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Jóvenes y plebiscito: rechazo a todo lo que tiene que ver con la clase política PAÍS

Jóvenes y plebiscito: rechazo a todo lo que tiene que ver con la clase política

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Silvia Peña Pinilla
Por : Silvia Peña Pinilla Periodista - Editora del newsletter Efecto Placebo
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En el plebiscito del año pasado quedó claro el peso de los nuevos votantes en esa elección. Los especialistas pronosticaban que era la constitución de los jóvenes… Ya sabemos la historia. Un año después, los mismos entrevistados responden qué pasó y cuánto pesan en el actual proceso.


2.602.948 jóvenes entre 20 y 29 años están habilitados para votar hoy, según datos del Servel. A ellos se suman unos 760 mil que tienen entre 18 y 20 años (proyección INE según Censo 2017), de esos cerca de 250 mil tienen 18 años y votan por primera vez. 

Se trata de una generación fuertemente marcada por el estallido social y la pandemia: son los que pasaron dos años con clases online, lo que dificultó su socialización, su salud mental y la conversación sobre temas ciudadanos. Son muchísimo más desmovilizados que sus antecesores y menos interesados en la política.

Hace un año se esperaba que este segmento concentrara el clima pro Apruebo, principalmente porque muchos de los temas impulsados eran de su interés, pero más de la mitad de los jóvenes optó por el Rechazo. 

“La ciencia política dice que cuando la incertidumbre es mucha, la gente pone en segundo nivel de prioridades los ideales en pos de asegurarse un poquito de estabilidad. La efervescencia del estallido, que era muy juvenil, se fue aquietando y una parte importante de los jóvenes que antes quería cambios drásticos, el año pasado ya habían cambiado de opinión y encontraban que para mantener la estabilidad era mejor ir más gradualmente”, explica Nicolle Etchegaray, coordinadora ejecutiva de la encuesta Ciclos UDP.

Por ello, hoy prácticamente ninguno de nuestros entrevistados se atreve a hacer pronósticos. Tampoco hay muchos datos al respecto.

La 10 Encuesta Nacional de Juventudes (2022) del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), dice que más del 70% no está interesado en la política. A pesar de ello, “es el interés más alto registrado en los últimos 10 años, con 28,9%”, señalan las conclusiones. Aún así, el 80,5% considera que las votaciones son un factor de cambio en la sociedad, el 63,8% conversa de política con otras personas y el 54,1% participaría si se tratara de una causa social.

La encuesta UDP-Feedback (noviembre 2023) realizó una serie de preguntas asociadas con el proceso constitucional. Un 33% indicó que votaría a favor en el plebiscito del 17 de diciembre, mientras un 53% manifestó que votaría “en contra”. Cuando se observa el perfil de los que se inclinan por la opción “en contra” tienden a ser principalmente mujeres, jóvenes (18 a 39 años), de centro-izquierda o izquierda y viven en la Región Metropolitana. 

Al hacer el cruce entre el grupo de jóvenes con el total de la encuesta en general, vemos que los de menor edad están particularmente preocupados por el alza del costo de la vida debido a la inflación. Pero están satisfechos con el funcionamiento de la democracia y consideran que este sistema es preferible a otra forma de gobierno. 

Cuando se les pregunta por el texto constitucional, frente a una serie de escenarios preferirían mantener la constitución vigente, son más propensos a votar  “en contra” y consideran que el aspecto más importante para tomar esta decisión es que no se sienten representados por los pactos políticos presentes en el Consejo.

Y la encuesta entrega un bonus track al enumerar las instituciones en las que menos confían los jóvenes. Estas son: Iglesia Católica, PDI, Carabineros, FONASA, Comisión Experta, grandes empresas y AFPs.

