La documentación desclasificada de Estados Unidos evidencia que, durante buena parte de ese año, el general Alfredo Canales diseñó planes para propiciar un golpe de Estado, que –según la CIA– era apoyado por Patria y Libertad y representantes del empresariado. Tan confiado estaba en que lo lograría, que un emisario del oficial transmitió parte del “programa de gobierno” de este a un agente de la CIA en Santiago, el cual consideraba quedarse en el poder hasta 1976, crear una nueva Constitución, suspender las libertades civiles y los partidos políticos, e ilegalizar al Partido Comunista, entre otras ideas muy semejantes a las implementadas un año después por Augusto Pinochet.
Diversos documentos liberados por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), el Departamento de Estado y otras entidades estadounidenses, desnudan en forma muy prístina los planes del general de Ejército Alfredo Canales Márquez (conocido como “El Macho” Canales) para encabezar una golpe de Estado que acabara con la presidencia de Salvador Allende en 1972, lo que, si le hubiera resultado, podría haber terminado con Canales en el lugar que Pinochet ocupó en la historia chilena.
Por cierto, la historia de Canales al respecto comenzó mucho antes. Fue parte de uno de los tres grupos de militares y ultraderechistas civiles que coquetearon con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) primero y con la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) de Estados Unidos, en la asonada golpista de octubre de 1970, que se originó un mes antes, cuando el ya fallecido empresario periodístico Agustín Edwards Eastman viajó a Washington DC a reunirse, entre otros, con el entonces director de la CIA, Richard Helms, pidiendo que se impidiera que Salvador Allende, que el 4 de septiembre había ganado la primera vuelta presidencial, fuera ratificado como Presidente el 24 de octubre por parte del Congreso pleno.
La petición de Edwards escaló, por la intermediación de dos de sus grandes amigos (Donald Kendall y John D. Rockefeller) y llegó pronto al presidente de EE.UU., Richard Nixon, quien ordenó que la CIA se hiciera cargo. Ello tuvo como desenlace el crimen del comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, quien fue baleado el 22 de octubre en medio de un absurdo y mal planificado intento de secuestro, perpetrado por delincuentes civiles, con armamento que les entregó el agregado de Defensa de Estados Unidos en Chile, Paul Wimert.
Previo a ello, la CIA y la DIA (pues ambas agencias intervinieron) emitieron una serie de informes que dan cuenta de la participación de Canales. Por ejemplo, un informe de la CIA, del 08 de octubre de 1970, detalla que varios altos oficiales se habían estado reuniendo en la Academia de Guerra (la que era dirigida por Canales) y que allí “han estado trabajando con un grupo de altos dirigentes del gobierno para presionar a Frei a sacar al General Schneider, reemplazarlo o mandarlo fuera del país. Incluso han estudiado planes para secuestrarlo. Schneider es la principal barrera en todos los planes de los militares para controlar el gobierno y evitar un gobierno de Allende”.
El mismo documento aseguraba que una vez que eso sucediera, el general Carlos Prats podría asumir como comandante en Jefe (como ocurrió tras la muerte de Schneider, el 24 de octubre) y Canales como jefe de Estado Mayor. “Con esta combinación pueden limpiar a Chile del comunismo”, aseveraba el informe.
Otro reporte de la CIA, del 16 de octubre, dejaba ya totalmente claro que el intento de secuestro sería en definitiva cometido por un grupo de terroristas de ultraderecha vinculados al general en retiro Roberto Viaux, pero aseveraba que “hay un gran y continuo interés en las actividades de Tirado, Canales y Valenzuela y les deseamos la mejor buena suerte”, refiriéndose al ex comandante en Jefe de la Armada Hugo Tirado, al entonces jefe de la Guarnición Militar de Santiago, Camilo Valenzuela, y al general Alfredo Canales, todos los cuales habían tenido contacto con la CIA, buscando apoyo para evitar la asunción de Allende al poder.
