Pasadas cinco décadas, historiadores entrevistados por Deustche Welle (DW) evalúan por qué tuvo tanto impacto en Europa el golpe de Augusto Pinochet en Chile y concluyen que la construcción de su imagen fue fundamental y que en ello hubo dos hechos icónicos: Pinochet con sus anteojos negros y el bombardeo de La Moneda.
Si el rostro del Che Guevara se convirtió en el símbolo del revolucionario idealista, el de Augusto Pinochet encarnó la imagen del dictador por antonomasia.
El general que derrocó violentamente al gobierno de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, en Chile, descolló entre los dictadores latinoamericanos de la época, como un ícono negativo para la opinión pública en Europa.
¿A qué se debió este fenómeno? ¿Por qué tuvo tanta repercusión internacional?
El golpe de Estado en Chile provocó un shock mayor que el de 1964 Brasil, entre otras cosas, por la presencia de los medios, a juicio de la historiadora Caroline Moine, profesora de Historia Política y Cultural de la Universidad Versailles Saint-Quentin-en-Yvelines, de Francia.
“Este golpe no tuvo lugar en medio de la noche, discretamente, sino ante las cámaras. Había muchos periodistas, es decir, las imágenes llegaron rápidamente a la opinión pública, también en el exterior”, destaca la académica en conversación con DW.
A su juicio, así lo quisieron también los golpistas:
“Los militares querían que se viera lo que estaba pasando… Qquerían impresionar, no solo a sus adversarios, sino a quienes los apoyaban, dentro y fuera del país”. El bombardeo de La Moneda quedó así registrado en la retina de la opinión pública internacional. Y también la foto de Pinochet, con unas gafas oscuras, dio la vuelta al mundo.
“Esa imagen representaba, creo yo, perfectamente la antítesis de la buena imagen del doctor Salvador Allende”, plantea a DW Joan del Alcázar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia.
Y resalta el contraste: “La figura de un médico afable, empático, de un hombre con un indiscutible atractivo, se contrapone a esa imagen odiosa de un militar desagradable, autoritario, despótico y, además, un militar criminal”.
Entendido en el contexto de la Guerra Fría, lo ocurrido en Chile adquiere dimensiones que rebasaron sus fronteras.
“En Alemania occidental y en Europa Allende era una importante figura simbólica, porque representaba el camino democrático hacia el socialismo; una figura simbólica muy fuerte para muchos intelectuales de izquierda en Europa occidental”, dice a DW Lasse Lassen, historiador e investigador de la Universidad de Wurzburgo.
“Cuando fue derrocado, sobre todo en una forma tan brutal, con su suicidio y el bombardeo del palacio de gobierno, yo diría que fue un fanal para la izquierda de Europa occidental. Y Pinochet encarnó la imagen del enemigo”.
Caroline Moines, por su parte, recuerda el momento que vivía Europa.
“Había un intento de aunar a las fuerzas comunistas y socialistas, por ejemplo, en Francia o en Italia, y lo que pasaba en Chile con la Unidad popular era un cierto modelo, una gran esperanza. El golpe puso fin a ese proyecto, destruyó esa esperanza, lo que despertó grandes emociones”, explica.
Igualmente resalta que, después del golpe, “sobre todo el partido comunista, y también el partido socialista en Chile, emprendieron muy rápido una gran campaña internacional”.
Esta no solo estilizó a Pinochet como la encarnación del mal, sino también a la figura contrapuesta del presidente derrocado: “Allende fue la figura que quiso defender la democracia en Chile y que murió por ello. También en Europa tiene una fuerte carga emocional esa idea de los héroes que están dispuestos a morir por sus ideas”, dice la académica francesa, que agrega que “los diversos partidos dentro de la Unidad Popular no estaban tan unidos, pero siempre se habló de que la UP fue víctima de la dictadura; no se habló públicamente de las tensiones internas. Hubo una especie de mito”.
Pero lo que sacudió conciencias, más allá del ámbito de la izquierda, fue la brutalidad de la represión en Chile, aunque también la hubo en otras dictaduras de la región.
“Este golpe militar es un punto y aparte, por su salvajismo, por su extrema virulencia”, opina Joan del Alcázar.
Por su parte, Lasse Lassen considera que “en Occidente, el rápido conocimiento que se tuvo de las violaciones de derechos humanos y, al mismo tiempo, la politización en el marco de las tensiones de la Guerra Fría, contribuyeron a que tuviera una gran resonancia”.
El investigador de Wurzburgo apunta que, sin embargo, “ni Franco ni Pinochet recibieron la condena, al menos a nivel nacional, que tuvo Hitler. Es un proceso complejo que se prolonga, y que sigue siendo políticamente polémico”.