Desconfianza y distanciamiento

Este grupo de votantes debutantes, integra lo que el marketing ha llamado generación zeta o centennials. Nacieron entre 1995 y 2009 y se distinguen de sus antecesores, los Y o millennials (nacidos entre 1981 y 1994) en que: “la generación Z crea contenido y los millennials lo comparten. Mientras la generación Y se desmarca de los parámetros sociales, la búsqueda de mayor libertad laboral y mide el éxito en viajes y posibilidad de conocer varias culturas, la generación zeta tiene una perspectiva más social, mayor cercanía con la diversidad y le da más importancia a temas de salud mental y bienestar”.

En el proceso anterior se vislumbraba —según encuestas y especialistas—que al menos en los zeta ganaba el Apruebo, sobre todo porque fueron un factor clave en la segunda vuelta presidencial que ungió como presidente a Gabriel Boric. 

“La nueva camada de jóvenes, que vota por primera vez en este plebiscito ve la política con mayor distancia y desconfianza. Y eso también se explica porque sus familias están desencantadas con el proceso anterior y probablemente con las élites políticas en general”, explica el cientista político y director de la Escuela de Administración Pública UDP, Rodrigo Espinoza.

Tampoco les gusta tener que votar obligadamente.

“Si tuviéramos el contrafactual de un plebiscito con voto voluntario, es bastante probable que el grupo con menor participación sería el de estos jóvenes”, agrega.

Sin embargo, hay otro grupo juvenil que está expectante. Son los que tienen un nivel educacional más avanzado, los que ya están en la universidad.  

“La diferencia no es tan pronunciada, pero están atentos y ven como algo muy negativo, lo discreta que fue la propuesta en materia medioambiental. Y también hay cierta preocupación por la incertidumbre que podría generar, si se aprueba la propuesta, el futuro del aborto bajo tres causales, lo que implicaría una amenaza o un retroceso en materia de derechos sexuales y reproductivos”, señala el cientista político.

“El ánimo de este grupo, si lo contabilizamos como uno solo, más allá de la heterogeneidad que pudiera existir, claramente es de ir en contra del proceso, no solamente por la propuesta misma, sino como un rechazo a todo lo que tiene que ver con la clase política en su conjunto. Incluso con desconfianza hacia el propio oficialismo, que ha retrocedido bastante en su programa por las dificultades que ha tenido para encontrar acuerdos y que tiene, al día de hoy, sus reformas estancadas”, resume Rodrigo Espinoza.

Los que sobran

“Los jóvenes estuvieron prácticamente ausentes de este proceso y eso es lamentable. En su mayoría van a votar por obligación, más que por convicción. La agenda de seguridad que se ha instalado en los medios de comunicación y la sensación de terror ante la diversidad, finalmente termina afectando de manera negativa a toda la sociedad, especialmente en las personas jóvenes”, dice el analista político e investigador del Observatorio de Juventudes y Derechos Humanos, Ignacio Escobar, que además pertenece a la generación zeta. 

Explica que a través de las universidades que fueron parte del proceso, “como Observatorio presentamos la iniciativa popular de norma, que planteaba el voto desde los 16 años, pero no fue aceptado. Propuestas como esta y políticas medioambientales, los derechos sexo genéricos, en este proceso quedaron completamente acallados”. 

Dice que esto ocurrió porque “el proceso constituyente fue capturado por un sector que no aprendió del riesgo de escribir para unos pocos. Justamente eso pesó en los jóvenes; sintieron ese cansancio, esa distancia y no se hicieron tan presentes esta vez dentro de los espacios de participación”.

Y los hechos le dan la razón a Ignacio Escobar, porque en la etapa participativa, se puede ver que la iniciativa popular de norma con mayor cantidad de patrocinios, mediante firmas electrónicas, fue la defensa y protección del derecho de los animales, que es una causa mayoritariamente juvenil. Sin embargo, pese a ser la con mayor cantidad de firmas, fue desechada por parte del Consejo Constitucional. 

“Ahí podemos ver que hay un interés por parte de la juventud, pero son alejados del proceso porque finalmente no tuvo mayor impacto su propuesta”, opina Rodrigo Espinoza.

