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Exdirigenta secundaria Marcela Catoni: evasiones del Metro en 2019 se organizaban por WhatsApp Imagen de contexto: AgenciaUno

Exdirigenta secundaria Marcela Catoni: evasiones del Metro en 2019 se organizaban por WhatsApp

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A cuatro años del 18-O, la exvocera del movimiento estudiantil de la época rememora la forma en que las estudiantes comenzaron a saltarse el torniquete y lo que sucedió después.


Actualmente estudiante de Derecho de la Universidad de Chile, Marcela Catoni (21) fue la vocera del movimiento estudiantil que desencadenó el estallido social de 2019. Exalumna del Liceo 7 de Providencia, señala que “el colegio siempre fue muy movido. Me acuerdo que cuando entré se hablaba mucho, por ejemplo, de la municipalización de los colegios, del ranking. Ya más adelante vino el tema de Aula Segura. El liceo se movilizó ‘caleta’ también pa’l mayo feminista del 2018. Fue vivir y conocer una realidad en donde la injusticia estaba presente todos los días”.

-¿Qué pasó en octubre de 2019? Ese mes fueron clave los colegios emblemáticos.
-Era bien raro que no nos fuéramos a toma. Ese año, primero nos íbamos a tomas por el día, para reflexionar y discutir diferentes temas, como el del Aula Segura. Ese era el tema del 2019 y ya para el segundo semestre empezó a salir en las noticias el alza del Metro y fue tema en los Codecus (Comités de presidentas de cursos secundarios). En estas reuniones que hacíamos se decía que nos teníamos que movilizar en contra del alza del pasaje. Y no partió solo de nuestro liceo: desde el primer día estuvimos en conversaciones con el Lastarria, el Tajamar, el Liceo 1, el Instituto Nacional. Los primeros días salíamos, a las cuatro de la tarde, corriendo del liceo y pasábamos el Metro. Fue una huevada ni siquiera planeada. Por esos días salieron las declaraciones de Clemente Pérez (entonces presidente del Directorio de Metro) diciendo “cabros, esto no pendió”, refiriéndose a que los estudiantes no teníamos el apoyo de la población. Después vino lo de los consultorios… Entonces, uno iba acumulando todos los días la rabia. Empezamos a evadir como dos semanas antes del estallido. Los primeros días cortábamos la calle y corríamos a evadir. Después cerraron la entrada del Metro desde las tres de la tarde. Nos empezamos a juntar con otros liceos para evadir otras estaciones. De hecho, para el 18 de octubre, nosotras no evadimos Pedro de Valdivia, terminamos evadiendo Tobalaba.

Cuenta que las primeras evasiones las hacían con invitaciones que parecían memes y que se difundían de celular en celular. “Como una invitación de cumpleaños donde salía Spiderman con un ‘Te invito a evadir’ y así se difundían. Era algo muy por abajo, por grupos de WhatsApp, muy estudiantil. Pero dos o tres días antes del estallido ya no convocaban solo los estudiantes, se hacían autoconvocatorias sin organizaciones en diferentes estaciones, del tipo: ‘En la línea 4 todos evadimos a las 8’; ‘en la línea 3 se evade a las 8:30’”.

-¿Qué pasó el 18 de octubre?
-Nos quedaban dos semanas para salir de clases. Ese día nos organizamos con el Tajamar y el Lastarria. Primero salían las niñas de básica. Ellas nos contaron “chiquillas, el Metro está cerrado, no lo van a poder evadir”. De manera muy artesanal nos organizamos por WhatsApp con el Lastarria y el Tajamar y nos fuimos a la estación Los Leones a evadir, pero cerraron toda la línea del Metro. Nosotros recién estábamos juntándonos en Pedro Valdivia y el Metro ya había cerrado. Nos tenían un miedo… y llegamos a Tobalaba y nos encerraron abajo. Fue una represión muy cuática y desmedida. Yo jamás había visto a las Fuerzas Especiales dentro del Metro. Me acuerdo que con las cabras nos sentamos en el andén y en la vía para que no pasaran los trenes. Teníamos miedo de que en cualquier momento entraran los pacos. Se habían llevado a muchas cabras.

