Entre los sentenciados por el homicidio del militante del FPMR Marcelo Barrios se encuentra Sergio Chiffele, procurador de número de la Corte de Apelaciones de Santiago, quien formaba parte de un grupo de infantes de marina que atacó a disparos y con explosivos la casa en que se encontraba la víctima, un joven de 21 años. La versión oficial de la época decía que este se suicidó haciendo detonar una bomba.
A cumplir una pena de 10 años y un día resultó condenado el procurador de número de la Corte de Apelaciones de Santiago y exoficial de la Armada, Sergio Chiffelle Kirby, junto a dos excabos de la misma institución (Luis Ceballos Guerra y Óscar Arturo Aspée), por el crimen del militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo (FPMR-A) Marcelo Barrios Andrade, conocido como “Alonso” en la organización subversiva, hecho acaecido el 31 de agosto de 1989, por lo cual es uno de los últimos crímenes de motivación política cometidos por la dictadura.
Pese a que la justicia naval indagó los hechos, terminó por sobreseer a los ahora condenados. Sin embargo, la causa fue posteriormente reabierta en la justicia civil y, de ese modo, la ministra en visita para causas de Derechos Humanos de Valparaíso, María Cruz Fierro, emitió el dictamen ya referido.
De acuerdo con los antecedentes que existen en la causa, en agosto de 1989 un grupo sujetos supuestamente pertenecientes al FPMR-A asaltó una de las oficinas de la bolsa de valores de Valparaíso, hecho en el cual asesinaron a una mujer. Además de las indagaciones formales del caso, a manos de la PDI, también comenzó a investigar la sección Ancla-2 de la Armada; es decir, inteligencia naval.
Con antecedentes recogidos por dichos funcionarios fue que el 31 de agosto, a eso de las 17:45 horas, varios testigos vieron la llegada de un camión naval con infantes de marina fuertemente armados, en el pasaje Latorre del cerro Yungay de Valparaíso, luego de lo cual “el comando, bajo el mando de Chiffelle Kirby, hizo detonar explosivos en el domicilio, provocando la destrucción de gran parte del inmueble”, señala la sentencia, la que agrega que asimismo lanzaron varias ráfagas de ametralladora “en contra de la víctima, sin que esta tuviera la posibilidad de defenderse”. Como si ello no bastara, “posteriormente los uniformados lanzaron granadas de mano al interior del domicilio y efectuaron un allanamiento de gran despliegue”.
Según un testigo, entre los marinos había un civil que parecía ser un informante, que señalaba con el dedo la casa en cuyo interior estaba Barrios, quien, como se constató posteriormente, murió por al menos nueve impactos de bala. El mismo testigo precisó que los explosivos fueron instalados al interior del inmueble y que escuchó a la víctima pedir que no lo asesinaran, gritando “no me maten, no me maten, yo no tengo armas, yo entregué todo, no me maten por favor”.
Como relataría posteriormente la hija del dueño de la vivienda, al ver más tarde cómo quedó la casa, constató que “su pieza quedó reducida solo a un hoyo” y que el primer piso de la misma “quedó en la otra calle”, ilustrando de ese modo el grado de destrucción del lugar.
Según indica el expediente judicial, la versión oficial propalada por la época indicaba que Barrios se había autoeliminado con cargas explosivas, “al verse capturado por agentes policiales”.
Según la versión del fiscal naval de la época, Miguel Ángel Muñoz Barra, Barrios habría participado junto a otros frentistas del asalto contra la bolsa, producto de lo cual se ordenó “un operativo con fuerzas navales”, para lo cual se emitieron órdenes de registro y allanamiento, aseverando además que se constituyó en el sitio del suceso y que cerca del cuerpo de la víctima había un revólver, que –según dijo– Barrios había usado para enfrentarse con los infantes.
No obstante, las declaraciones de los oficiales de la Brigada de Homicidios que concurrieron al lugar posteriormente echaron por tierra esa idea. Uno de ellos, Ernesto de la Fuente Medina, dijo de hecho que dudaba de la versión del enfrentamiento, agregando que él también vio el arma, pero se trataba de un revólver calibre 32, aseverando que “no había ninguna proporcionalidad entre los armamentos de los marinos” y ese.