El año pasado se esperaba que también el feminismo —que le dio impulso al proceso constituyente y a la segunda vuelta (presidencial)— movilizara votos hacia el Apruebo, pero no fue todo lo esperado. Este año, las interacciones del activismo se han dado más que en las calles, en las redes sociales, donde se han movilizado principalmente en contra de la posible eliminación del aborto bajo tres causales.

“Claramente eso no ha generado ni un espiral de movilización en comparación a la fase anterior, principalmente porque el desarrollo ha sido de menor intensidad en cuanto a lo que ha ocurrido en las calles. Además, hay un agotamiento natural por lo largo que ha sido este proceso, partiendo desde el estallido social. Estas organizaciones también han levantado la alerta en cuanto a que no hay paridad de salida. Aunque todo lo que tiene que ver con la representación de hombres y mujeres es mirado con bastante más distancia, en comparación a los derechos sexuales y reproductivos, esto porque la representación está vinculada a cómo se escogen las élites políticas. La población en general y los jóvenes en particular ven esto como una causa más lejana”, afirma Espinoza.

Información y cámara de eco

Nativos digitales, los zeta se informan aleatoriamente por redes sociales. A veces como exposición incidental dentro de su timeline o por un WhatsApp enviado por alguien cercano.

“Los más interesados en la política puede que sigan cuentas de algunos medios, pero más bien ven cuentas de algún tipo de activismo”, explica Nicolle Etchegaray.

Este año, decidieron hacer la encuesta Ciclos UDP, que realizan en colaboración con Feedback Comunicaciones, después del plebiscito.

Está todo tan líquido, como dicen los sociólogos políticos, que quisimos alejarnos un poco para precisamente centrarnos en cómo ha evolucionado el uso de los medios y las creencias de los jóvenes. Los comportamientos online, el tema de las cámaras de eco, donde la gente consume solamente lo que le es afín. Hoy se da que las personas y principalmente los menores, se alimentan con información congruente a su pensamiento, incluso los algoritmos funcionan así. No te exponen a información que desafíe tus creencias previas y te haga pensar”, explica Nicolle Etchegaray.

Añade que en el proceso anterior había una cantidad enorme de anhelos y esperanzas puestas en la Convención. “Hubo desilusión y el voto fue una especie de castigo a la forma en que se realizó todo el proceso. Lo que uno ve hoy de todo ese periodo es que la cobertura de los medios mostraba una Convención muy desarticulada, que finalmente se quedaba en micro-activismos. Y también con algunos personajes muy díscolos. Fue una asamblea que no cumplió las aspiraciones que los jóvenes tenían. Hubo mucho rechazo al comportamiento de los constituyentes. Generaron más desconfianza que confianza”.

Sobre lo que pasó el año pasado, Escobar agrega: “Hubo un momento de euforia bastante relevante que trajo a la memoria chilena esta sensación de comunidad que estaba perdida. La gente salió a las calles, se reunían en las plazas, conversaban sobre lo que querían para su país, pero luego el proceso se cerró entre cuatro paredes. Se nos hizo ver que no podíamos decidir y que dijésemos lo que dijésemos, la sociedad en su conjunto y las personas jóvenes no iban a tener cabida. Esta vez no me arriesgaría a decir lo que se espera de los jóvenes. El año pasado el golpe fue duro”.

Y señala que como joven siente mayor distancia con el actual proceso. “Creo que las confianzas fueron quebradas, tanto por la autocrítica que se puede hacer de lo que fue el proceso anterior, donde no se supo leer a la sociedad chilena, pero también porque en este nuevo proceso, a medida que fue avanzando, se fueron plasmando ideas que iban contra los jóvenes, contra las mujeres, contra los niños y adolescentes, y que finalmente no permiten construir un tejido social que garantice la unidad como país”.

El Observatorio de Juventud y Derechos Humanos está levantando una encuesta que recoge justamente parte del sentir en torno al avance social que hubo en este periodo. Se puede responder aquí.

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