El sociólogo cree que el debate sobre si el Golpe de Estado era inevitable no se cerrará fácilmente. Tironi argumenta que no era evitable el 10 de septiembre de 1973, pero sí antes, y critica la idea de la inevitabilidad como justificación. El académico elogia la declaración del Senado como representativa de lo que debió hacer la derecha tradicional en la conmemoración de los 50 años y sugiere que Jaime Guzmán habría sido más pragmático e incluso abierto a reformas a la Constitución. También analiza la carta firmada por presos de Punta Peuco, destacando la importancia de la cadena de mando en las violaciones a los DDHH. Tironi finalmente critica a la derecha por su enfoque político empresarial y defiende la figura de Allende en las conmemoraciones del 11 de septiembre, aunque insta a encontrar entendimiento más allá de las diferencias relacionadas con ese día.
El doctor en sociología Eugenio Tironi se alegra de que todas las fuerzas políticas, incluyendo a la UDI, hayan tenido que deliberar, discernir y definirse, sobre los hechos ocurridos el 11 de septiembre de 1973. Sin embargo, cree que hay un debate que no se va a cerrar, incluso provocando que las colectividades se separen internamente a raíz de este discernimiento: si el Golpe de Estado era o no inevitable.
En un nuevo capítulo de Al Pan Pan con Mirna Schindler, Tironi afirmó que esta es una pregunta necesaria, pero lo importante es la temporalidad. Se pregunta: ¿era evitable el 10 de setiembre de 1973? “Yo creo que no era evitable”. Ahora bien, agregó, “si ustedes me dicen: ¿esto era evitable respecto a lo que se hizo entre años 70 y 72 y mediados del 73? Sí que era evitable como lo dijo Aylwin y casi todos los actores de la época”.
El analista político declaró que no era cuestión de “sacar un conejo del sombrero” como un eventual plebiscito —en los planes de Allende— y acabar con este “tren” que venía avanzando y que se llamaba enfrentamiento y eventualmente Golpe de Estado. “Pero decir que era inevitable como justificación de lo que ocurrió y de lo que vino después, es realmente una suerte de manipulación sociológica y un determinismo histórico que no es digno de aquellas personas que creen en la libertad humana”, sentenció Tironi, a propósito de la declaración de la UDI en la conmemoración de los 50 años del Golpe afirmando que la intervención militar era inevitable.
Eugenio Tironi dijo que hay que ponerle fecha a esto, porque para algunos era inevitable desde el 4 de septiembre del año 70, cuando la CIA dijo en ese minuto que era inevitable. No obstante, destacó que la declaración de la UDI no pone fecha, aunque desde ese punto de vista le gustó más la declaración del Senado con la firma de Isabel Allende. “Felicito a la mesa del Senado y a su presidente —Juan Antonio Coloma (UDI)— por haber concebido este acuerdo, que es sanador y nos permite cerrar esta conmemoración de un modo exitoso”. A su juicio, la declaración que impulsó en el senado Coloma, es “la representación más limpia de lo que sería la derecha tradicional chilena”.
En este sentido, Tironi analizó de pies a cabeza a la derecha agrupada en Chile Vamos, poniendo el foco en la figura de Jaime Guzmán. “Soy un convencido de que nada de esto que estamos viviendo por parte de la derecha lo estaríamos viviendo con Jaime Guzmán vivo“, expresó. El académico no tiene ninguna duda de que el senador y fundador de la UDI, “hubiera hecho las reformas que habría que hacer cuando era evidente que habían cuestiones que se habían armado y que no estaban funcionando, como el sistema de salud el de pensiones”.
El sociólogo aseguró que el padre del gremialismo se hubiera abierto incluso a una reforma a la Constitución y “habría buscado una forma de empresa más participativa con los trabajares y las regiones”. Jaime Guzmán, según Eugenio Tironi, “habría sido mucho más activo en condenar y en hacer justicia respecto de los Derechos Humanos”. Por eso, reconoció, “no me extrañaría que hubiera estado en el acto del día lunes (11 de septiembre)”.
Tironi es duro con la derecha, la que a su juicio “se fue encerrando en su laberinto, en un laberinto lleno de cálculos políticos, lleno de expertos en marketing, lleno de géneros electores y que está mirando qué pasa a su derecha y a su izquierda, cómo le va a ir en las municipales, cómo anda en la encuesta semanal y, digámoslo, la derecha comenzó a ser manejada como una empresa y un partido político no es una empresa”. Eso, para el analista, ha sido un problema que “se rompe con ciertos gestos que son heroicos”.
Ejemplo de gesto heroico, en palabras de Eugenio Tironi, es “lo que hizo Allende con la izquierda que lo rechazó, entregó su vida para acabar con ese quiebre. Y gracias a Allende tuvimos Concertación y una transición pacífica a la democracia”. Y es que Jaime Guzmán era —según Tironi— “un pragmático, un hombre que facilitó la transición, que mantuvo siempre la amistad cívica con sus adversarios”. Pero, sin ánimos de santificarlo, el analista recalca que Guzmán también “fue contaminado por ideas liberales y buscó allí cierto apoyo intelectual porque su pensamiento católico conservador le quedó estrecho, en momentos en los que las ideas liberales parecían la nueva penicilina”.