Aparentemente, lo que decantó a los norteamericanos por entregar armas a los criminales allegados a Viaux fue que este planeaba actuar directamente contra Schneider, mientras que el plan de Canales se veía más complejo e incierto, pues, como señalaba otro documento, consistía en que “las unidades del Ejército en las sureñas Concepción y Valdivia, que supuestamente están detrás de él, actuarían contra el gobierno, forzando a las unidades claves en el área de Santiago a tomar una decisión bajo presión. Los complotadores asumen que esas unidades se unirán al golpe en nombre de la unidad militar y aliviadas por la posibilidad de detener a Allende”.
No obstante, el intento de golpe dirigido desde Estados Unidos por el agente de la CIA David Atlee Phillips y que debía iniciarse con el secuestro del general Schneider, terminó en uno de los homicidios más alevosos de la historia político-criminal del país, luego de que los plagiadores dispararan a su víctima, la cual falleció el 25 de octubre, sin que su innecesaria muerte hubiera impedido la asunción al poder del representante de la Unidad Popular.
En su biografía sobre Pinochet, el periodista Mario Amoros detalla que, a fines de 1970, ya asumido como Presidente, Allende planteó al sucesor de Schneider en la Comandancia en Jefe, Carlos Prats, que Canales debía salir del Ejército, “por sus notorios contactos derechistas”, pero el nuevo líder de la institución castrense defendió su prerrogativa en orden a diseñar su Alto Mando, lo que el Mandatario aceptó, en un evidente error de cálculo de ambos.
De hecho, la tendencia política de Canales no era misterio para nadie, así como tampoco la de Pinochet, como señalaba un cable de la CIA, del 31 de agosto de 1971, que informaba acerca de los militares de alto rango “que se oponen con fuerza al presente régimen”.
El listado lo encabezaba Augusto Pinochet, entonces comandante de la Guarnición de Santiago, y luego venían Alfredo Canales, seguido por los coroneles Julio Canessa, Roberto Souper, Sergio Arellano Stark, Sergio de la Fuente, Héctor Orozco, Virgilio Espinoza y Pablo Montt, además del teniente coronel Dante Iturriaga (padre del actual comandante en Jefe del Ejército, Javier Iturriaga).
Al final del listado, la persona que había entregado esa información a la CIA señalaba que, aunque en ese momento no había planes para un golpe, si ello sucediera “el único general con que se puede contar sería Canales. Pinochet estaría a favor, pero preferiría cerrar los ojos ante los hechos”.
La CIA nunca dejó de observar al director de la Academia de Guerra y así fue como el 15 de enero de 1972 la estación de dicha agencia en Santiago emitió su primer informe respecto de él, que comenzaba con un encabezado dramático: “Canales asegura tener grandes capacidades para dar un golpe”. De acuerdo con el paper, “el 11 de enero el General de Ejército Canales declaró que está listo para dar un golpe contra el gobierno chileno en cualquier momento”.
Pese a ello, el general argumentaba que para hacerlo necesitaba de un motivo válido, una justificación, pues tenía claro que de otro modo no contaría con el apoyo de la población.
Entre las posibles justificaciones que citó estaba la idea de que pudiera haber muertes en las elección complementaria de la diputación de Linares, citada para el 16 de enero de ese año, o el uso de algún subterfugio para abolir la decisión que se debía tomar respecto de la acusación constitucional presentada por la Democracia Cristiana contra el ministro del Interior, José Tohá (padre de la actual ministra del Interior, Carolina Tohá), a quien acusaban de tolerancia con los grupos armados (finalmente fue destituido del Ministerio del Interior, por ese y otros cargos contenidos en la acusación, pero Allende lo nombró ministro de Defensa).
De acuerdo con el mismo reporte, Canales estimaba que contaba con la lealtad incondicional de alrededor de 80 oficiales de grados medios, como resultado de sus dos años en la Academia de Guerra, “y también con la lealtad de quienes sirvieron con él allí”, y nombraba a tres coroneles que decía le seguirían: Luis Ramírez Pinedo, Felipe Geiger y Leonel Konig Altermatt.
