Previo a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, la autoridad tenía identificados 14 puntos críticos. En 10 de esos hubo alteraciones del orden público. El subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, apunta a grupos anarquistas para explicar el despliegue violentista. Dos investigadores –en conversación con El Mostrador– amplían el rango a múltiples grupos, desde oportunistas hasta narcotraficantes. Y la motivación es tan variopinta como la composición de la masa protestante. Advierten sobre la acumulación de la rabia contenida, el descontento y la descomposición de la autoridad y sus reglas. Y el preocupante asomo del fantasma de un nuevo estallido social.
Un camarógrafo herido, una mujer con un ojo lastimado, 108 personas detenidas, 27 por robo y, de esas, 21 involucradas en saqueos, es parte del balance que entregó el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, tras los desmanes en torno a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.
“Nos interesa fortalecer la democracia, el Gobierno rechaza la violencia y por eso se querellará contra todos los que resulten responsables”, dijo el subsecretario.
Más allá de las cifras, la autoridad señaló que previamente tenían identificados 14 puntos críticos y en 10 de ellos hubo alteraciones del orden público y actos de violencia.
Llamó la atención que los desmanes más fuertes se produjeron en sectores de Cerro Navia, Puente Alto, San Bernardo, reemplazando a los “tradicionales”, como Villa Francia, Lo Hermida y La Pincoya, donde sí hubo protestas, pero más “moderadas”. En Recoleta se quemó un bus del transporte público.
Manuel Monsalve apuntó a grupos anarquistas coordinados.
Lo suscribe plenamente el cientista político y profesor del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Illinois en Chicago (UIC), Andreas Feldmann. “Inteligencia sabe que los que están detrás de muchas de estas cosas son anarquistas. Además siembran el desorden y después dejan que la rabia popular tome el asunto. De hecho, la única tesis plausible de la quema de las estaciones del metro para el estallido, para mí, es que fueron algunas células anarquistas que plantaron la cosa y después por generación espontánea fue prendiendo”.
-¿Piensa que algo parecido es lo que ocurrió en torno al pasado 11 de septiembre?
-Es muy difícil, sin antecedentes previos y estudios, determinar quiénes componen este grupo de personas que hicieron estos desórdenes, pero es variopinta la composición: anarquistas, probablemente algunos oportunistas y otros que se suman por generación espontánea.
Daniel Grimaldi, director ejecutivo de Fundación Chile 21, agrega que para entender lo que sucedió en estos días hay que considerar la “creación” de un espacio de violencia.
“Hay una plataforma que está propiciada por la conmemoración del 11 de septiembre, y en esa plataforma confluyen diferentes intenciones para expresar violencia. Están los que protestan por el real significado de ese día y al lado se cuelga una serie de grupos: anarquistas, otros de extrema izquierda, incluso algunos de extrema derecha y nuevos movimientos que no tienen una trayectoria de militancia ni de conexión con otros anteriores y que se expresan con extrema violencia. Hay un gran oportunismo. El que quiere hacer saqueo, encuentra un clima para ello, incluso se pueden unir los que no protestan por el golpe de Estado, lo hacen simplemente porque encuentran una oportunidad para manifestar su molestia contra la policía, por ejemplo. Es muy complejo”, señala.
-Imposible catalogar la violencia que se produce inorgánicamente.
-Es más profundo. Hay una cultura que vive en los sectores marginales que no se sienten pertenecientes a nada de lo que se construye fuera de ese espacio. Tienen sus propias formas de autoridad y la manera en que se legitima esa autoridad. Cuando entras con una conmemoración externa a lo que ellos viven, eso también puede ocasionar un incentivo para decir “tampoco somos eso” y aparece la rabia. Una rabia producto de la frustración que puede llevar rápido a la violencia.
Aclara que quien quema un bus pertenece a un fenómeno. Quien saquea es de otro “lote” y quien hace barricadas de otro… Pero todos están amparados por la misma plataforma. En común hay oportunismo y resentimiento. “El que saquea un supermercado también siente que a él le roban con los precios, que muchas veces se endeuda para adquirir ciertos bienes”, afirma Grimaldi.
-¿En estos grupos hay elementos del narcotráfico?
-Por supuesto, porque esta plataforma permite la entrada de diferentes grupos que quieren expresarse con violencia. ¿De dónde salen los fuegos artificiales? De las barras bravas y de los narcotraficantes, si los que están saqueando andan con armas, entonces es porque ahí hay un espacio para el narcotraficante.
-¿Qué los mueve a participar en una protesta, ganar territorio?
