Ya a casi 50 años del 11 de septiembre, nueve testigos de esa historia relatan cómo fue la intensa mañana en que se vivió el bombardeo en calle Tomás Moro 200. “Empezamos a evacuar a la primera dama del presidente, Hortensia Bussi, cuando el primer rocket de la bandada de Hawker Hunter impactó en la casa presidencial. Entonces, como era el más joven y tenía buena puntería, se me dio la instrucción de subir al techo de la casona con una ametralladora .30. Vacié la cinta de balas contra el segundo avión. Le di en el estanque de combustible y debió aterrizar de emergencia en Cerrillos” es parte del relato que confidenció a El Mostrador Pedro del Fierro, uno de los miembros del “Grupo de Amigos Personales” (GAP), poco antes de su muerte.
“Empezamos a evacuar a la primera dama del presidente, Hortensia Bussi, cuando el primer rocket de la bandada de Hawker Hunter impactó en la casa presidencial de Tomás Moro 200. Entonces, cómo era el más joven y tenía buena puntería, se me dio la instrucción de subir al techo de la casona con una ametralladora .30. Creo que vacié la cinta de balas contra el segundo avión. Le di en el estanque de combustible y debió aterrizar de emergencia en Cerrillos”, es parte del relato que nos confidenció Pedro del Fierro, uno de los miembros del “Grupo de Amigos Personales” (GAP), poco antes de su muerte.
“Galito”, su chapa, era uno integrantes del GAP del Presidente Salvador Allende que la mañana del martes 11 de septiembre de 1973 intentó repeler el ataque de tres cazas de la Fuerza Aérea y dos helicópteros, que atacaron su vivienda, en Las Condes. La casona carecía de un sistema de baterías antiaéreas, sin embargo, los ex agentes y sus tiradores estaban bien entrenados para resistir, ante la orden de dar protección a la familia del presidente.
Esa mañana, Hortensia Bussi salió a mirar por el balcón cerca de las 8 de la mañana, por el ruido que había en la casa. Estaba muy nerviosa y en extremo preocupada. Le acaban de informar que se iniciaba un golpe de Estado y que “El Doctor” (es decir, Allende) y dos de sus hijas se encontraban en el Palacio de La Moneda. Se trataba de Isabel (senadora, en la actualidad) y Beatriz, quien tenía ocho meses de embarazo y trabajaba junto al presidente. Poco antes del bombardeo a Tomás Moro el mandatario logró comunicarse por teléfono con su casa. Le dijo a su esposa que sus “niñas” iban a retirarse y que ella debía evacuar la casa por seguridad.
Sin embargo, el temor y el vértigo habían comenzado antes, a las 5 de la madrugada de ese día, cuando se recibió un llamado telefónico inusual se recibió en la residencia del presidente Salvador Allende. Al otro lado de la línea estaba su secretaria privada, Miria Contreras, quien pocas veces llamaba desde El Cañaveral para hablar con el presidente. “La Payita”, como le decían, le comunicó que un inusual movimiento de tropas por Santiago estaba en curso. El presidente se levantó en pijama y alertó al jefe del dispositivo de seguridad presidencial, Francisco Argandoña, de que algo grave estaba ocurriendo. Acto seguido, una sirena de alarma despertó a los miembros del GAP, que dormían profundamente en sus literas, ubicadas al costado de la residencia donde alguna vez había existido una cancha de tenis.
Según recuerdan nueve ex miembros del GAP, la noche del 10 había sido alegre. Se había celebrado la despedida de soltero de Silvio, uno de los escoltas presidenciales. Sin embargo, la sirena los hizo saltar de la cama y vestirse corriendo. Los hombres del presidente tomaron sus puestos de combate y cientos de llamadas saturaron la centralita telefónica de la casa, que dirigía Ana María Gómez y Elba Moreno, también del GAP.