Del mismo modo, lamentó que el almirante Luis Eberhard hubiera sido trasladado desde la Primera Zona Naval a la agregaduría en Washington DC, “pues contaba fuertemente con Eberhard, quien tenía 10 mil marinos a su mando y podría haber tomado control de la ciudad portuaria de Valparaíso. Sin embargo, Canales dijo que intenta conversar con el reemplazante de Eberhard”.
A continuación, el agente de la CIA dejó constancia de dos cosas. La primera era que “el sucesor de Eberhard en la Primera Zona Naval es el almirante José Merino” y, la segunda, que el almirante Daniel Arellano, quien iba a reemplazar a este al mando de la flota, era “un hombre débil”. Por supuesto, esa información la entregó una fuente de la CIA que sin dudas introdujo aquello con el fin de justificar el hecho de que en octubre de 1970, como también constaba allí, “Arellano rehusó cooperar en el abortado golpe destinado a evitar que Allende asumiera como Presidente de Chile”.
Según la estimación de la CIA, faltaba información como para saber si el golpe del director de la Academia de Guerra podría haber tenido algún grado de éxito, pero “lo que está sucediendo indica que Canales está muy confiado en sus capacidades y está dejando pasar el tiempo hasta que aparezca el pretexto con el cual justificar sus acciones”. Del mismo modo, se especulaba con que el entonces coronel Carol Urzúa estaba implicado con él, junto al también coronel Carlos Forestier.
Hacia marzo de ese año, Canales no parecía haber avanzado mucho en sus planes, como constaba en otro cable secreto de la CIA fechado el 10 de ese mes, en el cual se reproducía una conversación que un agente de dicha entidad sostuvo con un alto oficial del Ejército, vinculado a Canales. Así, el discurso era muy semejante al de enero, con la diferencia de que ya la excusa no podían ser las elecciones ni Tohá, por lo cual en ese momento se apostaba a que “el Presidente Allende quizá trate de exceder su autoridad al vetar ciertas reformas constitucionales relacionadas con tres áreas de la economía, dando así a los militares el pretexto necesario para expulsarlo del poder”.
El golpe, en aquel momento, estaba siendo planificado para abril o mayo de ese año y, según el general, “si el Ejército no se mueve después de una violación constitucional del presidente, puede ser la última oportunidad para erradicar la amenaza marxista en Chile”. Sin embargo, la CIA manejaba una información que Canales no conocía entonces: que “el Comandante en Jefe del Ejército, el General Carlos Prats, ha tratado de forzar el retiro de Canales”.
La CIA, que a esas alturas ya estaba siendo denunciada en Estados Unidos por el asesinato de Schneider, no volvió a saber de Canales hasta que reapareció en su radar en agosto de 1972, en medio de un documento desclasificado del 27 de junio, sobre Augusto Pinochet, que contiene solo dos líneas. Refiriéndose al primero, el texto señala que este estaba “implicado en los preparativos de golpe del general Alfredo Canales”.
El 29 de agosto, por medio de un nuevo documento secreto, se conocieron avances en los planes: Canales estimaba que su golpe se concretaría en un máximo de 60 días.
La diferencia es que esa vez el general no estaba solo. Según la CIA, “Patria y Libertad, junto con un gran grupo de la comunidad empresarial, está intentando provocar a las Fuerzas Armadas para dar un golpe dentro de los próximo 60 días”. El mismo documento tiene tachado el nombre de alguien a quien solo describen como “uno de los principales líderes de negocios en Chile” y de quien decían que “está trabajando estrechamente con P&L para estos efectos”.
El plan consistía en generar desórdenes y descontento en todas partes, pero sobre todo en Santiago, “en un intento de crear una atmósfera política que sea propicia para un golpe militar”.
Parte de ese plan, decía la CIA, era el caceroleo de todas las noches a las 22 horas y agregaba que otro foco de activismo de extrema derecha era la ciudad de Los Ángeles, donde el 25 de agosto el Gobierno había clausurado la estación local de Radio Agricultura, debido a que consideró que esta se encontraba efectuando “una clara instigación” en relación con hechos de violencia ocurridos allá.
