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Historias de cuidadoras: ¿Qué prefieres: ser como las Anas o ser como las Marías? PAÍS

Historias de cuidadoras: ¿Qué prefieres: ser como las Anas o ser como las Marías?

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Más del 10 por ciento de los habitantes de San Bernardo son adultos mayores. Muchos de ellos están al cuidado de una persona mayor de 60 años. Acá dos casos increíbles. Una cuida a su madre postrada y perfectamente lúcida. La otra a su madre físicamente bien, pero con un deterioro mental progresivo.


“Siempre defino la tarea de cuidado así: es pasar de ser hija de tu mamá a ser mamá de tu mamá. O mamá de tu padre. O mamá de tus tías abuelas, como ha sido en mi caso”.

Ana Terraza hoy tiene 66 años. Dejó su trabajo como técnico en enfermería (TENS), cuando tenía 51 y su padre enfermó y ya acogían a dos tías mayores en la casa familiar. Entonces decidió ayudar a su mamá a cuidarlos. Siempre vivió con sus padres, en un sencillo vecindario en la comuna de San Bernardo. Es soltera y no tiene hijos. Se ve joven y es muy clara en sus argumentos, pero su procesión va por dentro.

Hace 6 meses, su papá murió, lo mismo que sus tías, que se fueron hace años. El deterioro de su madre, Ana Álvarez (86), se aceleró con la pérdida de su compañero.

– “Ella tiene hipertrofia ventricular izquierda, arritmia, es hipertensa. Padece cirrosis hepática y hace un mes y medio se le produjo un aneurisma cerrado. Pese a eso está perfecto de la cabeza, con algunos lapsus y confusiones lógicas. Nosotros como familia no aceptamos que la intervinieran por el aneurisma. Y el viernes pasado presentó nuevos problemas cardíacos. Pero no la vamos a someter al riesgo de la anestesia en una operación. Con mi hermano, la vamos a cuidar, a darle todo el cariño que merece, a intentar que el tiempo que le queda sea feliz y se sienta rodeada de amor. Esa fue la palabra que me escribió el médico en la receta. Tratamiento: amor”.

Los antojitos de Ana

A los 66 años, Ana Terraza tiene problemas en sus dos manguitos rotadores y padece fibromialgia, lo que significa mucho dolor, aunque a punta de paracetamoles, dice que se aguanta. Dada la dependencia severa y el estado de postración de su mamá, debe hacer mucha fuerza, pero tiene la ventaja de sus conocimientos de TENS.

– “Yo soy privilegiada porque sé cómo mover a mi mamá. Sé cómo alimentarla para que no se ahogue; sé cómo evitar que se le formen escaras. Todas cuestiones básicas de cuidado, pero que la mayoría de la gente desconoce. Siempre he pensado que se podrían hacer unas clases de estos conocimientos en los consultorios para ayudar a los que cuidan a personas postradas. Yo escucho que no saben cómo moverlos, flectarlos para que no sufran. Hay muchas maneras de aliviarles el trabajo a los cuidadores y el dolor a las personas que deben ser cuidadas”.

A Ana hija le diagnosticaron depresión, pero no parece deprimida. Y no perdona su reunión de los jueves por la tarde en un club de adultos mayores. Un club que fundó su propia madre y del que hoy ella es activa participante. Dice: “Parte de la depresión de las cuidadoras pasa por no poder salir a hacer algo propio y distinto. Por no tener eso que llaman un espacio de respiro para ellas. A mí me sirve mi reunión de los jueves y el haber formado una comunidad de cuidadoras”.

Como se ve, pese a sus enormes dificultades, a que no previó lo duro que sería el futuro y al jubilarse tan anticipadamente, siguió gastando como si siguiera teniendo sus ingresos de TENS. Ana hija se esfuerza a diario por darle a Ana madre lo mejor que puede.