-No lo sé bien. Pero hay una cultura que aprovecha esos espacios para decir no quiero a la policía, no quiero al Estado, y para los peones del narcotráfico –porque los peces gordos no se meten en estas cosas– esto puede ser un espacio de diversión, de entrenamiento incluso.
Al respecto, Feldmann agrega que “hay que entender que están las bandas organizadas y después existe un submundo de ‘malandras’ subcontratados por estos grupos. Todo un microcosmo de delincuencia. Por eso la cosa está tan alborotada, porque hay un montón de capas de delincuencia que están superpuestas las unas sobre las otras. Pero créeme que los tipos pesados, que tienen plata, que no trabajan, quieren pasar lo más desapercibidos posible, usan la fuerza cuando es estrictamente necesario y la usan contra otras bandas para mantener el control territorial porque es fundamental para el negocio”.
Sobre la rabia contenida coinciden ambos investigadores. “No se sabe muy bien cómo funciona. La pregunta que toda la comunidad de investigadores en el mundo se hace es: ¿en qué minuto esto prende? Por qué en ciertos minutos la cosa estalla y se vuelve viral y en otras no. Pasó en Brasil en 2013, después en Ecuador, luego ocurrió en Chile en 2019. ¿Qué es lo que hace que un movimiento estalle? Eso nadie lo sabe a ciencia cierta”, explica Andreas Feldmann.
-La rabia contenida de la que habla, ¿de dónde viene?
-Venía desarrollándose en el estallido y quedó en latencia. No sé si tan generalizada, porque mucha gente que estaba muy enrabiada, después vio lo que pasó, que se empezó a ir de las manos y prefería que esto parara. Pero en algunos sectores eso persiste. Porque además el malestar social se mantiene en el país. Y tal vez es mucho más grande que el que existía antes. ¿Dónde canaliza el malestar social la gente? Los que querían cambiar las cosas y que al final nada cambió. Hay más pobreza, más inseguridad. Más polarización. ¿Dónde se va todo eso? ¿Toda esa rabia contenida? Creo que por eso las autoridades están súper nerviosas de que vaya a haber un nuevo estallido.
-¿Podría ocurrir otro estallido social?
-Absolutamente. No te lo puedo decir de manera científica, porque, como te repito, nadie sabe cuándo se prende y cuándo se apaga. Pero lo que sí puedo decir a ciencia cierta, y estando lejos, es que toda esa rabia contenida no se canalizó. ¿A dónde fue? ¿A la Constitución? ¿Al debate constitucional? ¡Por favor! Ese es un debate de gente politizada o con algún grado de vinculación política. Pero el estallido social fue muy poco eso. Quizás fue la marcha del millón de personas, pero muchas de las otras manifestaciones fueron otra cosa.
-Entonces, ¿ese descontento está presente?
-Evidentemente. Y además, ojo, esto es un fenómeno epocal. O sea, lo mismo está pasando en el Líbano, en Sri Lanka, en todos lados está la rabia contenida. La canalización que se hizo fue a través de una nueva Constitución y un acuerdo. Pero el estallido se apagó con la pandemia. Esa vaina de acuerdo es un delirio de la élite. A la gente común no le importa, la gran mayoría no entiende esas discusiones. Esa fue la interpretación de la gente que está en el poder: los partidos políticos, los sectores sociales organizados, los sindicatos, la gente institucionalizada. El problema es que la canalización del malestar social no se hace necesariamente a través de algo institucional. La gente no participa de eso. Si así fuera, veríamos mayores tasas de votación, de participación. Eso fue una cosa que se contaron las elites y creo que se lo siguen contando.
Daniel Grimaldi añade que, cada vez que se le da una nueva vuelta al estallido social, encuentran nuevas cosas.
“Sabemos que las personas fueron convocadas por diferentes motivos y la dignidad era el hilo conductor básico, pero detrás de esa palabra había diferentes interpretaciones. La rabia viene de la frustración de no obtener recompensas. Pero cuando se entra en profundidades, nos encontramos con la descomposición de la autoridad. Y ahí se pueden entender las nuevas formas de estructura que comprende, por ejemplo, el narcotráfico en las poblaciones. Una cosa es clara: no hay sociedad sin autoridad, sin reglas. Cuando el Estado deja de imponer sus reglas, ingresan otras reglas. El 11 está sirviendo hoy como una plataforma para manifestar otras cosas. Se reúnen todas las formas de protesta legítimas e ilegítimas. Es preocupante, porque hay demasiadas formas ilegítimas dando vuelta”, sostiene Grimaldi.