En el mismo sentido, se indicaba que el anónimo representante del empresariado había ido a conversar con el coronel Ramón Letelier, ayudante de Canales, a quien le dijo que era necesaria una coordinación con el general, argumentando que querían “coordinar planes con él (Canales) u ofrecer cualquier apoyo que quisiera, ya fuera en promover incidentes o en proveer asistencia técnica a un gobierno militar”.
El extenso reporte de la CIA concluía señalando que el líder de Patria y Libertad, Pablo Rodríguez, estaba en contacto con Canales y otros oficiales y que, si bien no se podía especular sobre el posible éxito de P&L y el empresariado, “parece haber pocas dudas de que las tensiones políticas están incrementándose en Chile”.
Todo esto motivó un informe firmado por Ted Shackley, el jefe de la División Hemisferio Occidental de la CIA, a su jefe, Richard Helms, en el cual describía con más detalle la situación que se vivía en Chile. Partía diciendo que “durante agosto ha habido un deterioro de la situación política y económica en Chile. Se pueden esperar más incidentes entre grupos de extrema izquierda y derecha. Aún no hay una indicación firme de que los militares, el factor central en cualquier esfuerzo de golpe realista, se estén preparando para sacar a Allende”.
Shackley volvió a firmar un informe semejante el 13 de septiembre, en el cual aseguraba que Prats había tenido varios desencuentros con el Presidente Allende y que, en dicho contexto, “está al tanto de que el general Alfredo Canales está planificando liderar un golpe militar a mediados de septiembre”. Ante ello, la CIA creía que quizá Prats podría actuar en el mismo sentido.
Además, Shackley argumentaba que Allende sabía de las intenciones de Canales de precipitar un golpe en medio de las Fiestas Patrias, por lo cual se había reforzado el personal de Carabineros e Investigaciones en Santiago. Pese a ello, el alto oficial de la CIA no veía perspectivas de éxito a algún intento golpista.
Sin embargo, al día siguiente, otro documento de la CIA destrozaba dicha idea. Se trata de un informe “de campo”; es decir, escrito en Chile y que “presenta la visión de un experimentado oficial de la agencia que está en el lugar”. En otras palabras, era la apreciación de un agente de la CIA en Santiago y sus conclusiones eran distintas de las del jefe de la División Hemisferio Occidental, pues señalaba que, si bien los rumores de golpe eran casi una tradición en septiembre, “los informes que hemos recibido reflejan con exactitud el complot del general Alfredo Canales con elementos del sector privado; las opciones de una intervención militar en un futuro cercano son quizá mayores que en cualquier momento desde que el presidente Allende asumió”, señalaba el autor.
Este agregaba que “si Canales intenta un golpe de Estado, tiene una buena chance de éxito, debido a que la mayoría de los jefes de unidades militares claves adherirá al movimiento golpista y Carabineros mostrará simpatía, aunque no se comprometerá”.
La fecha que se manejaba para ello era el 18 o 19 de septiembre, pero una fuente, que era parte del círculo cercano de Canales, dijo que el golpe podía producirse en cualquier momento, antes o después de las festividades.
Sobre la actitud de Prats y el rumor de que quizá tendría también actitudes golpistas, el agente aseveraba que, si ello fuera cierto, la asonada tendría mayores posibilidades de éxito, pero, del mismo modo, el hombre de la CIA precisaba que era muy probable que el comandante en Jefe “intentara bloquear a Canales”, sobre todo luego de que el propio Allende y el Partido Comunista denunciaran la existencia de “un plan sedicioso de septiembre”.
Ante ello, estimaba el oficial informante, Allende tenía dos opciones: la primera era tratar de apaciguar a la DC y a los militares y la segunda era incorporar a estos a su gabinete (lo que finalmente hizo en noviembre).
Sin embargo, Canales estimaba que algo faltaba en su plan y eso quedó en evidencia en un reporte de la CIA del 18 de septiembre de ese año, donde consta que un amigo del general se aproximó a dicha agencia en Santiago, indicando que si sus planes fructificaban, él quería reconocimiento de su régimen por parte de Estados Unidos, así como envíos de comida y créditos para Chile.