Privilegia sobre todo el hacerla feliz con pequeños detalles:

– “Me esfuerzo por satisfacer sus antojitos. Porque sé que ella se va a ir pronto. Sé de salud y de enfermedad y no niego su estado. Por eso mismo, quiero que disfrute y se sienta querida. Ayer pidió pancito con jamón y queso. Se comió un pedacito, pero yo me sentí satisfecha porque le dimos un gusto. Otro día quiere palta reina y yo me las arreglo y se la hago: O pescado frito, pero a ella no le gusta que sea un privilegio sólo de ella. Quiere que los tres -ella, mi hermano y yo- comamos lo mismo, y a veces no se puede. La plata no alcanza. A ella le gusta la comida rápida y anda antojada con una hamburguesa del McDonald´s o una porción de sushi, pero esas comidas de marca son caras y ahí no es tan fácil satisfacerla. No siempre se puede”.

Cuando Ana se vaya

Ana Álvarez entró al programa de atención domiciliaria para adultos mayores (Padam) que el Hogar de Cristo tiene en San Bernardo desde 2019. Entonces ella era la cuidadora de su marido postrado. Hoy el testigo de la posta ha pasado a manos de Ana Terraza, su hija.

La trabajadora social a cargo de este Padam del sector sur de Santiago, que atiende a 60 adultos mayores, Claudia Escobar, admira la fuerza de esta cuidadora. Aunque reconoce que Ana tiene ventajas evidentes respecto de otras.

– “Nuestras principales tareas son vincular a las personas mayores y a sus cuidadores con los beneficios sociales. Velar porque se cumplan todas sus garantías estatales y hacer un trabajo de red, tanto a nivel familiar como comunal. La idea es que estas personas mayores siempre tengan un soporte, considerando las distintas circunstancias de vida de cada una. Ana, a quien están conociendo ahora, tiene una situación radicalmente distinta a la de María. Otra hija a cargo de su madre, a la que visitaremos más tarde.

Ana explica así el valor que tiene el Padam para ella: “Este programa termina siendo parte de la familia, porque presta un apoyo que va más allá de los necesarios pañales o de una caja de mercadería mensual. Es un apoyo, una orientación, un desahogo. Estas angelitas están siempre cuando las necesitamos. Yo le pido a Dios que no desampare al Hogar de Cristo, porque él nos ampara a nosotros. Yo les doy las gracias por estar”.

Informada como es, afirma que la solución en un Chile que envejece, es que las personas permanezcan en sus casas hasta el último momento.

– “Hay casos en que no se puede, como el de una de mis tías. La que debió ser internada por ser oxígeno-dependiente, pero lo mejor es que vivan hasta el final en sus casas, rodeados de los suyos. A mi mamá no la sacaré nunca de su casa. Yo les pido a las familias, a los amigos, que no abandonen a sus viejos. Cuídenlos bien, manténganlos limpios, lindos, dignos. Yo no soy de mucho beso ni abrazo, pero ahora la abrazo y la beso siempre, porque me doy cuenta cómo eso la ayuda en lo emocional. Las personas mayores requieren ese soporte cariñoso para irse tranquilos.

¿No crees entonces en los hogares para adultos mayores?

– “Creo que las autoridades responsables deberían preparar a las personas para que prevean su futuro, para que se armen mejor para la vejez. Ojalá el gobierno destinara plata para ayudar a los cuidadores y poner residencias para las personas mayores abandonadas, esas que no tienen quién las cuide. Pero deben ser hogares dignos, donde al entrar no sientas ese olor a paciente anciano tan triste.

-¿Cómo te imaginas el día en que tu mamás se vaya y dejes tu rol de cuidadora?

-No sé lo que va a pasar. No sé, no sé. Quizás me duerma unos tres días seguidos y cuando despierte ahí veré. Mi hermano me dice que no estaré sola, que siempre nos acompañaremos, pero yo le tengo miedo al futuro.

Las manías de María

En otro barrio sencillo como el de las Anas, ubicado en un sector tranquilo, lejos de las zonas de San Bernardo que la trabajadora social Claudia Escobar llama “rojas”, se ubica la casa de las Marías.

María Miranda tiene 84 años. Aunque es mediodía, no se ha levantado. Y su hija, María Cubillos (64), prefiere atendernos en el patio, dejando a los dos bonitos perros tipo coker spaniel que viven con ambas dentro de la casa.

– “El deterioro de mi mamá partió con la pandemia. Se asustó mucho, no quería contagiarse, nos encerramos, no salía a ninguna parte”.

La mamá de María tiene una demencia que se profundiza a diario. Es simpática, conversadora, dulce y está muy bien en lo físico. Eso dificulta más aún las tareas de cuidado.

