Parlamentarios coinciden en la necesidad de fortalecer la legislación antidrogas. Ximena Ossandón (RN) ya presentó un proyecto para aumentar las penas, mientras Jaime Araya (ind. PPD) propone aumentar las facultades de fiscales, policías y jueces, incluso permitiéndoles ser funcionarios sin rostro.
La primera señal de alerta se produjo el 26 de octubre pasado, en el paso fronterizo Pino Hachado, en la Región de La Araucanía. A eso de las 16:00 horas, un bus que procedía desde Argentina era sometido a un control rutinario en la máquina de rayos X de Aduanas. Sin embargo, cuando pasaban los bolsos de los pasajeros, algo llamó la atención al operador del equipo: la presencia de varios frascos, entre ellos tres bastante pequeños, que se encontraban en el interior de una mochila. Al abrirla, los funcionarios notaron de inmediato que se trataba de las clásicas ampollas de color café, de uso hospitalario.
Según explicó después el fiscal Héctor Leiva, se trataba de “un líquido que no declaró a las autoridades previo al ingreso a nuestro país”.
Al someterlas al narcotest, la respuesta fue inequívoca: era fentanilo, un opioide de origen sintético usado como analgésico.
Se trata de uno de los calmantes hospitalarios más potentes jamás creados. Fue inventado en 1959 como analgésico y anestésico, pero su uso es muy controlado, dada la potencia que posee: entre 50 y 100 veces más que la morfina. Sin embargo, en los años 70 comenzó a ser usado como droga recreacional y a ser fabricado también en forma artesanal.
El comisario Gonzalo Santander, de la Brigada Investigadora de Sustancias Químicas Controladas (Brisuq) de la PDI, detalla al respecto que “cuando se utiliza de forma recreativa se produce primero una sensación de bienestar máximo, un placer que se considera que ninguna (otra) sustancia puede llegar a ese grado de satisfacción en una persona. Luego viene, después de esa etapa, de esa sensación de placer, de bienestar inicial, una etapa de aletargamiento, de depresión del organismo”, que lleva al adicto a buscar más droga para regresar al primer estadio.
El problema mayor –explica el oficial– es que “el fentanilo funciona a dosis muy pequeñas, las que son difíciles de manejar por una persona que no tenga el conocimiento de esta sustancia. Es muy fácil pasarse de la dosis y llegar a una sobredosis, lo que conduce a la muerte del adicto”.
Así, explica que “pasando los 2 miligramos ya sería letal para una persona”. Según el NIH (Instituto Nacional de Abuso de Drogas) de EE.UU., entre 1999 y 2021 han fallecido 80.411 personas, producto de sobredosis derivadas del consumo de opiáceos, los que la misma entidad indica que se refiere principalmente a fentanilo.
Esa fue, de hecho, la droga que en julio pasado mató a Leandro de Niro Rodríguez, nieto del actor Robert de Niro, de solo 19 años, quien consumió pastillas que contenían varias drogas, entre ellas, fentanilo.
Al respecto, el comisario precisa que la sobredosis por fentanilo produce una falla multisistémica, aunque lo principal es “para el sistema respiratorio”, lo que acarrea en forma casi indefectible la muerte. Es por ello que –agrega– el fentanilo está dentro del catálogo de sustancias de la Ley Antidrogas y, por lo mismo, los centros institucionales manejan “un stock muy controlado, que no puede ser manejado por cualquier persona de los hospitales”, detallando que a ello se suma la supervisión del Instituto de Salud Pública y de los servicios de salud locales.
El consumo de fentanilo se ha ido expandiendo por todo el mundo a gran velocidad. Quizá por lejanía, Chile es uno de los pocos rincones donde aún no se masifica, aunque cada cierto tiempo, desde 2017 a la fecha, se producen decomisos de pequeñas cantidades. En Argentina, sin embargo, ya no es algo tan extraño y existe un hito lamentable al respecto: la muerte de 24 personas en el sector de Tres de Febrero, en Buenos Aires, quienes ingirieron cocaína que había sido mezclada con fentanilo, en febrero del año pasado.
