“Cualquier familia que tenga como norma el secreto no solo no va a prevenir, sino que además va a facilitar”, afirma la terapeuta. Por lo que es fundamental hablar de que el abuso sexual es una realidad, para “sacarlo de lo privado” y no seguir escondiendo algo que culturalmente está en las sombras.
“El abuso sexual infantil es una realidad de la que tenemos que hacernos cargo”, adiverte la psicóloga clínica, Catalina Baeza. Desde su experiencia como terapeuta de familia y como víctima de abuso, conoce de cerca el proceso por el que transitan quienes han sufrido esta realidad. “Yo tengo que tener mecanismos sociales que me permitan estar suficientemente alerta para darme cuenta que si me subo a la orilla del balcón me puedo caer, lo mismo pasa con el abuso sexual”, dice.
Y es que el foco preventivo está cruzado por lo que califica como el “muro de silencio”, particularmente cuando se trata de abusos en el núcleo familiar, donde lo que se busca es mantener el secreto. “Cualquier familia que tenga como norma el secreto, no solo no va a prevenir, sino que además va a facilitar, es bien grave”, afirma. Por lo que – a su juicio- es fundamental hablar de que el abuso sexual es una realidad, para “sacarlo de lo privado” y no seguir escondiendo algo que culturalmente siempre está en las sombras.
“No les damos espacios, familiares, sociales, escolares, a los niños y a las niñas, para que puedan relatar: esto me está molestando. Incluso antes del abuso”, agrega.
Muros del silencio que solo lo pueden levantar las personas que tienen poder dentro de la familia y la sociedad, porque el “abuso sexual siempre sucede en una relación asimétrica”. Y es esa asimetría la que también obliga “a las instancias de poder a hacerse cargo de esta realidad que es un peligro”.
“Los abusadores saben de eso, saben que va a haber silencio”, dice Catalina.
-¿Cuál es la importancia de hablar de prevensión cuando se trata de abuso sexual infantil? ¿Cómo ves la realidad en Chile al respecto?
-Yo veo que la palabra prevención o no se ha sabido explicar a qué nos referimos, o se interpreta de un modo muy diferente de lo que nosotros, quienes trabajamos en esto, entendemos.
No se ha entendido que prevenir significa cuidar. Es el cuidado necesario que tengo que tener con niños y niñas, como familia, como sociedad, como país. Y este cuidado significa, entre otras cosas, estar alerta en el sentido de que los niños sufren riesgos. Igual como yo me preocupo de que un niño no se suba al balcón y se tire, entonces pongo mallas,
porque estoy previniendo un accidente. En el caso de los abusos sexuales es lo mismo. Yo tengo que tener mecanismos sociales que me permitan estar suficientemente alerta para darme cuenta que si me subo a la orilla me puedo caer.
Socialmente no hablamos sobre cuáles son las situaciones que podrían llevar al peligro, entonces no entendemos que sí podemos prevenirlas. Por otro lado, la prevención también apunta, sin duda, a la educación sexual. Sin educación sexual es imposible. La educación sexual integral a veces se aborda como si a los niños se les enseñara cosas muy atroces. Es doloroso porque no es eso lo que se pretende, es educación sexual para toda una sociedad, básicamente. Porque es una sociedad completa que no tiene una educación sexual.
Los padres no se atreven a hablar con sus hijos. Las familias tienen miedo de abordar temas que pueden ser incómodos. Por una cuestión cultural, no abren espacio para que un niño o una niña pueda decir: me está pasando eso. Ese espacio no es abierto en una conversación porque es una cosa privada, algo que no podemos hablar.
La familia lo que busca es mantener el secreto. Y cualquier familia que tenga como norma el secreto, no solo no va a prevenir, es una familia que además va a facilitar. Es bien grave.
-Es lo que sucedió precisamente en el caso Macaya…
-Este es un caso que apareció y que fue súper público, pero es algo que aparece todos los días. No les damos espacios, familiares, sociales, escolares, a los niños y a las niñas, para que puedan relatar: esto me está molestando. Incluso antes del abuso, porque antes de que ocurra un abuso hay un incómodo. El abuso no es así directo. Por eso es que es tan confuso para una niña comprender lo que está pasando. Porque además, puede ser alguien de confianza, alguien que toda mi familia quiere. Yo sé que eso me incomodó, pero no sé decirlo, no sé relatarlo. Y eso pasa porque no tenemos como cultura permitir que un niño diga: esto me molesta.
-¿Cómo avanzar en ese sentido, desde tu experiencia?
-Hablando. Es una pena que haya aparecido el tema de este modo, como fue en este último caso. Pero cada cierto tiempo aparece, todo el mundo habla mucho y se dicen cosas muy horribles. Y después se nos olvida.
