Cifras oficiales de la migración panameña y respaldadas por lo que han visto en terreno organismos como Unicef, dan cuenta de que Chile es uno de los principales orígenes de los menores de edad que transitan el Darién. La mayoría son hijos de padres haitianos y ya se registra el fallecimiento de uno de ellos.
Desde 2019, como ya ha dado cuenta El Mostrador, un nuevo fenómeno comenzó a llamar la atención de las organizaciones que atienden a los migrantes que cruzan el Darién, el tramo más peligroso de la ruta migratoria en Latinoamérica y el segundo más riesgoso del mundo. Familias haitianas, pero con hijos con marcado acento chileno, comenzaron a arribar con cada vez mayor frecuencia a pueblos como Bajo Chiquito, una de las primeras paradas en Panamá de los migrantes, después de atravesar la selva que separa a este país de Colombia y que es paso obligado para cualquiera que pretenda llegar a pie a Estados Unidos desde América del Sur.
“Son niños que vienen con sus vacunas al día, que piden que les demos tareas de matemáticas y que los hagamos leer, que bailan los bailes típicos de Chile y que, cuando les preguntamos si les gustaba Chile, dicen que sí, que allá tienen sus amigos”, comenta Diana Romero, especialista en Protección Infantil en Emergencias de Unicef en Panamá. “En ocasiones les sirven de traductores a sus madres, porque tienen facilidad para los idiomas”, agrega.
Según las cifras del Servicio Nacional de Migración de Panamá, desde 2019 ya han cruzado más de 16 mil niños chilenos por la Selva del Darién: 515 en 2019, 531 en 2020, 9.587 en 2021 (año peak), 1.805 en 2022 y 4.062 hasta agosto del presente año.
Actualmente, la chilena es la sexta nacionalidad que más cruza el Darién (la primera es la venezolana), con la particularidad de que prácticamente el 100% de los migrantes chilenos son menores de edad. La mayoría tiene menos de 12 años.
Esto último se explica porque la migración haitiana hacia Sudamérica comenzó después del terremoto que devastó ese país en 2010. Los principales destinos fueron Brasil –donde se construían los estadios para el Mundial de 2014– y Chile. Por eso es común ver en el Darién a familias de padres haitianos que migran con un hijo mayor brasileño y uno más pequeño chileno.
“Recuerdo que por diciembre de 2020 me acerqué a una niña que venía bajando con su familia de una piragua (bote) y le pregunté de dónde venía y me dijo ‘de Chile, soy chilena’, y lo dijo con el acento de ustedes”, recuerda Elías Cornejo, coordinador de la ONG Fe y Alegría de Panamá. “Me dijo que le gustaba Chile, que tenía sus amigos allá, pero que sus papás ya no le podían dar de comer”, relata. Fue una de las primeras niñas chilenas a quien vio cruzar el Darién, pero ni de lejos la última. “A los niños se les rompe un ciclo y querían quedarse en Chile, pero los migrantes explican que vivieron una doble crisis económica por el estallido social y la pandemia”, explica Cornejo.
El Darién es conocido por su peligrosidad. Atravesarlo demora alrededor de 10 días en que se camina por una selva espesa, montañosa, con ríos caudalosos donde familias enteras han desaparecido. Y es peligrosa no solo por la complejidad del terreno. Bandas criminales asaltan las caravanas de migrantes para robar o abusar sexualmente de mujeres, niñas y niños. “Te encuentras con chicos que salen de la selva con espanto. Que te dicen que su mamá les repetía todo el tiempo ‘tú eres Superman, tú eres Superman, vas a llegar’, para darles ánimo”, relata Elías Cornejo.
También se registran fallecimientos. Según el Informe Defensorial sobre la Situación de Derechos Humanos de la Niñez y Adolescencia en movilidad humana y en Zonas de Frontera de Panamá, realizado por la Defensoría del Pueblo de ese país, oficialmente siete niños han muerto en el Darién entre 2020 y 2022. Uno de ellos, de dos años, era chileno. Según el reporte, murió por una “enfermedad indeterminada”. Además, un niño venezolano de seis años, cuya familia también viajaba desde Chile, fue asesinado el año pasado en un ataque armado contra migrantes.
Pero estas cifras –según las organizaciones que trabajan en la zona y las mismas autoridades panameñas– están lejos de las reales, porque es difícil llevar una cuenta. Diana Romero explica que los migrantes en muchas ocasiones prefieren no denunciar los fallecimientos ni los abusos. “Se van con ese duelo, con esa tristeza”, agrega.
También hay casos en que familias completas son arrastradas por un río, por lo que no queda nadie que pueda dar aviso de la tragedia.
Y en ocasiones los niños se pierden o separan de sus padres. Es el caso de Sanaicar, una niña chilena de 5 años que viajaba con su madre y su hermana de dos años. Sanaicar, según el testimonio recopilado por Unicef, llegó sin su familia hasta un refugio al otro lado del Darién. En un río, Sabrina, la madre de Sanaicar, le pidió a una pareja que cruzarán a la niña, mientras ella se encargaba de su hija más pequeña. Como la madre caminaba más lento debido a que cargaba a la bebé, Sanaicar salió antes de la selva y fue entregada a “La Casita”, un refugió de Unicef y Aldeas SOS en el pueblo de Metetí al que llegan niños no acompañados.
A los días Sanaicar pudo reencontrarse con su madre y hermana, pero no siempre es así. “Hay casos en que niños llegan solos porque sus padres mueren en el camino”, agrega Romero.
La migración de menores de edad por esta ruta es cada vez más común. Solo entre enero y agosto de este año, 71 mil niños y adolescentes han cruzado el Darién. Cuatro mil de ellos chilenos.
¿Por qué estas familias comenzaron a emigrar desde Chile junto a sus hijos? Las razones que les han dado a las ONG e instituciones que trabajan en la zona son múltiples: discriminación, la crisis económica posterior al COVID y los problemas para regularizar su situación migratoria son las principales. Eso los lleva a embarcarse en una travesía de más de 7 mil kilómetros que separan Santiago de la frontera con Estados Unidos.
“Chile no es malo, solamente que no alcanzaba para mantener y cuidar a las niñas”, dijo Sabrina, la madre de Sanaicar, a Unicef.
Respecto de lo que está realizando el Estado de Chile ante este éxodo de niños chilenos de padres haitianos, El Mostrador consultó a Cancillería. Desde ese ministerio, a través de su Oficina de Prensa, respondieron escuetamente que “se tomó contacto preventivamente con las autoridades respectivas de los países en ruta hacia Estados Unidos, advirtiendo de esta situación migratoria irregular y se solicitó se otorgara resguardo a los niños de nacionalidad chilena. Todo ello en coordinación con las demás instituciones del Estado competentes en esta materia, a las que se les ha estado informando permanentemente y coordinando los cursos de acción en los casos que han ido apareciendo”.