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La historia de la brigada de El Teniente que rescató a minero de Pampa Camarones PAÍS

La historia de la brigada de El Teniente que rescató a minero de Pampa Camarones

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Ximena Astudillo
Por : Ximena Astudillo Periodista colaboradora de El Mostrador en Arica.
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Con el lema “dar todo por Chile” en sus mentes, cinco rescatistas de la División El Teniente de Codelco viajaron más de 2 mil kilómetros para el rescate del minero José Espinoza Albornoz, quien estuvo más de 44 horas atrapado en la cabina de un cargador, tras un derrumbe en la mina Pampa Camarones.


Fue el gerente de Minas de El Teniente, Rodrigo Andrades, quien activó y despachó al team de la Brigada Gerencia Mina desde Rancagua. Primero, eso sí, se contactó con ejecutivos de Pampa Camarones. El yacimiento cuprífero nortino estaba viviendo una emergencia brutal. El operador de un cargador Scoop estaba a 260 metros de profundidad atrapado y ya habían pasado más de 15 horas.

Así, desde Santiago, el miércoles en la madrugada, este grupo experimentado y multidisciplinario tomó un avión rumbo a Arica. El equipo multidisciplinario estaba liderado por el ingeniero en Minas Javier Gómez, junto al ingeniero en Maquinaria y Vehículos Automotrices e ingeniero en Prevención de Riesgos, Iván Silva; además, los operadores expertos Guillermo Velásquez y Cristian Díaz; y el trabajador de Mantención y Reparación, Julio Romero. Todos ellos, elegidos por su experiencia de más de 2 décadas en rescate de trabajadores y conocimientos de maquinaria pesada y colapso de estructuras al interior de minas.

Una vez en Arica, el grupo se trasladó al yacimiento. Inmediatamente se instalaron en el Barrio Cívico Mina, donde ya estaban el delegado presidencial regional, Ricardo Sanzana, y el director nacional del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), Patricio Aguilera. Todos junto al director regional subrogante del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), Javier Carvajal. No había mucho tiempo y había que empezar a actuar.

Esta historia la relató a El Mostrador el jefe de la Brigada de Emergencias y Rescate de El Teniente, Iván Silva, momentos antes de volver a Rancagua. Acá la historia de cómo vivieron esta experiencia extrema y emocionante que permitió extraer y liberar en 12 horas a José Espinoza, luego de permanecer a 260 metros de profundidad casi 2 días, sin alimento y con muy poca agua dentro de la cabina de un cargador Scoop.

Alerta solidaria

En la División El Teniente se enteraron del accidente de Pampa Camarones el martes por la tarde, cuando ya habían transcurrido unas 15 horas del derrumbe. A las 23:30 horas, el gerente de Minas, Rodrigo Andrades, concretó su ofrecimiento de apoyo en las tareas de rescate. Por lo mismo el team se embarcó en un nuevo desafío para salvar la vida de “un viejo”, término que usan en la minería para llamar a un trabajador.

Al llegar a la faena, Iván Silva recuerda que “lo que más nos decían era que estaba muy complicado, porque seguía escurriendo mucho mineral sobre el equipo, lo cual les impedía tener ese contacto con el operador, más allá del contacto que tenían vía radial. De inmediato nos dirigimos al puesto de comando, donde estaba trabajando Carabineros, con los especialistas del Gope y las autoridades, y nos explicaron cuáles eran las maniobras que se estaban realizando”.

El equipo decidió ir al túnel del colapso, para evaluar y planificar los pasos a seguir. “Entró, entonces, a jugar nuestro Plan A, que en la jerga minera se conoce como corta-saca. Esto, en términos simples, es hacer unos bloqueos con diversos materiales, como cañerías de acero, maderas, entre otros materiales. Ahí entran a jugar un rol fundamental los rescatistas con experiencia como la de mis compañeros”.

El trabajo en el túnel fue casi “quirúrgico”. Con el apoyo de maquinaria pesada, operada por compañeros de José, el operario atrapado, se fue despejando lenta y suavemente el material del derrumbe. “El mayor cuidado que debían tener era no golpear con la pala a la máquina donde estaba el trabajador atrapado. Debían hacerlo muy suavemente. Nos constituimos ya a esa hora en un solo equipo de rescate, junto al Gope de Carabineros y a los trabajadores de la mina. Éramos un solo equipo trabajando tras un solo objetivo”, afirma.

Luego de ese primer despeje, comenzó una segunda fase: el retiro manual de las rocas. “Con la mano y palas manuales fuimos sacando las rocas, para ir buscando el acceso a la cabina. Una vez que se controló el desprendimiento de material, fuimos sacando piedra a piedra, a lo egipcio. Ahí comenzamos a tener comunicación verbal con el trabajador y luego pudimos ver su lámpara encendida en el casco”, relata.

Tras el avistamiento de José, fue Iván Silva quien asumió la tarea de mantenerlo atento y animado, conteniendo también la inevitable ansiedad que provoca estar a “poco” de ser rescatado. “Las maniobras debían ser pausadas, porque estábamos en la etapa más compleja, dado que había piedras de gran tamaño alrededor de la cabina”, detalla.