Es por ello que el decomiso de Pino Hachado generó inquietud en la Fiscalía y en las unidades policiales antidrogas, pues, si bien la cantidad incautada parece poca, toda vez que los tres frascos pesan 320 gramos, en realidad se trata de un volumen importante, dado el umbral de mortalidad que posee.
Las ampollas pertenecían al ciudadano argentino Raúl Muñoz Muñoz, de 56 años, domiciliado en Chichinales (Argentina) y también en San Vicente de Tagua Tagua. Sin embargo, el bus en el que viajaba, que sabía salido desde General Roca, tenía como destino Concepción, donde un par de días después comenzaba el festival de música “REC”, por lo cual la Fiscalía sospecha que el objetivo era comercializar el fentanilo en dicho contexto.
Ante ello, como detalló el fiscal Leiva, cuando Muñoz fue formalizado “se solicitó la medida cautelar de prisión preventiva, por constituir el imputado un peligro para la seguridad de la sociedad y la atención a la pena asignada al delito y, sobre todo, por la peligrosidad que tiene la sustancia que está intentando ingresar al país. El tribunal acogió la petición del Ministerio Público, decretó su prisión preventiva y decretó un plazo de investigación de dos meses”.
Los abogados defensores de Muñoz aseguran que este no tenía intenciones de traficar y que, por el contrario, lo que se encontró en poder de su defendido fue una serie de fármacos de uso veterinario, pues indican que, aparte de ser chofer de camiones, él se dedica a las carreras de perros galgos, pero aseguran (en la apelación que presentaron el Juzgado de Garantía) que en el acta de incautación no se detalla ningún medicamento asociado al fentanilo, versión que deberá ser descartada o ratificada en el plazo de investigación.
Pocos días después, el 31 de octubre, la Policía de Investigaciones de Coronel (cerca de Concepción) allanó una casa de la población Nuevo Amanecer, deteniendo a Maritza Araneda Troncoso. Quince días antes, esta había vendido casi un gramo de tusi mezclado con fentanilo a un agente revelador (funcionario policial que simula ser comprador), en 10 mil pesos, luego de que se detectara que el hijo de la mujer ofrecía drogas por medio de su cuenta de Instagram.
Cuando fue aprehendida, después de que los policías forzaran la puerta blindada que protegía el acceso a la casa, hallaron 6.21 gramos de ketamina mezclada con fentanilo, casi 21 gramos de ketamina, casi 9 gramos de marihuana, 4 gramos de pasta base de cocaína y casi 300 gramos de creatina, utilizada para abultar drogas.
Además, en el domicilio se encontraron 402 mil pesos en efectivo. Ante ello, la mujer –que se encontraba cumpliendo una pena de tres años y un día de libertad vigilada, por tenencia ilegal de arma de fuego y municiones– fue detenida y acusada de tráfico de drogas, siendo enviada también a prisión preventiva, sin que hasta el momento se sepa (al menos en forma pública) de dónde provino el fentanilo que mezcló con el tusi, algo frecuente.
Al respecto, el diputado Jaime Araya (ind. PPD), quien presidió la Comisión Investigadora de la macrozona norte, dijo a El Mercurio de Antofagasta que “tenemos que tomar medidas drásticas para evitar que Chile se abra al mercado del fentanilo”, subrayando que es necesario revisar la legislación vigente y aumentar las penas, además de “eventualmente habilitar a la policía, a la Fiscalía, a los jueces, a ser lo que se denomina funcionarios sin rostro, para tener absoluta libertad para actuar con mayor rudeza con estas organizaciones internacionales”.
En el mismo sentido, la diputada Ximena Ossandón (RN) ingresó a la Cámara Baja un proyecto que modifica la Ley 20.000, pidiendo aumentar las penas para quienes trafiquen fentanilo en Chile, aseverando que incluso en Estados Unidos se acaba de aprobar una iniciativa de ley semejante, y que debe ser tratado como un problema de salud pública.