No nos olvidemos de que el abuso sexual infantil es una realidad. Y si es una realidad, tenemos que hacernos cargo de ella. ¿Y quién se tiene que hacer cargo? Porque el abuso sexual siempre sucede en una relación asimétrica, en una relación de poder. De acuerdo al estatus que yo tenga dentro de la familia, yo tengo un poder. Y ese poder me obliga a hacerme cargo.
Hay instancias de poder que tienen que hacerse cargo de esta realidad que es un peligro. Y te vuelvo a poner el ejemplo, nos hacemos cargo de poner cinturones de seguridad, nos hacemos cargo de poner sillitas en los autos. Los obligamos por ley. Y no nos hacemos cargo de una situación que puede afectar a un niño o una niña para el resto de la vida.
-A veces para promover cambios se requiere de legislación…
-En Chile principalmente.
-Cada vez que sale un caso se reinstalan las necesidades de perfeccionar, por ejemplo, la ley de educación sexual integral. Ahora, a partir de esto, surgió la iniciativa parlamentaria de poner el foco en la prevención en esta ley, que no lo tiene hasta ahora. ¿Cuál es la importancia, a tu juicio, de la relación entre el cambio cultural y la ley?
-No necesariamente pasa en otros países, pero en Chile siempre necesitamos una ley. El tema es que, por ejemplo, la sillita del auto, que es una prevención en caso de un choque para que la niña o niño esté bien protegido, pero no tengo cómo prevenir el choque. Entonces me parece que va por el mismo lugar. Yo no tengo cómo prevenir, no tengo cómo estar alerta de cuál es el integrante de una familia que va a ser el futuro abusador.
La prevención está antes de todo, antes de que ocurra el abuso. Hay una serie de otras situaciones que están ocurriendo, en ese momento el niño y la niña tienen que poder decir: esto no.
-Siguiendo en el ámbito de la prevención, ¿cómo ves la relación entre familia y escuela?
-Cuando por ejemplo se utiliza la frase con mis hijos no te metas, están diciendo no quiero que a mi hijo tú le hables sobre esto, porque es un tema privado. Y lo que hay que hacer es todo lo contrario, es sacarlo de lo privado, porque lo privado se hace cargo de esconder.
Toda la literatura habla de los pactos de silencio, los muros de silencio. Y los muros de silencio se levantan precisamente porque yo no quiero romper algo que a mí me parece que es más importante que eso que está sucediendo, y en este caso es la familia. Yo levanto un muro de silencio porque considero que mantener la familia como está es mucho más importante que revelar que está sucediendo una agresión a una niña o a un niño. Y esos muros solo lo pueden levantar las personas que tienen poder dentro de la familia y la sociedad. Los abusadores saben de eso, saben que va a haber silencio.
Yo tengo varios casos de personas que he atendido en mi vida, que cuando deciden revelar el secreto, lo primero es: vas a destruir la familia. Esa es la primera frase, ¿qué va a pensar la gente de mi familia? Hay un lugar donde se piensa que la familia, como núcleo de la sociedad, se tiene que mantener tal como está, y no como un espacio donde sea posible decir, esto no me gusta.
-¿Y cómo se avanza desde el ámbito de lo privado para romper con esa lógica?
-Los medios de comunicación cumplen un rol importante para seguir hablando del tema. Yo, por ejemplo, puedo escribir un montón de artículos, pero al final de cuentas son los medios los que terminan poniendo el tema sobre la mesa. En la medida en que continúe vigente, las personas se van acostumbrando y comienzan a escuchar.
Pero por eso es que yo creo que la prevención es importante, más allá de una ley -sin duda que la imprescriptibilidad y todo eso es indispensable -no me cambia en nada el hecho que pueda ocurrir. Eso yo no tengo cómo evitarlo. A no ser que yo mantenga espacios de conversación, de respeto y de cuidado.
-¿Has visto una evolución?
-Lo que yo veo es que hay personas que se atreven hoy en día a hablar más. Pero todavía no veo avances al interior de la familia para que eso se hable. No es que exista maldad y no se le quiera creer a la niña o el niño, o no esté incomodada la familia con el abusador, es porque el tema es tan doloroso que no me atrevo y no tengo las herramientas para llevarlo a la mesa. Entonces no te pregunto.
El número de casos que van a la justicia no alcanza a ser el 20%. Una persona adulta para poder ir a su familia y decir ‘sabes que me lo guardé durante todos estos años, pero esto me pasó de niña’, pasamos por un proceso terapéutico de casi un año para poder llegar a ese lugar. Y así todo, lamentablemente, en muchas situaciones, no es bien recibido cuando ya es adulta, imagínate un niño.
-¿Cómo ves que eso impacta la trayectoria de vida?
