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Gaspar Rivas: un personaje secundario de House of Cards

Gaspar Rivas: un personaje secundario de House of Cards

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El actual primer vicepresidente de la Cámara es alguien que hoy detenta una cuota de poder, pero es un poder temporal, que solo le prestaron por un ratito, en una movida política digna de guion de serie de Netflix. Por eso, su poder aparente solo va a la baja.


Muchas personas se escandalizaron hace algunos días cuando Gaspar Rivas terminó electo como primer vicepresidente de la Cámara de Diputadas y Diputados. Sí, estamos hablando del mismo parlamentario que garabateaba a voz en cuello a Andrónico Luksic y a varios colegas suyos, el mismo que hace algunos años asumía como presidente del grupúsculo más filonazi que ha conocido el Chile reciente –el Movimiento Social Patriota (MSP)– y el mismo que, recordemos, se importó una polola desde Ucrania (antes de la guerra, claro está).

Rivas es ahora una de las más importantes autoridades de la República, luego de haber votado a favor de una militante del Partido Comunista (Karol Cariola) para la presidencia de la Mesa de la Cámara, causando –cómo será el asunto– la indignación de una de las figuras más delirantes de la política nacional, Franco Parisi, y siendo expulsado de la parodia de partido armado por este, el Partido de la Gente (PDG), una suerte de fénix que renació de las cenizas de lo que quedó de Felices y Forrados, que en todo caso era más serio que el PDG.

De niño, Rivas seguramente debe haber aspirado siempre a ser el alumno ordenado del curso, aquel al que le estampaban estrellitas en la mano por su buen comportamiento y ahora, que es el vicepresidente de la Cámara, seguramente debe reírse en secreto de todos los que le hicieron bullying en la educación básica o media, o de aquellos que, ya viejotes, se rieron cuando se autoimpuso una estrellita de sheriff de plástico en el pecho y declamó a voz en cuello que estaba dispuesto a dar su vida si era necesario para combatir a la delincuencia, algo que por supuesto nadie le ha pedido, porque es un burócrata de las leyes, no un vigilanti enmascarado que acecha al Tren de Aragua en las esquinas y que, luego de impartir justicia, huye –sin que la capa se le enrede– saltando por en medio de las azoteas de Estación Central. 

Claro que se debe mofar de ellos y pensar que ahora es alguien poderoso de verdad. Mal que mal, cuando la compañera Cariola (¿le dirá así, ahora?) se enferme o tenga un viajecito de trabajo a Caracas o La Habana, tendrá que reemplazarla y de él dependerá la toma de decisiones muy poderosas.

Todo eso ocurrirá, por supuesto, si es que se mantiene en el cargo, pues hay varios colegas suyos buscando ya cómo defenestrarlo, pero aún falta un trecho para que ello llegue a ocurrir, si es que sucede algún día (por lo menos no ocurrió al primer intento).

Lo realmente interesante de todo lo ocurrido con la figura de Rivas no es que él haya llegado al sitio donde se encuentra ahora, ni tampoco que crea que tiene algo de poder, pues lo que hay detrás de su arribo a la vicepresidencia es una serie de movidas al más puro estilo de House of Cards, aquella serie de la BBC de la cual Netflix hizo un exitoso remake, que se vino a pique cuando el protagonista, Kevin Spacey (que interpretaba a Frank Underwood), fue acusado de una serie de abusos sexuales y la productora decidió matarlo en la serie, como sucede en el mundo de la TV y también en la vida real con cualquiera que se pone muy díscolo. 

Underwood era, como se recordará, un político frío, descarado y manipulador, que tenía a su servicio a un hombre fiel como un perro y frío como un congrio en el freezer, un sujeto semicalvo llamado Doug Stamper, una especie de jefe de gabinete dispuesto a efectuar cualquier maquinación e incluso a matar ante el requerimiento de su patrón. 

La primera temporada de House of Cards made in USA gira, de hecho, en torno a la trama que se genera alrededor de un representante (el equivalente a nuestros diputados) de medio pelo, un sujeto conflictivo y lleno de problemas, llamado Peter Russo, que comienza a ser manipulado de un lado hacia el otro por la dupla Underwood/Stamper.

Cualquiera que conoce algo de política sabe muy bien que, habiendo poder de por medio, así es como se mueve el asunto: a través de titiriteros y de marionetas, por medio de Stampers y Russos, por la vía de halcones y palomas que, muchas veces, creen erradamente que son parte de los falcónidos. 

El nuevo primer vicepresidente de la Cámara, que entre otras cosas no se caracteriza por su discreción, identificó de inmediato al Doug Stamper de esta temporada: el ministro Álvaro Elizalde

Por supuesto, salieron de inmediato a desmentirlo y él tuvo que salir a decir que no dijo lo que quiso decir sin querer queriendo (como decía El Chavo del 8), pero el daño ya estaba hecho y será muy difícil quitarle dicho sambenito a Álvaro “Doug” Stamper, así como será muy difícil no ver en Rivas a una marioneta del Frente Amplio, del Socialismo Democrático y, especialmente –vaya paradoja para alguien que fue presidente del MSP–, del Partido Comunista de Chile.

Evidentemente, en lo formal, Gaspar Rivas tiene algo de poder, pero es solo un poder nominal, que alguien le prestó por un ratito, a cambio de su voto y quizá algo más, pero en la cocina del poder todos saben que fue una aventura desesperada, un movimiento impúdico destinado a evitar que la derecha tradicional llegara a la presidencia de la Cámara y que, al igual que el títere que pende de los hilos que mueve quien está arriba, el espacio de movimiento con que hoy cuenta el sheriff que prometió dar la vida a cambio de sus ideales es muy restringido, propio de lo que siempre les sucede a los Peter Russo de cualquier historia, que terminan eliminados de la serie antes de que finalice la temporada.



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