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Jeannette von Wolfersdorff y el 18-O: “Hay que cambiar muchas reglas para un capitalismo sostenible”

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Federico Joannon Errázuriz
Por : Federico Joannon Errázuriz Abogado. Director Ejecutivo de El Mostrador
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En esta entrevista con El Mostrador, la economista realiza un análisis acerca de las ideas que se pueden sacar en claro a cuatro años del estallido social, con foco en el ámbito económico y en relación con las empresas: en especial, aquellas de mediano tamaño, con eje en que “el mercado tenga como visión que los segmentos medianos deben crecer proporcionalmente a los grandes”. Asimismo, apunta que actualmente “a nivel del mercado existe una mayor conciencia sobre los ajustes que tienen que hacerse para avanzar”. Para Von Wolfersdorff, esto surge a propósito de la conversación y la esperanza que se asentaron a nivel de sociedad durante esos meses del año 2019 y que, de alguna forma, la pandemia truncó.


A cuatro años del estallido social –que partió el 18 de octubre de 2019 y se extendió hasta enero del año siguiente, cuando el mundo entero entró en pandemia–, Jeannette von Wolfersdorff, integrante de la Comisión Asesora Ministerial para la regulación de la relación entre las instituciones privadas sin fines de lucro (IPSFL), y experta en transparencia y gasto público, asegura que desde aquel octubre en adelante “algo en el paradigma cambió. Hoy día, la reforma necesaria del Estado parece lejos todavía, pero sí está más en la conversación: está en la conciencia”.

La también autora de Capitalismo (2022, Taurus) –libro en el que la experta alemana aborda los aciertos y desaciertos de este tipo de modelo en la sociedad actual– realiza en esta entrevista con El Mostrador un análisis de los cuatro años posteriores a tales eventos, señalando que “es importante hacer una reflexión de la complejidad de la situación, ahora un poco a distancia, y valorar lo ocurrido sin simplificar el proceso y darle una etiqueta fácil. Claramente fue una situación con muchas causas que llevaron a esta expresión de malestar, y que hoy día, según la (encuesta) Plaza Pública de agosto y de Cadem, lo que muestra efectivamente es el reflejo de un descontento. No ha sido como el golpe (de Estado), ni provocado por unos grupos aislados que hacían ver que algo estaba mal, que no funcionaba bien: sino que hay conciencia –pienso–, en la sociedad, de que es la expresión de reformas que no se hicieron a tiempo, de ajustes que necesitaba la sociedad, la democracia, el mercado, que no se hacían a tiempo”.

En resumen –señala–, lo que se reveló en aquellos agitados días “era la expresión de abusos de poder, a raíz de capturas en el sistema político y en el sistema del mercado. Plaza Pública preguntó sobre los hitos más importantes en los últimos 10 años del país, donde un 40% dice que el estallido social es el hito más importante. Aun cuando no hemos visto tantos cambios, como uno quisiera que hubiesen ocurrido para las reformas del mercado, del Estado, sí empezaron a encauzarse ciertas reformas, como la Ley de Delitos Económicos, por ejemplo.

-Dejando de lado la violencia, había mucha esperanza, con millones de personas en la calle clamando por mejoras. ¿Qué ha pasado con esa esperanza?
-Al menos el año pasado, a tres años –como lo que reflejaban las encuestas–, era más bien una mayoría de chilenos diciendo que no ha pasado lo suficiente para solucionar los problemas que llevaron al estallido, por este proceso lento a nivel constitucional, por no hacer lo suficiente en reformas concretas. A la vez, cuando uno ve los desafíos de un país, el país mismo y el mercado mismo como sistemas complejos, y aplica pensamiento sistémico, sabe que pequeños ajustes o cambios que ocurren –y esto fue un evento importante en la historia de Chile– van a desencadenar cambios.

Quizá no inmediatamente: no se hizo un acuerdo después del estallido para una reforma del Estado; no se hizo un acuerdo grande para dinamizar nuestro mercado y llevar a la política pura competencia. Pero sí se están encadenando efectos que no son parte de un impacto inicial político y cuyo efecto positivo lo estamos viendo: la Ley de Delitos Económicos; que los consumidores de Conadecus (Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios) presenten en el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia una solicitud de recomendación de política pública, por la concentración agregada en nuestro mercado; que la Bolsa de Santiago lanza todo un segmento para empresas medianas; que el Servicio de Impuestos Internos hace estadísticas que hacen ver más la composición del mercado y que muestran que en los últimos 15 años, desde 2005, en realidad, hasta 2021 –que son las últimas estadísticas–, las únicas empresas que en conjunto, como grupo, han crecido proporcionalmente en la facturación del país son empresas sobre mil millones de dólares. Esto significa que hemos perdido clase media de empresas, ¿y dónde está la clase media de nuestra sociedad, que es el pilar del consumo y del bienestar? Pero siendo esto una brecha enorme, veo muy positivo que tengamos hoy día estas estadísticas.