Salimos del Metro como a las cinco y media. Me devolví al liceo porque tenía que ir a dejar unos lienzos y pensaba irme para mi casa. Jamás pensé que estaba pasando algo más allá. Me fui con un grupo de amigas caminando. Estaba todo cerrado y la gente nos aplaudía y decía: “Buena, cabras, sigan resistiendo”, y dos meses antes nos puteaban. Vimos cómo quemaron la entrada de la estación Pedro de Valdivia, la que daba hacia mi liceo. Fue en un abrir y cerrar de ojos. No me acuerdo ni cómo pasó. No sé quién lo organizó. Había estudiantes y caleta de trabajadores gritando que se querían ir para sus casas, intentando abrirlo, y después ya estaba prendido. O sea, era la rabia de la gente.

-¿Cómo se quemó?
-Desde afuera, en Pedro Valdivia fue desde afuera. Me acuerdo que vi a trabajadores con terno pateando, gente que jamás pensarías que iba a estar ahí.

La vocería local

Como muchas personas en Santiago, Catoni tuvo dificultad para llegar a su casa ese 18 de octubre.

“Mi papá me pudo ir a buscar como a las 9 de la noche. Veíamos barricadas, un mar de gente intentando llegar a sus casas. Desperté al otro día con el toque de queda impuesto. Habían sacado a los milicos a la calle y yo pensé que lo había soñado. Entendíamos la magnitud de lo que es evadir, pero jamás pensamos que iba a escalar a nivel nacional. Eran tantas cosas… los 30 pesos ni siquiera nos importaban. Era la rabia acumulada por todas las demandas. En el movimiento estudiantil muchas veces era la rabia por todo y por nada a la vez. Los emblemáticos tienen esa cultura de tomarse los liceos todos los años por un tema distinto”, señala.

-¿Se reunieron con autoridades en esa época?
-Como estudiantes, con ninguna. Después del estallido nos invitaron a una mesa de negociación, donde estaban la CUT y más organizaciones sociales. Siento que posestallido se dejó de lado a los estudiantes. Como que nosotros les dimos el paso y ahí se empezaron a meter todas las organizaciones sociales. Los primeros días empecé a participar en las ollas comunes en el sector de Los Libertadores, que colinda con Conchalí. No conocía a mis vecinos hasta ese momento. Creamos la Asamblea Popular de Huechuraba convocando por Facebook. Una de las preocupaciones eran los trabajadores independientes, que se estaban quedando sin plata. Se hablaba mucho del tema de la salud, no más AFP y de las injusticias en general. Existía la molestia de ‘nos están cagando, nos están cagando’. La convocatoria, al menos en mi villa, fue por los milicos. Estoy convencida de que, si no hubiesen sacado a los milicos a la calle el sábado, esto no pasaba.

Recuerda que estuvo una semana sin poder llegar al centro.

“El 25 de octubre, para la marcha más grande que se hizo, nos tomamos el liceo. También fui al Congreso en Valparaíso, pero jamás hubo una interacción directa –como vocería estudiantil– con el Gobierno, porque desde nuestra perspectiva nosotros éramos una herramienta. Teníamos rabia, muchas cosas, pero las demandas eran por nuestros viejos, por nuestros abuelos. Entonces, los que tenían que estar en las vocerías no éramos nosotros, eran otras personas y les dimos ese pase. Nuestras demandas eran un pelo de la cola comparadas con todo lo que estaba pasando. En ese sentido, nuestro rol ahí fue conversar con la gente, convencerlos de que se los estaban cagando. Fue un rol de vocería local.

-A cuatro años del estallido, ¿cómo lo ves ahora?
-Con nostalgia, pena. Hay una profe de la Universidad Diego Portales que está haciendo un documental. Con ella revisamos los archivos, fotos de esa época y se ve casi real. Lo digo porque hay un cúmulo de cosas que han pasado, partiendo por la pandemia. Yo entré a la universidad online, hacíamos asambleas online, paro online… Pero la Confech no existe, en la Chile estuvimos años sin Federación. O sea, a ese punto de desvinculación y desarticulación estudiantil hemos llegado. Hubo un cambio de paradigma. Ahora a la gente le vuelven a molestar las tomas, los corta calle. Fue como un abrir y cerrar de ojos. Como que me descargué, quedé limpia anímicamente, boté las malas vibras y ahora sigo trabajando. El no haber ganado nos desmotivó mucho, el haber confiado en la institucionalidad y que una vez más fallara, fue cuático, porque nos vuelve a convencer de que acá el problema siempre va a estar en la educación.

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