-El abuso es horrible en cualquier situación, pero es diferente cuando yo soy abusada por alguien de afuera de mi entorno, que por alguien que está dentro de mi entorno. El dolor, el trauma, la forma en cómo se vive eso, es diferente. Con alguien dentro de la familia, paso el resto de mi vida encontrándolo y pensando si hablo o no hablo.
Además que viene toda la crítica, ¿por qué no lo dijiste antes? ¿Y por qué te lo callaste hasta hoy? Porque hay vergüenza. Y la vergüenza es una de las cosas que hablamos muy poco en términos de emoción, hasta hace pocos años ni siquiera la incluíamos dentro de las emociones básicas.
La vergüenza es una emoción que en sí no genera un acto, pero se amarra con la rabia, se amarra con el miedo, se amarra con la tristeza, se amarra con un montón de otras.. Ahora, ¿tienes cómo evitar la vergüenza? No, la vergüenza es buena. Es necesaria, como todas las otras emociones. Pero es necesario poder decir: aunque estés con vergüenza, háblalo, porque aquí lo vemos. Hay que hablar.
-Me decías que esto no pasa sólo en Chile, sino que es un fenómeno global…
-La Organización Mundial de la Salud puso el abuso sexual infantil en alerta por un par de años. O sea, casi pandémico. Es decir, es un hecho. Es un hecho que las personas tienen hambre, o es un hecho que las personas tuvieron Covid, o que existe la hepatitis.
O es un hecho que si yo no uso cinturón de seguridad y no uso la sillita para los niños puede tener consecuencias. Con el abuso sexual, te fijas, que socialmente no es un hecho.
-Aunque lo es…
-Claro, pero pasa porque no lo hablamos. Porque nos da vergüenza hablarlo. El sexo sigue teniendo una connotación muy peligrosa, delicada, íntima. La familia moderna se instaura como un espacio protegido, es en este espacio donde va a haber un adulto y una adulta que te van a cuidar. Entonces yo nazco en una sociedad donde confío en que voy a ser cuidada.
-¿Y cómo ves el proceso de revictimización cuando alguien decide hablar? En el caso Macaya esto fue particularmente delicado por lo mediático…
-La revictimización de esas niñas, pero de todas las otras mujeres que hemos sido abusadas. Yo soy sobreviviente de abuso. Si tú no pasaste una vida entera haciendo un trabajo para de alguna forma sanarte de ese lugar. Es espantoso. Entonces no hay cuidado con quien fue abusado. Y el cuidado es un lugar de prevención que se debe tener con quien fue abusado. O está comenzando a ser abusado.
¿Por qué preventivo? Una vez que podemos tomar contacto con eso, podemos cuidarnos, podemos darnos cuenta para dónde nos llevó ese lugar. Podemos hacer algo con eso y aportar socialmente. Si es que yo aporto como persona que fue abusada desde el cuidado, otras personas lo van a ir haciendo. Si una niña desde muy chica sabe que fue cuidada, va a ser una adulta que va a tomar otras decisiones y va a cuidar diferente. Ahí está la prevención.
-Para algunas víctimas observar la revictimización de otras puede generar mucho más miedo a hablar…
-Es un miedo que no te abandona nunca. Es un miedo que tú trabajas por la vida. De eso no hablamos, de la intensidad del daño que significa para una niña haber sido abusada por una persona dentro del ambiente familiar, que es reconocido como alguien muy bueno. No hablamos de eso. Entonces yo puedo andar creando por la vida adultas que desconfían. Y tampoco se trata de andar desconfiando, se trata de cuidar.
Yo tengo que tener mecanismos que me indiquen cuáles son los movimientos que no deben ser hechos, porque te exponen al peligro. O cuáles son las señales que una familia, una mamá, un papá o una tía o los médicos, deben observar. Qué señal está dando ese niño o esa niña de que hay algo que le está incomodando. La prevención en ese lugar.
-¿Algún otro mensaje en términos de prevención?
Yo creo que es súper relevante que sigamos hablando de la educación sexual integral, eso es indispensable. Sabiendo cómo funciona Chile, que funciona a partir de leyes.
En la medida en que una niña o un niño tenga muy claro su cuerpo y tenga muy claro su espacio, dónde no puede ser invadido, eso es súper preventivo. No hay nada más preventivo que eso. Primero es el niño. Y en segundo lugar, los adultos también requieren de la educación sexual, si no tengo educación sexual yo no me doy cuenta que hay un incómodo, que al niño le empieza a dar vergüenza, que el niño tiene comportamientos que no tenía. Entonces es preventivo no sólo para los niños, sino también para los adultos. Y ponerlo en la mesa.
Habiendo abuso sexual infantil, el único foco es cuidar de esa niña o de ese niño que fue abusado.