“Él (Jaime Guzmán) habría vuelto con la madurez de los años a su viejo tronco conservador, pero transaccional que valoriza la negociación, la moderación, los puntos intermedios y las zonas híbridas. Esa creo que es mi impresión. Esto no es verificable porque la historia no vuelve atrás, pero la derecha haría bien en volver a ideas primigenias del Jaime Guzmán de principios de los 70, antes que fuera contaminado por las ideas de Chicago”, argumentó.
El doctor en sociología también analizó la carta firmada por 27 de los 134 internos en el penal para criminales de lesa humanidad Punta Peuco, en la que reconocen su responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura y que ha generado un debate profundo y necesario sobre la cadena de mando, la contextualización histórica y la necesidad de encontrar un camino hacia la reconciliación.
En su análisis, Tironi destaca que este acontecimiento consagra y refuerza lo que él denomina la “doctrina Martínez”—en referencia al exgeneral Ricardo Martínez Menanteau—, que busca hacer responsables a los mandos militares de las acciones de sus subordinados que resultaron en violaciones a los Derechos Humanos. Este paso representa un avance significativo en la búsqueda de la verdad y la justicia en Chile, de acuerdo al analista.
Tironi también subraya la importancia de que esta carta tenga un efecto dominó en la sociedad chilena. En su opinión, la “cascada” de reflexión y arrepentimiento es vista como un paso esencial hacia la sanación de todas las partes involucradas y, en última instancia, hacia el perdón y la misericordia, como demandan algunos de los militares firmantes.
El analista hace hincapié en que este proceso no debe politizarse y destaca la respuesta adecuada del Ministro de Justicia, Luis Cordero, quien reconoció la relevancia de esta carta. Tironi insistió en que la vía para abordar estos temas debe ser a través del Ejecutivo, ya que tiene la iniciativa en este asunto, y no en el Parlamento como lo hicieron los militares condenados.
El corazón del análisis de Tironi se centra en la reivindicación de la cadena de mando que los militares han expresado en su carta. Según él, este argumento es bastante “impecable”, ya que resalta que actuaron siguiendo órdenes de sus superiores. Además, argumenta que en el contexto de la Guerra Fría y la lucha entre comunismo y capitalismo, es esencial considerar las circunstancias que rodearon estos eventos.
“Lo que está detrás de la carta es una reivindicación de la cadena de mando. ‘Actuamos porque nuestros superiores nos lo impusieron’. Es un argumento bastante impecable“.
Tironi concluye que la carta y la manifestación de los militares abren una brecha en lo que parecía un consenso inquebrantable: que las violaciones a los Derechos Humanos fueron resultado de acciones individuales y no de una cadena de mando que llegaba hasta el general Pinochet, quien en ese momento como dictador ocupaba el cargo de Presidente de la República.
El análisis de Eugenio Tironi destaca la importancia de comprender estos eventos como parte de un todo, una maquinaria engarzada con ideas políticas y reformas económicas. Por tanto, dijo, la carta ayuda a comprender que esto no fue un incidente aislado ni parte de un “arrebato” o “locura”.
Tironi también argumenta que es absurdo culpar al Presidente Boric de la polarización en Chile. Aunque el Mandatario pudo haber “contribuido”, sugiere que esta polarización es resultado de fenómenos culturales e históricos relacionados con el Golpe de Estado en la historia del país. En este sentido, critica a la derecha por no haber participado en las conmemoraciones del 11 de septiembre, argumentando que su ausencia contribuyó a la polarización. Y critica que no asistir a La Moneda debido al temor a recibir abucheos no es digno, especialmente después de lo que ocurrió con el gobierno de Allende en 1973.
“No ir a la moneda porque me van a pifiar no es algo digno del 11 de septiembre, despues de lo que hizo Allende el 73. Si no van a ir a La Moneda, busquen un argumento más digno que decir me van a pifiar“.
Tironi defiende la idea de que la figura de Allende debería haber sido destacada en las conmemoraciones, ya que fue el presidente constitucional en ese momento. No hacerlo, explicó, “es como hacer una misa fúnebre sin aludir a la persona que murió y Allende fue el presidente constitucional, no cerró el Parlamento, no cerró la prensa, no tuvo presos políticos, no tuvo Chacabuco ni Isla Dawson. Como no mencionarlo y, del saludo de Macron ¿se le iba a censurar su mención a Allende? ¿Ibamos a hacer algo para que el Washington Post no mostrara la foto de Allende saliendo de La Moneda? ¿Cómo lo íbamos a borrar?”, cuestionó.
El sociólogo concluye que, en última instancia, no se arrepiente de cómo se llevaron a cabo las conmemoraciones del 11 de septiembre y espera que el mundo aprenda de esta experiencia. Finalmente, reitera el papel del Senado como una señal positiva e insta al mundo político a encontrar entendimiento en los desafíos futuros, más allá de las diferencias relacionadas con el 11 de septiembre.