Pablo Zeballos señala que en distintas partes el fenómeno se conoce como “guetificación” o “ghettoización” y ejemplos de ello son lo que ocurrió con el campamento Nuevo Amanecer, en Cerrillos, o el cerro Chuño, en Arica.
Pocos días atrás, el gobierno dio a conocer como una cifra alentadora el resultado del informe nacional de homicidios, que establecía una baja en estos delitos de un 6%. Sin embargo, el consultor internacional en materias de crimen organizado, Pablo Zeballos, explica que siendo -siempre- una buena noticia que menos personas hayan sido asesinadas en el país, es una noticia que debe ser analizada bajo diversos prismas.
-En una entrevista publicada en El Mostrador el año pasado explicabas que existen tres fases en la penetración del crimen organizado, una primera, que llamas de “intimidación”, muy sangrienta, que es la que estimabas que podía estar dándose en ese momento en Chile, a la cual seguía una fase de “asentamiento”, semejante a la “Pax criminal” de los italianos. ¿Podríamos haber pasado a esa fase?
-Es una probabilidad muy alta, pues cuando algunos grupos criminales se imponen por sobre otros dejan de matar a sus rivales, dado que ya tienen dominado el territorio o el mercado criminal por el cual competían. Ahora bien, más allá de cómo queramos interpretar las estadísticas, vivimos momentos complejos de penetración de crimen organizado y el aumento o disminución de homicidios es algo que debe analizarse en forma fría y no como un fenómeno aislado, sino que en función de un conjunto de variables, que abarcan desde el estado actual de las organizaciones criminales que ya controlan algunos territorios, así como los pactos criminales, que disminuyen las condiciones de enfrentamiento, además de los casos de extorsión generalizada, los secuestros y desapariciones de personas, entre otros datos a analizar.
-¿Cómo podría caracterizarse entonces el estado de la criminalidad organizada en Chile, a la luz de lo anterior?
-La delincuencia chilena se encuentra en un proceso de transformación orgánico, operacional y también simbólico desde hace varios años, pero que se ha hecho más evidente y se ha acelerado en el último tiempo, debido a varios factores- entre ellos y con mucha relevancia el fenómeno de la penetración sistemática del del narcotráfico y de la criminalidad extranjera.
Se puede observar en la criminalidad chilena un progresivo abandono de las tradicionales estructuras tipo “clan” y comenzamos a observar, cada vez con más frecuencia, la conformación de estructuras híbridas que recurren a más de un rubro o mercado de actividad delictiva, por ejemplo, bandas criminales dedicadas a robos con intimidación, que tercerizan el robo de autos, los que después son cambiados por drogas en Bolivia.
A ello se suman cambios también en la morfología de las organizaciones y en la metodología criminal, tendiendo a formar estructuras más grandes numéricamente, con división de funciones y conformación de una identidad criminal propia.
Este fenómeno de estructuras criminales híbridas también puede observarse en la llamada macrozona sur, donde existen estructuras criminales que mezclan actividades delictivas con una reivindicación política, al menos en su discurso. Muchas veces, de hecho, la usan como fachada, como una especie de cáscara ideológica, en circunstancias que lo que hay detrás no tiene un trasfondo político, sino que se trata de crimen organizado emergente.
-¿Y qué pasa en las ciudades, donde sabemos de campamentos o barrios enteros tomados por organizaciones criminales, muchas de ellas de origen extranjero, como sucede con el campamento Nuevo Amanecer, en Cerrillos, o el cerro Chuño, en Arica?
-Ahí se mezclan varios fenómenos y uno de ellos es que, ya instaladas organizaciones criminales extranjeras, se produce una interacción con la criminalidad local, que puede provocar choques y pugnas que, muchas veces, como sucedió con el caso de Los Trinitarios y las bandas de narcotraficantes chilenos que operaban en Cerrillos, desembocan en alianzas y complementariedad, donde lo habitual es que el grupo más fuerte termine de algún modo “subcontratando” al más débil.
El segundo fenómeno sobre el cual hay que llamar la atención, a raíz de esos casos y otros, es la existencia de la guetificación, también llamada en algunos países ghettoización. Este proceso socioeconómico se manifiesta cuando un área específica, generalmente urbana, se deteriora debido a la desinversión económica, el abandono estatal, la segregación y la marginalidad, incluyendo a veces la ocupación irregular de terrenos. En estos sectores, predominantemente de bajos ingresos y con una alta presencia de población migrante en situación irregular, se observan indicios de asociaciones complejas y criminalidad emergente. Estas dinámicas avanzan hacia la formación de protopandillas de carácter identitario, unidas por la carencia común de un sentido de pertenencia a la sociedad chilena.