-Que no existían antes de 2019…
-Y no existe en ningún país, de forma regular, una innovación desde el Servicio de Impuestos Internos, que ayuda a entender la composición del mercado y a entender que tenemos que ser más transparentes, porque pone los temas en la mesa sobre los cuales hay que conversar. Entonces, cuando hablamos de crecimiento económico, no deberíamos seguir aceptando que se hable de que necesitamos crecimiento económico…

-Sin entrar a desmenuzar las cifras…
-Sí, porque la tendencia muestra que sobre un 43% de la facturación está en manos de 125 empresas que tenían en 2025 un 29% de la facturación total. Entonces, si la tendencia sigue así, vamos a terminar en cinco años más, en el mediano plazo, con un crecimiento de una facturación total del país en manos de algo más de 100 empresas, dificultando regular el mercado: porque si cada vez una mayor parte está en manos de menos, este no es el crecimiento que queremos. Entonces, para mí el game changer es que tengamos estos datos. Ojalá vayamos a avanzar, y ojalá el Servicio de Impuestos Internos se entusiasme y el Banco Central siga mostrando más datos con innovación en este ámbito, porque no deberíamos aceptar desde la prensa, o en cualquier debate sobre la economía, un reduccionismo que solamente ocurre cuando uno llama a tener mayor crecimiento, pero no especifica quién debería crecer.

-¿Esto habla de un cambio cultural, al menos respecto del modelo institucional y económico?
-Al menos algo en el paradigma cambió. Hoy día la reforma necesaria del Estado parece lejos todavía, pero sí está más en la conversación: está en la conciencia. También a nivel del mercado existe una mayor conciencia sobre los ajustes que tienen que hacerse para avanzar. Entonces, todo ocurre más lento de lo pensado, después de un estallido en el que uno hubiese querido soluciones y compromiso. En sistemas complejos, y estos son sistemas complejos –como el universo que está compuesto por sistemas complejos donde las partes se relacionan y crean contextos distintos que la suma de sus partes–, pasa en los mercados, pasa en la democracia y ahí ocurren estos efectos emergentes. Una pequeña mariposa, en un lado del sistema complejo, desata una tormenta en otro lado. Aquí también: un evento que en la historia fue muy puntual y que después, por la pandemia, fue afectado en su proceso. Aun así, es un poco el efecto mariposa el estallido, en el sentido de que sí produjo una conciencia que en el tiempo vamos a ver materializándose, a lo menos, con ciertas reformas que probablemente sin este estallido no hubiesen ocurrido.

-¿Qué otras?
-Como dije, el hecho de que la Bolsa, siendo muy conservador y concentrado igual, pero se abre a un segmento mediano. Me parece muy positivo poner el foco en el mercado que queremos.

-¿Mayor regulación?
-Sí, pero no de forma tan sistémica como quisiéramos. Hay una nueva directiva de sostenibilidad, la norma 461 de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), y sí me parece muy destacable también que la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), como confederación, por primera vez en la historia de Chile, se convirtiera en un gremio que apoya la creación de un Registro de Beneficiarios Finales.

-Eso no hubiera pasado cuatro años antes…
-Eso es una tesis, quizá nace de mi esperanza de que esta expresión de descontento, si uno la ve como una expresión de voluntad, de apoyo, de que tienen que pasar transformaciones, porque si no ocurren transformaciones, y no somos capaces de conciliar transformaciones necesarias en la sociedad y en los mercados, finalmente pasan colapsos en los sistemas.

