El politólogo y sociólogo de la Universidad Diego Portales, e hijo de un ex personero de la UP, analiza el evento de conmemoración de los 50 años del golpe de Estado y cómo el debate se encamina hacia un destino que está lejos de desembocar en un acto que involucre a todo el mundo político. Si bien reconoce que hay varios factores que influyen en que no exista una línea clara del Gobierno respecto de cómo tratar el evento, argumenta que la política mundial atraviesa un momento en el que la extrema derecha ha corrido el cerco hacia un lugar donde se permiten decir “brutalidades”. En ese sentido, indica que es “grave” que haya un resurgimiento del discurso que justifica el Golpe por parte de la derecha y tiene pocas esperanzas de que se logre un acto solemne que reúna a todos, “a la uruguaya”.
Alfredo Joignant Rondón es académico de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales y ha seguido de cerca el debate sobre los 50 años del golpe y el debate político e intelectual que se asienta detrás.
El tema no solo lo toca en lo profesional, sino también en lo personal, dado que su padre (recientemente fallecido) fue el profesor de Historia Alfredo Joignant Muñoz (PS), intendente de Santiago y director de la PDI durante el gobierno de Salvador Allende. Tras el golpe de Estado fue detenido e internado en isla Dawson y otros campos de concentración, luego de lo cual fue exiliado a Francia.
El diagnóstico de su hijo respecto de la conmemoración de los 50 años del derrocamiento de Allende y la instauración de la dictadura es “pesimista”, dado que no cree que se logre generar un evento conmemorativo en el que participen distintos actores políticos. Además, señala que el ejercicio de revisionismo que se ha hecho ha sido utilizado para exculpar “de responsabilidades propias” a muchos.
Joignant espera equivocarse, pero pronostica que “van a ser unas malas conmemoraciones, van a ser tribales, en donde cada tribu le va a hablar a sus propios correligionarios” y respecto del reflote del discurso que, desde la derecha, justifica el golpe, sostiene que hay que convencerse de que existen personajes que, “bajo ciertas circunstancias, estarían disponibles a apoyar otro golpe” aunque, por cierto, también asegura que existen personeros de la derecha que están comprometidos con la no repetición.
También se refiere al rol que juegan los intelectuales en este debate. Valora buenamente el gesto de Daniel Mansuy al analizar la figura de Salvador Allende y la izquierda chilena. Sin embargo, critica duramente los dichos de Cristian Warken y su solicitud de “cerrar el duelo”. Para Joignant, sus declaraciones fueron ofensivas y no lo solo eso: encuentra que su petición es “estúpida”.
-A casi dos meses de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, ¿cómo evalúa el panorama actual y la posibilidad de que todos los actores políticos participen en un acto conmemorativo, ahora que personeros de la oposición han dicho que se restarán?
-Veo altamente improbable un acto ecuménico entre todas las partes. No lo veo posible. No veo ni siquiera una oportunidad para un evento a la uruguaya, de 13 minutos, porque en Chile se abrió una coyuntura revisionista que era inimaginable hasta hace dos años atrás, entendiendo por “revisionismo” no solo el ejercicio legítimo de revisar lo que entendemos por la historia que condujo al Golpe, no: es revisionismo en un sentido más bien de exculpación de responsabilidades propias, para lo cual se ensaya una reinterpretación de la historia cómoda, oportunista, cínica, terminal, porque bajo el pretexto de entender, al final del camino lo que se está haciendo es justificar. Más allá de que se diga que fueron terribles las violaciones a los derechos humanos, en el fondo, al final del razonamiento se termina por un revisionismo como el que te describí. Por lo tanto, en esas condiciones, no veo ninguna posibilidad. Para ser franco, tampoco veo mucho interés, en nadie, en hacer algo ecuménico.
-¿Qué tan grave es para la democracia que resurja un discurso de la derecha que justifique el golpe? La ministra vocera Camila Vallejo dijo que “quien justifica el golpe de Estado en nuestro país, perfectamente puede justificar un golpe de Estado hoy o mañana y eso es grave”.
-En eso estoy de acuerdo con la ministra Vallejo. Ese es el revisionismo y el relativismo. Todos los que dicen hoy que apoyan de nuevo el Golpe, efectivamente, eso significa que bajo ciertas circunstancias estarían disponibles a apoyar otro Golpe, eso es real. Por lo tanto, hay que convencerse de eso. Ahora, de ahí a sostener mecánicamente que la democracia chilena está en riesgo, no. Pero de que hay un cambio muy importante en las brutalidades que se están diciendo, es evidente.
-Muchos han planteado que la salida de Patricio Fernández, incluso desde los medios, es una presión del Partido Comunista o de los familiares de víctimas de la dictadura, pero también hay otra lectura que se sostiene en que existe un vacío en la línea del Gobierno sobre la conmemoración de los 50 años. ¿Coincide con alguna de las lecturas?
-Probablemente es una combinación de todas esas cosas, pero creo que lo más profundo acá es que hay una falta de realismo, lamentablemente, de parte de las asociaciones de familiares de detenidos desaparecidos y de ejecutados políticos. Una falta de realismo en el siguiente sentido: no logran ver, no quieren aceptar, que se le está hablando a un mundo cada vez más pequeño. Tras 50 años, medio siglo, hay un cambio demográfico evidente. El 80% de chilenos no vivió el golpe, por lo tanto no se puede seguir conmemorando de la misma manera, salvo si lo que se busca es solamente hablarle a las víctimas, lo que es legítimo, pero asumamos las consecuencias. Es decir, con esa manera de conmemorar no puedes pretender hablarle a Chile. Creo que el problema está ahí. El guión que generó Fernández me parece que era más universalista, permitía hablarle a todo un pueblo sin descuidar a las víctimas, pero se optó por la misma forma de conmemorar de siempre y eso tiene consecuencias.