En la casa de Tomás Moro 200, comprada en 1971 como residencia para los jefes de Estado, esa mañana se encontraban “Hernán”, “Luisito”, Alejandro García, Pedro Del Fierro, el economista Oscar Landerretche, Sergio Luksic -hermano del ex diputado Zarko Luksic (DC)-, “Ana María”, Elba Moreno, y Adolfo García, el jefe de la retaguardia del grupo que vivía cerca de la casa en calle Los Militares. Según mencionan, también estaba Robinson Pérez, el ex asesor de la ex presidenta Michelle Bachelet, entre otros escoltas, que sumaban 24 en total.
Tras hablar con Allende, Miria Contreras y cerca de 40 hombres del GAP armados se trasladaron desde la residencia de El Cañaveral, ubicada camino a Farellones, hasta la residencia presidencial.
“Como a las 6 de la mañana, Domingo Blanco, jefe del GAP, informó que había que partir a la casa del doctor. Se me ordenó que no llevara nada más que armamento, porque pasaba algo muy serio. Me aperé de mi arma de servicio, una subametralladora Báltima, y partimos con ‘Boris’, ‘Bruno’ y el hijo de ‘Payita’, Enrique Ropert“, recuerda Milton Silva, un ex miembro del GAP.
Llegaron poco antes de las 7 de la mañana. Allende se había ido a La Moneda con su chofer, Julio Soto, y una escolta de 12 hombres, repartidos en cinco autos, vehículos que habían sido mantenidos pocos días antes en “el garaje presidencial”, ubicado en Independencia Las Cañas 2021.
“Yo estaba a cargo de todas los equipos de radio que tenían los autos de los escolta, que funcionaban perfecto. Por la radio logramos comunicarnos con Tomás Moro, que recibía cientos de llamadas y podían hablar muy brevemente. A las 8 comenzó todo el asunto ese día. Pasamos muchas peripecias allá. Estuvimos harto fregados, pero aquí estamos”, señala Daniel Tapia, otro de los agentes del dispositivo de seguridad.
“Pasadas 07.30, no recuerdo bien la hora, le llevé un vaso de agua y un remedio a la señora Tencha. Ella se levantó y le pidieron que bajara por seguridad. Poco después cayó uno de los rocket, creo que el primero, en su pieza. Se salvó por minutos. Yo era como mi mamá, Rosa, la cocinera de don Salvador, estaba a cargo de la primera cocina. En la otra los cocineros era suboficiales del Ejército y la Marina. Ellos se fueron cuando empezó el bombardeo, yo creo que ellos dieron la ubicación exacta del dormitorio para que cayera junto ahí”, dice a El Mostrador la señora “Nena”, la asesora del hogar del presidente.
“Nena” (quien pide que solo la identifiquemos así), tenía 28 años. Había llegado a trabajar con los Allende poco antes de que el mandatario asumiera como presidente del Senado en 1966, a la casa de Guardia Vieja, para ayudar a su madre.
“El presidente era muy cariñoso con nosotras. Me despedí de él el viernes 8 y no lo volví a ver. Tomás Moro quedó totalmente destruido”, dice y su voz se quiebra de emoción.
“Fui la última en salir de la casa después del bombardeo, no pude sacar ninguno de los recuerdos que don Salvador nos traía de sus viajes, pero conservo las fotos con mi Presidente en la casa”, explica “Nena” con dolor.
Con la información de que las fuerzas navales se dirigían desde Valparaíso a Santiago se sospechó que algo mayor sucedía. La centralita telefónica de Tomás Moro 200 seguía atochada.
“Con ‘Ana María’, otra telefonista, nos llegaban decenas de llamadas por minuto. Uno de los primeros fue el de la esposa de Pablo Neruda, Matilde Urrutia. También llamaron oficiales de la Armada, varios ministros y Daniel Vergara, el subsecretario del interior”, contó en 2008, Elba Moreno, alias “Mirta”, quien trabajaba en la casa del presidente hacía dos años.
A las 7.10, “Payita”, su hijo Enrique y 20 hombres del GAP, al mando de Domingo Blanco, se trasladaron a La Moneda. Al llegar, fueron detenidos por carabineros y trasladados a la Intendencia. Sólo ella logró eludir el cerco policial e ingresó al Palacio de La Moneda. El resto sería ejecutado horas más tarde y permanece, en su mayoría, desaparecido.