-Así se deteriora la democracia. En cambio, si se maneja bien y se hacen bien las cosas, si la clase política está a la altura, se fortalece la democracia con los cambios necesarios, ¿no?
-En sistemas complejos, todo se complejiza con el tiempo, y los mercados se complejizan, necesitan ajustes constantes. Entonces el estallido, para mí, es como la expresión de la desesperación de que no hubo ajustes, mientras todo se ajustó. Pero los sistemas quedaron regidos en el pasado y esto igual lleva a una conciencia que quizás no siempre la vemos materializada, como Carlos Peña lo expresó al memorizar los 50 años, cuando dijo que la élite económica tiende a hablar en bloque. Aun cuando sí existe una parte económica que sí quiere avanzar, que sí quiere un mercado mejor regulado, no se escucha esta parte de la élite, porque se funde con esta élite que se expresó a través de la columna del director que recuerda los cuatro años del estallido más bien como un golpe, como algo meramente negativo que hubo que evitar.

A mi juicio, esta diferenciación de la élite se hace más evidente a raíz del estallido social y, para mí, que la CPC apoye hoy día una regulación tan importante como la creación de un Registro de Dueños Finales de Empresas…

-Que se sepa, al final del día, quiénes son, a quiénes llega el dinero…
-Saber quién está detrás de empresas permite, primero, entender realmente los grupos económicos: la concentración del mercado es la base para entender la colusión, para prevenirla. Tal como Luigi Zingales dijo en el informe que presentó hace pocas semanas en la FEN de la Universidad de Chile: principalmente es que, si uno no tiene esta información, no entiende la composición del mercado y cuán concentrado es. Hoy puede haber muchas empresas –también medianas–, pero quizás son todo parte de otras empresas, controladas mayoritariamente por una misma persona natural. Entonces, uno tiene que tener esta información.

Eso significaría que, en el futuro, las estadísticas de mercado, con estos datos, uno podría limpiarlo y va a ver que, probablemente, las más grandes han crecido proporcionalmente aún más de lo que hoy día se refleja en las estadísticas. No deberían estar en la categoría de empresa de 50 millones de dólares, sino quizá deberían estar en la categoría de las empresas entre 100 y 500 millones de dólares. Entender la composición del mercado, pero también los conflictos de intereses en el traspaso de fondos públicos, de subsidios, la rebaja de multas… Por ejemplo, cuando eres un dueño de terreno y tienes una empresa que no indica quién es el dueño final, quizá tienes alguna relación con quien tiene un poder para ajustar el Plan Regulador, o para definir dónde pasa un tren, dónde pasa la línea del Metro, y quizás justo tu terreno va a aumentar en plusvalía.

-Ahí tenemos un brote verde, que va en el proyecto que presentó el Gobierno después de las propuestas de la comisión que tú integras.
-Me parece muy importante destacar eso, aun cuando tampoco es una bala que va a solucionar todo. Sí me parece un cambio importante en la actitud de un gremio que representa a empresarios, no solamente a los empresarios más grandes. La CPC, uno tiene que pensar que representa a las ramas y estas no son estas 100 empresas: en cantidad, naturalmente, representa mucho más a la empresa mediana que las 125 empresas más grandes del país. A mí me da esperanza de que hoy día la CPC propone algo que beneficia a todas las empresas, quizás no específicamente a los 125, porque van a quedar más expuestos en las estadísticas, pero al final igual le conviene cuando el país pone foco en que crezcan las empresas medianas. Cuando balanceamos el mercado para que efectivamente se mantenga como mercado, es una expresión entonces de esta elite que no es la elite más dura.

Esta diferenciación de voces me parece como la esperanza a cuatro años del estallido y ojalá se pudiera seguir en esta dirección. Con proponer reformas desde los más poderosos –aun cuando no benefician, específicamente, a los aun más poderosos– en la mesa, es como un principio muy democrático, pensando en el principio de justicia básica de John Rawls, que dijo que una sociedad funciona bien cuando todos en la mesa fijan las reglas como si no conocieran su posición en la mesa. Estamos lejos de eso, pero a lo menos son señales que me parece que hay que destacar como positivo. Pueden no tener que ver con el estallido social, pero hay que recordar tantas conversaciones que ha habido. Y quizá después, por la pandemia, produjeron el efecto del aislamiento, que fue muy brusco. Este conversar en las plazas y conversar con mucha gente. Chile se convirtió en un conversatorio, finalmente.