-¿Es algo semejante a lo que ocurre con las favelas en Brasil?
-Es muy parecido, pero también tiene diferencias, porque cuando uno entra a una favela lo primero que ve, por todas partes, es un proceso de identificación muy fuerte con el país: por todas partes hay banderas brasileñas e iconografía alusiva a ella, a sus colores, etc. Si el Estado no actúa, tendremos favelas en muchas ciudades de Chile, pues se han ido formando enormes guettos, al margen del Estado, donde las organizaciones criminales se encargan desde la provisión de servicios básicos hasta del tráfico de drogas y la prostitución, pero la diferencia esencial es que esos guettos que se están formando en Chile responden a estructuras que no solo carecen de algún sentimiento de apego hacia el país, sino que se sienten francamente discriminados por el Estado.
Ahora bien, lo que señalo respecto del Estado es muy importante, pues varios especialistas señalan que la población migrante en Chile y el extranjero es perceptiva a las señales que provienen desde la institucionalidad y de esta percepción no son ajenas las estructuras de crimen organizado, de manera que una posibilidad real es utilizar la dimensión comunicacional junto con la acción punitiva del Estado para enviar un mensaje a las organizaciones criminales: si vienen a delinquir y a instalarse en el país, tendrán que enfrentarse a un régimen carcelario duro.
El juicio en contra de Los Gallegos, que actualmente se efectúa en Arica, será un hito en dicho sentido, pues si la respuesta del Estado es contundente, más allá de los esfuerzos que han realizado fiscales y policías, será una notificación para todos los grupos del mismo tipo.
-Mencionaste el tema de las cárceles. ¿Sirve de algo encarcelar a sujetos que pertenecen a estructuras que nacieron en cárceles, como Los Trinitarios, el Primer Comando de la Capital o el Tren de Aragua, todos presentes en Chile?
-La situación carcelaria chilena no es alentadora. Tenemos un aumento progresivo de personas encarceladas, gran parte de ellas en prisión preventiva. Como se observa y documenta en varios países afectados por cambios abruptos en su criminalidad o por el ingreso de criminalidad extranjera, el encarcelamiento masivo muchas veces es motivado por el deseo de las autoridades por tratar de quedar bien con el sentido común ciudadano, pero ello puede generar enormes dificultades a la hora de gestionar la realidad carcelaria y, efectivamente puede posibilitar el potenciamiento estructuras de crimen organizado que se encuentran en la cárcel.
Hace poco se conoció el informe del Juez Fernando Guzmán, donde señala que en el penal Santiago Uno los reos son coaccionados por verdaderas organizaciones de internos extranjeros para pagar por dormir en una cama. El juez también habla de torturas con apuñalamiento y electricidad para los internos y sus familias, cuando estas son coaccionadas y no quieren o no pueden pagar. Ese es dinero fresco y a raudales que ingresa a las organizaciones criminales. La cárcel, así, puede convertirse en un mercado criminal muy atractivo.
A ello se suma lo que el mismo magistrado señaló en una entrevista con la revista El Sábado, aludiendo a un estudio de la Universidad Católica según el cual un 65% de los funcionarios percibe prácticas de corrupción interna. Este es un problema mayor y una debilidad estratégica del Estado a la hora de enfrentar la criminalidad organizada transnacional. Si perdemos el control de las cárceles tenemos perdida la batalla contra el crimen organizado.
-También advertiste sobre el tema de la extorsión. ¿Hay algo que se pueda hacer al respecto?
-Es un fenómeno al cual debemos poner mucha atención y buscar los mecanismos que permitan incentivar la denuncia. Pese a que es relativamente nueva en Chile, en América Latina la extorsión es una forma habitual de las organizaciones criminales para consolidar poder a través del miedo y la coacción, así como el control territorial y el financiamiento de estructuras criminales.
Es parte de los cada vez más diversificados mercados criminales, y resulta extraordinariamente atractiva para los delincuentes por su rentabilidad y bajo riesgo y, además, se nutre de la desconfianza en las instituciones o la baja efectividad del sistema de cumplimiento de ley.
De hecho, existe una correlación de interés, que se ha observado en varios países de la región: el aumento del valor de la “vacuna”, como se le dice generalmente al cobro de “protección” a los extorsionados, es siempre presagio de guerra entre estructuras criminales. Por ende, la amenaza de la extorsión en chile es otro desafío a nuestro estado de Derecho.