Un momento clave fue cuando se logró la apertura de una rendija, por un costado de la cabina del vehículo atrapado. Por allí ingresaron una “paloma”, es decir, una barretilla metálica con un chocolate en su punta y una botella de agua mineral. Muy poco, pero alimentos clave para dar energía a José, quien llevaba casi 2 días sin probar comida y su ración de agua se había terminado 3 horas antes. A esas alturas ya eran las 17:30 horas y este avance era también comunicado a todos los compañeros del minero, los que seguían paso a paso las maniobras por un grupo interno de WhatsApp.

Con sus 26 años de experiencia como rescatista, Silva señala que el manejo de la sicología fue un factor clave para conseguir un resultado exitoso. “Las emociones hay que controlarlas. Aunque nos pusiéramos felices, había que mantener el mismo tono, que es darle la esperanza, darle la tranquilidad y que supiera que no estaba solo y que nadie se iba a mover de ahí, si no salía con nosotros. El manejo de la sicología en la emergencia es parte importante en la emergencia. Por eso no podíamos darle falsas proyecciones, diciéndole: ‘Tranquilo, que en una hora más te tenemos fuera’”, explica.

Liberación y caminata

Una vez que el equipo de rescatistas logró entregar la barretilla con agua y un chocolate, el operativo se centró nuevamente en el despeje manual de las rocas, cuyo tamaño oscilaba entre los 10 centímetros y 1 metro.

Silva explica que “no era llegar y mover, porque debíamos proyectar el movimiento vectorialmente, para saber qué material podía desprenderse de nuevo. Aquí no trabajamos nada con el factor suerte, porque había una vida de por medio. Con el equipo cortamos trozos de madera para bloquear las piedras que podían desprenderse. El objetivo era buscar la ventana trasera de escape del vehículo. Una vez encontrada la ventana, los esfuerzos se concentraron allí, al ver que el cargador estaba inclinado hacia abajo con su parte trasera levantada”.

El grupo decidió traer nuevamente una pala mecánica, pero esta vez para la remoción de material que era imposible de levantar con las manos. “La pericia del operador de la mina fue tremenda. Lo hizo espectacular, lo hizo tal como se lo pedimos. La pala tiene unos dientes y si un diente pasaba a llevar el vehículo de José, podíamos estar en problemas. Fue casi una danza armónica de los movimientos de la pala hasta que llegamos al vehículo”, relata.

Los brigadistas se instalaron bajo la pala, para protegerse en caso de nuevos derrumbes. Comenzó así la tarea de asegurar las paredes laterales del túnel, sacando manualmente las rocas que impedían llegar al minero atrapado. Hasta que de frente se encontraron con el último obstáculo: una piedra de 1 metro por 50 de ancho que tapaba la ventanilla de escape. Con unas cintas (eslingas) amarraron la roca, la movieron con palos y luego la sacaron con movimientos muy suaves, para evitar que golpeara a otras y se generara un nuevo derrumbe.

Vino entonces el turno de José. Pese a su cansancio, el trabajador atrapado debió moverse para quitar el seguro de la ventanilla de escape. “Ahí comienza la parte feliz. José mide 1 metro 90 centímetros igual que yo, entonces sale por un espacio de menos de 1 metro que tiene la ventana. Con el apoyo de un compañero y de un integrante del Gope, lo ayudaron a salir de ahí y lo empiezan a trasladar caminando a la zona segura, para que personal del área de salud pueda tomarle sus signos vitales y adoptar el procedimiento”, recuerda Silva.

El minero debió caminar por un empedrado irregular producto del derrumbe. Sus fuerzas le dieron para cruzar entero ese portal. Luego vino el momento de relajo y entrega al equipo médico. Al asomarse en la zona segura, sus compañeros que lo esperaban afuera estallaron en llantos y gritos de alegría. José salía vivo, consciente e ileso de un derrumbe que lo mantuvo bajo tierra a 260 metros de profundidad. Había vivido la experiencia más difícil de su vida minera, la misma que tanto había ensayado en su mente, al ver constantemente documentales de supervivencia.

Desde su entrega al equipo médico, a José no lo volvieron a ver. El grupo de rescatistas retornó pasadas las 22:00 horas a Arica, donde pudieron bañarse y cenar. Fue ahí que de golpe vieron lo que había impactado el operativo en Arica y a nivel nacional, a través de los medios televisivos y redes sociales. Conversaron con sus familias y luego pudieron relajarse disfrutando el éxito de la operación y pensando en cómo estaría el hombre al que habían salvado pocas horas antes. Habían “dado todo por Chile”, es decir, habían cumplido la promesa con la que se habían embarcado en este operativo.

Rol de la empresa estatal

El equipo de rescatistas quiso dejar una huella imborrable en la historia minera. Los 5 coincidieron en que “la experiencia de Codelco es única. Digan lo que digan y se critique, es la mina más grande del mundo, que las ha pasado todas. En ella están los mejores especialistas. De hecho, vienen de todos los países a conocer sus procesos. Es la cuna de la minería y la base para otros países”.

Es más, si se trata de hablar de El Teniente, el ingeniero en Minas y jefe del grupo, Javier Gómez, asegura que “aquí hemos pasado de todo. La División tiene un programa además que contribuye a sus vecinos. Estamos pendientes de ayudar a todos los poblados. Somos una empresa estatal cuya planta se cuadruplica con los trabajadores externos. Yo viví el terremoto del 2010 en la mina y tuvimos que sacar más de 2 mil personas de ese turno y no tuvimos lesionados. Duelen las críticas, pero donde nos requieran para ayudar, ahí vamos a estar”, expresa.

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