitales. Cuando pensamos en un mundo caótico, pensamos en la inseguridad permanente”.

“Estamos hablando de cosas que nos afectan en nuestra vida cotidiana, como la imposibilidad de ducharse todos los días. Tenemos un serio problema muy cercano a nosotros, en Montevideo, Uruguay, donde los centros urbanos se están quedando sin agua debido a una sequía prolongada. Imagínense saber que llegará un punto en el que abran sus grifos y no salga agua. Estamos hablando de temas muy sensibles”, advirtió Javier Surasky.

Respecto al sexto Foro de Países de América Latina y el Caribe, los expertos lamentaron la baja participación de las máximas autoridades de la región. No obstante, mencionaron que habrá otra oportunidad. De hecho, Chile debe presentar un informe este año, en julio, en el que el país expondrá su reporte nacional voluntario para dar cuenta de los avances en los ODS.

Ante las críticas que ha recibido la Agenda 2030 por parte de sectores políticos que incluso cuestionan el cambio climático, como Donald Trump o Jair Bolsonaro, Javier Surasky fue enfático al señalar que la Agenda 2030 se basa en contenidos técnicos y los estudios científicos más avanzados sobre los principales problemas y soluciones. A nivel de exigencias, dijo, se fundamenta en “demandas históricas de la sociedad hacia sus gobiernos: basta de pobreza, basta de hambre, queremos buena salud, buena educación. Estas son demandas históricas que sustentan las prioridades”. Y afirmó que, en resumen, se trata de “entender que no habrá desarrollo económico si no hay desarrollo social y ambiental”. Asimismo, “que el desarrollo económico que podamos lograr, si no está basado en pensar también en el ambiente y la sociedad, no va a mantenerse en el tiempo”.

“El mundo que estamos haciendo hoy es el mundo que van a encontrar nuestros hijos y nietos, las generaciones futuras, por lo tanto tenemos que pensar en ellos y crear una solidaridad intergeneracional”, concluyó Surasky. A juicio del experto en cooperación internacional “todo sirve para atacar la agenda 2030”, pero lo cierto es que es “un consenso internacional alcanzado por cada uno de los Estados que entendieron que esas eran las prioridades que como mundo teníamos que trabajar”.

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