Hay que estar vigilante para que no salga sola de la casa y se pierda. Tiene un incipiente mal de Diógenes, que la lleva a acumular objetos y alimentos, y los horarios alterados: duerme de día y en la noche está activa y sale de la casa, lo que, con el frío invernal, la expone a enfermarse”.

A María hija, que es su única cuidadora, esas conductas la desconciertan y desesperan. Además de no dejarla dormir. A diferencia de su mamá, es tímida, silenciosa y poco expansiva. Nunca ha dejado la casa familiar, nunca se casó, no tuvo hijos. Aunque hizo un curso de costura y alguna vez trabajó en un taller, se ha dedicado básicamente a las tareas de la casa y ahora a cuidar a esta mamá que la desconcierta y la desespera.

Claudia Escobar, la jefa del Padam, comenta: “A María Cubillos le cuesta mucho comprender la demencia de su mamá. Discuten, no se entienden. Y está muy sola. Tiene dos hermanos, uno vive en el sur y apoya económicamente, y el otro, que es el dueño de la casa, vive con ellas desde hace unos seis meses. También aporta en lo material, pero casi nunca está presente. María hace años que se encarga de su mamá, pero su deterioro mental ha complicado mucho las cosas”.

A María hija, el Padam le ayuda a convencer a María madre de cosas, donde ella no sabe cómo argumentar para que haga lo que le pide. De que se vista para ir al Centro de Salud Familiar, por ejemplo. Eso en lo más práctico, en lo más complejo y sutil, las monitoras del Padam buscan educarla respecto de qué es la enfermedad mental y cómo hay que manejarla. No es fácil.

Dice María Hija:

– “Yo hago lo mejor posible para atenderla, pero ella no entiende y eso me hace sentirme muy mal. No entiendo sus reacciones. Son como un ataque personal hacia mí y no hacia los demás”.

Que María no se arranque

Según la última Encuesta Nacional de Discapacidad y Dependencia, el 98,9% de las cuidadoras que son familiares de la persona con dependencia que es cuidada, dicen dedicarse a la tarea de cuidado los siete días de la semana. O sea, trabajan sin respiro, de lunes a domingo. El 50,2% declara dedicar 12 horas diarias al cuidado. En el 71% de los casos, la cuidadora principal del hogar es una mujer y en el 47,6% la cuidadora (o cuidador) tiene 60 años o más.

El reciente estudio lanzado por el Hogar de Cristo, titulado “¿Dónde envejecer? Estándares de Calidad en a Atención Domiciliaria de las Personas Mayores en Chile”, recoge estos datos. Y en la caracterización de las cuidadoras afirma: “Como efecto negativo del cuidado en la salud mental de las cuidadoras, el 42% de las personas mayores con dependencia tiene un cuidador o cuidadora con sintomatología ligada a depresión y ansiedad. De ellas, el 25% presenta síntomas leves, el 12% síntomas moderados y el 6% síntomas severos. En relación con el deterioro de la salud mental, un 54% de los(as) cuidadores(as) señala requerir apoyo psicosocial o atención en salud.
Le pedimos a María que despierte a su mamá y la invite al jardín. Es pequeño pero lindo. Cuidado, ya que ambas comparten el amor por las plantas y tienen pequeñas maravillas en él: como un romero crecido y perfumado, y suculentas por doquier.

María mamá es sonriente y amistosa. Coqueta. Parece feliz en su mundo.

No es el caso de María hija que presenta el cuadro depresivo propio de las cuidadoras. Más cuando carece de herramientas para relacionarse con la enfermedad mental y el envejecimiento.

– “Yo necesitaría un refrigerador con llave, así evitaría que mi mamá saque y pierda la comida. Con los productos del baño tengo que hacer eso: guardarlos, porque si no se los lleva a su dormitorio. También tengo que esconder el pan. Y, claro, manejar la reja de la casa con llave, para que no se me arranque”.

Mientras dice todo eso en voz casi inaudible, su mamá se ríe y disfruta del sol. Y abraza a la jefa del Padam, Claudia Escobar; agradece nuestra visita; acaricia a los perros; y nos hace adiós junto a su hija. Esa que no logra entenderla.

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