-Una toma de conciencia: buenas, malas, la gente conversaba. El chileno volvió a ser ciudadano. A mucha gente le gusta poner el foco en lo malo, que lo hubo, mucha violencia, pero esto de tener ciudadanos conversando sobre problemas comunes fue notable. 
-Y pidiendo reformas en el mercado, en el Estado, y que siguen siendo muy válidas. Si uno mira, por ejemplo, esta conversación más abstracta sobre el ajuste del modelo económico, a nivel internacional, se habla con menos miedo, frente a la reacción de los más poderosos en Chile, que el capitalismo tiene que cambiarse. Este capitalismo especulativo, donde lo financiero está desvinculado de lo productivo, donde la extracción de valor es parte del modelo, tiene un paradigma de fondo que todavía no hemos ajustado y sobre el cual no hemos sido capaces de conversar. Estas conversaciones que en el estallido se produjeron fueron muy valiosas y, a mi juicio, algo de esto produjo este efecto mariposa.

-Sueña un poco, ¿cómo te gustaría ver a Chile, el modelo económico chileno en 10 años? 
-Si pudiera soñar, me encantaría que Chile se proyectara con una visión concreta, a raíz de toda la reflexión que ha habido. Que el mercado tenga como visión que los segmentos medianos tienen que crecer proporcionalmente. No pueden decrecer. Que tenemos que poner el foco en que cuidemos el centro, la mitad, lo mediano del mercado, porque también es el ingreso mediano, es la estructura base de la sociedad, y que la forma para avanzar en esta dirección, hablando de pequeñas y medianas empresas fundamentalmente –pero medianas de verdad, no como las pymes actualmente definidas–, las empresas de entre 10 millones de dólares y, quizás, 100 millones de dólares, crezcan proporcionalmente.

-¿Qué se necesita para tener esa “clase media” de empresas?
-Que exista un Ejecutivo y un Congreso que, de una vez por todas, visualicen esto como un objetivo país, y que veamos más oficialmente las estadísticas para ver si, efectivamente, avanzamos en que este segmento crezca y, si no crece, que vayamos ajustando los instrumentos. Eso requiere que definamos una forma distinta para conversar desde los gremios empresariales, y el que hace políticas públicas. Necesitamos más esta conversación donde un gremio dice “necesitamos avanzar en políticas pro competencia”, cuidemos que cuando le damos más poder para que esto ocurra a una institución pública, la empresa también pueda defenderse más de la eventual injusticia que pueden hacer desde una institución monopólica, desde el Estado. Por ejemplo, pensando en armar Tribunales Contenciosos Administrativos, es decir, una negociación donde uno entabla una conversación más franca sobre las brechas, cómo ir avanzando, y lo que se necesita de vuelta para asegurar que no termine en una gestión abusiva desde el Estado.

Pero este relacionamiento entre economía, mercado y el sector público, a mi juicio, necesita otros espacios. Tiene que estar más alejado del juego de poder en la política. Tiene que ser en lugares mucho más técnicos, donde uno pudiera ir reconciliando, acordando, consensuando reformas, sea para el funcionamiento del mercado o para la sostenibilidad. Necesitamos cambiar muchas reglas para que el capitalismo sea sostenible y, para eso, se necesita que las empresas se sienten a la mesa con su conocimiento, se negocie la transición, y quién paga cuánto de esta transición. Hoy día no veo que exista como la mesa establecida, alejada del juego de poder para entablar eso. Pero sí pienso que desde la empresa veo mucho más voluntad de ir conversando, de hacerse parte de la solución y, también, en repensar el proceso, avanzar hacia visiones país que implican que todo el sistema, ojalá sin excesivas contradicciones, va en una dirección.

-Uno de los grandes clamores que había en esos días fue sobre la desigualdad, el abuso que la excesiva concentración generaba. Este fortalecimiento de la clase media empresarial, ¿generaría relaciones menos desiguales, menos abusivas en la sociedad? ¿Puede tener efectos benéficos?
-Absolutamente. Quizá la lección más importante del estallido social en Chile no es que falta una reforma o que falta una segunda reforma técnica, ni siquiera que falta una visión país: es que tenemos que rediseñar el proceso para facilitar reformas de forma continua. Si no acumulamos el statu quo, el sistema burocrático también acumula reglas que sobran, y le faltan reglas, por el otro lado. Sobre eso hay un malestar que se manifiesta. Si uno quisiera aprender algo de verdad, es que tenemos que buscar, por ejemplo, regulación del mercado para que tengamos menos abusos. No necesitamos una, dos o tres leyes más, sino repensar la arquitectura institucional y los lugares donde podemos continuamente facilitar reformas, para no ir –de nuevo– acumulando reformas, más allá de lo que sigue pendiente, y esperar que tengamos otro estallido. Hay que habilitar las mesas para facilitar reformas de forma continua: esto para mí es la lección más importante del estallido social.

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