Una serie de bandas se disputan esquinas y pasajes. Muchas de ellas están formadas por menores de edad, muy violentos y dispuestos a todo. Experto señala que hay un efecto imitativo de la violencia irracional que ejercen las organizaciones criminales transnacionales.
El protagonismo en materia criminal en Chile ha sido monopolizado en los últimos años por bandas de crimen organizado transnacional, como el Tren de Aragua, Los Pulpos o Los Trinitarios. En la historia quedaron las grandes bandas de narcotraficantes chilenos de la zona sur de Santiago, como “Los Risas”, “Los Guatones”, “Los Gaete”, “Los Phillips” o “Los Cavieres”.
Sin embargo, varias fuentes vinculadas a las investigaciones que hasta el momento han permitido la detención de dos de los homicidas –entre ellos, “El perro Elvis”, que se cree es el autor de al menos tres asesinatos– advierten que en el último año han aparecido nuevas bandas en la zona sur, muchas de ellas formadas por hijos, sobrinos y nietos de los jerarcas de los grupos criminales de antaño, pero además de ello poseen al menos dos características fundamentales: la mayoría de sus “perros” (como les dicen hoy a los “soldados”) son niños de 13, 14, 15 o 16 años, pero no es lo único: también hay liderazgos muy jóvenes.
Un ejemplo de ello es que hace dos semanas la PDI realizó una serie de operativos en San Bernardo, La Pintana, San José de Maipo y Puente Alto, comuna en la cual se desarticuló una banda criminal muy agresiva, que dirigía un muchacho de 17 años.
La segunda característica de estos nuevos grupos criminales es que son mucho más violentos que sus antecesores, muchos de ellos condenados a elevadas penas de cárcel o, bien, muertos.
Quizá la mejor descripción de ello es la que entregó el Fiscal Regional Sur, Héctor Barros –que el viernes pasado encabezó un operativo masivo en La Pintana, junto a Carabineros y la PDI–, quien explicó que “es relevante señalar que todos los últimos homicidios que hemos tenido en este caso han sido consumidores de droga que han concurrido a estos lugares de venta y han sido atacados por otras organizaciones y se les ha dado muerte. Ninguna de estas personas vivía incluso en la comuna de La Pintana, sino que son consumidores que vienen de otras comunas”.
Una fuente policial indicó a El Mostrador que “eso es algo que no se había visto antes, es una nueva estrategia en la disputa territorial. Antes, los narcos mandaban a sus soldados a quitar droga o atacar a los otros narcos, pero no se tocaba a los clientes. Estas bandas, en particular una de ellas, decidió ‘innovar’ –dibuja las comillas con las manos– y atacar a la demanda, los consumidores, que ya saben que, si son sorprendidos comprándoles a otros grupos, serán asesinados”.
Además, no son asesinados de un par de balazos, como se hacía tradicionalmente, sino con 40, 50 o 100 tiros, para que no quede duda del mensaje que hay detrás, detalla el oficial, que pidió reserva de su identidad. En otras palabras, para que quede totalmente clara la semiótica criminal , concepto creado por el experto en crimen organizado Pablo Zeballos.
Entre esos grupos el principal es el de “Los Cachorros”. Aunque no es una organización nueva, las mismas fuentes la definen como una banda que siempre fue muy menor frente a “Los Gaete”, “Los Risas” y otros. “‘Los Cachorros’ eran básicamente microtraficantes, que de un momento a otro crecieron y comenzaron a copar esquinas, pasajes y plazas que estaban en disputa, debido a que a inicios de año hubo una serie de detenciones de narcos importantes, lo que generó un vacío de poder”, cuenta un investigador.
Otro señala que, según las estimaciones de los especialistas, hay mucho dinero en juego: “Un solo punto de venta de drogas puede dejar ganancias de entre 750 mil pesos a 1 millón al día”, detalla, explicando que “por eso también hay mucho poder de fuego, muchas armas automáticas y muchas municiones”.
También ha variado el tipo de droga. Como ha sido habitual en Chile, en las esquinas se sigue vendiendo marihuana y pasta base de cocaína, pero de a poco se ha ido haciendo frecuente una oferta de drogas sintéticas, la mayoría de las cuales debutaron durante la pandemia, de la mano del Tren de Aragua y de Los Trinitarios: ketamina, éxtasis (MDMA), tusi y fentanilo.