“Unos obreros me vieron salir de mi casa, me preguntaron qué hacían para ayudar. Les dije que esperaran ahí. Y al llegar a Tomás Moro mandamos a una camioneta a buscarlos. Llegaron como 15 y se les hizo un pequeño curso de tiro. En medio de la confusión, Max Ropert, el otro hijo de la ‘Payita’, salió desde Tomás Moro hacia el centro, con la misión de buscar una ruta segura para enviar a un grupo de hombres a reforzar la resistencia a La Moneda, pero sólo pudo llegar hasta el puente del Arzobispo, donde las tropas mantenían cortada la ruta, por lo que tuvo que volver a campo traviesa a través del cerro San Cristóbal”, cuenta a El Mostrador Milton Silva.
“Cuando regresaron a Tomás Moro, en la puerta estaba el mayor Concha, jefe de la 24 comisaría de Carabineros. Aunque era amigo del presidente, no lo querían dejar entrar, porque desconfiaban de él. Sin embargo, les informó que en media hora iban a bombardear la casa, por lo que debíamos sacar a la primera dama. Concha se ofreció a combatir, pero preferimos que se fuera. Nos dio la mano y sacó a su personal. Dos días antes había estado Pinochet en la casa, por lo que se desconfiaba de cualquier uniformado”, agrega “Alejandro”, otro de los miembros del GAP.
Según los protagonistas, el izamiento de la bandera fue controvertido. Algunos pensaban que era una provocación a los militares, pero finalmente se decidió que era un acto patriótico, rememora un ex combatiente.
A esa hora los cuatro cocineros, todos suboficiales del ejército, se retiraron de la casa y dejaron botados los porotos con tallarines que se preparaban, recuerda “Nena”. El ataque de los aviones y los helicópteros comenzó poco después de eso, incluso antes que en el caso de La Moneda, y los GAP que quedaban adentro resistieron todo lo que pudieron.
“Yo había disparado poco, pero sabía usar una ametralladora. Cuando uno de mis compañeros cayó herido por una esquirla, del rocket que cayó en el palto en el jardín de la casa, comencé a disparar al avión”, comenta una de las mujeres del GAP.
“Tratamos de formarnos para hacer lo que se llama la barrera vietnamita, que era una línea de compañeros disparando al avión, yo no le tenía fe, pero hicimos que un tercer o cuarto rocket se les desviara y fuera a impactar a un recinto militar de salud que había a pocas cuadras de ahí”, relató otro de los protagonistas a El Mostrador.
Después de tres horas de fuego asimétrico, finalmente los hombres del GAP se dieron cuenta de que era inútil seguir allí, sobre todo teniendo en cuenta que habían logrado sacar a la primera dama y, por ende, lo único que quedaba era seguir resguardando la casa. Una rama gigante del palto tapaba la salida. Por ello, salieron por la parte de atrás de la casa, por un colegio de monjas, junto a funcionarios que formaban parte del segundo anillo de seguridad del presidente.
Los sobrevivientes de Tomas Moro 200, señalan que la nomenclatura GAP la habría creado Allende, en marzo de 1971.
“El Doctor una vez que le preguntaron dijo: Ellos son un Grupo de Amigos Personales que me acompañan a todas partes y están dispuestos a protegerme a costa de sus propias vidas, si algún peligro me acechara”, contó Pedro Del Fierro, en su última entrevista a El Mostrador antes de morir.
Algunos miembros del GAP se fueron al cordón industrial de Cerrillos, otros a la casa de seguridad del GAP, a pocas cuadras de Tomás Moro, y luego fueron detenidos. Daniel Tapia permaneció en el Garaje Presidencial hasta el 13 de septiembre. Unos pocos partieron al exilio.
“Muchos compañeros fueron detenidos y permanecen desaparecidos. El Estado nunca hizo un reconocimiento a los GAP que estuvimos con el presiente hasta el final. Los gobiernos tampoco”, reflexiona el ex GAP Milton Silva, uno de los hombres que coordinó la defensa de la casa presidencial.