Además, el emisario explicó que el plan de Canales consideraba “la suspensión de las libertades civiles por tres o cuatro meses, la proscripción temporal de todos los partidos, la ilegalización del Partido Comunista y el fin de los grupos extremistas de izquierda y derecha”.
Del mismo modo, pretendía dictar una nueva Constitución, limitando la existencia de partidos políticos a dos o tres, y pretendía además quedarse en el poder hasta 1976, cuando debían realizarse elecciones presidenciales.
“Hasta entonces –se le explicó a la CIA– se establecerá un gobierno compuesto de personas talentosas, militares o civiles, que deberán renunciar a sus afiliaciones partidarias para trabajar diligentemente por el gobierno”.
El aspirante a dictador también pretendía preservar la reforma agraria, aunque despojándola de sus “aspectos estrictamente políticos”.
Todo lo anterior fue informado al embajador de Estados Unidos en Santiago, Nathaniel Davis, quien ordenó no responder. A juicio del redactor del informe era lo correcto, pues aventuraba que Canales sería dado de baja muy pronto y que quizá terminaría preso.
Además, el mismo documento establecía que, como la historia lo confirmaría, el general Prats estaba completamente en contra de un golpe de Estado.
Davis y la CIA en Santiago estaban, sin dudas, muy bien informados. El 21 de septiembre, el Ejército emitió un breve comunicado que señalaba que se había dispuesto el pase a retiro de Canales “por convenir al interés institucional”, cerrándole de ese modo el acceso a los oficiales en servicio activo y desactivando el que hasta ese momento era el foco de golpismo más serio al interior del Ejército.
No cabe duda de que Pinochet tomó nota de lo sucedido con su amigo Alfredo Canales y no solo en cuanto a la necesidad de no exteriorizar más sus ideas, sino también en lo que sería su futuro gobierno. Pese a ello, luego de derrocar a Allende, solo entregó a Canales un cargo poco apetecido: la Embajada de Chile en el Líbano.
Canales aceptó y se fue a vivir a Beirut, donde fue objeto de un atentado a tiros que casi le costó la vida, el 21 de julio de 1974. Un reporte del Departamento de Estado al respecto explicaba algunos datos biográficos acerca de él, incluyendo su apodo y su traducción al inglés (He-man) y relataba que pocos meses después de que su complot se descubriera y fuera dado de baja, anunció la formación de la “Junta Unificadora Nacionalista” (JUN), a la que definía como “un intento por unificar bajo su liderazgo los grupos políticos de la ultraderecha nacionalista”.
Desde esa tribuna, precisaba el documento, “repetida y públicamente, Canales llamó a derrocar militarmente a Allende, aunque su rol en el golpe fue probablemente marginal. No obstante, desde el golpe, el nombre de Canales ha aparecido en forma reiterada en Radio Moscú, en un listado de ‘criminales de guerra cuyos crímenes serán castigados’. Se trata del único diplomático chileno, ya sea militar o civil, que ha sido singularizado de ese modo, excepto por el exministro Huerta, que ahora es el embajador designado ante Naciones Unidas”.
El mismo reporte, firmado por el embajador Eugene Propper, sucesor de Davis, señalaba que en Chile se pensaba que había sido un intento de secuestro que no había funcionado, ante la resistencia de Canales, quien fue atacado en la puerta del departamento que ocupaba por cuatro pistoleros. En el sitio quedó abandonada una cuerda (lo que dio lugar a la idea del plagio) y posteriormente el atentado fue reivindicado por una supuesta “Organización Revolucionaria Marxista”.
Tras reponerse, Canales fue recompensado y enviado a la representación chilena ante Naciones Unidas, en Nueva York. Falleció en 1987 y su funeral fue encabezado por su viejo amigo Augusto Pinochet.
NOTA: Este artículo fue publicado originalmente el 19 de abril de 2021.