-Voces del oficialismo advierten que, ante el resurgimiento del discurso que justifica el golpe del 73, se abre la pregunta sobre si efectivamente existió una derecha comprometida con el “Nunca más” y la garantía de la no repetición…
-Es una buena pregunta. Yo creo que existe gente de derecha genuinamente comprometida con el “Nunca más” y que a mí en lo personal me consta. Jaime Bellolio, Cristian Monckeberg, Hernán Larraín (hijo), Gloria Hutt, Javier Macaya, Isabel Plá. La gente existe. Te darás cuenta que además es gente de una generación más joven, pero que no es toda la derecha. Ahora, con la irrupción de republicanos, eso se pone más cuesta arriba.
-Se habla mucho de retroceso democrático con este discurso que justifica el golpe. ¿Dónde está el espacio de consenso? En otros países, como Alemania, existe un consenso político, un “cordón sanitario”, en contra de la extrema derecha.
-Aquí en Chile no existe ese concepto. De hecho, los cordones sanitarios europeos se están rompiendo. En Francia también existió uno, que hoy ya no es real, porque se movió el cerco hacia expresiones de derecha radical importante. Por ejemplo, estoy consciente de que Alemania es un caso particularísimo, pero igual hay una extrema derecha que irrumpió en el Parlamento y, claro, sigue existiendo, pero menos exigente. En Francia se rompió, al igual que en todos los países que están irrumpiendo algún tipo de extrema derecha. Es decir, se amplían las fronteras y los límites de lo decible, al punto de que se pueden decir brutalidades, como ha pasado en España y Vox.
-¿Por eso se complica el punto de encuentro entre las fuerzas políticas, como por ejemplo en los 50 años?
-Por supuesto. Hoy, la posibilidad de concordar cosas importantes en política son mucho menores que hace 10 años, porque las élites políticas se polarizaron. Ojo: no estoy diciendo que la sociedad se haya polarizado, en eso no creo, de eso no hay prueba ni hay evidencia de que eso esté ocurriendo, pero sí la hay respecto de lo que está sucediendo en la Cámara, en donde es evidente la polarización. Además, se origina en una altísima fragmentación de 21 partidos y 39 diputados independientes. Una grosería.
-¿Crees que eso es un factor que viene de la incapacidad del Gobierno de encauzar una institucionalidad que permita digerir todo lo que significan los 50 años o tiene que ver con un fenómeno social más grande?
-No le asigno mucha responsabilidad al Gobierno. Esta imposibilidad de conmemorar juntos -salvo en el caso de Uruguay, que tiene la ventaja de ser un país pequeño y mucho más homogéneo desde el punto de vista de la estratificación social-, tiene que ver con un cierto estado del mundo chileno e internacional muy odioso y muy polarizado, lamentablemente.
-El ex presidente de Amarillos, Cristian Warken, fue criticado esta semana por hacer un llamado a “cerrar el duelo” en una carta abierta al Presidente Gabriel Boric. ¿Coincide con esa frase?
-Discrepo completamente con Cristian Warken, de hecho tengo muy pocas cosas en común con él, por no decir que a estas alturas vamos en una tendencia hacia la nada en común, porque me parece además ofensivo. Tú no puedes exigir, pedir, solicitarle a las víctimas que terminen con el duelo. Me parece una aberración completa, una expresión de inhumanidad muy grande. Eso se lo puedo escuchar a gente como Johannes Kaiser (diputado del Partido Republicano), a José Antonio Kast, a quienes presenciar el duelo de gente que genuinamente sufrió les molesta. Hay mucha gente en Chile que se siente molesta porque hay gente que durante 50 años ha sufrido y ha seguido sufriendo y va a seguir en su empeño por conocer la verdad definitiva de sus familiares, compañeros y amigos hasta el final de sus días. Tú no puedes pedir cerrar el duelo. No sé que significa eso, no me hace ningún sentido y lo encuentro terrible además, como solicitud. La encuentro francamente estúpida.
-¿Cuál es el papel que tienen los intelectuales al momento de habilitar un camino para poder digerir la memoria y el Golpe de Estado?
-Los intelectuales siempre van a cumplir un rol importante en esto, porque siempre van a estar con ocasión de fechas difíciles y siempre se van a involucrar en batallas interpretativas. Lo que uno desea es que sean batallas de calidad, con alta argumentación, con capacidad de justificación de los juicios de cada cual y si se quiere, además, de interpretar y explicar, pero estas tienen que estar sujetas a posibles refutaciones. Así funciona la ciencia en general y las ciencias sociales en particular.
Yo no he visto un mal debate intelectual en Chile últimamente. Creo que la publicación del libro de Daniel Mansuy “Salvador Allende. La izquierda Chilena y la Unidad Popular”, que me tocó presentar, cumplió una función útil, porque abrió una pregunta sobre el sentido, el significado y la función histórica de la Unidad Popular. Me parece que es una pregunta legítima que había sido abierta por una parte de la izquierda chilena, especialmente por el mundo socialista con su doloroso y desgarrador proceso de renovación a fines de los ’70 y durante la década de los ’80. Que la pregunta sea formulada en buen tono y con una buena calidad argumentativa, como la de Mansuy, quien es de derecha, me parece loable y atrevido de su parte, por proponerse pensar a Allende más allá de la forma en que murió. Es un enfoque muy atrevido, porque Allende es el político más difícil de pensar, precisamente porque es demasiado espectacular, su muerte es sublime y, por lo tanto, nubla, seduce y captura. Eso es lo que logra sortear Mansuy. No con todo el éxito que uno evidentemente quisiese, siempre van a haber ángulos muertos, pero es un muy buen ejercicio que hizo el que hizo.
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