Hoy en día –reconocen los expertos–, hay varias bandas perfectamente identificables. Además de “Los Cachorros”, a la cual pertenece “El perro Elvis”, que ayer fue objeto del control de la detención, está también la banda de “Los Mackenzie” (que es la principal rival de los primeros), así como la de “Los Cucos”, a los que se suma un grupo de mujeres conocidas como “Las Guatonas”.
Otra organización nueva es la de “Los Tuercas”, que se especializa en robo de autos, pero que incursiona también en las drogas; y actúan asimismo en la población El Castillo “Los herederos del pantano”, que son los sujetos que siguieron operando luego de la detención, en 2021, de Hilda González, más conocida como “La reina del pantano”, hija de una de las líderes históricas de “Los Cucos”. A lo anterior se agregan varias facciones de barras bravas que se han dedicado a la venta de drogas.
Zeballos indica que es necesario estudiar con atención lo que sucede en esa zona, pues ello nos puede dar una pauta de lo que quizá podamos esperar en materia de dinámicas criminógenas a futuro. En ese contexto, señala que, como da cuenta el nivel de ganancias que deja la droga, es necesario considerar que “el crimen organizado es un modelo económico, cuyo objetivo es generar ganancias a partir de actividades ilícitas, para luego inyectarlas a las economías formales”.
Lo anterior, puntualiza, se logra utilizando distintas escalas de criminalidad, distintas formas de asociatividad entre delincuentes y, sobre todo, distintos métodos. Ahí, indica, está la explicación de la violencia que se ha observado en las acciones del Tren de Aragua, de Los Pulpos o de los grupos de la zona sur: “El método más exitoso en América Latina, sobre todo en estructuras nacidas en las cárceles o en algunos barrios, es el de la violencia descomunal, desmedida, lo que implica un desprecio absoluto por la vida y un desprecio absoluto también, así como un desafío, al Estado”.
Lo anterior –detalla–, “genera una especie de loop entre estructuras criminales que compiten entre ellas por aplicar este método exitoso y demostrar que ellos son los reyes del barrio, los que mandan, los verdaderos dueños del sector. Eso es lo que estamos viendo y es probablemente lo que vamos a ver por varias décadas en la región latinoamericana”.
Debido a lo anterior, es prácticamente imposible que la extrema violencia del Tren de Aragua u otras organizaciones no se traspase a los grupos locales, ya sea porque ambos elementos se mezclen –lo que no se aprecia en la zona sur– o, bien, por un efecto imitativo.
En otras palabras, precisa el autor del libro Un virus entre sombras, es muy probable que cada vez se produzcan más homicidios con mucha violencia y con participación de menores de edad, y ejemplifica lo anterior con el cuádruple asesinato de menores de edad en Quilicura, en julio pasado, pero advierte que “lo dramático de este método de violencia es que no es exclusivo de las calles. Lamentablemente también lo vamos a replicar en las cárceles, en la medida que no tengamos el sistema penitenciario que requiere la amenaza a la que nos enfrentamos”.
Otra “técnica” que los narcos chilenos están ocupando cada vez con mayor frecuencia, y que quedó en evidencia en los operativos de la semana pasada, es la compra de casas, con el fin de ocuparlas como centros de acopio y distribución de drogas. De hecho, se estima que a lo menos 11 viviendas de la comuna cumplen esa función.
En ese sentido, existen ciertas diferencias con lo que realizan organizaciones trasnacionales, que simplemente se toman terrenos, cités o incluso edificios, para luego extorsionar a quienes quedan viviendo allí, cobrándoles arriendo, agua y luz e, incluso, extorsionando para que sus hogares sean ocupados como lugares de guarda de estupefacientes, como lo demostró el operativo realizado por la PDI en la Región de Valparaíso, donde se descubrió que una célula del Tren de Aragua se había enquistado en uno de los bloques conocidos como “Las Tortas”, en Villa Alemana, donde incluso habían derribado paredes, a fin de conectar varios departamentos.
Al respecto, la alcaldesa de La Pintana, Claudia Pizarro (DC), dijo a El Mostrador que “estamos frente a una sociedad enferma y a esta sociedad hay que sanarla. Creo que el narco es una de las peores lacras que tenemos frente a la sociedad. Se hacen millonarios envenenando a los jóvenes, armando a los jóvenes y mandándolos a matar y a morir. Los narcos no pagan impuestos y solo lucran y ostentan recursos para seguir comprando viviendas para implementar su negocio. De eso estamos hablando”, indicó.
La jefa comunal agregó que “hay decenas de víctimas inocentes que hoy día tienen miedo e, insisto, nosotros estamos frente a una sociedad enferma y debemos trabajar para sanarla”.